Tráfico ilegal de granos y narcotráfico

Organizaciones criminales creadas para la evasión fiscal de granos sirven también para el tráfico de drogas

“…estancieros satisfechos de la seguridad de sus ganados, extranjeros indiferentes a todo lo que no sea estrujar al país.”
Domingo Faustino Sarmiento, en Epistolario entre Sarmiento y Posse, Museo Histórico Sarmiento, Bs. As., 1946, p. 283.
“Sí, aristocracia con olor a bosta de vacas.”
Domingo Faustino Sarmiento, en Sarmiento Anecdótico, p. 310.
“En el país de las vacas es preciso echarle agua a la leche para proveer de la necesaria a una ciudad de 200 mil habitantes.”
Domingo Faustino Sarmiento, en “Carnes frías y estancieros calientes”, Obras completas, XL, Luz del Día, Bs. As., 1948., p. 275.

 

 

El patrón de estancia se las sabe todas, por eso es patrón. Tiene razón porque es patrón, y es patrón porque tiene razón. Así de circulares son sus argumentos. Por eso, cuando se enreda en el surco, empieza a gritar y maltratar.

La ética del patrón de estancia es una moral hecha a la medida del campo argentino, la escarapela, la expoliación y el despojo. La moral de un sector de la sociedad que se pone más allá del Estado, resabios de la oligarquía vacuna que se ponía más allá del resto de la sociedad. Cuando no había un Estado que amparase al “resto de la sociedad”, el chacarero era el patrón, dueño y señor de su tierra y de todo aquello que se posase sobre la estancia, sean las vacas o el pasto que comen las vacas, el trigo o el girasol, los peones y todo el tiempo de la familia de esos peones. Amo y señor de la tierra que ahora desprecia hasta su agotamiento. Porque después de tanto Monsanto, tanto silo bolsa, tanta cosecha no declarada, dólares enterrados en el campo que luego se volverán ladrillo, rascacielos, un auto que nunca sacarán de la concesionaria para que no se devalúe, se sentirán más dueños que nunca y más cerca de Dios.

La ética del patrón de estancia tiene un costado ostensible y malhablado, campechano incluso, que se averigua en la Toyota Hilux última generación y en las vacaciones bullangueras en Cariló, Punta del Este o Miami; pero también tiene un costado opaco aconsejado por sus asesores financieros, no declarado, que los contadores sabrán esconder, que sus abogados eventualmente deberán defender, que aprendieron a disimular blandiendo banderas celeste y blanca en cada protesta y corte de ruta. Hablamos de suculentas sumas de dinero que se disponen para ser fugados a partir de los servicios financieros que ofrece la banca privada y los brokers amigos. Detrás de estos buenos padres de familia, rodeados de tanta gente como uno, próspera y sonriente, muy católica por cierto, se esconde un ladrón serial. No son ladrones de guante blanco, sino de alpargata de carpincho. El perfume que usan puede tapar –como decía Sarmiento- el olor a bosta, pero lo que hiede se sentirá igualmente cuando abran la boca y empiezan a despotricar su  habitual insulto destituyente. Eso va para los chacareros, pero también para los molineros y, sobre todo, para los dueños de las aceiteras, los pools de siembra y las cinco empresas exportadoras de cereales que operan en la Argentina.

El patrón de estancia esconde su pillaje victimizándose y apuntando con el dedo al Estado que lo fiscaliza y le recuerda que, en una democracia, no se trata de salvarse quién pueda, sino de discutir y decidir entre todos y todas cómo queremos vivir todos. Un Estado que le recuerda que el tributo que debe pagar no es solamente por la propiedad que tiene, el chacarero puede ser dueño de la superficie de la tierra pero nunca del subsuelo, de las aguas que surcan sus terrenos, de los minerales que contiene la tierra, de las lluvias que caen sobre su campo. El chacarero puede ser el dueño del terreno pero no es el soberano del resto de esas cosas que sabe usufructuar.

