Un experimento llamado Judit Polgar

Un maestro húngaro "crió" a tres jugadoras de ajedrez excepcionales

 

La que sigue es una historia fascinante y que puede provocarle conflictos internos, sobre todo porque le ofrecerá la alternativa de dudar sobre lo que piensa sobre este tema. Sí, así como suena. Yo podría hacerle en este momento una pregunta, y usted podría o podrá responderla, pero al mismo tiempo, debería permitirse dudar sobre lo que contestó y –eventualmente— después de leer el texto que aparecerá más abajo, quizás tenga ganas de revisar su respuesta.

Si pudiera pedirle algo más, me permito hacerlo. Como no hay nadie que la o lo esté mirando, como no hay nadie que vaya a juzgar su respuesta, piense que está permitido cambiar de opinión eventualmente y no decirle nada a nadie. ¿Cuántas oportunidades tenemos en la vida de empezar a leer algo con una idea y terminar con otra antipodal? ¿Y si se pudiera pensar en ‘jugar’ en los dos equipos al mismo tiempo? Es decir, ¿podría uno/una pensar de ambas maneras al mismo tiempo?

Acá voy. Espero que lo disfrute.

Laszlo Polgar es un maestro húngaro que se especializó en psicología aplicada a la educación. La historia comienza cuando todavía existía la Unión Soviética y Hungría era parte del bloque de países “comunistas”. Ubiquémonos en la segunda parte del siglo XX, más precisamente en la década del '60. Polgar tenía un objetivo desde joven. Él no creía en los denominados ‘genios’, o mejor dicho, no es que negara la existencia de personas que se destacaban más que otras, o mucho más que otras, pero su idea era/es que los ‘genios’ se construyen y que no vienen así ‘de fábrica’. Entrenar, perseverar, constancia, pasión y sobre todo, mucha dedicación. Todo bien. Polgar no está solo ni es el primero que piensa así, pero lo que él hizo decididamente cambió la perspectiva de mucha gente. Fíjese si usted está entre ellos.

El experimento que Laszlo Polgar decidió realizar afectó su propia vida. Polgar quería casarse, tener hijos/hijas, elegir alguna actividad donde su mujer y él pensaran que cada uno de sus hijos podría destacarse y dedicarles sus vidas para que desarrollaran esas preferencias, y mostrar que podían destacarse no solo en forma local, sino también... ¡en todo el mundo! ¿Qué y cómo hacer?

Polgar empezó a enviar cartas a diferentes mujeres a quienes consideraba ‘potenciales candidatas’ para llevar a cabo su plan. La idea era convencer a alguna de ellas en compartir un proyecto de vida semejante. Obviamente no había internet, y Polgar no enviaba cartas en forma indiscriminada, sino que averiguaba si cada una de las mujeres a quienes les escribiría, cumplía con algunas condiciones mínimas: ser maestras, solteras, habitantes de alguna zona relativamente ‘cercana’ y sobre todo, manifestar o haber manifestado algún intento de ‘correrse’ de la educación convencional. La tarea no era fácil, y sobre todo, aunque pudiera encontrar alguna persona que cumpliera con las condiciones mínimas que él mismo establecía, debía convencerlas después (y convencerse él también), que podrían funcionar como ‘pareja’. Al menos desde afuera, no parece sencillo.

Finalmente lo logró. Terminó eligiendo una joven ucraniana, maestra (como él quería) y cuestionadora del sistema de educación establecido en el mundo donde todos repetían lo mismo, pero sobre todo, Klara (el nombre de la maestra) estaba dispuesta a mudarse y casarse con Laszlo. Y así hicieron. Polgar no solo pensaba de la forma que escribí más arriba, sino que había hecho saber su posición a todos los que lo rodeaban. Sostenía que cualquier niño/a si nacía en buenas condiciones de salud, podía transformase en un/una genio/genia: “Cada niño nace con un extraordinario potencial y depende de la sociedad que sea capaz de expresarlo. El problema es que en general, la gente no cree que esta afirmación sea cierta. Es como si creyeran que la excelencia es solamente ‘para otros'". (Ver las referencias 2 y 3, al pie de este texto.)

