Solo unidos triunfaremos

El ejemplo del Movimiento Obrero Santafesino

 

Las luchas obreras a lo largo de la historia van creando un explicación de los fenómenos que protagonizan los trabajadores y el impacto de su lucha en todo el mundo.

Al centenario de la represión a los trabajadores metalúrgicos de los Talleres Vasena, episodio conocido como La Semana Trágica, los trabajadores debemos agregar la conmemoración por el siglo transcurrido desde los asesinatos de Rosa Luxemburgo y de Karl Liebknecht, a manos del gobierno alemán cuyo primer ministro por entonces era Frederic Ebert. La post Primera Guerra Mundial fue muy intensa en luchas de poder con contenido revolucionario que marcaron desde el comienzo todo el siglo pasado. Sin comprender aquella sucesión de derrotas no se puede explicar nuestra actualidad. La explicación local a los fenómenos internacionales conduce a confusiones políticas que transitan la banquina del ridículo. Su traslación mecánica sin analizar las contradicciones internas también nos saca fuera de la ruta.

La izquierda argentina perdió la conducción del movimiento obrero por errores de esa naturaleza. Fue de la gloria de ser la cabeza de la huelga de los trabajadores de la construcción en 1935 a la decadencia de la conducción comunista de los sindicatos de la Carne en 1943, en los vaivenes por la provisión de alimentos a los Aliados en guerra, justo en los albores del nacimiento del liderazgo de Perón. Buscando la explicación en la historia del desarrollo de la lucha de clases entenderemos el comportamiento colectivo de los trabajadores como sujetos de la historia.

Un siglo es una buena medida de tiempo para entender el recorrido del mundo de las relaciones de producción y los modelos de sociedad que trae aparejados. La carencia de esta mirada de largo plazo es lo que conduce permanentemente a una interpretación de la coyuntura donde lo más lejano son las próximas elecciones.

La relación entre aquella lucha y lo que sucede en nuestro país es la misma que existió hace un siglo entre el asesinato de Rosa Luxemburgo y la Semana Trágica. El origen de estos fenómenos está señalado por las contradicciones en el desarrollo del capitalismo y sus consecuencias sobre el pueblo trabajador. Más aún, en tiempos en que esta especie de dictadura financiera mundial llamada “globalización” impone esas condiciones de manera directa, la similitud de fenómenos es cada vez más cercana.

Los trabajadores y las trabajadoras de Radio Nacional, junto con sus pares de la TV Pública y la Agencia Télam, además de Encuentro, Paka Paka y DeporTV, reclamaron frente al histórico edificio de Maipú 555 el cese de la “paritaria cero” impuesta por Hernán Lombardi. Es el pasado reciente que se niega al olvido. Miles de puestos de trabajo perdidos en nombre del “ajuste necesario”, desde Siam, Pilkington o Dass en Misiones y la Confitería Boston en Mar del Plata a la ex Nidera del gremio de Aceiteros, cuya combativa conducción promete resistir con dureza, exigen una respuesta unida y contundente antes de que sea tarde para toda esperanza de redención.

La ferocidad de la crisis que soportan los asalariados no tiende a menguar sino a agravarse. La ola de despidos y cierres de fuentes de trabajo se vio potenciada en lo que va de 2019, cada semana desaparecen empresas emblemáticas de nuestra historia industrial. Los afectados resisten y las cúpulas sindicales hablan de otra cosa. ¿Hasta cuándo se puede prolongar esta situación? ¿Habrá finalmente un plan de lucha sostenido y consistente? El último paro general tuvo un acatamiento contundente. La quietud posterior de parte de la conducción oficial de la CGT es la prueba de sus contradicciones.

El problema de problemas es lograr la unidad de los que luchan. Todo indica que podría surgir un frente sindical y político a partir del 21 F con Camioneros y el Frente Gremial que lideran los Moyano más las dos CTA a la cabeza, dentro del cual se desarrolle un frente de agrupaciones por un sindicalismo combativo y democrático. Vale una advertencia: el fraccionamiento de las luchas y la división en el frente sindical y político puede hacer que el escepticismo y la desconfianza en las direcciones políticas y sindicales crezcan entre los trabajadores y en los propios espacios territoriales. A un costado existe una izquierda sectaria que cuando las direcciones sindicales de masas acuerdan una acción, ponen en primer plano sus denuncias por lo no realizado y no le dan prioridad a la unidad para luchar.

Las luchas de resistencia de los trabajadores en la era macrista siguen reclamando un programa unificador y una conducción consecuente que lo lleve adelante. Lo único permanente en estos tres años ha sido el desprecio, la subestimación y la represión que le destinó el gobierno. Esa bandera de unidad y ese programa mínimo que unifique sigue clamando frente a una conducción consecuentemente mediocre. El riesgo es que esa presión acumulada encuentre otra forma de expresarse y se implemente con planes de lucha crecientemente violentos y dispersos como está sucediendo con los “chalecos amarillos”.

