Jorge Pablo Brito: otra forma de ser hijo

 

Parecía algo irreversible. Tanto Nicky Caputo como Alejandro Macfarlane, amigos en común, habían intentado, sin éxito, acercarlos. Pero Jorge Horacio Brito, fundador del Macro y padre de Jorge Pablo, parecía haber descartado cualquier posibilidad de reconciliación con Macri. Hasta le había hecho saber a esos amigos comunes que consagraría todos sus esfuerzos a que el Presidente fuera preso en caso de que este año abandonara el poder. Era una guerra sin cuartel, que incluyó insultos cruzados por teléfono satelital en diciembre, en el momento más álgido de la causa Ciccone II, que tiene procesado al patriarca del clan. Los presenció perplejo el operador todoterreno y consultor Guillermo Seita en el avión privado de los Brito.

Pese a toda esa tensión y hasta los insultos, que Macri solo suele proferir en contadas ocasiones, finalmente hubo fumata blanca. Fue un encuentro días atrás fuera de la quinta de Olivos, en la casa que prestó un tercero y que confirmaron fuentes del Ejecutivo y del Macro. El dueño del banco privado más grande del país se volvió a ver en persona con el mandatario cuya gestión defenestró ante todo aquel que haya tenido la chance de preguntarle. Y el Presidente aceptó volver a conversar con el principal mecenas de Sergio Massa, a quien acusó de haber conspirado en su contra desde el día que asumió.

Habrá que esperar para ver si lo que se selló es una paz duradera o apenas una tregua mientras dure la campaña. Lo seguro es que no fue el único episodio de los últimos días donde Macri dio muestras de querer controlar el impulso calabrés de la venganza para no seguir coleccionando enemigos poderosos. Lo fue también la reunión, igual de reservada, que compartió con Marcelo Tinelli. El mismo conductor estrella que tres meses atrás coqueteaba con una candidatura del hoy devaluado Roberto Lavagna y decía que él y Cristina Kirchner son "las dos caras de una misma moneda".

 

Subcomandante

El jefe de Gabinete, Marcos Peña, es quien encabeza el operativo pacificación con el empresariado. Dispuesto a restañar las heridas incluso con quienes pidieron su cabeza abiertamente, mantiene su agenda abierta para los almuerzos en la Casa Rosada que le organiza el "latin lover" Francisco Cabrera, por lo general los viernes. Menos expuesto desde que abandonó el Ministerio de la Producción y se refugió en el Banco de Inversión y Comercio Exterior (BICE), Cabrera está abocado a tres misiones que le encomendó personalmente Macri: esos almuerzos para volver a acercar empresarios, no siempre de primer nivel, la coordinación entre los tres think tanks de Cambiemos (las fundaciones Pensar, Alem y Hannah Arendt) y una vaporosa "estrategia para el segundo mandato".

 

El subcomandante Peña en acción.

 

Cabrera volvió a mostrarse en público este martes, en el mismo almuerzo del Consejo Interamericano del Comercio y la Producción (CICyP) donde reapareció Luis "Toto" Caputo. El antecesor de Guido Sandleris en el Banco Central nunca dejó de jugar al paddle con Macri en la quinta de Olivos y saboreó como una victoria personal que el Fondo Monetario haya aceptado finalmente que la autoridad monetaria intervenga en el mercado cambiario para frenar eventuales subas del dólar. Está corrido de la gestión pero no se privó de mandarle un mensaje por WhatsApp al encargado del Fondo para Argentina, Roberto Cardarelli, apenas supo de ese "permiso" del FMI. "Me imagino lo que les habrá costado tomar esta decisión y lo celebro", le escribió. El romano le respondió cortés y lo invitó un café mientras encabezaba la última revisión de la economía argentina el mes pasado.