Tan en contra estaban de su posición, que las autoridades locales le sugirieron que visitara a un psiquiatra, para que lo ayudara a ‘quitarse de encima sus ‘locuras’” y cancelara su pretensión por ‘absurda’. Pero Polgar tenía otras ideas. No iba a ‘entregarse’ tan fácil. Como la idea era ‘practicar’ lo que pensaba con sus propios hijos, ni bien pudo casarse con Klara, ambos establecieron una suerte de “hoja de ruta” que habrían de seguir ni bien pudieran tener hijos con quienes experimentarla. Corría el año 1969 cuando Klara tuvo su primera hija: Zsusza (o Susana). Se presentaban –claramente— varias dificultades. En principio: ¿qué disciplina elegir? Si Polgar recurría a alguna de las artes (pintura, música, escultura, por poner algunos ejemplos), cualquier producto que Susan exhibiera podría ser cuestionado porque en temas de arte, todo es opinable. La elección tenía que ser sobre algo ‘medible’ que admitiera algún tipo de ‘competencia’ donde hubiera ‘ganadores y perdedores’, o una suerte de ‘tabla de posiciones’. Lo curioso es que fue la propia Susan quien le dio la respuesta: el ajedrez. Si Susan hiciera progresos de cualquier tipo, ellos se manifestarían en competencias, ya sea porque debería imponerse entre sus pares y para ser considerada una ‘genia’, debía trascender el mundo en donde habitualmente se mueven sus ‘colegas’. Por ejemplo, ¿podría convertir a Susan en una ‘gran maestra’ (en ajedrez)? ¿Podría forzar a la federación de ajedrez para que le permitieran a Susan competir con hombres? Pero... estoy yendo muy rápido.

Para empezar, Laszlo tuvo que convencer a las autoridades locales de que ni su mujer ni él estaban de acuerdo con enviar a Susan al colegio: no querían que perdiera el tiempo. Ellos se ocuparían de la enseñanza, y proveerían a su hija de todas las herramientas (y más) que ella pudiera necesitar. Obviamente, no fue fácil que aceptaran las condiciones del matrimonio Polgar, pero al final cedieron. Laszlo pasaba con Susan múltiples horas del día abocados al ajedrez, aún antes de que cumpliera cuatro años. Lo hacía de manera divertida, como si fuera un juego y de acuerdo con los registros, no solo Laszlo lo disfrutaba, sino Susan también. El objetivo se estaba cumpliendo a la perfección: Susan no solo mejoraba en su juego, sino que además se divertía haciéndolo. Al cumplir cinco años, Susan ya había acumulado cientos de horas invertidas en el juego.

Unos meses después, empezarían las competencias. Laszlo la inscribió en un torneo donde solo participaban mujeres, pero la más joven doblaba en edad a Susan. Eso no fue un impedimento. Susan fue ganando partida tras partida. Al finalizar el torneo, no solo lo había ganado, sino que el score final fue: Polgar 10 – Todo el resto... cero. Naturalmente, esto transformó a Susan en una sensación. “Estamos en presencia de una niña prodigio, con un talento natural para el ajedrez”, decía el diario local. Pero la historia recién empezaba.

En 1974 los Polgar tuvieron otra hija, Sofía y dos años más tarde nacería Judit, la tercera mujer del matrimonio. Tanto Sofía como Judit observaban como el padre se ‘retiraba’ todos los días a una habitación con la hermana mayor (Susan), donde pasaban encerrados múltiples horas del día. Laszlo no quería que sus hijas más pequeñas comenzaran aún, pero ciertamente la curiosidad las debe haber devorado: ¿qué pasaba allí adentro? Cuando superaron los cinco años, Laszlo les ofreció entrar a ellas también, pero quedaba claro que eran ellas quienes querían hacerlo: nadie forzaba a nadie. Eso sí: si querían entrar en la habitación y participar, ¡tenían que aprender a jugar! Eso no fue un impedimento: las tres hermanas se unieron en el aprendizaje y se ofrecieron a la tutela del padre.

Al llegar a la adolescencia, las tres hermanas ya habían acumulado más de 10.000 horas de práctica. Otra vez: ¡10.000 horas! Especializándose. Estos fueron los resultados.

Cuando Susan cumplió 12 años se transformó en la campeona mundial de niñas menores de 16. Dos años más tarde, ya era la mejor jugadora de ajedrez del mundo. En 1991 se transformó en la primera mujer en la historia en alcanzar el título de 'gran maestra'. Al finalizar su carrera, Susan conquistó el título mundial femenino en cuatro ocasiones .

