Un efecto fugaz

La euforia financiera causada por el “efecto Pichetto" no tardará en disiparse

 

Lejos de expresar valores republicanos, la Argentina macrista configura la viva imagen de un país devaluado donde todo dura muy poco. La euforia financiera causada por el “efecto Pichetto" no tardará mucho en disiparse. Se trata, sencillamente, de una proposición que no resuelve ninguno de los problemas de fondo que hay que encarar en el futuro inmediato del país. La tenue apreciación del tipo de cambio de los últimos días, vanagloriada por medios de prensa y formadores de opinión del establishment, no mueve el amperímetro. En términos precisos, no es más que el reflejo de un pequeño impasse generado porque los tenedores de títulos argentinos, que hasta ayer buscaban liquidar su posición de inversión, volvieron sobre sus pasos para seguir especulando por un tiempito más. Esa tendencia se revertirá más temprano que tarde, devolviéndole al sistema financiera argentino la alta volatilidad de precios que lo caracteriza. De igual modo, el índice de riesgo país que bajó unos puntos desde que el martes se conociera la novedad, tampoco puede ocultar que los bonos soberanos mantienen niveles de rendimiento en torno al 15,8% en dólares en el caso del BONAR 2020 o de 14,8% si se toma el BONAR 2024. Son retornos que marcan niveles elevados de aversión al riesgo, el descarte del país en el contexto internacional y, además, recuerdan que no habrá acceso al financiamiento en mercados de deuda voluntaria, al menos hasta que ese índice no ingrese en la zona de 400/600 puntos básicos.

El efecto euforia no debe hacernos perder de vista que hay una catarata de firmas comerciales que están cerrando o convocando a acreedores para renegociar sus deudas, en una disyuntiva clara: continuar operando con costos hundidos o liquidar activos y dolarizar. Por otro lado, el desplome de la demanda agregada, la caída de la actividad económica y la pérdida del poder adquisitivo del salario frente a una inflación que sigue descontrolada y cuyo último dato arrojó para mayo un 3,1% y un acumulado del 57%, muestran que este proyecto representa timba para pocos a costa de cierre de fábricas y falta de trabajo para muchos.

Ese es el dato que estructura el clima de estos tiempos y que hace que entre la euforia y el pánico casi no existan separaciones tajantes. El nerviosismo no se eliminará por efectos de orquestar pases mágicos en el campo de las fuerzas políticas, porque tal como afirma el último comunicado de EPPA (Economía Política para la Argentina), las recetas neoliberales fracasaron y en ese marco hay que tener presente que “la crisis cambiaria es consecuencia de una crisis económica y no al revés. Ya previo a abril de 2018 los indicadores de la balanza comercial eran los más preocupantes en décadas y desde enero de ese año la inflación había vuelto a acelerarse. Sumado a esto, el consumo nunca se reactivó de manera consistente y las inversiones que llegaron en 2017 estaban lejos de ser las prometidas. Finalizado el año electoral, y con los nuevos aumentos de servicios y transporte, la insustentabilidad de un modelo de ajuste ya estaba a la vista”.

No hay camino de recuperación nacional si continúan estas políticas que agreden al conjunto de la sociedad y que la alejan de la puesta en marcha de un proyecto de desarrollo económico basado en ejes de impulso a la producción y el trabajo bien pago. La especulación financiera, que es el camino del endeudamiento masivo y la transferencia de riquezas más brutal que se haya vivido en el país durante los últimos años, no puede reproducirse por mucho más tiempo, porque la capacidad extractiva de las finanzas está agotando su potencialidad a medida que el stock de LELIQs continúa creciendo. Al 12 de junio esa relación representaba el 85% sobre base monetaria (aproximadamente U$D 25.000 millones). Tal como reflejó el comunicado de la Asociación Bancaria de hace unas semanas, Sturzenegger liquidó U$D 14.900 millones, luego a cargo de Caputo se perdieron otros U$D 14.260 millones y hasta ahora con Sandleris U$D 18.300 millones, es decir U$D 47.460, millones, todo para sostener una política de vaciamiento del país que además destruye la actividad productiva y el empleo. Casi la misma cantidad que puso el FMI.

