Tensiones y aproximaciones

Un escenario turbulento enmarca la cumbre virtual entre Biden y Xi

 

El mundo parece haber entrado en una peligrosa turbulencia. Las pugnas a tres bandas que involucran básicamente a Estados Unidos, China y Rusia, pero también a terceros países y a instituciones de carácter internacional, han florecido y/o madurado en los últimos tiempos, al punto de que no es exagerado decir que han colocado al planeta en una delicada situación. No obstante, la reciente cumbre virtual sostenida por Joseph Biden y Xi Jinping podría, eventualmente, abrir camino hacia una mejora de las relaciones internacionales.

 

 

Borrascas en el Mar Negro

El Mar Negro se ha convertido en un escenario permanente de exhibición de poderío militar y pugna entre varias potencias.

A fines de junio de este año y durante casi tres semanas se desarrollaron los ejercicios militares Sea Breeze, llevados a cabo por la OTAN –comandada por los Estados Unidos, como se sabe– y Ucrania. Concurrieron como invitados, también, países ajenos a aquella como Bulgaria, Georgia, Rumania y Turquía. Participaron alrededor de 30 buques de guerra, 40 aeronaves y alrededor de 8.000 efectivos. Fue una demostración de fuerza más que significativa tanto por la cantidad de medios empeñados como por tratarse de acciones en una zona de enorme importancia geopolítica y estratégica, especialmente para Moscú, aunque no exclusivamente.

En ese mismo escenario, en septiembre, Rusia desarrolló –junto con Bielorrusia– las maniobras militares Zapad 21, que se realizan cada cuatro años. Participaron en ellas cerca de 200.000 efectivos, 15 buques de guerra y unas 80 aeronaves de reconocimiento y/o combate. También asistieron como invitados contingentes de Armenia, Kazajstán, Tayikistán y Mongolia, entre otros países. Conviene destacar que se encuentra en marcha un proceso de integración entre Moscú y Minsk que avanza a paso sostenido. Hace pocas semanas, sus primeros ministros –Mijaíl Mishustin y Román Golovchenko, respectivamente– presentaron un documento referido a la integración económica de ambos países.

En octubre, terminados ya esos ejercicios, el Ministerio de Defensa ruso denunció la presencia de cinco aeronaves norteamericanas incorporadas a la OTAN en la región del Mar Negro, despegados de bases en el Mediterráneo, y de un avión espía francés procedente de Rumania. Y a comienzos del mes en curso ingresaron a esa zona el USS Mount Whitney, buque insignia de la Sexta Flota norteamericana, y el USS Porter, un destructor misilístico. En respuesta, Moscú movilizó desde las bases de Crimea y Novorosiísk navíos de su escuadra establecida en el Mar Negro.

Como se puede observar, hubo un persistente y deliberado juego de presiones y de demostración de fuerzas de Estados Unidos y aliados durante el año en curso. Con paciencia –y hasta podría decirse que con templanza– el Presidente ruso, Vladimir Putin, declaró recientemente que las maniobras Sea Breeze “habían incluido aviación estratégica”, que eso “era un desafío para Rusia”, que “no le parecía apropiado” y que “no había necesidad de una mayor escala de tensión allí”.

 

Maniobras rusas en Crimea, abril de 2021.

 

 

 

Bielorrusia y Polonia

De una manera insólita, Bielorrusia ha manufacturado una crisis humanitaria. Impulsó el desplazamiento de migrantes sirios, iraquíes, yemenitas y de otras nacionalidades de Oriente Medio hacia Polonia. Eran trasladados por aviones de línea hacia Minsk, ciudad desde la cual se los transportaba por vía terrestre hacia la región de Grodno, vecina al territorio polaco. Como Varsovia no les permite el ingreso, estos migrantes han sido dejados prácticamente “a la buena de Dios”, en una especie de tierra de nadie a un lado y otro de la delimitación fronteriza, zona en la que se está materializando una calamitosa situación.

Es difícil comprender qué ha llevado al Presidente Aleksandr Lukashenko a impulsar esta iniciativa. Moscú, por su parte, se ha declarado ajena a este problema. No obstante, la creciente vinculación entre Bielorrusia y Rusia ha hecho pensar a algunos analistas que quizás se trate de una extraña “devolución de gentilezas”, que vía Polonia –integrante de la OTAN– se envía a Estados Unidos por su creciente intromisión en el Mar Negro.

La presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, anunció muy recientemente que la Unión Europea impondrá sanciones a Bielorrusia por la situación creada. Y precisó “que este es un ataque híbrido de un régimen autoritario para tratar de desestabilizar a sus vecinos democráticos”. Esta declaración –que incluye el específico concepto de hibridez bélica– en alguna medida abona la interpretación asentada anteriormente.

 

 

Estados Unidos y China

Como se recordará, con la llegada de Donald Trump a la presidencia de Estados Unidos las relaciones entre ese país y China sufrieron un agudo retroceso. Decidido a sofrenar el impetuoso desarrollo económico chino en el marco de la globalización, Trump tomó algunas decisiones drásticas. Entre otras, desistir de su participación en el Acuerdo Transpacífico de Cooperación Económica y boicotear su símil transatlántico que, debido a esto, no alcanzó a constituirse. Buscaba algo así como quitarle el agua al pez para frenar su persistente desenvolvimiento. Con posterioridad, avanzó agresivamente en el plano mercantil. Decidió aumentar los aranceles a las importaciones chinas, lo cual terminó constituyendo un conflicto comercial de envergadura.

El Presidente Biden decidió mantener estas políticas, a las que agregó reclamos y presiones a Pekín no económicas, sino más bien geopolíticas: sobre Taiwán, el Mar de la China del Sur y la situación de Hong Kong, entre otros asuntos. Esta postura ha contribuido a mantener el clima de desavenencias creado por su antecesor.

Así estaban las cosas hasta que, sorpresivamente, un hecho reciente instaló una novedad: los Presidentes de China y de Estados Unidos sostuvieron, el lunes pasado, una conversación vía virtual que duró poco más de tres horas. Ambas partes acordaron no emitir un documento conjunto final. Pero se difundieron algunos de los asuntos tratados desde sus respectivas oficinas de información.

Desde la Casa Blanca se mencionó que el Presidente Biden había aludido a temas sensibles, como las cuestiones humanitarias que afectan a Hong Kong, Tíbet y Xinjiang (uigures). Y que también mencionó la importancia de contar con una masa marina indo-pacífica libre y abierta y con un trato adecuado para Taiwán. En paralelo, desde el Ministerio de Relaciones Exteriores chino se indicó que la respuesta de Xi Jinping había sido que los asuntos propiamente de China eran cuestiones de su propio coleto. También se menearon las discrepancias comerciales, pero nada nuevo parecería haber emergido en este caso.

Más interesante fueron las coincidencias. Biden indicó “la conveniencia de bajar las tensiones y asegurar que no conduzcan a conflictos, tanto intencionales como no intencionales”. Xi Jinping, por su parte, aludió a lo mismo. Entre otras apreciaciones, señaló que “los dos países deben mejorar su comunicación y cooperación”. Surge aquí una línea de convergencia interesante, que parecería indicar una preocupación común por evitar que la competencia mutua derive en conflictos.

Curiosamente, al parecer ninguna de las partes mencionó la flamante creación de AUKUS, acrónimo que menta la alianza militar establecida por Australia, Reino Unido y Estados Unidos para operar en la región Asia-Pacífico, cuyo principal contendiente es, obviamente, China.

 

 

Final

Lo expuesto previamente parecería mostrar un mutuo interés chino-norteamericano por desescalar el conflicto y alcanzar un modus vivendi menos ríspido del que impera hoy. Pero, por otro lado, ambos mantienen en alerta y movilización sus respectivos recursos militares. El flamante AUKUS del lado norteamericano, y una armada en constante crecimiento del lado chino, con su despliegue en el Mar de la China del Sur y su presión sobre Taiwán –que probablemente no decaerán– expresan esa situación.

Queda bastante claro, por otra parte, que la OTAN estará a cargo de lidiar con Rusia, asunto del cual ya se está ocupando, tanto en el Mar Negro como en el Báltico. Y que al menos por ahora, no aparece una instancia de acercamiento entre Washington y Moscú.

El Presidente norteamericano parecería querer impulsar la vía del entendimiento con China sin abandonar el recurso a la fuerza. Mientras que con Rusia, hasta la fecha, sólo ha utilizado a esta última. Biden y Xi, sin embargo, han abierto la puerta para una negociación que sería valiosa para el mundo si pudiera avanzar. En fin, así están las cosas hoy, pese al añejo halo rooseveltiano de garrote y zanahoria que persiste en la Casa Blanca.

 

 

 

 

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