Trazas en el territorio

Historia ancestral de un territorio amenazado por la codicia macrista

 

 El mejor escondite de la profundidad es la superficie”

Mario Trejo, Abajo las máscaras

 

El sometimiento de los pueblos originarios en la Argentina por la fuerza de las armas terminó también con el uso libre, amplio, concertado, flexible y dinámico de sus territorios ancestrales. De todos modos, después de desmembrado e incorporado al nuevo estado nacional argentino, el mapuche –como los otros pueblos de lo que hoy es América— continuó y recreó el uso del territorio en las nuevas condiciones políticas, institucionales, económicas y sociales. En puelmapu, el territorio mapuche ubicado al este de la cordillera de los Andes, las familias sobrevivientes a la guerra final “del desierto” buscaron donde reasentarse, siendo obligadas a fijar una residencia permanente y a vivir en campos mensurados, teniendo de vecinos a grandes estancieros —porteños o gringos—, que lo primero que hacían era alambrar. La práctica libre lindera a la propiedad privada.

Hace ciento y pico de años se refundaron a sí mismos los troncos familiares de las que son las comunidades de hoy. En la cuenca del lago Nahuel Huapi, a principios del siglo XX el Estado reconoció tierra para una de esas familias, amplia y numerosa, la de Ignacio Antriao (perteneciente a las fuerzas de Sayhueque) y José María Paisil.

Durante su segunda presidencia, Roca firmó el decreto de adjudicación del loteo de la colonia pastoril Nahuel Huapi que comprendió 133 fracciones de 625 hectáreas cada una en torno al lago, incluyendo los actuales ejidos municipales de Bariloche y Villa La Angostura. El 11 de mayo de 1903 José María Paisil —que no sabía leer ni escribir—, asistió al acto de formalización de la posesión del lote 9, según dejó constancia Apolinario Lucero, el funcionario de la División Tierras y Colonias que hizo un expediente con las actas de entrega de los lotes de la colonia pastoril NH. A partir de entonces, cada paso administrativo relacionado con la posesión y la propiedad llevó años consumiendo generaciones de mapuche ubicados en el umbral de la subsistencia, en un modelo de desarrollo urbano y de explotación del turismo que los incluía como mano de obra barata o proveedores de insumos estacionales. Las tierras remanentes de aquel lote 9 originario están entre las más codiciadas del mercado inmobiliario actual, entre las que se encuentran las 87 hectáreas que pretende desarrollar el Fideicomiso Lago Correntoso con el respaldo de los gobiernos neuquino y local.

Así, el fraccionamiento e incorporación del lote 9 al mercado del suelo es un caso paradigmático de las formas en que el territorio ancestral fue moldeado por el capital en el sur del sur. A la par de los itinerarios familiares de un pueblo, tanto en la diáspora como en su reconstitución contemporánea.

 

 

 

Un fideicomiso en el espacio de don Fermín

 

Familia Barría (album familiar)

 

Tránsita Paisil, única hija mujer de José María, formó su familia con Domingo Barría, cuya ruka está indicada en los planos y registros de mensura de época. Tuvieron diez hijos. Luego Domingo tuvo otros hijos con Paula Antriao: Melchor, Otilia, Oscar, Heriberto, Fermín, Aníbal, Adela, Alastenia, Magdalena, Tomás, Eudocio, Mercedes y Olga. Muchos de los miembros de la comunidad Paisil-Antriao son sus descendientes; son más los otros que ocupan los barrios populares de la pequeña localidad.

Fermín Barría (1930-2009) nació y murió en el lote 9. Quizá no alcanzó a conocer mucho de la reforma de la Constitución Nacional del ’94 que reconoció la preexistencia de los pueblos originarios y sus derechos colectivos. Sin embargo ejerció hasta el final de sus días la ocupación tradicional del territorio, trabajando en la madera en la ladera del cerro falso Belvedere que cae a pique a la costa del lago Correntoso. En vida su padre le había otorgado una fracción de 120 hectáreas, práctica común en sociedades que no les interesa la sucesión por herencia sino el reparto justo de los bienes. El lote se correspondía con el primer fraccionamiento grande del lote realizado en 1951. Tal vez desde antes ya Fermín iba con sus bueyes a voltear madera, que aserraba y comercializaba, siendo una de sus fuentes de ingresos anuales.

 

Amabile Colletti y Fermín Berría (album familiar)

 

Casi seguro que nadie vivió en forma permanente en ese lugar, ya que las características de bosque tupido, húmedo, con una gran pendiente, apenas si permitía una huella para caballo. Era, sí, el camino de conexión con las otras familias del Correntoso (los Torres-Quintriqueo, hasta su desalojo, y Quintupuray) y de Traful (Lagos del paraje Medialuna).

César Díaz fue responsable del área de Bosques con asiento en Villa La Angostura entre 1979 y 1999. Durante todos esos años acompañó a don Fermín al campo a marcar los coihues y cipreses para voltear, dentro de la juridicción del ejido municipal. Por fuera de esa juridicción, de todos modos él volteaba hasta el límite que marca el arroyo Pichunco al desembocar en el lago Correntoso al norte. Parques Nacionales no lo autorizaba ni lo desautorizaba, reconociendo de hecho su derecho al uso de los bienes del territorio.

Subía después con la yunta de bueyes –Palomo y Pichunco—, su hermano Heriberto, su sobrino Ariel y algún muchacho más.  Volteaban, hacían rodar y caer los troncos, armaban una balsa que bajaban a la altura de lo que hoy es el camping del Correntoso (de familias de la comunidad). Es de los últimos que siguió usando bueyes, dijeran lo que dijeran las ordenanzas municipales al respecto.

Por una deuda perdió el lote de las 120 hectáreas en un remate judicial en la década del ’80, recordó Beatriz, una de sus hijas, que regresó y vive en  la base del faldeo este del Belvedere. Ese remate es el principio del final de los días don Fermín; también, del proceso de amenaza inmobiliaria sobre ese espacio en el que confluyen bosque nativo intacto, agua dulce potable sin contaminar y biografías.

Ni el poder judicial ni el ejecutivo reconocen efectivamente las distintas formas del ejercicio de la ocupación tradicional del territorio, noción central del derecho consagrado por tratados y convenciones internacionales que Argentina incorporó. Formas y prácticas ejercidas por personas y/o familias cuyas continuidades y fracturas explican el proceso contemporáneo del pueblo mapuche en y desde Villa La Angostura.

 

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