Si hacemos un juego de espejos con Francia, una primera respuesta sobre los interrogantes del levantamiento galo puede describirlo equivocadamente como un movimiento de derecha. Los líderes sindicales, incluida la poderosa CGT, le dan la espalda a la masiva bronca de la sociedad, en contra de la opinión de sus propias bases. Este fenómeno europeo muestra lo que sucede ante la débil representación sindical en tiempos de avanzada sobre los derechos de los trabajadores. Ese colectivo en movimiento que sacude al “hexágono” cada sábado es la suma de pecados de omisión de la oposición parlamentaria, el movimiento sindical y la izquierda tradicional. La acción callejera fue el eje de la convocatoria. El programa, reivindicativo en sus comienzos, se fue politizando cada vez más hasta transformarse en un cuestionamiento al gobierno de Macron. La consulta popular implementada por el gobierno da cuenta del impacto que produce este fenómeno persistente que nadie se atreve a definir y la mayoría pone bajo estado de sospecha.

En la Argentina se acaba de confirmar que la inflación de 2018 es la más alta de los últimos 17 años y seguramente la recuperación del poder de compra de los salarios es la más baja del mismo período. El gobierno muestra una enorme coherencia política: hasta aquí ninguna medida es a favor de la población. La economía está paralizada y de esta recesión difícilmente se salga antes de las elecciones de octubre. Ante tanta malaria el dato preocupante es la falta de alternativa que se vislumbra en el campo de la oposición.

El cronograma de aumento de las tarifas para todo el año, anunciado en diciembre, asegura un piso inflacionario por encima del 30%, con un impacto no solo en los hogares sino también en todo el aparato productivo.

El año comenzó con una crisis laboral sin horizonte. Pequeñas y medianas empresas que cierran todos los días. Emprendimientos familiares como las panaderías o los almacenes de barrio desaparecen en cascada, firmas tradicionales como las de las máquinas de coser Singer o Godeco caen una tras otra. Los representantes de las grandes corporaciones como la UIA afirman que quienes voten a este gobierno en octubre se suicidarán. Ante este clima enrarecido los candidatos veranean, presentan libros, hablan generalidades y se distancian de la angustia perentoria que viven cientos de miles de compatriotas.

La noche del jueves, una gran marcha de más de 50.000 personas se movilizó en el centro de la ciudad de Rosario encabezada por la multisectorial local contra los tarifazos  el movimiento sindical rosarino, integrantes de la CGT local, ambas CTA y los movimientos sociales locales. Participaron los principales referentes del Movimiento Obrero Santafesino, de la CGT de San Lorenzo junto a Hugo Yasky, Sonia Alesso, Roberto Pianeli, Roberto Baradel y Gustavo Vera del movimiento 21F, en representación de los convocantes nacionales. A la misma hora esta protesta se replicaba en la capital de Santa Fe, en Rafaela, en la Ciudad de Gálvez y en Reconquista. Ahí donde la unidad del movimiento obrero se plasmó primero, la respuesta en la calle marca la diferencia. El compromiso de esta parte de la dirigencia sindical para que un gobierno tan dañino no llegue en paz a los comicios contrasta con los que honran la siesta de enero y son proclives a desmovilizar a la gente. Se destacó la presencia activa de sindicatos como el SMATA con sus columnas y banderas, Empleados de Comercio, Camioneros de Moyano expresados en el sindicato de recolectores de residuos, Bancarios, la UOM local, y como siempre los maestros de AMSAFE, los profesores universitarios de la COAD y los estatales de ATE. Fueron los propios referentes locales de los sindicatos nacionales los que marcaron la diferencia. El reclamo del paro nacional encabeza la lista de sus exigencias. Hacía mucho tiempo que no se veían tantas organizaciones sindicales marchando juntas.

La CTEP y la Corriente Clasista junto al movimiento Evita aportaron lo suyo. Esta jornada marcó un salto cualitativo en relación a lo que se había visto hasta aquí desde la convocatoria contra los tarifazos.

Con el horizonte nublado, sin ver la salida a la crisis, la sensación reinante es de una profunda desazón. Si el desaliento se transforma en resignación, el discurso de la demagogia punitivista que impulsa el oficialismo va a ocupar el centro de la escena, a pesar del repudio de un amplio espectro de personalidades y organizaciones.

Quien quiera acercarse por el lado de las ideas simples, lo comprenderá a través de la parábola de la rana en la olla de agua. Afortunadamente la calle sigue hablando y marchando contra las injusticias cada vez con mayor masividad y arrastrando a los desvalidos de ambos lados de la grieta.

Enfrente, los que más hablan son los que tienen menos votos. Todavía no se observan, por parte de quienes tienen chances de ser elegidos, definiciones profundas a los problemas actuales. ¿Habrá revisión del escandaloso endeudamiento de la era macrista? ¿Habrá reforma en el sistema judicial que fue modelado a la estrategia impune del gobierno? ¿Se puede retomar el camino del desarrollo industrial y generar empleo en medio de esta desolación? ¿Habrá recuperación del salario y los ingresos previsionales? Tanto silencio abruma y desespera. No habrá salida sin voces potentes de masas decididas que impongan una nueva democracia, más allá de la cabeza de sus dirigentes.

 

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