Terremoto verde en Francia

La transformación de los verdes de izquierda en una fuerza nacional exitosa es un fenómeno nuevo

 

Una “ola verde” sacudió el paisaje político francés. De un modo inesperado, el fin de semana pasado, durante el segundo turno de las elecciones municipales, ciudades de las dimensiones de Lyon, Bordeaux, Marseille, pero también Poitiers, Tours, Estrasburgo, Besançon o Amnecy —y casi también Lille—, fueron conquistadas por un elenco de candidatos de “Europa Ecológica, Los Verdes” (EELV). Un elenco de candidatos totalmente desconocidos fuera de sus ámbitos locales. En algunas otras ciudades, como es el caso de París, donde fue electa la socialista Anne Hidalgo, fue posible porque ella “enverdeció” su programa y logró formar una coalición para el segundo turno con EELV.

La onda de choque tuvo una fuerte repercusión sobre el paisaje político. La transformación de EELV en una fuerza política nacional exitosa –con buenos resultados ya no solo en las elecciones europeas o en algunas circunscripciones de París, como sucedía tradicionalmente—, es un fenómeno del todo nuevo. Que los candidatos de EELV pasen a tener las riendas de las principales ciudades del país, abre un nuevo capítulo con grandes oportunidades y enormes desafíos.

 El paisaje político hasta aquí dominado por la polarización entre Marine Le Pen, jefa del movimiento “Ressemblement Nationale”, de derecha extrema, y el Presidente francés, Emanuel Macrón, fundador de “La Republique en Marche”(LaREM), empezó a cambiar. El resultado del domingo, con un bloque verde-rojo emergente y claro vencedor de la contienda electoral, cambia las reglas de juego, abriendo una fisura significativa en el duopolio de derecha extrema-centro derecha. De manera inesperada, los franceses se encuentran con la posibilidad de que verdes, socialistas y otras fuerzas de la izquierda presenten una candidatura conjunta para las elecciones presidenciales previstas para 2020, suficientemente atractiva como para movilizar una parte significativa del electorado.

Las razones del éxito

Las razones que condujeron a este espaldarazo a EELV son complejas. Su aquilatamiento y desglose sin duda va a hacer correr no poca tinta en los próximos tiempos. Pero no cabe duda de que el descontento con el gobierno fue uno de los factores mayores. La “ola” puesta en movimiento en 2017 por Emanuel Macron con su movimiento “La República en marcha” ha perdido fuerza. Sus promesas centristas fueron reemplazadas por un viraje hacia posiciones liberales de centro derecha, que no fueron desmentidas ni siquiera por las concesiones que hizo frente a los Chalecos Amarillos.

Al mismo tiempo se fue acentuando la preocupación de los franceses ante la polución de los grandes centros urbanos y los sucesivos episodios caniculares, a los que se sumó el efecto Greta Thunberg y su movimiento “Viernes por el Futuro”, con su acento en la urgencia ecológica en versión juvenil, feminista y global.

Pero el resultado que catapultó a los Verdes a la dirección de estas grandes ciudades probablemente no hubiera sido posible si la abstención no hubiese alcanzado 58,4%, entre los más elevados de la historia reciente. El temor al contagio con el coronavirus desempeñó un rol clave. Pero no faltan los que, como Jean-Luc Melenchon, el lider de la “France Insoumise”, explican el abstencionismo como el resultado de una suerte de resistencia “cívica”. Si bien la teoría política tiende a considerar que la abstención en principio no afecta gravemente las proporciones entre las diversas orientaciones del voto, en este caso es evidente que el entusiasmo y la esperanza del electorado ecologista los benefició e hizo que sus votantes concurriesen masivamente a las urnas.

La influencia del coronavirus y la cuarentena también tuvo otras consecuencias además del abstencionismo. De manera inesperada la sociedad francesa, como muchas otras del mundo, se vio confrontada a nuevas prioridades. Estas van desde la salud, pasando por la familia, a la inseguridad frente al futuro. El consumismo de alguna manera dejó paso a una sobriedad impuesta. La crítica a la fragilidad del Estado por no estar a la altura de su esperado rol protector se acentuó. La desesperación por comprar, poseer –muy comprensible en sectores económicamente en dificultad—, fue superada por el escándalo suscitado por la falta de barbijos, de tests, de camas intensivas y la debilidad del sistema de salud, supuestamente uno de los más preparados de la tierra. La preocupación por la propia vida, los seres queridos, la familia, las amistades, así como el temor a perder el empleo y la incertidumbre por el futuro, pasaron a primer plano. La urgencia climática y ambiental se instaló como un telón de fondo con sus inquietantes nubarrones. La posibilidad y la necesidad de adaptarse a un cierto nivel de sobriedad, ya no aparece tan absurda.

