UN PROYECTO FRÁGIL COMO DÓLAR A 28

La gran incógnita para 2019

 

El dólar no está subiendo en los últimos días. Y se frenó el alza espectacular de unas semanas atrás. ¿Y ahora?

Entre los diversos indicadores para evaluar si la crisis cambiaria concluyó, dos de los variables más visibles para medir el grado de normalidad son: el nivel de las tasas de interés y el estado de la oferta y demanda de dólares.

Las tasas se mantienen en niveles que asfixian al sector productivo y dañan el crédito al consumo. Son insostenibles en el mediano plazo, ya que llevan a la insolvencia no sólo de las pequeñas empresas.

Por otro lado, las continuas ventas de dólares del Banco Central muestran una velocidad de pérdida de divisas también insostenible en el tiempo. Ya se vendió el equivalente a un tercio del préstamo real del FMI. Las ventas diarias han oscilado en estas últimas semanas, pero involucran cientos de millones por día. Además la oferta diaria del BCRA debió ser complementada por otros bancos públicos, como el Nación, el Provincia o el Ciudad, para hacer frente a la demanda. Hubo que rogar a exportadores que liquidaran, pero sus ventas no aplacaron la sed de dólares. Dicho sea de paso, la utilización reiterada de los dólares de los bancos públicos para aumentar la oferta los está debilitando patrimonialmente.

En principio nada autoriza a hablar de una situación financiera, ni mucho menos económica, normalizada. La actual estabilidad cambiaria es totalmente inestable en el mediano plazo, porque está sostenida por instrumentos insostenibles.

Pero la estabilización del dólar es necesaria para que reaparezca un sistema de precios, paren las remarcaciones inspiradas en el movimiento del dólar –o anticipatorias del mismo—, deje de caer la actividad económica y se modere el deterioro el salario real. Y por lo tanto deje de contraerse la demanda.

El FMI acaba de presentar un informe global sobre las economías con desequilibrios externos. Según ese organismo, entre las economías que tienen un tipo de cambio excesivamente devaluado figuran China, Alemania, Corea del Sur, Holanda y Singapur. Entre aquellas que por el contrario deberían devaluar su moneda para superar sus desequilibrios externos, figuran Estados Unidos, Reino Unido, Turquía y la Argentina.

 

El gran agujero verde

El trasfondo de una tensión cambiaria que no cesa es el gran desequilibrio externo generado por las políticas del gobierno macrista.

El equipo económico oficial se dedicó desde el primer día de su gestión a promover todas las formas de salida de dólares de la economía (pago desmedido a los buitres, incremento de intereses asociados al rápido endeudamiento, promoción de la fuga de divisas, importaciones liberadas y acordadas con otros gobiernos, turismo barato al exterior, incertidumbre cambiaria creciente) y a debilitar todas las fuentes de ingresos de dólares (permiso para no ingresar los dólares por importaciones, atraso cambiario que perjudica la balanza comercial, falta de estímulos a la exportación, sobreendeudamiento grave que provocó la reticencia crediticia privada externa).

Una gran incógnita se le presenta a cualquier analista serio: la suma de todos los ingresos de dólares a la Argentina desde hoy hasta el 9 de diciembre de 2019, ¿será mayor o menor que la suma de todos los egresos de dólares para el mismo período?

En otras palabras: no se sabe si al gobierno argentino le alcanzarán las divisas que entren, y las reservas disponibles, y los tramos que lleguen del mega-préstamo del FMI, para cubrir las necesidades de dólares derivadas de las relaciones económicas con “el mundo”.

Claro, esto no es la convertibilidad, y no hay un tipo de cambio fijo y sacrosanto. Puede continuar una dinámica devaluatoria que achique cada vez más el egreso de dólares, a costa de un derrumbe de la actividad interna. Por ejemplo, ya comenzó a contraerse el déficit comercial, y seguramente seguirá haciéndolo a medida que se profundice la recesión. El déficit turístico también se reducirá, por lo menos hasta que vuelvan a subir los precios internos en dólares. Y puede ocurrir que se reduzca la compra de dólares minoristas, en la medida que los excedentes personales se achiquen producto de la caída de los ingresos y la elevación del precio de la divisa.

Derrumbar el mercado interno para alejar el peligro del default, para restaurar la “confianza” de los prestamistas, que por esa vía se reinicie el crédito externo y se comience a expandir de vuelta la economía parece ser la hoja de ruta oficial.

