Todo un palo

Contagió del Covid-19 a la economía mundial, en plena desglobalización

 

La naturaleza global y la duración desconocida (o en todo caso hoy en pleno estudio) son rasgos característicos de la pandemia desatada por el Covid-19 y también de la crisis económica que encendió. Hay rasgos de ambas pesadillas que son compartidos con experiencias anteriores. La gripe española de fines de la segunda década del siglo pasado y el shock petrolero de 1973 están en los libros de historia. La debacle financiera de 2008 es parte de la conversación cotidiana. Los tres episodios fueron globales. En el plano económico, la diferencia del hoy con el ayer es que hasta el momento no se produjo una respuesta conjunta tipo G20 como en 2008. Claro que ahora lo que está cuestionado es el propio proceso de globalización (cualquiera sea lo que se entiende por ello), cuya permanencia a flote era la razón de ser del dinamismo —por ahora en punto muerto— del G20.

Quizás sea por eso que en las Actas de la Academia Nacional de Ciencias norteamericana se sintieron obligados a publicar el lunes un estudio en el que se predice lo que sucedería en un conflicto entre los rivales geopolíticos India y Pakistán; esto es una guerra nuclear que sería más limitada y más probable que a gran escala. El estudio sostiene que esa guerra nuclear acotada tendría consecuencias probablemente peores de lo que se podrían haber imaginado, puesto que provocaría un enfriamiento global y una escasez de alimentos en todo el planeta que eclipsaría las peores hambrunas en la historia documentada. Es como si al regusto amargo de estos días no le alcanzara con haber sido generado por el Covid-19 y la crisis económica y necesitara convocar al fantasma de Herman Kahn, el intelectual de la Guerra Fría, autor del ensayo Sobre la Guerra Termonuclear, en el que consideraba todas las facetas del desastre atómico: cómo evitarlo, cómo ganar y cómo reconstruir la civilización después. Sirvió de inspiración para el personaje Dr. Strangelove de Stanley Kubrick. A la bomba, nunca vamos a aprender a amarla.

 

 

Herman Kahn y el Doctor Strangelove.

 

 

Lo cierto es que en el final tan triste de todo esto cada quien llorará sus muertos, pero para el conjunto de ahora en más la cuestión es sacar adelante un sistema capitalista que promete daños severos si no se acierta a correr rápido y seguro en la dirección correcta. Por lo pronto, en la trama de los acreedores de la deuda externa argentina es opinión compartida que se está pisando el umbral de una depresión económica diferente a cualquier otra que el mundo haya visto en largo tiempo. Los economistas del Deutsche Bank sopesan en un estudio de la coyuntura que habrá una "severa recesión global que ocurrirá en la primera mitad de 2020 [...] las disminuciones trimestrales en el crecimiento del PIB que anticipamos superan sustancialmente todo lo registrado anteriormente, al menos desde la Segunda Guerra Mundial". En una comunicación a sus clientes fechada el 18/03/2020, titulada: "El día en que la Tierra se detuvo", JPMorgan, tras afirmar que hay signos inequívocos de que la expansión global más larga registrada llegó a su final, prevé que el PIB mundial se contraiga por dos trimestres consecutivos a (-1,1%) para el año, incluida una contracción durante el segundo trimestre de (-14%) en los Estados Unidos y del (-22%) en la zona euro.

 

 

El oso (mercados en baja) suplanta al toro (mercados en alza).

 

 

Los dos bancos proyectan estos datos paupérrimos asumiendo que tienen pleno éxito los gobiernos que implementan programas de estímulo fiscal masivos y que se contuvo el brote. Similares análisis se constatan en la lectura de una muestra de otros informes de grandes corporaciones financieras bancarias y no bancarias, lo que sugiere que esa es la visión que corre en el sector. Mientras tanto, la flor y nata del sector (banqueros, operadores bursátiles y financieros) están buscando vender todo lo que pueda ser vendido de su cartera para aumentar las posiciones de efectivo y prepararse para lo peor. El miércoles, por ejemplo, el oro cayó un 3% y los bonos más seguros del mundo, los de los gobiernos de los Estados Unidos y de Alemania, estaban ofrecidos a pesar de una caída del 5% en el S&P 500 y de que el precio del barril de crudo colapsara 14% y lo dejara en menos de 22 dólares. El dólar billete se sigue revaluando en el mundo a gran velocidad.

