UN ENEMIGO DEL PUEBLO

Macri quiere llevarnos por un único camino al que la voluntad popular decidió abandonar

 

En la mañana del lunes 12 ya sabíamos que el tiempo incontable de la eternidad de nuestras pesadillas había por fin terminado. Y así pude disfrutar, enlazado a la voluntad de la razón comunitaria que se había expresado en la elección de autogobierno de millones de votantes, la anunciada armonía de La mañana de Edvard Grieg. Me dije entonces: es tiempo de comenzar a pensar los aportes que los intelectuales podemos hacer para la restauración y mejora de nuestra democracia. Pero poco duró ese soliloquio.

El mismo lunes por la tarde, el Presidente Macri, acompañado por su candidato a vicepresidente en las PASO, en una señal manifiesta de continuidad de campaña que pretendía negar el tremendo impacto político, social y económico que la elección había hecho evidente en la magnitud de los resultados contrarios a su gestión, se dedicó a desvalorizar a los votantes que habían creído en una alternativa a su gobierno, porque, dijo: “No tiene credibilidad”. Si ganara la opción que una aplastante mayoría había votado, abundó: “Es tremendo lo que puede pasar”. Y señaló como una muestra a la corrida cambiaria de ese día, que asoció a la opción elegida, en contraposición al viernes previo que por encuestas que le daban buen resultado al oficialismo: “Veíamos gente que venía a invertir, a aportar, a comprar empresas argentinas, a traer dinero, generando empleo, oportunidades de progreso para todos…”. Todo en un día, después de tres años y medio. Algo estaba mal.

Pero el miércoles, aconsejado por la mayoría de su entorno, Macri pidió disculpas por aquellos dichos. Y sin embargo, como ya había sucedido muchas veces desde su discurso ante la apertura de sesiones del Congreso, ese cambio de máscaras opuestas causó una enorme y desconcertante sorpresa en la población: ¿cómo interpretar esos desdoblamientos?

 

 

Al ver descalificar de ese modo a la voluntad ciudadana, otra vez, bajo la sombra del asombro, resultaba necesario analizar críticamente esa nueva desmesura. Asocié entonces en modo preliminar el título de una obra de teatro escrita por el mismo autor de aquel drama –Peer Gynt- al que Grieg le había puesto una música cuyo primer movimiento es La mañana. Ese título de Henrik Ibsen es Un enemigo del pueblo (1882).

 

 

Nosotros, el pueblo

Esa obra trata de un médico (Stockmann) que descubre que las aguas del balneario de una ciudad están contaminadas y amenazan la salud de la población. Cuando se propone hacerlo público en el periódico local La Voz del Pueblo, encuentra la oposición creciente del alcalde (su hermano), de la Sociedad de Propietarios y la de Ciudadanos, que ven amenazada por esa verdad la fuente de riqueza y prosperidad inmobiliaria que significa el balneario. El periódico, que parecía acompañar su denuncia por el bien común, se asocia por conveniencia a los poderosos.

Frente a esa conjura de poder e intereses, Stockmann sube la apuesta: “He descubierto que la base de nuestra vida moral está completamente podrida, que la base de nuestra sociedad está corrompida por la mentira (…) se han abierto mis ojos,  y lo primero que he visto ha sido la incapacidad total, la crasa ignorancia de las autoridades (…) no son ellos los más temibles enemigos de la razón y de la libertad (...) El enemigo más peligroso de la razón y de la libertad de nuestra sociedad es el sufragio universal. El mal está en la maldita mayoría liberal del sufragio, en esa masa amorfa (…) la mayoría no tiene razón nunca. Esa es la mayor mentira social que se ha dicho. Todo ciudadano libre debe protestar contra ella. ¿Quiénes suponen la mayoría en el sufragio? ¿Los estúpidos o los inteligentes? (…) Tenemos la razón yo y algunos otros. La minoría siempre tiene razón”.

 

 

Estos pasajes podrían homologarse con el discurso elitista y antidemocrático del lunes por Macri y, de hecho, desde esa interpretación la obra de Ibsen resulta polémica. Sin embargo, Un enemigo del pueblo es considerada un clásico de la crítica social y el personaje de Stockmann ha tenido un carácter heroico al menos en las puestas en escena que siguieron a la versión de Arthur Miller. En ese sentido se ha dicho que la misma no propone un “voto calificado”, sino que la crítica se dirige a la baja intensidad de una política liberal en la que los ciudadanos no se comprometen activamente con el conocimiento de los hechos y la defensa crítica de la verdad. Cuando le dicen a Stockmann que una persona que como él ataca de esa forma al bien común es un enemigo del pueblo, su respuesta es:  “¿Y qué importa que se arruine una sociedad podrida? Lo mejor que se puede hacer es acabar con ella, acabar con todos los que viven de la mentira como bestias dañinas”.