Cuando trabajaba como asesor del Ministerio de Seguridad en la gestión de Nilda Garré recuerdo que una vez nos vinieron a visitar chacareros de la Provincia de Santa Fe que habían sido objeto de robos millonarios en sus campos. La entonces secretaria de Políticas de Prevención y Relaciones con la Comunidad, Ileana Arduino, los dejó hablar y escuchó atentamente. Los chacareros le iban contando como se les metían al campo y les robaban miles de dólares que tenían allí guardados. A su turno, Arduino los miró a los ojos y les dijo: “Ah, pero eso se arregla muy fácil: bancarícense”. Fue el final de la reunión, al parecer los chacareros no se fueron muy contentos. ¿Qué hacían con miles  de dólares escondidos en el campo? Toda esa plata estaba en negro, sucia, nunca la habían declarado, no pasaba por el fisco, no tributaba. Si los molineros compran la cosecha o gran parte de la cosecha en negro, luego los molinos se encargan de venderla a los acopiadores y exportadoras también en negro. Es una cadena ilegal muy larga. El tráfico ilegal de granos no empieza en los puertos sino en cada pueblo, en cada ciudad del interior.

Pero la ética del patrón de estancia les hace creer que él es dueño y se terminó. Para el chacarero solo hay patrones de estancia y montones de vagos que chupan la teta de su vaca, es decir, que viven a costa de los subsidios que ellos sostienen cuando pagan sus impuestos. Para ellos China es una elección individual que cayó del cielo, como la lluvia que llega puntual en cada siembra. No hay gobierno generando condiciones para el comercio. El gobierno solo debería aparecer cuando haya que rescatarlos de una mala temporada producto de las heladas, el granizo, la sequía, el fuego o las inundaciones. Después, no existirá o no tendría que existir. Se sabe, el mercado se autoequilibra, hay que dejar a las fuerzas del mercado que operen sin restricciones. Primero hay que crecer y después la riqueza se derramará hacia abajo.

Y si ese crecimiento es objeto de retenciones se sacará la cosecha por Paraguay que, dicho sea de paso, se ha convertido en uno de los grandes exportadores del mundo sin tener la superficie para sembrar lo que exporta, o se la sacará en barcos que declaran la mitad de lo que se llevan. Hace unos años, cuando el ex Presidente Macri visitó China,  se quejó por una diferencia de 6 mil millones de dólares en el intercambio comercial entre ambos países. El presidente chino lo dejó hablar. A su turno le dijo que la diferencia que mencionaba no era tal, que según sus registros la cuenta daba otra cosa muy distinta, y le sugirió entre líneas que optimizara los controles internos, porque según parecía gran parte de las cosechas que ellos compraban estaba evadiendo al fisco argentino, de la misma manera muchos productos que ellos vendían al país, al parecer no pasaban por la ventanilla de la aduana local. Macri se quedó sin palabras y con la boca abierta, fue otro papelón internacional (Clarín, 13/05/2017).

Hace un tiempo dije para un medio periodístico de mi ciudad natal, Balcarce, ex ciudad de la papa, que “la sociedad es muy dura con el chico que se apropia de un celular ajeno, pero muy generosa con el empresario que se apropia de los dineros de todos traficando ilegalmente con los granos”. Más aún, dije, para indignación de muchos chacareros locales, que “en Argentina el tráfico ilegal de granos es más grave que el narcotráfico”. No sólo la renta que evaden compite con el dinero que generan aquellos otros mercados ilegales, sino que en Argentina no hay tráfico ilegal de drogas sin tráfico ilegal de granos. El tráfico ilegal de granos crea condiciones de posibilidad no sólo para el comercio exterior de drogas ilegalizadas sino para el blanqueo de drogas que se comercializan en el mercado local. Las prácticas que durante más de dos décadas fueron componiendo en conjunto los chacareros, con los molinos y las aceiteras, fueron esmerilando a funcionarios de carrera y empleados de los puertos “de controles rápidos” que surcan los río Paraná y de la Plata. Pero también corrompiendo a distintas fuerzas de seguridad.