Puesto que el capitalismo es la economía basada en la actividad de productores privados recíprocamente independientes que persiguen fines de lucro, y no en una planificación colectiva, los accionistas de una empresa o de un banco no se preocupan por saber si la generalización de su comportamiento es lo que realmente origina el riesgo, sino si individualmente es probable que ganen o que pierdan con una operación. Entonces, cuando una debacle financiera se presenta, lo recomendable no es mantener los fondos fluyendo para evitarla, sino retirarlos para afrontar el menor costo posible de una caída.

 

 

 

Minsky

Formarse un criterio de cómo pueden estar yendo las cosas en el ámbito de la salida de la crisis económica global y dentro de ella la propia, remite a palpar las razones por las cuáles –más allá de las inmediatas y evidentes— un choque exógeno como el virus pegó tan hondo en la economía. La crisis no es otra cosa que un proceso acumulativo en el cual un impulso primario autónomo, en lugar de crear efectos secundarios que lo anulen, produce efectos secundarios que lo amplifican. En el sistema de economía de mercado la crisis se traduce por la existencia simultánea de una sobreproducción con respecto a la demanda efectiva y una subproducción con respecto a la potencial; siendo la segunda consecuencia de la primera. Esta subproducción constituye la dimensión única de la crisis, porque es la medida exclusiva de la pérdida económica que resulta.

En el espectro del análisis económico heterodoxo argentino, la explicación aceptada mayoritaria de la crisis está asociada a las ideas del economista norteamericano Hyman Minsky (1919-1996) y una muy minoritaria a la del economista greco francés Arghiri Emmanuel (1911-2001).

 

 

Hyman Minsky.

 

Se ha tendido a adoptar las posturas de Hyman Minsky para explicar las debacles del capitalismo como un fenómeno meramente financiero. Minsky sostiene que las ganancias equivalen al gasto realizado en la formación de capital. Lo cual es falso, puesto que las ganancias se realizan en cualquier forma de consumo, productivo o improductivo, y la incertidumbre enfrentada por los capitalistas consiste en su realización como ingreso efectivo. Sobre esta base, Minsky concluye que debe prestársele atención a la forma en la cual los banqueros y hombres de negocios toman sus decisiones, aduciendo que estas serán más arriesgadas en épocas de expansión sostenida (de alzas en el valor de las acciones), y más propensas a la seguridad en épocas de retracción (épocas de caída en el valor de las acciones). Pero esta idea parte de dar por sentado lo que tiene que explicar. A saber, ¿qué es lo que produce las fluctuaciones en el valor de las acciones que hacen que los capitalistas modifiquen su comportamiento? En realidad, el asunto no es tan inestable como Minsky parece suponer. A la larga se mueve en estricta correlación con el nivel de actividad. Cuando esta expansión no puede sostenerse, aparece la crisis y la economía ingresa en una etapa de recesión primero y de estancamiento después. La única forma de salir de esta circunstancia es la creación de poder de compra por razones objetivas, puesto que las ganancias se obtienen con las ventas.

El hecho contradictorio principal en el análisis de Minsky aparece cuando argumenta que en el mercado de bienes se crea un ingreso igual al valor de la producción y que, por ende, tiende al equilibrio, mientras que en el financiero, la demanda de crédito genera una oferta excesiva que tiene por consecuencia una presión inflacionista en el valor de las acciones. Tal argumento es inaceptable, puesto que como el propio Minsky reconoce, el dinero crediticio se crea específicamente para hacerle frente a transacciones ya establecidas, y por esta razón su monto no puede ser excesivo. El precio de una mercancía puede exceder a la suma de dinero de la que su posible comprador dispone, pero nunca una compra efectuada a crédito puede ser desigual en valor a la venta realizada, puesto que se trata de un pago ad hoc para una operación ya efectuada. Es entonces en el precio de los bienes que se encuentra el exceso sobre el ingreso existente que vuelve necesaria la creación de un poder de compra.

 

 

Emmanuel

De esto debe deducirse que para evitar una crisis, la única opción es la de generar dinero para el consumo masivo. No la de regular la toma de crédito ni actuar sobre las condiciones de las empresas.

 

 

Argiri Emmanuel, 1982.