Sofía ganó el título sub 14 y como Susan, habría de ganar medallas de oro olímpicas y otros campeonatos que le valieron el reconocimiento como una de las mejores jugadoras del mundo. Pero su conquista más importante se conoce con el nombre de “Sack of Rome”, en donde Sofía ganó ocho partidas consecutivas contra grandes maestros. En ese momento, recién había cumplido 14 años.

Pero todavía no llegué a Judit. Judit ganó todos los títulos que habían ganado sus hermanas, pero lo hizo a una edad más joven que ellas. Y antes de que pudiera siquiera  empezar con su carrera, logró lo que ningún hombre ni mujer habían logrado antes: el título de gran maestra más joven de la historia para cualquier humano, superando en edad al propio Bobby Fischer. Judit tenía 15 años. Ni sus hermanas podían competir con ella. Judit fue la mejor jugadora del mundo durante más de una década.

Hasta que llegó el año 1988. Allí sucedió algo impactante que terminaría de poner a las hermanas Polgar en un lugar privilegiado en la historia. En palabras de la propia Judit: “En 1988, en Grecia, cuando yo tenía 12 años, algo pasó que fue el mojón más importante de mi carrera. Fue la primera vez que pude participar en las Olimpíadas de Ajedrez formando parte del equipo húngaro. Pero no fue un equipo cualquiera. Susan, Sofía y yo fuimos en representación de nuestro país. Y sucedió algo totalmente inesperado. Comenzamos a ganar partida tras partida. Fuimos derrotando a todos los países que enfrentamos... a todos. Pero quedaba uno particular, el país que había dominado las competencias internacionales por más de 30 años: la (ex) Unión Soviética. Y en forma totalmente inesperada para el mundo... ¡les ganamos! ¡Ganamos el ‘oro olímpico’!” 

Ya no había mucho más para decir. Laszlo Polgar había ‘validado’ su teoría. ¿Hay alguna manera de imaginar que el matrimonio de Laszlo y Klara habrían de producir no una, no dos, sino tres ‘niñas prodigios’? ¿Era talento natural? ¿Era la creación de Laszlo?

La sociedad pareciera negar la posibilidad de que las hermanas Polgar fueran ‘construidas’ por la dedicación de sus padres. Es más fácil suponer que se debió a esa condición ‘natural’. Es mucho más fácil hablar de ‘niñas prodigio’ que advertir el esfuerzo y dedicación, horas y horas de práctica y constancia. Además, es mucho más poético y nos deja más tranquilos. En alguna parte, nos exime de hacerlo nosotros. Es más fácil creer que uno ‘nace’ y no que ‘se hace’.

El nivel de excelencia no fue el mismo. Sofía no alcanzó los mismos niveles de Judit, y ella mismo dijo que era la más haragana de las tres. Susan fue la primera que produjo el impacto, pero Judit alcanzó a respirar un aire al que solo llegan un pequeño grupo de personas.

Gary Kasparov había dicho que ninguna mujer podía competir con un hombre en las mismas condiciones. En principio, se había negado a ‘jugar’ contra Judit. Pero la historia no finalizó allí.

Una vez más quiero reproducir palabras de Judit: “En un momento determinado, durante las olimpíadas, yo estaba muy concentrada en el tablero sin advertir nada de lo que sucedía a mi alrededor. Hice mi movida, y levanté la vista. ¿A quién vi? Al campeón del mundo, ¡Gary Kasparov mirando mi partida! El jugador que yo más admiraba y respetaba en el mundo, de quien había aprendido tanto, estaba allí... siguiendo mi juego. Eso me inspiró y en pocas movidas más, ‘destruí’ (sic) a mi rival. Después de las olimpíadas, un periodista le preguntó a Kasparov qué pensaba de ‘mi’ forma de jugar. “¿Cree usted que Judit podría ofrecerle resistencia?” El dijo: “Estoy totalmente seguro de que Judit se convertirá en la campeona del mundo en ajedrez, pero si usted me pregunta si nos vamos a enfrentar...”  Y continuó diciendo: “Mmmmmm... Estoy convencido de que es ‘casi’... (dijo ‘casi’) imposible que eso suceda”.

