Terrorismo empresarial

La condena a los ex directivos de Ford, un tributo a las víctimas del exterminio

 

Esta semana se confirmó en Casación la condena a los ex directivos de Ford, que representa sin dudas una reivindicación de las luchas por la memoria de las víctimas del horror de la dictadura. La sentencia en rigor termina configurando un tributo impostergable a las víctimas de un proyecto diabólico de exterminio al servicio de un modelo económico y social.

La trascendencia del fallo no puede obviarse de ningún modo. Es señera en lo que hace a la responsabilidad empresarial de los crímenes de la dictadura, fundamentalmente por tratarse de la condena a una de las multinacionales más importantes del mundo. Autores alemanes estudiaron los crímenes corporativos con Ford como emblema. Consecuentemente, la sentencia no puede pasar desapercibida. Además del efecto moralizador que encierra el “hacer justicia”, describe todo el mecanismo perverso que llevó a la violencia extrema contra la clase obrera, ese régimen brutal que aún hoy algunos pregonan para desmontar la progresividad social en el reconocimiento de derechos de los trabajadores. En definitiva, el mismo eje de antagonismo y odio contra el peronismo y/o cualquier expresión que conlleve un derecho al desarrollo. Advertir el instante de peligro es fundamental para cerrarle el camino a la barbarie.

En el caso de Ford, puntualmente, es significativa su participación en la dictadura. En el libro Cuentas Pendientes hay un trabajo de Victoria Basualdo, Tomás Ojea Quintana y Carolina Varsky que se refiere específicamente al caso y describe la imbricada relación de la empresa con las Fuerzas Armadas: “En el predio de la fábrica operó un cuartel militar, instalado en la zona del quincho”; el objetivo no era otro que “fortalecer la posición de las patronales para incrementar los ritmos de trabajo y aumentar los márgenes de ganancia”; “Luján de Portillo declaró lo que le dijo un militar de apellido Molinari: ‘acá están todos los nombre que nos dio la empresa con los trabajadores que querían que chupáramos’”.

El pasado de Ford no es muy diferente a lo hecho durante la dictadura: “Durante la Segunda Guerra Mundial se valió de los prisioneros como mano de obra esclava”, hace especial referencia el trabajo citado.

Ese escenario esta cabalmente descripto en la sentencia: “Este diseño político represivo, junto con la anulación de cualquier movimiento social de oposición, aparece como un presupuesto para la implementación del nuevo modelo económico que, se insiste, dejó atrás la etapa de industrialización sustitutiva por el de la valorización financiera como eje ordenador de las relaciones económicas”.

La abundante literatura citada en abono de sus fundamentos por el presidente del tribunal, Alejandro Slokar, da cuenta de las motivaciones que llevaron a la alianza empresaria-militar: “Se propuso arrasar con el tejido social y productivo construido en la etapa anterior y sustituirlo por una nueva organización en línea con la apertura de la economía, la hegemonía del mercado y la visión fundamentalista de la globalización”. “La persecución y desaparición de dirigentes sindicales completaron el cuadro de la política laboral del Proceso” (Ferrer, Aldo, La economía argentina, desde sus orígenes hasta principios del Siglo XXI, cuarta edición, Fondo de Cultura Económica). Patética descripción de la maquinaria criminal.

Continuar por el camino de la Justicia es en definitiva el imperativo moral de la democracia. Dice Theodor Adorno: “La justicia que no abarque la totalidad del crimen deja un sabor amargo a injusticia”.

 

 

 

* El autor es ex fiscal general de Resistencia, Chaco, y ex titular de la Procuraduría de Crímenes contra la Humanidad.

 

 

 

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