 

Ubu rey

Del otro lado del “efecto Pichetto” está la referencia despectiva a los “cartoneros” en su alocución en el coloquio de IDEA, que desconoce la importancia de las experiencias de valorización que cotidianamente generan las manifestaciones de la economía popular, que han sabido transformar la crisis económica en una oportunidad de recomposición del trabajo cooperativo y no lucrativo, bajo reglas de intercambio de bienes puestas al servicio de un referente colectivo y cuya lógica de acumulación está lejos de la acumulación de ganancias realizada a costa de la destrucción de derechos sociales. El desafío en la próxima etapa reside también en reconstruir el país de sus cenizas bajo un paradigma de crecimiento económico que gire sobre nociones de democracia económica y respeto por los derechos al trabajo, la vivienda digna, la salud, la educación, el progreso, la cultura y el bienestar general.

Nada de eso expresa la formula Macri-Pichetto, que forma parte de la rapiña del país a picotazos, tal como hicieron los fondos buitre en el mismo momento en que nuestro gobierno quería pagar la reestructuración de la deuda externa. Por eso es también un ensayo de impunidad a la medida del gobierno y que emerge en el contexto del derrumbe institucional que implicó el escándalo generado a raíz del uso del sistema de inteligencia como herramienta de persecución política.

 

Ubu Rey, epítome de la corrupción y el autoritarismo.

 

Pichetto cual Ubu Rey ahora es oficialista pero pretende, al mismo tiempo, controlar la banca de la oposición en el Consejo de la Magistratura para habilitar la persecución contra jueces desde esa institución corrompida y plagada de facciones. No hay imagen más clara para representar la transfiguración política y la pérdida de valores democráticos que el manejo del poder a través de este tipo de configuraciones. Se trata de la transgresión de las reglas de juego democrático: quién hasta ayer fungía de opositor hoy se sienta en la mesa de los verdugos con la única finalidad de generar divisiones ya no en torno a la antinomia peronismo/antiperonismo, esa antinomia que algunos llaman “peronia” y a la que responsabilizan de haber causado todos los fracasos del país durante los últimos 70 años. Ese fracaso, que en realidad es el resultado del inicio de políticas vinculadas con el proyecto del liberalismo económico en el país, se remonta a los tiempos de la Revolución Fusiladora, la proscripción del peronismo, el onganiato y se profundiza primero con la dictadura cívico militar y luego con el menemismo, que emprendió el camino del Consenso de Washington y la entrega definitiva del país (casualmente, Carlos Menem fue el primero en saludar la decisión). La nueva división que intentan instalar es entre autoritarismo y democracia, entre civilización y barbarie, capitalismo y comunismo. Por allí vendrá la retórica del oficialismo de cara a octubre. Sin embargo se trata de antinomias perimidas, simplificadoras, que no reflejan la complejidad de los tiempos que corren pero expresan relaciones de poder y enclaves institucionales detrás de los que se esconde la lógica de imposición del capital financiero sobre la vitalidad democrática de las organizaciones populares y la configuración de nuevas agendas que expresan las necesidades y demandas de los de abajo, de los que menos tienen.

 

Recuperar la unidad

El ensayo orientado a prolongar la experiencia neoliberal no puede terminar bien, porque la composición de la fórmula con el ex presidente del bloque justicialista en senadores es una apuesta acomodaticia, pensada más en términos de una carrera individual que como expresión de una construcción política organizada en torno a un referencia colectiva. No hay por detrás ninguna idea patriótica, ni proyecto para las mayorías populares que sufren las consecuencias de la crisis. Por el contrario, se trata de un toma y daca que en el plano potencial le garantizaría al vice candidato permanecer durante un tiempo más en la política, bajo el presupuesto de que su figura genere los consensos necesarios para aprobar las reformas estructurales que piden desde Washington. Esa agenda implicaría un rediseño de la estructura social del país en torno a vectores de mayor desigualdad y exclusión. Para eso se necesita exponenciar discursos racistas, xenófobos, misóginos y que además sean eficaces para poner sobre el tapete fantasmas sociales que nada tienen que ver con la contienda política que vive el país. No se entiende el salto de Pichetto por fuera del proceso político latinoamericano liderado por expresiones conservadoras que obedecen a los caprichos de Trump, pero tampoco se entienden esos caprichos sin tener en cuenta el papel fundamental que en aquella potencia hoy están jugando les referentes democráticas Warren, Sanders y Ocasio Cortez, quienes están plantando la necesidad de recuperar el modelo de agendas de política pública basadas en la garantía de derechos fundamentales al aborto, a la salud, a la educación y en una reforma del sistema impositivo que reduzca las asimetrías entre los más y los menos. Hay que contestarle al ahora vice candidato que, tal como supo afirmar Norberto Bobbio, no hay libertad si una persona instruida es más libre que una inculta, si una persona empleada es más libre que una desempleada, como tampoco hay libertad si una persona sana es más libre que una enferma. No se trata de volver al comunismo, ni al partido de los soviets ni a la Revolución Rusa. Se trata simplemente de poner en marcha políticas públicas que reconstruyan derechos para “los más”.