 

Los populistas

Me interesa destacar aquí una cuestión de época. Se ha dicho que la primera tendencia política populista fue la del populismo ruso que surgió y creció en las décadas del '60 y del '70 del siglo XIX, a la que seguiría el populismo “de pradera” de fines de siglo en Estados Unidos. Aquella suerte de socialismo agrario organizado inicialmente bajo la consigna “Tierra y Libertad”, entendía que podía llegarse al socialismo desde el campesinado sin tener que pasar por el desarrollo industrial y el proletariado. La comuna local y no las fábricas eran el germen de la revolución, pero el triunfo del campesinado sólo llegaría bajo la guía de héroes o grandes personalidades destacadas por su inteligencia. Así, a la masa del pueblo se oponía el individuo de espíritu crítico: un populismo de elite (hoy decimos de derecha). En 1874, la intelectualidad populista de una clase media ilustrada dejó los centros urbanos para ir hacia los pueblos a promover –sin mucho éxito— la rebelión entre los campesinos. La proclama “Yendo hacia el pueblo” es la que les identificó como populistas. Pocos años después, el movimiento fue aplastado por el zarismo y aunque sirvió de inspiración para otros grupos revolucionarios fue políticamente rechazado desde el marxismo leninista por idealista.

 

 

Aunque no he encontrado referencia alguna en la crítica literaria que vincule la trama de Un enemigo del pueblo con el populismo ruso devenido luego en populismo liberal con Mijailovski en la década de los '80, al ser escrita en una Noruega tan cercana en tiempo y espacio a esos acontecimientos, y por las notables similitudes de textos y contextos, todo indica que Ibsen se inspiró en ese ideario utópico. De allí su vanguardismo elitista en el que las minorías inteligentes siempre tienen razón frente a las mayorías estúpidas. En este punto el elitismo aristocratizante del mejor equipo del neoliberalismo postulado por Macri nos resulta homologable con aquel elitismo de la vanguardia ilustrada de la intelectualidad populista rusa. Paradójicamente, uno y otro, siendo tan contrarios en su ideal de sociedad, se encuentran tan cerca en su concepción del cambio social como para que ambos casos se  resuman en la sentencia un enemigo del pueblo. Y sin embargo, Macri ha resultado ser uno de los abanderados de la cruzada contra el populismo. ¿Cómo explicarlo?

 

 

¿Qué pueblo el del populismo?

Hay una variedad tan grande de abordajes en torno a los significados político, social, económico y discursivo del término populismo en la actualidad, y de su correlativa noción de “pueblo”, sobre los que nada puedo decir en esta nota, que sólo me limitaré a introducir algunas cuestiones relacionadas con el concepto de un enemigo del pueblo entre nosotros.

Una cuestión es la tensión entre el conjunto de personas de un país, en particular la gente común y humilde, con una elite poderosa y dominante que se entiende superior y en modo egoísta procura la desigualdad social. En este sentido,  el actual gobierno ha sido considerado “un gobierno de ricos para ricos” o “un gobierno de CEOs”, y el populismo es su antagonista en tanto procura distribuir la riqueza de modo que se puedan reducir las desigualdades.

 

 

La crítica peyorativa del neoliberalismo a los que llama populismos, hoy se focaliza en su pretensión de industrialización y sustitución de importaciones para abandonar la condición primaria de sus economías. Pero la crítica del neoliberalismo a los populismos también se aplica a los países industrializados. Lo común en ambos casos son las políticas de ajuste que remiten a la primera cuestión de mantener y ampliar las desigualdades sociales. Por eso, la noción de pueblo tiene una dimensión histórica en quienes disputan en cada tiempo el criterio de igualdad y justicia social. Y la noción de pueblo a la que se enfrenta el neoliberalismo del capitalismo financiero en el mundo globalizado de hoy es la que se construyó con los estados de bienestar y su ampliación de derechos.

Esa disputa de diferentes concepciones de igualdad y libertad entre elites y comunidad en el neoliberalismo, es en definitiva una contienda por quién tiene el poder para resolver esa disputa. Los populistas sostienen que en la tradición de las democracias liberales ese poder descansa en la voluntad general del pueblo. Las elites corporativas creen en cambio que son ellas las que deben ejercer ese poder. Por eso la reacción desenmascarada de Macri del pasado lunes mostró el rostro diáfano de un actor que amenazaba con la tramoya oculta de la obra que representa. Por un momento pudimos ver, espantados, el rostro que estaba detrás de la máscara de Macri y que está detrás de las máscaras de Trump, de Bolsonaro, del FMI, del Banco Mundial, y de las corporaciones financieras, militares, energéticas, biotecnológicas y mediáticas del mundo globalizado. Es el rostro desnudo de ese enemigo del pueblo que espera en el mundo al que Macri quiso llevarnos por un único camino al que la voluntad popular decidió abandonar.

 

 

 

 

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