El viaje de Vladimir Putin a Estados Unidos es en sí mismo un triunfo diplomático. El Presidente de Rusia llega a territorios que formaron parte del imperio zarista, vendidos a Estados Unidos en 1867 por $ 7.200.000, dada la necesidad de Rusia de hacer caja después de la guerra de Crimea. En Alaska podrá tener sueños relativamente tranquilos dado que ninguno de los dos países reconoce la jurisdicción de la Corte Penal Internacional y ningún mandato de captura podrá alcanzarlo.
Así lo ha reconocido el New York Times: “Putin ha obtenido su vértice ideal, después de haber arriesgado la pérdida de los favores de Donald Trump, una oportunidad no solo para terminar la guerra según sus condiciones, sino también para dividir la alianza occidental”.
Para Putin es más importante realizar el encuentro en Alaska que en Moscú: le pone más brillo a su presencia pisar suelo americano. Putin ha visitado Estados Unidos siete veces la última en 2015 para una presentación en la asamblea general de Naciones Unidas, cuando mantuvo un encuentro colateral con Barack Obama. Su último encuentro con un mandatario estadounidense fue en Ginebra, en 2021, con Joe Biden. Con Trump se ha encontrado seis veces durante el primer mandato del magnate, la última en Helsinski, cuando Trump desmintió públicamente las interferencias rusas en las elecciones presidenciales. También Putin las desmintió.
Alaska es el estado más extenso de la Unión y el menos habitado. El gobernador Mike Dunleavy declaró que “durante siglos Alaska ha sido un puente entre las naciones y al día de hoy somos una puerta para el comercio y la diplomacia en una de las regiones más cruciales del mundo”.
A su vez Kirill Dimitriev, CEO del Russian Direct Investment Fund, sostuvo que es el lugar ideal para reunir a la dirigencia política de los dos países y que “será un encuentro donde prevalecerá el diálogo”. Conviene aclarar que Dimitriev, uno de los negociadores de Putin, pertenece al grupo ruso que mira a Occidente: es nominalmente ruso pero cuenta con una graduación en la Universidad de Stanford y en la Escuela de Negocios de Harvard; el currículo señala un pasaje de su carrera en Goldman Sachs y es uno de los jóvenes líderes globales del World Economic Forum.
Alaska es una frontera con los atributos que concede la aventura: territorio difícil, climáticamente duro, donde habitan descendientes de los rusos de la época de los zares, pequeñas comunidades de lengua rusa y descendientes de los aborígenes que atravesaron en tiempos inmemoriales el estrecho de Bering; contemplando alguna de las iglesias ortodoxas que recuerdan aquel pasado, para Putin es de alguna manera un retorno a casa.
Europa en off side
El anuncio del encuentro Putin-Trump ha puesto en estado febril a las cancillerías de Europa y el Reino Unido, se han sucedido reuniones y encuentros con Zelensky, que derivaron en una serie de declaraciones que van de la impotencia al ridículo.
“El camino hacia la paz en Ucrania no puede decidirse sin Ucrania”. “Los confines internacionales no deben ser modificados con la fuerza”. Los comunicados llevan la firma de Italia, Francia, Alemania, Gran Bretaña, Polonia, Finlandia y la Comisión Europea.
Además de las declaraciones rituales hay una frase interesante del comunicado: “La línea de contacto actual (entre los dos ejércitos) debería ser el punto de partida de la negociación”. Es un reconocimiento de la realidad en el campo de operaciones que hasta el momento no se había visto en las cancillerías europeas.
Mientras tanto giraba una indiscreción de un supuesto plan para cerrar la guerra basado en una cesión de territorio por parte de Ucrania, además del reconocimiento de Crimea como parte de Rusia, lo que provocó un comentario de Zelensky que se podría definir como obligatorio: “No regalaremos nuestra tierra al ocupante”.
Obviamente esta declaración choca con la de los aliados. Si se parte de la “línea de contacto” para negociar, la pérdida de territorio sería inevitable: los rusos controlan ya el 20% de Ucrania, incluyendo Crimea. Aquí, como en todo el mundo, la única verdad es la realidad, y de la realidad se debe partir en la mesa de negociaciones. El resto son charlas inútiles, aptas para titulares de diarios y editoriales del periodismo atlantista.
