UN MUCHACHO COMO YO

Perfil de un denunciante serial al servicio del macrismo

 

Dice que fue un domingo a la noche de 2012, mientras miraba el programa de Jorge Lanata en su departamento de Recoleta. En su regreso a la televisión abierta después de ocho años, el periodista había terminado con una estridente denuncia contra el entonces Vicepresidente Amado Boudou por el caso Ciccone. Apagó su smart tv y se sentó frente a su computadora. Tardó menos de una hora en armar el borrador. Al otro día, con un escrito breve que detallaba el informe televisivo, el abogado Santiago Dupuy de Lome se presentaba en la mesa de entradas de la Cámara Federal en Comodoro Py y pedía que investigaran a Boudou. Con ese trámite simple comenzaba una extensa seguidilla de denuncias —con casi cien presentaciones— que básicamente apuntaron a funcionarios de los dos mandatos de Cristina Kirchner y del gobierno actual.

En esa lista interminable se destacan Alberto Fernández, Axel Kicillof, Sergio Massa, Héctor Timerman, los sindicalistas Hugo Moyano, Roberto Baradel, Hugo Yasky, dirigentes de La Cámpora, el ex juez de la Corte Eugenio Zaffaroni y, por supuesto, la ex Presidenta. A varios de ellos los denunció más de una vez y a la enorme mayoría luego les dictaron la falta de mérito o el sobreseimiento. Esto no pareció nunca desalentar a Dupuy, sino más bien lo contrario. Hace quince días la jueza María Servini de Cubría desestimó una denuncia suya contra Massa por abuso de autoridad, el día que la oposición exigió las sesiones presenciales. En paralelo, Dupuy de Lome presentó otra contra Fernández luego de que se difundiera la foto sin barbijo junto a la familia Moyano en Olivos.

Hasta que la cuarentena le cambió los planes, pasaba los cinco días de la semana caminando por los pisos del enorme edificio de Retiro. Con estricta camisa y jeans, frecuentaba la sala de prensa y más de un abogado contó que al principio lo confundió con un periodista. También dicen que es difícil verlo con sacos o algún ataché con papeles como el resto de los abogados. “Al principio también yo pensé que era un colega. Preguntaba, a veces anotaba, escuchaba a los secretarios, a los jueces, a los fiscales. Después me dijeron que no trabajaba para ningún medio. Es raro que esté todo el tiempo acá, porque no se le conocen causas en las que esté trabajando. Hay personajes parecidos, denunciadores habituales, que vienen, entregan el escrito y después se van”, explica un periodista acreditado en Comodoro Py hace unos cuantos años.

Hijo de abogado, Dupuy de Lome creció cerca de los Tribunales. Sus veranos los pasaba en Punta del Este y los fines de semana en una isla de la familia en el Tigre. Aprendió a manejar a los 13 años con un Mercedes Benz y un BMW en las calles despobladas del balneario uruguayo. Allí fue que, por acompañar a la novia de su padre, la ex diplomática Alicia Martínez Ríos, conoció en el aeropuerto de El Jagüel al entonces gobernador riojano Carlos Menem. Dos años más tarde, en plena adolescencia, su padre murió legándole su simpatía por la derecha peronista. Se vinculó con sectores del menemismo y luego fue a trabajar a la Cancillería de la mano de Martínez Ríos. Sobrevivió el cambio de gobierno pero, a los pocos meses de asumido De la Rúa, decidió partir hacia Miami. Allí dio clases de tenis y de personal trainer hasta que a los pocos meses, solo y sin muchas perspectivas, tuvo que regresar a la Argentina de la crisis.

Un par de años después participó de las primeras reuniones de Compromiso por el Cambio, el frente que en la Ciudad sostuvo la candidatura de Mauricio Macri en las elecciones para Jefe de Gobierno de 2003. Desde el PRO reconocen que fue simpatizante de la agrupación, pero niegan que tenga una relación orgánica. “Los conozco a todos pero como yo no soy obsecuente es difícil tenerme dentro de la estructura”, dijo cuando en los medios se lo bautizó “el abogado del PRO”.

 

 

 

Si te he visto no me acuerdo.