En uno de esos almuerzos con empresarios en la Rosada fue donde nació la frase que el subcomandante Peña dijo después en público: "A un Presidente no se lo somete a una interna". Fue cuando arreciaban las versiones de que podría disputar una PASO con Martín Lousteau o algún otro radical. En otra de esas comidas —donde participaron el dueño de un poderoso estudio de abogados, un banquero, el dueño de Colonia Express y los CEOs locales de IBM y Google— le insistieron con que Macri se baje de la reelección. "Es cierto que no puede ir a una interna, pero un Presidente sí puede hacer un renunciamiento y dar un paso al costado para preservar su proyecto", le propuso uno de ellos. Peña recordó lo inútiles que siempre le parecieron esas reuniones pero aguantó estoico. No son días para perder ni un solo voto.

 

Causas y efectos

A dos semanas del cierre de listas presidenciales, el establishment aparece más resignado que expectante frente a una polarización que por algunas semanas creyó que podría superarse. Y que no hizo más que profundizarse desde que Cristina Kirchner ungió a Alberto Fernández como cabeza de su propia fórmula presidencial, hoy favorita (aunque por poco) en los sondeos para las PASO de agosto. Ese renunciamiento, el que le reclamaba a Peña el comensal de aquel viernes, fue el que finalmente convirtió en acto Cristina.

De ese lado de la grieta, Alberto encabeza un "operativo reconciliación" paralelo al que desplegaron Macri y Peña en secreto desde el oficialismo. Tanto en el grupo Clarín como en el comando de campaña kirchnerista niegan que haya existido la reunión a solas con Héctor Magnetto que publicó el diario Perfil, pero lo que sí admite Fernández es que nunca dejó de reunirse con el director de Relaciones Externas del holding, Jorge Rendo. Al malestar que causó entre los defensores de la Ley de Medios su aviso de que respetaría los "derechos adquiridos" de Clarín, Alberto respondió en privado pero con dureza: "Algunos se enamoran de sus creaciones más de lo aconsejable".

¿Hasta dónde están dispuestos a llegar los pacifistas de cada comando de campaña? En el macrismo dicen que mantendrán algunos límites. Como Daniel Vila, por ejemplo. Aseguran que el socio de Claudio Belocopitt y José Luis Manzano en América TV es de los que empuja a Sergio Massa a acordar con el kirchnerismo. Algo que a Brito padre, en cambio, no le parece bien. Y que tampoco aceptan Luis Barrionuevo ni Graciela Camaño. La diputada y madrina política del tigrense, de hecho, planea abandonarlo y encabezar la lista de candidatos a diputados de Roberto Lavagna si finalmente da ese paso.

Fernández, en cambio, no reconoce fronteras en su hoja de ruta de reconciliaciones con viejos enemigos del kirchnerismo. Antes de que lo internaran en el Otamendi se reunió con el CEO local del HSBC, Gabriel Martino, a quien el Banco Central llegó a exigir que removieran de su cargo en septiembre de 2015, por orden de Alejandro Vanoli. Aquella exigencia se justificó en ese momento en la falta de colaboración de la filial local del HSBC con la investigación sobre más de 4.000 cuentas no declaradas por sus clientes en Suiza. Parte de la documentación que reclamaba el Central, según el banco, se había incendiado en 2014 en Iron Mountain, el depósito donde perdieron la vida diez bomberos y que una pericia asegura que empezó a arder de forma intencional.

 

Gabriel Martino y Alberto Fernández.

 

Cultor de una amistad estrecha con varios miembros del gabinete nacional y con el Presidente, Martino llegó a advertir en la intimidad que abandonaría el país si alguna vez volviera a gobernar el kirchnerismo. Lo preocupa esa causa por evasión agravada, que permanece abierta y donde la Cámara en lo Penal Económico validó las pruebas obtenidas por la jueza de primera instancia, Verónica Straccia. Los abogados de Martino no consiguieron que se archivara, como sí lograron en cambio que la Unidad de Información Financiera (UIF) lo exculpara por no haber reportado como sospechosas de lavado varias operaciones del narco colombiano Mi Sangre.

Fernández no le prometió nada, pero ambos convinieron que el enfrentamiento era "cosa del pasado". ¡A desengrietar!

 

* Publicado en BAENegocios.