Los voluntariosos no se eximen de agregar las letanías habituales. Dicen que comparten “la convicción de que una solución diplomática debería proteger los intereses vitales de seguridad de Ucrania y de Europa”, plantean “la necesidad de garantías de seguridad sólidas y creíbles que permitan a Ucrania defender eficazmente su propia soberanía e integridad territorial” y que “Ucrania tiene que tener la libertad de elegir su propio destino”.
Insisten que la negociación “se puede realizar en el contexto de un alto el fuego”, que claramente le serviría a Ucrania para evitar un posible hundimiento de las líneas, posibilidad que ha sido ventilada en las últimas semanas por diversos medios.
El diario alemán Bild, citando fuentes ucranianas, escribió que Putin quiere el pleno control de las regiones de Donetsk, Luhansk, Zaporizhia y Kherson, y que habría propuesto una suspensión recíproca de los ataques a los objetivos en profundidad y no un alto el fuego completo.
Estados Unidos habría ofrecido una amplia revocación de las sanciones y nuevos acuerdos comerciales con Rusia a cambio del congelamiento de las acciones en la actual línea de separación.
Nadie podría pensar seriamente que Putin esté dispuesto a retirarse de alguno de los territorios duramente conquistados. En Rusia, no obstante los reflejos autoritarios del gobierno, existe una opinión pública que no comprendería una decisión de ese tipo. Además, Rusia no abandonaría la central nuclear de Energodar y la triple línea de defensa “Surovikin” que en 2023 contuvo la contraofensiva ucraniana.
Zelensky anunció: “Sabemos que Rusia tiene intenciones de engañar a Estados Unidos, pero nosotros no lo permitiremos”. En realidad el riesgo es que Estados Unidos se engañe a sí mismo, si nos atenemos al relato de Bild, que atribuye al enviado Steve Witkoff haber comprendido mal un punto en las conversaciones preparatorias para Alaska, y haber confundido la frase de Putin sobre un “retiro pacífico de los ucranianos de Kherson y Zaporizhzhia” como una propuesta de retiro pacífico del ejército ruso. Conociendo la fragilidad intelectual del inversor inmobiliario metido a diplomático, no es difícil de creer, pero evidentemente la cuestión fue aclarada sucesivamente.
En tanto la OTAN, a través de su secretario, se ilusiona con que la cumbre será positiva para su protegé: declaró que el abastecimiento de armas a Kiev continuará independientemente del vértice Rusia-Estados Unidos: “Absolutamente sí, continuarán, los dos primeros paquetes han sido ya asignados por los holandeses y los escandinavos”.
Después de varios días insistiendo que Zelensky debería estar presente en Alaska, los europeos se han visto defraudados. El consejero del Kremlin, Yury Ushakov, declaró que el encuentro apunta a encontrar opciones para llegar a una paz duradera en el frente de Ucrania, y que el encuentro podría ser seguido por otro en territorio ruso. Del ucraniano, ni una palabra.
Los europeos finalmente han descubierto también que no serán invitados al Summit. Mientras tanto, para echar sal en la herida, el Vicepresidente James Vance declaró al Sunday Morning Future de Fox News que “queremos llegar a una solución pacífica de la cuestión… queremos terminar con las muertes. Y los americanos, creo, están cansados de seguir enviando su dinero, el dinero de los impuestos, a este específico conflicto. Pero si los europeos quieren comprar directamente las armas a los productores americanos, para nosotros va bien. Pero no los financiaremos más”.
Un alivio llegó el miércoles 13: los voluntariosos mantuvieron una video-conferencia con Trump, que los tranquilizó diciendo que no se tomarán decisiones sin la intervención de Ucrania, que si Rusia no se detiene habrá consecuencias y que se aspira a un alto el fuego inmediato. Trump calificó la conversación telefónica con los voluntariosos como “óptima”.
Expectativas
¿Llega Trump a la conferencia sabiendo ya lo que pretende Putin? Probablemente Trump piensa en cerrar el conflicto ruso-ucraniano, quizá con un intercambio de territorios, inversiones y negocios comunes para conseguir finalmente un éxito, un hecho real que acompañe sus palabras.