Esa misma gimnasia fue la que llevó a los empresarios del narcotráfico internacional a referenciar a la Argentina como un lugar “seguro” para sacar drogas hacia otras latitudes. Se sabe, a los funcionarios y empleados de esos puertos, pero también a las empresas de transporte fluvial, no les importa si lo que sale en un barco es grano o aceite no declarado, electrodomésticos o droga. En cualquier caso se trata de mercadería ilegal, no declarada, que no paga al fisco. El narcotráfico se ha apropiado de las prácticas que otros actores que integran el campo argentino desarrollaron para evitar pagar retenciones, evadir impuestos y fugar divisas.

En segundo lugar, el campo crea condiciones para el blanqueo de distintos actores que integran la cadena local dedicada al tráfico de drogas cuando utiliza los fideicomisos para blanquear el dinero no declarado. Detrás del boom inmobiliario de la ciudad de Rosario, por ejemplo,  está el tráfico ilegal de granos. Esos instrumentos jurídico-contables, armados financieros elaborados por prestigiosos estudios de abogados, contadores y asesores financieros, fueron los que utilizaron muchos chacareros y empresarios del agro para blanquear dinero a través de la inversión inmobiliaria. Detrás de los modernos y suntuosos edificios, los centros comerciales y la obra pública incluso, hay dinero en negro. A los armadores de estos fideicomisos les importa un bledo si la plata que le arriman para que éstos la administren procede de la comercialización ilegal de granos, o la venta de drogas ilegalizadas. En cualquiera de los dos casos se trata de plata en negro, dinero procedente de mercados ilegales y la finalidad es la misma: lavar la plata. Entre paréntesis, les recomiendo el documental que hizo la Revista Crisis “Ciudad del Boom, ciudad del bang” que pueden ver gratuitamente por la plataforma de YouTube, realizado por Martín Céspedes en base a una investigación de Mario Santucho y el Club de Investigaciones Urbanas que dirigía Juan Pablo Hudson. También les recomiendo los trabajos de la investigadora Antonella Comba publicados en el Revista Delito y Sociedad que dirige Máximo Sozzo en la UNL.

En definitiva, si la Argentina se ha convertido en un lugar de paso, si muchas organizaciones narcotraficantes de otros países de la región referenciaron a la Argentina como un país de salida, será porque es un país de controles livianos. Esa levedad es producto de la intervención exitosa del agro argentino que fue esmerilando los controles en los puertos y ríos por donde sale la cosecha cada año. Sin dudas el Estado nacional tiene acá muchas tareas pendientes sobre los operadores fiscales portuarios pero también sobre la prefectura encargada de vigilar los ríos. Hay que optimizar y reforzar los controles internos. Lo que no queda dudas es que por esos puertos privados a la vera del Paraná sale cualquier cosa sin tributar.

Con todo, el chacarerismo argentino, que se viste de celeste y blanco en cada fecha patria y se engalana con sus donaciones clericales, no sólo comete delitos cuando comercializa gran parte de la cosecha en negro, sino que crea condiciones para que otros actores que operan en otros mercados ilegales puedan desarrollar sus exitosos emprendimientos en el país y fuera del país. El tráfico de drogas y el tráfico ilegal de granos, organizados por importantes empresas que operan también en los mercados legales, no son mundos compartimentados, sino yuxtapuestos. No hay narcotráfico sin tráfico ilegal de granos, sin evasión impositiva, sin fuga de divisas, sin campo argentino.

*Docente e investigador de la Universidad Nacional de Quilmes. Director del LESyC y la revista Cuestiones Criminales. Autor entre otros libros de Vecinocracia: olfato social y linchamientos, Yuta: el verdugueo policial desde la perspectiva juvenil y Prudencialismo: el gobierno de la prevención.

 

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