“A propósito, Kasparov no fue el único que pensaba eso de las mujeres. El propio Bobby Fischer dijo: “Yo le puedo dar un caballo o dos de ventaja a cualquier mujer y ganarle igual”. Para poner en perspectiva, ofrecer esa ventaja es como si una persona dijera que va a entrar en una competencia de natación y se va a atar las manos en la espalda y va a ganar igual. Se imagina entonces qué feliz me puso haber cumplido 15 años y batir el récord de Bobby Fischer y alcanzar mi título de ‘gran maestra’ cuando era más joven que él. A esa altura yo ya era la mejora jugadora de ajedrez del mundo, pero yo quería ser la mejor... no solo entre las mujeres. Quería ser la mejor, hombre o mujer".

"Al final llegó el día. Llegó el día en que me enfrenté con Kasparov. Pero era tanta la admiración y respeto que yo le tenía, que perdí la partida antes de jugarla. Kasparov tiene una presencia tan imponente, un carisma tan particular, una preparación tan profunda que resulta intimidante. La parte psicológica es vital en este juego. Kasparov me había ganado solamente presentándose a jugar".

“Me llevó años prepararme para jugarle una próxima vez. Cuando llegó, tuve la sensación que él me quería ‘comer viva’. De entrada, yo me preparé específicamente en tener confianza en mi juego, y habría de usar las mismas herramientas que usa él cuando enfrenta a cualquier rival. Yo había decidido que le iba a ‘atacar el rey agresivamente’, sin importar lo que pasara. Yo me mantendría firme, sin alterar mi plan. En un momento determinado, me di cuenta de que empezó a sentirse incómodo. Se sacó el saco y lo puso en la silla. Se sacó el reloj y lo puso al lado del tablero y por su lenguaje corporal yo tenía claro que él estaba muy incómodo. Por un segundo tuve la sensación de que él pensaba de que... ¡podía perder la partida! Se me escapó esa vez, pero para mí ya no tenía importancia: lo que había sucedido me demostraba que la victoria estaba a mi alcance".

"Pero habría una tercera vez. Nos enfrentamos un año más tarde. Kasparov mantuvo como siempre su juego agresivo... en el medio del juego, cuando entramos en un punto crucial de la partida, él me comió una pieza y yo, no jugué de acuerdo con lo que es habitual. Puse mi torre en el medio del tablero en un lugar muy amenazante para su rey. Esa fue la jugada decisiva, y en pocas movidas más Kasparov estaba en una posición desesperante (para él): no podía detener mi amenaza y el ‘jaque mate’ estaba ‘allí’. Kasparov no esperó que llegara ese momento. ¡Se retiró y dio por perdida la partida!”

Para terminar, más palabras de Polgar: “Práctica, perseverancia y pasión. Esas son las tres razones. Claramente mi padre tenía razón. Usted podría preguntarme: ¿consiguió su objetivo de ser campeón del mundo entre los hombres y las mujeres? La respuesta es que no, que no lo conseguí, pero lo que sí conseguí es competir de igual a igual (y en el camino les gané alguna vez a todos) los grandes maestros de mi época”.

Para finalizar: no tengo claro si toda esta historia sirve para que ni usted ni yo cambiemos de opinión. Es muy exagerado suponer que uno puede lograr lo que hicieron Laszlo y Klara en cualquier circunstancia, pero también tengo claro que el `medio ambiente’ en el que un niño se desarrolla es esencial.

Este artículo no pretende inclinarla/o para un lado ni para otro. Solo sepa que esta historia existe y debería ser motivadora.

Buenas tardes.

 

 

PARA LOS QUE QUIERAN SABER MÁS

1) Las palabras de Judit Polgar forman parte de la charla Ted que ofreció hace unos años y que fue moderada por mi amigo Gerry Garbulsky. Si le interesa verla completa, está acá:

 

 

2)    https://www.psychologytoday.com/us/articles/200507/the-grandmaster-experiment

3)    https://www.washingtonpost.com/archive/lifestyle/1992/03/11/home-grown-grandmasters/82928ac3-a934-4d0d-929b-d89ba020fa25/?noredirect=on

4) Aquí se puede consultar la biografía de Judit Polgar: https://www.juditpolgar.com/bio

 

 

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