 

 

Algunos de quienes se lo cruzan a diario en los tribunales reconocen tener serios problemas para describirlo. “Es todo muy raro con él. En un momento, por su manera de moverse, de tratar de capturar datos, de ver qué está sucediendo, creíamos que podía ser un servicio. Pero con el tiempo cada vez me parece menos. Su perfil es muy alto para esa tarea, al menos de una manera más orgánica. Saluda a todo el mundo como si te conociera de toda la vida. Te palmea y te habla en voz alta. Nunca me animé a preguntarle qué hace, además de revolotear por acá día y noche. Porque para alguien tiene que hacer este laburo. Y no creo que le quede tiempo para trabajos de abogado”, explica un secretario de uno de los juzgados federales. Ese tono que se menciona tampoco lo abandona en su exposición a los medios. Se lo puede ver o escuchar tratando a Juan Grabois de “barbudo amigo del que defiende a los pedófilos (por el Papa Francisco)”, o diciéndole a Camilo Vaca Narvaja “hijo de un montonero asesino”, o festejando como un gol la absolución de Menem en la causa por encubrimiento de la AMIA.

Los primeros contactos para esta nota fueron por WhatsApp. En esos mensajes se le señaló que las denuncias eran solo en el espectro kirchnerista. Dupuy de Lome contestó, casi como declaración de principios, un audio de un par de segundos: “La mayoría son contra ellos porque soy una persona que está en contra de la corrupción y me baso en eso. Mientras sigan teniendo actos de corrupción, quien lo haga va a tener una denuncia penal mía”. No miente en eso de que la mayoría son contra “ellos”. Casi el 99 por ciento. Sólo una denuncia contra el rabino Bergman rompe el molde. Fue por contratar helicópteros para combatir el fuego, cuando el ex ministro de Medio Ambiente de Macri era castigado por la mala gestión en los incendios forestales de La Pampa, Río Negro y Buenos Aires. “Yo no me caso con nadie”, escribió en el siguiente mensaje Dupuy.

Por teléfono la charla se desordena. Se mezclan sus denuncias, el cotejo de su historia, las dudas sobre su trabajo, otra vez sus denuncias, su relación con el ex juez Claudio Bonadio y los que lo denuncian a él. “Kicillof tiene algo personal conmigo. Me dijo mamarracho, pelandrún, papanata, cuando lo denuncié por enriquecimiento ilícito”, explica. En esa causa el gobernador bonaerense fue sobreseído y amenazó con iniciar acciones contra Dupuy. “Tira denuncias como quien canta a la mañana en la ducha", lo cuestionó.

Sus denuncias a repetición provocaron también la reacción de periodistas y abogados. El propio Dupuy dice indignado que Tuny Kollman lo calificó al aire de tener relación con los servicios y con Israel. “Decile a Kollman que si soy servicio que me avise dónde me pagan, porque yo no veo un peso de lo que él dice”, tira con tono burlón.

“Más que mi segunda casa, es casi la primera”, comenta sobre sus jornadas interminables en Comodoro Py. Hay algo ahí que es difícil de entender. Entonces empiezan de nuevo las preguntas.

—¿De qué te sirve estar todo el tiempo metido allá?

—Estar en contacto con fiscales y jueces sirve para ver cómo andan mis denuncias.

—¿Y de qué trabajás?

—De llevar algunas causas, nada grande, de tenencia de drogas, casos así.

—Pero de eso no vivís…

—Por suerte tengo la herencia que dejó mi padre y no necesito estar tan pendiente de lo económico.

El rumbo de la charla ahora va hacia Bonadio. Precisamente el ex juez fue uno de los que alguna vez tomó en serio una de las decenas de sus denuncias. “Era un lobo solitario en Comodoro Py. Conmigo era uno de los pocos con los que se llevaba bien —sostiene Dupuy—. Yo entraba a su despacho y me daba cuenta de su humor por el volumen de la música clásica que escuchaba. Si estaba muy alta no era bueno acercarse. Me decía: ¿Esta semana no me pusiste ninguna de tus denuncias en el juzgado?

Menciona varias veces el apellido de Zaffaroni. Hay algo ahí que resuena cada vez que lo nombra. En 2018 lo acusó de apología del delito, luego de que el ex ministro de la Corte dijera que quería que el gobierno de Macri terminara lo antes posible. Pero de nuevo parece que hay algo más. Cuenta una historia de su época de estudiante en la UBA. Siempre según su relato, Zaffaroni era profesor suyo de Derecho Penal. “El conocía a mi papá porque mi viejo le había ganado un juicio. Al ver mi apellido me preguntó si yo era algo de él y le dije que era su hijo. Un día me hizo ir al pizarrón. En medio de la lección me preguntó qué pensaba sobre la pena de muerte. Le dije que yo respetaba la ley y que estaba en contra. Cuando me puso la nota le dije que estaba a favor, le dije que qué haría él si un ladrón le estaba apuntando a su hija. Y me mandó de nuevo a sentarme. Desde ahí viene el tema con él”. Al ser consultado por este relato, Zaffaroni dijo no recordar ninguno de los sucesos contados por Dupuy. “No suelo llamar al frente a los alumnos. Ellos hablan siempre sentados. No me acuerdo haber tenido un debate sobre pena de muerte en ninguna clase en la universidad. Tengo mala memoria pero no tanta”, respondió.