El gobierno cuenta con una carta importante: hay un gran respaldo político internacional a la gestión de Cambiemos. Este gobierno, junto con el de Michel Temer en Brasil, son considerados assets (activos) estratégicos para el Occidente globalizador, ya que ambas administraciones están absolutamente entregadas a cumplir la agenda definida por los países centrales y las multinacionales: extranjerizar sus recursos (tanto naturales como empresariales) y participar como vasallos en el orden que las potencias atlánticas determinen.

Pero a diferencia de las valoraciones de los centros políticos, los capitales privados globales no reconocen esos mismos objetivos estratégicos y están muchísimo más apegados a las reacciones de corto plazo y al criterio de oro del riesgo y la rentabilidad. Para estos actores no hay amistad ni simpatía que reemplace los duros números y los actos de austeridad (para las mayorías) que los convencen para apostar en determinados territorios. Su vuelta o no a la Argentina, depende de logros políticos muy improbables del actual gobierno macrista.

 

El FMI hace lo que puede

No deja de sorprender la actitud compasiva del FMI en relación al oficialismo. Prácticamente no le ha fijado metas ligadas a castigos para este año –lo que deja ver un escenario impredecible que requiere otorgar a la gestión económica un amplio espacio de maniobra para ordenar el cuadro de situación— y le ha indicado al gobierno que será mucho más riguroso para el año 2019.

En algún sentido, el énfasis en los dos momentos (2018 / 2019) es inverso a la visión política oficial. Para Cambiemos, este segundo semestre deberá ser muy duro para volver creíble su macroeconomía, restaurar la “confianza” y luego “ablandar” la situación macroeconómica para llegar en buenas condiciones a octubre del año que viene. El Fondo, por el contrario, dejará hacer este año –siempre observando el ritmo de reducción del déficit fiscal— y limitará y pautará mucho más el accionar gubernamental el año próximo.

Seguramente Macri, consciente de ser un asset, aprovechará la blandura actual, confiando en que en 2019 el propio FMI será flexibilizado por la presión de poderes superiores. No va a ser una tecnocracia mediocre la que torpedee el proyecto de recolonización de América del Sur.

 

La salvación

¿Alcanzarán los dólares hasta fines de 2019? En el escenario que dibujan analistas oficialistas, la salvación del proyecto y su continuidad dependerán de: 1) La restauración de la “confianza”, o sea, la vuelta a tomar deuda en el mercado financiero privado global y 2) Que se produzca una buena cosecha, que algunos especialistas consideran posible dada la evolución climática prevista en 2019. Mucho más difusamente, la posibilidad de que ingresen fondos de inversiones genuinas, como las de Vaca Muerta, y en las otras áreas mencionadas explícitamente en la reciente conferencia de prensa presidencial.

En relación a la posibilidad de una buena cosecha, el problema generado por el propio gobierno es la libertad que otorgó a los exportadores para no ingresar los dólares en la Argentina hasta que lo consideren oportuno. Al privatizar la regulación de la oferta de dólares genuinos, creó una situación de chantaje permanente sobre todo gobierno nacional, incluidos ellos mismos.

En cuanto a la vuelta de la confianza del capital volátil en el mercado argentino, no sólo involucra lo que podría entrar nuevamente a la Bolsa, la compra de títulos públicos o a los bancos para financiar crédito, sino los fondos que podrían financiar los Programas Público-Privados para realizar grandes obras públicas necesarias para la imprescindible reactivación pre-electoral. Sin la reapertura de estas fuentes financieras, parece no haber viabilidad económica ni política para este proyecto.

 

Las pruebas políticas que definirán el rumbo

Si la cosecha es un dato en el cual pueden reposar expectativas razonables, la vuelta a los mercados, en cambio, es un dato sumamente volátil que dependerá de qué pase en 2018 tanto en economía como en política.

El gobierno deberá enfrentar y superar dos grandes pruebas políticas internas en los próximos meses, y rezar para que el panorama global no se complique más en términos de guerras comerciales y de monedas.

Las dos grandes pruebas a superar son: la viabilidad parlamentaria del ajuste promovido por el FMI, y la emergencia con chances ganadoras de una alternativa política ajena al neoliberalismo en el año electoral de 2019.

