Tibias jamás

A patalear los machos y a llorar los fachos

 

El 2019 presenta un escenario incierto y caótico. Muchas de nosotras estamos en la búsqueda de la intervención más audaz que esté a nuestro alcance.

Hay algunos atrevidos que llaman a la foto pero no a la rosca. He visto también actos decentes en términos de cupo pero que no alcanzan. Cinco mujeres van y proclaman lo que nos toca: que nos matan, violan, abusan, acosan, torturan y degradan; que daremos pelea hasta que el aborto sea legal, seguro y gratuito y la moral religiosa no tutele nuestros cuerpos; entre muchas otras reivindicaciones. Cinco hombres le siguen, y pasan por el FMI, las fuerzas de seguridad, la vivienda, la pobreza, Maradona y tu vieja. A mi no me jodan: eso también nos tiene que tocar. No porque sea más importante que lo otro, sino porque justamente construir el feminismo popular es jamás perder de vista que la miseria, la pobreza, la marginación, o cualquiera sea la injusticia, queman más si además somos mujeres, si somos tortas o si somos trans.

Nosotras enseñamos todos los días que hasta opresiones perpetradas durante siglos pueden temblar al calor de nuestra fuerza, y desde esta furia vamos a enseñar a derrumbarlo todo, a ser y hacer lo que soñamos. Van a patalear los machos y van a llorar los fachos. No queremos la presencia para el caretaje, queremos ser las protagonistas.

Pero para ser las protagonistas NOS necesitamos, compañeras. Si piensan que las que nos estamos embarcando a espacios contradictorios o con elementos en disputa lo hacemos porque nos sometimos o subordinamos para cerrar esas discusiones en favor de ellos, se han equivocado de movimiento: eso no se llama feminismo. No hablo de caracterizar espacios o estrategias. Eso tendrá que pasar necesariamente. Lo que no me banco: que quieran señalar mi feminismo pero que su dedo apunte al de Juan Grabois, o al de cualquier otro. ¿Acaso no somos lo que hacemos?  Mi militancia y la de todas las que estamos navegando este Frente Patria Grande hablan solas, militancias en las calles, escuelas, laburos, barrios, salitas, universidades y más. Nuestra militancia es verde, violeta, irreverente e insaciable. No la vamos a abandonar ahora ni cuando esto pase, porque claro está que nuestra construcción no empieza ni termina en las elecciones del año que viene, es un compromiso eterno con nuestros sueños.

Lo que estamos haciendo es querer poner eso a jugar en alguna parte, cada una tendrá sus hipótesis pero todas debemos saber que los lugares que nosotras no ocupamos, los ocupan otros. No quiero darle una banca a quien pretenda votar contra nuestro derecho al aborto, ni quiero que me usen. De hecho no es lo que está pasando. No podemos resignarnos a que la política la hagan otros sin nosotras. Esto no quiere decir que las que no tengan ganas de afrontar la hostilidad de algunos terrenos están equivocadas, bien sabemos que el feminismo es deseante y que tenemos que estar donde queramos estar. Las que no, no, pero también las que sí: yo quiero estar acá. Hacer política a los 18 años y no jugar a ser una influencer en redes sociales, con lo tanto más cómodo que me sería. Esa es mi apuesta.

Queremos un feminismo popular. No nos alcanza con estar de acuerdo con la ley de aborto, necesitamos más. No nos alcanzan Silvia Lospennato y Daniel Lipovetzky, porque no se termina el aborto clandestino en un gobierno que nos dejó sin Ministerio de Salud, que bloquea el acceso a la salud y a la educación en los barrios populares, que le vota un presupuesto de miseria al pueblo argentino. Queremos pudrir todo de verdad, porque para mí el feminismo es una promesa, siento la responsabilidad moral e histórica de pudrir todo. Para mi no va la política por un lado y el feminismo por el otro, somos un movimiento político y nos corresponde entonces pensar cómo vamos a ganar estas peleas, cuál es nuestra perspectiva estratégica, laburar entre quienes nos cruzamos bancando la parada en el asfalto.

Esta es la apuesta que asumo, dejo el purismo de lado y me meto a hacer política acá, en este frente. Que tiene contradicciones seguro, que será imperfecto también. Pero hay una prioridad: tengo que pensar en términos estratégicos porque hay objetivos que yo quiero cumplir. Porque yo no hago política para salvar mi alma, hago política para cambiar vidas. Porque para mí vale más avanzar un paso concreto en la realidad que mil programas intachables o teorías infalibles. Encontré en este espacio la posibilidad de reivindicar un hacer político donde sostenemos que la cabeza está donde los pies pisan y no porque suene bien, sino porque valoramos el proceso y no la selfie.

El Frente Patria Grande pretende ser una herramienta política colectiva que le ponga el cuerpo a esa vocación de poder del que sabemos hacer nosotras. Poder popular, plebeyo y callejero. Y lo hacemos con la convicción de que nadie se arrepiente de ser valiente, eso nos enseñaron las Abuelas y las Madres. Y la valentía es también poner en juego el capital político acumulado al servicio de un proyecto con otrxs.

¿Qué va a hacer cada una de nosotras para frenar esta avanzada neoliberal? ¿Qué estás haciendo vos que lees esto para frenar esta avanzada neoliberal?

A cualquiera que se plante, que levante la frente, que milite entre el glitter y el barro, yo le doy la mano. Así creo que debe ser.

No nos verán ir por ahí modositas y con joyas, vendiendo luchas, saludando al Papa, escondidas detrás de un tipo, abandonando nuestras luchas, jugando a la política con Awada, porque la tiramos cortita y al pie: vamos a cambiarlo todo porque la tibieza nos seca la concha.

 

 

Texto publicado en LatFem.org

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