Dupuy de Lome dice que lee de todo. Recomienda el libro Érase una vez la Argentina, del periodista Luis Gasulla, sobre las venganzas de Cristina contra el periodismo y de cómo quiere meter preso a Macri. Como se da cuenta de que la propuesta sigue en su monotema, explica que también leyó Almirante Cero, de Claudio Uriarte; El Jefe, de Gabriela Cerruti y saca de unos cajones Civiles y Militares, de Horacio Verbitsky. “También leí todos los libros de García Márquez, que no es precisamente de derecha”, asegura.

En su cuenta de Instagram, Dupuy de Lome tiene una decena de fotos. En varias de ellas aparece posando con los micrófonos de TN y Canal 13, como si fuera un movilero que está por salir al aire. También posa con periodistas de esas señales. Mucha de la información de sus denuncias está sostenida por notas de esos medios, que se retroalimentan cuando las denuncias se realizan. Los que miran de cerca el mecanismo sugieren que, aunque luego las denuncias sean archivadas, la amplificación que tuvieron los casos fue más importante que el resultado judicial.

Luego de que Daniel Rafecas decidiera desestimar la causa por el Memorándum con Irán, el abogado Alejandro Rúa denunció a Dupuy de Lome por duplicación de actuaciones en un mismo asunto. Este último había hecho una denuncia por traición a la Patria y encubrimiento contra Héctor Timeman, que había ido a parar a lo de Rafecas, y luego hizo otra con las mismas acusaciones que terminó en el juzgado de Bonadio. Para Rúa fue un mecanismo de lo que se denomina forum shopping, con la intención de que la denuncia cayera en manos amigas. Esa causa terminó con el procesamiento con prisión preventiva de Cristina Kirchner y las detenciones de Carlos Zannini y Héctor Timerman, entre otros. En los argumentos para sostener su planteo, Rúa incluyó los registros fotográficos de las dos primeras marchas por la muerte del fiscal Alberto Nisman en las que se ve a Dupuy de Lome marchando al lado de los fiscales Carlos Stornelli, Guillermo Marijuán, José María Campagnoli y Germán Moldes. Moldes, uno de los impulsores de la marcha, fue quien apeló ante Casación la decisión de Rafecas de archivar la causa.

“Vos, yo, cualquiera puede hacer una denuncia. No necesitás saber de leyes ni haberte recibido para presentar un escrito. Tengo mis dudas de que ejerza de abogado. No le conozco casos. En algún momento sé que tuvo algo que ver con la defensa de unos acusados en la mafia de los contenedores (el caso que involucró a funcionarios de la Aduana por contrabando en 2016), pero no escuché que represente a nadie más”, plantea la sospecha un fiscal de Comodoro Py. Ante esta duda, se hizo la consulta en el registro web del Colegio Público de Abogados de Capital. Allí no aparecía su nombre. De nuevo el intercambio fue por WhatsApp:

—No aparecés en el CPACF.

—Renuncié porque en una campaña del Colegio, el gordo Rizzo (Jorge, el histórico presidente) hizo una campaña de fotos en las que aparecía con varios chicos, que parecía que lo agarraban de los huevos. Le dije que parecía el padre Grassi, lo mandé a la mierda y renuncié a mi matricula.

—Pero entonces no podés ejercer en Capital.

—No importa, tengo amigos que me firman y yo ejerzo con la matrícula de ellos.

Además de la consulta por internet, en el Colegio hay un registro en el que se puede verificar la historia de los matriculados. Por falta de pago, sanciones o cambio de jurisdicción, muchos abogados dejan de aparecer allí pero la inscripción inicial con su fecha siempre queda en la lista. En esta nómina tampoco aparece ninguna inscripción a nombre de Santiago Dupuy de Lome. “Si no fuera porque participó de actividades nuestras y estaba mucho por acá (el Colegio Público de Abogados), diría que no es abogado. El que no está ahí (por el registro) es porque nunca estuvo matriculado, no hay muchas opciones”, explica un antiguo directivo del Colegio.

 

 

 

 

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