 

 

Así se desprende del análisis de Emmanuel, quien para explicar la causa de la crisis parte de señalar que todas las teorías, sean estas neoclásicas, keynesianas o marxistas, han aceptado totalmente o en parte la ley de Jean Baptiste Say y en todo caso su postulado fundamental, a saber: la producción (P) crea ipso facto un volumen de ingresos (Y) correspondiente a su valor. Entonces tenemos que: (1) P = Y. Lo que Malthus, Rosa Luxemburgo, Keynes y otros han puesto en duda, es únicamente el primer corolario de este postulado, o sea: la igualdad entre la demanda global (D) y el ingreso (Y); (2) D = Y.

Si D ≠ Y entonces se sigue P ≠ D; ambas desigualdades fundadas sobre la tendencia al atesoramiento (una cantidad de dinero que se guarda fuera del banco, un tesoro).

De tal forma, que sobre esa base, según Emmanuel todas las explicaciones son parciales e incoherentes, porque son impotentes para explicar un déficit durable de la demanda en tanto que la igualdad no es puesta en duda. Para Emmanuel, la desigualdad de la producción y del ingreso es fundamental (P > Y). Tal desigualdad hace a la naturaleza del sistema capitalista, que crea normalmente una producción cuyo valor es superior a los ingresos distribuidos. Ese valor superior es la ganancia que se embolsa cuando se vende y cobra. La producción no puede realizarse o venderse más que por la anticipación misma de su realización o venta, es decir, recurriendo a un poder de compra ficticio introducido por el crédito. Esta tendencia a la no realización puede ser sobrellevada por numerosos artificios pero no puede ser abolida y resulta así el fundamento de la inestabilidad congénita del sistema capitalista.

 

 

 

Inestabilidad agravada

Esos numerosos artificios son la sal de la política económica. Pero depende de la ecuación política que se imponga, la racionalidad de hacer funcionar el sistema sacando el mejor partido para los trabajadores o la irracionalidad de hacerlo funcionar conforme a políticas a las que insólitamente se las alude como amigables con el mercado, cuando en realidad son las enemigas número uno de los mercados al estropear la distribución del ingreso, habida cuenta de que el salario es el mercado. Un buen ejemplo de lo uno y lo otro, extensivo a la práctica que hizo crisis en 2008 en el mundo, es la demagogia derechista que animó la política económica del gatomacrismo.

Esto se ve bien cuando se recaba una de las dinámicas básicas del capitalismo. Las remuneraciones, aparte de ser un ingreso para los asalariados, son un costo para los empleadores, que se encuentran también siendo los únicos que deciden en torno a la asignación de factores. Para maximizar sus beneficios deben disminuir sus costos, o sea mantener los salarios en el más bajo nivel posible, pero los beneficios son proporcionales a las ventas y las ventas proporcionales a los ingresos sociales. Como los salarios no constituyen solamente un ingreso social –el más importante—, los esfuerzos ex-ante de los empresarios para maximizar los beneficios por la reducción o el estancamiento de los salarios conducen ex-post a la minimización de las ventas y de los beneficios. Momento en que irrumpe la crisis.

La demagogia gatomacrista, como buena demagogia de derecha descerebrada, hace ilusionar a los empresarios con que pueden bajar los salarios sin que se les traben las ventas. Una atmósfera mundial muy tomada por esos aires hizo que se reafirmaran en sus insensatas convicciones. Una cosa es cierta, la crisis sobrevendría según el esquema clásico en el momento en el cual la economía global toca la barrera del pleno empleo. Apareció al final de una simple recuperación cíclica acompañada de una caída de los precios y estalló por todos lados y prácticamente en el mismo momento.

De acuerdo a la hipótesis de Emmanuel, el choque exógeno del Covid-19 azuzó la renuencia a comprar y el fervor por vender (el reflejo en la cultura de la base material: producto > ingreso) y operó sobre un escenario donde la política económica global, muy exacerbada en la Argentina del gatomacrismo, en vez de cerrar la brecha (producto mayor que ingreso) redistribuyendo a favor del ingreso, hizo lo contrario. Evidentemente el sistema capitalista es como las chapas mal clavadas: cualquier vientito se las lleva puestas y este del virus es un terrible vendaval. En consecuencia, el criterio para inferir si las medidas puestas en marcha para frenar y revertir la crisis en todo el orbe resultaran efectivas es a qué ritmo aumentan el muy alicaído consumo. El resto es ofertismo inefectivo.

 

 

 

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