 

La Convención Ciudadana para el Clima

El cuadro, sin embargo, no estaría completo si no tomáramos en cuenta el impacto provocado por la Convención Ciudadana para el clima, una inédita experiencia democrática convocada por el Presidente Macron para apaciguar al Movimiento de los Chalecos Amarillos con la finalidad de proponer un catálogo de medidas para combatir el cambio climático y reducir las emisiones de efecto invernadero en al menos 40% hasta 2030. A pocos días de las elecciones, y luego de nueve meses de deliberaciones intensas y productivas, la Convención dio a conocer sus 150 medidas de claro corte ecológico. Que esta Convención, compuesta por 150 ciudadanos comunes, sin experiencia política, con tantas mujeres como hombres, elegidos al azar, respetando la composición social del país, hiciera público el variopinto catálogo de reivindicaciones ecológicas que abarca temas relacionados con la vivienda, la economía, el transporte, así como aspectos institucionales y lo presentase  al gobierno, unos días antes del segundo turno de las elecciones municipales, estuvo lejos de pasar desapercibido. Todos los medios comentaron las exigencias adoptadas.

Entre las leyes y medidas que los convencionales exigieron del gobierno se encuentran, por ejemplo: una ley para reducir la velocidad máxima en las rutas 130 a 110 kilómetros por hora; una normativa que obligue a las empresas a distribuir una parte de sus ganancias entre su personal; la inscripción del ecocidio como crimen de lesa humanidad en la Constitución; la prohibición de la publicidad en ciertos lugares públicos; la puesta en marcha de un programa ambicioso para estimular la eficiencia energética por medio de la mejora del aislamiento térmico de las viviendas. Viendo el tenor de estas exigencias, no resulta aventurado suponer que, para una parte de los electores, votar por los Verdes se convirtió en una forma de ejercer presión sobre el Presidente Macron y el Parlamento, para que las implemente.

La fuerte proporción de mujeres entre los candidatos presentados por EELV (un gran número de las grandes ciudades francesas a partir de ahora serán dirigidas por mujeres) y sus posiciones antirracistas y opuestas a todo tipo de xenofobia, contribuyó a atraer el voto femenino y de los jóvenes. Las manifestaciones y el debate que se generó en estas últimas semanas luego del asesinato de George Floyd en los Estados Unidos y la violencia policial, sin duda tuvieron un cierto impacto sobre el comportamiento electoral.

 

 

¿Serán capaces de afrontar el nuevo reto?

La traducción de sus propuestas en actos será una prueba de fuego. La baja participación los obligará además a no perder de vista la necesidad de convencer o al menos lograr ser tolerados por una parte de los electores que se abstuvieron. Los problemas sociales y la gestión de presupuestos considerables requerirán mucha muñeca, y una gran capacidad de combinar radicalidad con pragmatismo. La tolerancia de los franceses frente a los políticos no es grande.

La nueva situación, de paso, será una prueba muy exigente para la coalición verde EELV, con su estructura débil y compleja, más parecida a un archipiélago que a un movimiento coherente. Con un liderazgo poco afirmado y atravesado por corrientes más moderadas y otras de izquierda radical, tendrá que afrontar el fuego concentrado de adversarios políticos y de medios que hasta aquí no les prestaban demasiada atención.

El mayor desafío sin embargo va a pasar por asegurar que la cooperación entre los Verdes y el resto de la izquierda, en particular los socialistas, se desarrolle positivamente, sin que cada cual pierda su identidad. A lo que hay que sumar el electrón libre de Jean-Luc Melenchon, difícilmente integrable en un proyecto colectivo.

Las últimas elecciones presidenciales de 2018, con sus destructivas primarias socialistas, combates de egos entre potenciales candidatos de diferentes corrientes de la izquierda, ha dejado heridas y desconfianzas profundas. Superarlas es una condición indispensable para que ecologistas y la izquierda logren presentar un proyecto creíble para las elecciones presidenciales de 2020.

 

 

 

  • Ex Secretario General del Partido Verde europeo

 

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