Pero Ucrania es solo uno de los argumentos en agenda. La mirada de los dos Presidentes es a 360 grados. Uno de los argumentos que se tocarán será sin duda la gestión ¿o co-gestión? del Círculo Polar Ártico, las sanciones, la relación con China, etcétera.
Putin llega con una gran aspiración: cerrar el conflicto con Occidente, del cual la guerra con Kiev es solo el episodio más clamoroso.
El analista Paul Craig Roberts escribió el 11 de agosto que Putin no conseguirá pacificar las relaciones con Occidente. Uno de los obstáculos es el resurgir de la doctrina Wolfowitz, que declara que el objetivo principal de la política exterior estadounidense es impedir el crecimiento de cualquier potencia que pueda obstaculizar su unilateralismo. Esta doctrina es un producto neocon y estos personajes, que viven tanto en el área republicana como demócrata, son todavía muy influyentes. El mismo Trump refleja dicha tendencia cuando dice “yo gobierno América (sic) y el mundo”. La guerra en Ucrania es otro producto neocon, así como el rechazo del acuerdo de seguridad recíproca propuesto por Putin entre diciembre 2021 y febrero 2022.
Si la doctrina neocon necesita enemigos para justificarse, Rusia es el candidato ideal: los discursos de la amenaza rusa circulan entre los líderes europeos, que gastan más dinero en armas que Rusia y han establecido una rusofobia institucional.
El complejo tecnocrático-militar necesita enemigos y conflictos para funcionar. Si termina la guerra en Ucrania, ¿qué sucedería? ¿Se activarían otros frentes?
Otro problema para Rusia es que Trump ha vuelto a instalar en Europa misiles con cabeza nuclear de medio alcance, que habían sido retirados por Ronald Reagan, y sobre todo causa preocupación que Estados Unidos haya obtenido la concesión por 99 años del Corredor de Zangezur, que se extiende a lo largo de la frontera norte de Irán, donde linda con Armenia y Azerbaiyán. La operación es un ataque directo a la Nueva Ruta de la Seda china, a los BRICS y a la influencia rusa en sus ex provincias.
Porque detrás del espectáculo de la cumbre se esconde la radicalización estadounidense contra los BRICS y el intento de crear un anillo sanitario en torno a Rusia, presionando a sus clientes más importantes para quitarle aire, o más propiamente las ganancias del gas y petróleo que sostienen la guerra.
La India ha considerado un ataque traicionero los aranceles que le quiere imponer Estados Unidos. El resultado ha sido una radicalización del gobierno: el Primer Ministro Narendra Modi ha declarado en un post que “tuve una óptima y detallada conversación con mi amigo, el Presidente Putin, a quien he agradecido por haberme informado sobre los últimos acontecimientos en Ucrania, hemos examinado nuestra agenda bilateral… confirmamos nuestro compromiso para profundizar ulteriormente nuestras relaciones estratégicas especiales y privilegiadas. Estoy ansioso por recibir al Presidente Putin en India en el curso del año”. Según informaciones oficiales, Putin debería visitar India a fines de agosto para proseguir después hacia Pekín el 3 de setiembre.
La invitación de Modi a Putin se produjo después de las presiones de Estados Unidos. También el jefe de Estado indio visitará China para asistir al vértice de la Organización para la Cooperación de Shangai. Modi no viajaba a Pekín desde 2019.
También Lula manifestó en estos días su rechazo a las amenazas de Trump, y en abierto desafío solicitó la desdolarización mundial, agregando que “no olvidaré tampoco que aquí han intentado un golpe de Estado”.
El juego se endurece porque Brasil desde hace años tiene su propio sistema de pagos, el PIX, que le permite evitar el SWIFT. Trump ha ordenado una investigación porque PIX ha dañado fuertemente las cuentas de VISA y Mastercard. Todos estos movimientos han llevado a algún analista a decir que Pekín es la nueva Yalta que remodela el nuevo orden mundial.
¿Llevará estos argumentos Putin a Anchorage?