En un contexto de fuerte contracción productiva, la negociación del Presupuesto y de los ajustes a realizar en las provincias y en la obra pública dificultarán seriamente los consensos con la oposición colaborativa, por más amistosa que sea. Si el Presupuesto Nacional inspirado por el FMI encontrara dificultades para su promulgación, podría implicar la suspensión de próximos desembolsos de ese organismo, en un contexto de por sí frágil. En ese caso, las presiones sobre el dólar se redoblarían, tanto por parte de los grandes fondos como por el chiquitaje.

Si bien los que lideran la opinión son los grandes capitales, no debe menospreciarse el comportamiento de los pequeños. En el escenario de un traspié político significativo, el gobierno debería evitar que una nueva crisis cambiaria se transforme en una crisis bancaria, si los depositantes en pesos los reclaman para irse a comprar dólares, y si los depositantes de dólares (hoy 31.000 millones, más de la mitad de las Reservas) los reclaman para llevárselos a sus casas por miedo a que los bancos no los puedan devolver o que el gobierno “los tome prestados”. Es que la clase media ahorrista ya vivió la experiencia de otro gobierno campeón de la libertad y del mercado al que apoyaban, que les manoteó los dólares. Esa experiencia está impresa más profundamente que otras racionalizaciones posteriores. Por otra parte, sin Presupuesto fondomonetarista aprobado, y sin pruebas palpables de voluntad ajustadora por parte del gobierno, no volvería la confianza de los capitales volátiles y desaparecería uno de los salvavidas financieros de 2019.

 

El cráter del segundo semestre

El tamaño y la profundidad de la contracción económica que se está produciendo delante de nuestros ojos marcarán si la recesión se prolonga mucho en el tiempo o no. El FMI se caracteriza siempre por formular dos escenarios: un escenario expresión de los deseos del organismo (malo si el gobierno es populista y bueno si es neoliberal) y otro en dónde tratan de mostrar cierta solvencia técnica. En el escenario más realista de los formulados por el FMI, la economía argentina se contraería 1,3% este año, lo que significa que para el segundo semestre esperan un muy fuerte bajón que no sería fácil de remontar en los primeros meses de 2019.

En tal caso, el clima social se volverá fuertemente adverso. Y ni qué hablar del impacto sobre las intenciones de voto a fuerzas políticas que no se muestren abiertamente críticas con la agresión del gobierno al nivel de vida de las mayorías.

El problema es que las políticas del FMI sólo buscan tranquilizar el dólar y restaurar la confianza del volátil capital financiero por la vía de una muy severa contracción del mercado interno. Pero el sufrimiento social masivo aparejado por esas medidas lleva inevitablemente a instalar la demanda por políticas intervencionistas y protectoras del Estado para relanzar la producción y el empleo, defender el mercado interno y generar expectativas de progreso social. En una palabra, populismo.

Nadie puede esperar de los capitales volátiles, que además de no conocer lealtades son profundamente conservadores, que ante un panorama de resurgimiento popular vuelvan a poner un peso en la Argentina, por más que transitoriamente gobierne un amigo. De la mano de las encuestas, el salvavidas financiero de 2019 terminaría evaporándose.

La volatilidad cambiaria observada a partir del experimento macrista se ha vuelto una amenaza para la economía nacional y la estabilidad política. El dólar será en los próximos tiempos un delicadísimo condensador de climas y humores de la sociedad, especialmente de aquellos con cierto poder adquisitivo. Los pesimismos se reflejarán en presiones alcistas, y los raptos transitorios de optimismo en treguas cambiarias que permitirán volcarse hacia otros negocios financieros igualmente cortoplacistas.

El gobierno corre el riesgo de constituirse en el gran coordinador de todos los descontentos acumulados y potenciados por sus políticas. Para su propio destino, no será bueno que jubilados, trabajadores públicos y privados, gobernadores e intendentes, pequeños empresarios y productores agropecuarios y regionales, comerciantes, profesionales, estudiantes y vecinos adviertan que no todo se resuelve con la prosperidad de las empresas que operan en Vaca Muerta o en el mercado de LETES.

El reciente recorte a las asignaciones familiares para zonas postergadas de nuestro país, genera severas dudas sobre si Mauricio Macri y su entorno comprenden las reglas básicas de la gobernabilidad.

 

 

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