Eso se hace con unidad, entre todes, apostando por los de abajo, por las mayorías afectadas por la crisis. Esa tarea requiere nuevos consensos y debates, impregnados de ideas y perspectivas que nada tienen que ver con la mirada tradicionalista de la democracia como instrumento limitado a la competencia electoral. Por el contrario, los desafíos del momento exigen repensar de qué modo se redefinen los términos de negociación con los organismos internacionales, en una perspectiva que apueste por recuperar la autonomía de la política económica y a la vez, aseguren la cancelación de los flujos de fondos comprometidos a futuro. En ese debate el movimiento obrero organizado ocupa un rol protagónico, tal como se expresó la actividad que tuvo lugar en el Sindicato Bancario y a la que los principales referentes de Frente Sindical volvieron a dar muestras de unidad y respaldo a las formulas Fernández-Fernández y Kicillof-Magario. Pero también se hizo visible en la victoria de la Lista 1430 en la elección de la Comisión Gremial Interna del BCRA. Esa lista, integrada por trabajadorxs despedidos en 2016, expresa la defensa de intereses populares y democráticos en la defensa de los derechos laborales dentro del BCRA.

 

Poner en funcionamiento las fábricas

El grado de intromisión indebida del Poder Ejecutivo en el sistema de Justicia en su conjunto, cuyo reflejo más evidente es el desempeño del fuero federal penal pero que también comprende otras instancias, es un dato que no sólo tiene relevancia institucional sino también impacto directo en materia económica. Es imposible generar un clima de negocios apetecible para el mediano y largo plazo, sin una delimitación clara de fronteras entre el interés de los jueces de un lado y de los políticos, los empresarios y los operadores ocultos del aparato de Inteligencia, del otro. Romper los vínculos espurios entre estas esferas es la clave para reconstruir la seguridad jurídica y respetar las reglas de juego institucional. Sin eso no hay modelo económico viable para el país.

El macrismo, que hasta aquí se encargó de inficionar estas dimensiones mucho más de lo que ya estaban (puesto que estos vínculos ilícitos forman el quid pro quo de la democracia argentina), no hará otra cosa que profundizar el proceso de descomposición institucional negando toda instancia de debate sobre la necesidad de una agenda de políticas públicas vinculada con la reforma del sistema de Justicia y la creación de un sistema de control y prevención de corrupción que gire en torno a nociones elementales, como el control popular y la sanción de transgresiones económicas vinculadas con la compra venta de actos administrativos. (Tal como ocurre en amplias dimensiones del proceso licitatorio público y privado del aparato estatal.) Sin estos puntos elementales del sistema democrático, al que desde las huestes conservadoras y tradicionalistas del país gustan denominar como “respeto por los derechos de propiedad”, no hay viabilidad de proyecto democrático ni de justicia económica en el país: la Justicia y el control de la criminalidad económica son dos pilares fundamentales para el próximo período. El tercer pilar involucra instancias internacionales. Seguir delegando facultades al FMI, por el camino a la especulación financiera y la fuga de capitales, nos aleja del objetivo de recuperar el sendero del desarrollo económico con inclusión social.

El otro costado de los desafíos de estos tiempos es encontrar la mejor manera de reconfigurar los vínculos institucionales entre política, empresariado y movimiento obrero, generando condiciones para que el uso del capital financiero enlace con finalidades productivas que permitan sostener niveles óptimos de tasa de ganancia pero también la recuperación del salario y el pleno empleo. En ese desafío, además de las negociaciones para saldar el impagable escándalo de financiamiento de la campaña del gobierno a través del resorte del FMI, el Banco Central es un instrumento estratégico que tiene la capacidad de impulsar el crédito y volver a poner en funcionamiento el 40% de capacidad ociosa.

 

La mayor capacidad ociosa desde 2002

 

Hay que encender las maquinas, revivir las fábricas muertas. Las Pymes, lxs trabajadorxs sindicales y de la economía popular conforman un frente protagónico, pese a que en el intento divisorio entre civilización o barbarie quieran presentarlos como resabios de una Argentina perimida. El futuro del país depende de la puesta en valor del trabajo fabril, de la expansión de los talleres productivos y la inversión en tecnología. Todo esto está lejos, muy lejos del modelo especulativo que refleja la formula Macri-Pichetto.

 

 

 

 

 

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