No lo sabemos, pero sí hemos visto que el Presidente ruso es capaz de moverse con understatement, o quizá ironía. En la última visita de Witkoff al Kremlin, le entregó la Orden de Lenin, que no era seguramente para Witkoff porque no se concede a un vendedor de casas. Era para entregar a otra persona ¿Quién era el personaje? La vicedirectora de Innovación Digital de la CIA, Juliane Gallina. Pero tampoco era dirigida a ella. Se trata de una condecoración póstuma para Michael Gloss, su hijo de 21 años, que murió combatiendo en Ucrania… pero del lado ruso. Efectivamente, Michael servía en el 137º regimiento de la 106 división aerotransportada de Tula. Murió en operaciones el 4 de abril 2024 en la zona de Veseloye-Rozdolovka, en Donetsk, Ucrania. Hay que señalar que no existen declaraciones oficiales de Rusia al respecto, son todos trascendidos revelados por CBS News.

La finalización de la guerra acarrea incógnitas importantes. ¿Podría una vez más Putin fiarse de Estados Unidos en el caso de un acuerdo con Trump? Porque si Europa no está de acuerdo, podría continuar abasteciendo a Ucrania con armas y dinero ¿Y qué haría Rusia en este caso? Y, sobre todo, ¿qué haría Estados Unidos?
Ucrania, íntimamente
Dentro del país se ha comprobado una inversión llamativa que ha dado vuelta la orientación general de la población. En el último sondeo de Gallup, a comienzos de julio, el 69% de los encuestados se declara a favor de un final de la guerra a través de una negociación lo antes posible, mientras que los que sostienen que hay que continuar la lucha hasta la victoria son el 24%.
Es claramente un vuelco total respecto a 2022, cuando el 73% se mostraba a favor de luchar hasta la victoria y los que sostenían un final a través de la negociación eran el 22%. El cambio del viento tendrá también que ser percibido por la dirigencia ucraniana: no se puede sostener una guerra con un frente interno que no la quiere. La población ucraniana es la primera víctima de esta guerra infeliz a la que fue arrastrada.
La situación interna es ruinosa, como comentamos en El Cohete el 11 de mayo (ver Respiración Artificial). Zelensky también está en discusión, sobre todo después de la marcha atrás con la cuestión de los entes encargados de investigar la corrupción. Circulan voces sobre eventuales candidatos a sustituirlo. En primera posición sigue Valeriy Zaluzhny, ex comandante en jefe del ejército, que mientras tanto se ha hecho fotografiar como modelo en la edición ucraniana de Vogue del 27 de julio, acompañado por un texto que podría definirse como un programa de gobierno. Vogue no es solamente una revista de moda o viajes, también contribuyó a modelar la personalidad de impávido paladín democrático de Zelensky, que apareció muy bien fotografiado con su esposa Olena.

Pero el general no es considerado un político. Zelensky, en cambio, se ha demostrado hábil y con dotes de resiliencia notables. Los que dicen que es un cómico prestado a la política deberán repensarlo. Más bien parece un político astuto que en algún momento trabajó en el ámbito de la comunicación y el espectáculo, donde acumuló una fortuna personal de treinta millones de dólares.
El Zar y TACO
El Wall Street Journal informó que los dos Presidentes han tenido en los últimos meses una serie de conversaciones telefónicas cordiales que duraron varias horas, y un abundante intercambio de mensajes. Según las fuentes citadas por el diario, el Zar, como llama la gran prensa europea a Putin, tiende hacia los monólogos extensos que alargan las comunicaciones, dado que los traductores deben transmitir conceptos importantes. Putin insiste en las razones que lo llevaron a reivindicar con las armas Crimea y a la invasión de Ucrania. El argumento favorito de Trump es el restablecimiento del diálogo entre los dos países.
La única posibilidad que le queda a la Europa guerrera es que el vértice salte por una inesperada marcha atrás de Trump. No en vano los círculos financieros americanos, escaldados frente a las marchas y contramarchas del Presidente, lo bautizaron con el acrónimo TACO, que viene de Trump always chickens out, que es la manera de decir estadounidense de decir que alguien se echa para atrás; en la Argentina hemos tenido un caso similar sintetizado en la frase “amague y recule”, aunque los protagonistas son absolutamente diferentes.
Por el momento, después de diez años de ostracismo, Putin disfruta de su desayuno en Estados Unidos, ofrecido por Súper Trump.
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