TODAS ESAS COSAS

Capitalismo, Estados y pandemia

 

Hace unos ochenta años un economista del panel de los referentes del siglo XX, sin afinidades con el marxismo o simpatías con la URSS, profesor de Harvard, predijo durante la Segunda Guerra Mundial que el capitalismo con sus formas de ese entonces no sobreviviría como tal. Se llamaba Joseph Schumpeter y provocativamente señaló que la causa de ese desenlace del sistema radicaba en sus propios éxitos. ¿Que diría en 2021?

Porque esos éxitos reflejados en la extraordinaria creación de riqueza, de bienes en una escala no conocida anteriormente en la historia de la humanidad, estaban destinados a repartirse de una manera tan desigual, por la propia tendencia natural de concentración en pocos bolsillos, que difícilmente podría perpetuarse indefinidamente. Y esa era la inquietud de este muchacho.

En otros términos lo señaló en esos tiempos Freud cuando textualmente afirmó que “una cultura que deja insatisfechos a un número tan grande de sus miembros no tiene perspectivas de conservarse de manera duradera ni se lo merece” (El porvenir de una ilusión) .

Se equivocaron en sus pronósticos porque el sistema demostró enormes recursos para renovarse y consolidarse. Pero los problemas señalados hace casi un siglo persisten y en este momento es bueno repensarlos.

En pleno siglo XXI la capacidad de crear riquezas, en la mayor variedad que pueda imaginarse para describir bienes destinados a finalidades beneficiosas o destructivas, ha alcanzado niveles cuya dimensión cuantitativa sería aburrido puntualizar en un comentario como este, pero son billones de billones de billones. En términos rústicos, piénsese en cientos de miles de aviones, automóviles, viviendas, barcos, misiles, rascacielos y en fin, todo aquello que en un manual escolar, con dibujitos para niños, podría enseñarse como las cosas que se fabrican en el siglo XXI. Para el bien, para el mal o neutras.

Sin embargo, hay un fenómeno nuevo en este entorno. Para salir de la crisis que está poniendo en juego su supervivencia, la humanidad no necesita todos esas cosas, que tiene en niveles sobrantes y muy mal repartidos. Necesita un elemento al cual anteriormente no le prestó mucha atención. Son las vacunas para prevenir y los medicamentos para curar.

Con el nivel de desarrollo productivo alcanzado en sus enormes magnitudes económicas, no cabe duda que basta con una parte mínima de esos recursos para elaborar y suministrar todas las vacunas que los siete mil quinientos millones de habitantes del planeta precisa.

Y que por estar en juego nada menos que la supervivencia de la humanidad, sería deseable que la sociedad a través de los Estados se haga cargo de esas soluciones .Que las empresas privadas puedan resultar auxiliares de esos suministros, pero no sus reguladores exclusivos con las leyes del mercado.

Aparte de las razones éticas y humanitarias que aconsejan esa solución, podría pesar también un motivo utilitario que es contemplar que si esto no se detiene, los efectos de la pandemia se van a llevar puestos también a los que creen que pueden lucrar con una tragedia como la que ha desatado el virus.

Difícil concluir si es esa una solución completa, pero sí puede sostenerse que dejando esto en manos de los negocios privados los pronósticos son pésimos. Y eso es lo que está pasando hoy.

 

 

 

 

 

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