Un testigo de lujo

El experto mundial en pobreza Branko Milanovic estaba en Buenos Aires cuando todo se fue al diablo

De pura casualidad, pasé los últimos diez días en la Argentina, mientras  el país se adentraba en una de sus catastróficas crisis económica. Mi objetivo es compartir algunas impresiones, sin pretender que sean necesariamente correctas, dado que parte de ellas exceden mi área de especialización.

Sabía que la situación económica se había deteriorado, y leí con cierta sorpresa que Alberto Fernández  dejó detrás a Mauricio Macri, en unas elecciones que muchos extranjeros ni enteníamos en qué consisten.  La prensa en idioma inglés las denominó  "primarias" y si bien en algunos aspectos formales lo eran, en lo esencial eran algo distinto.

Lo primero que debe advertirse es  que en el último mes todo lo que podía salir mal, salió mal. Empecemos con el simulacro de elecciones que son las PASO. Se suponía que  los votantes elegirían a un candidato, entre varios de su propio partido, para que los representara en la elección presidencial, como hacen los demócratas y los republicanos en Estados Unidos. Pero en estas PASO argentinas, cada partido tenía un solo candidato, por lo que no había ninguna elección interna. El voto se convirtió en una mega encuesta electoral.  El hecho de que casi el 50% de los votantes, decidiera votar en la primaria de los Fernández  (16% más que quienes lo hicieron en la primaria de Macri) indica una clara intención de voto en las elecciones reales.  Esa brecha de 16 puntos porcentuales parece imposible de descontar para Macri.

Así, el resultado de esta rara elección convirtió al presidente en un pato rengo, cuando todavía faltan cuatro meses para que asuma su sucesor, dos antes de la elección y otros dos hasta la transferencia formal del poder. La casi certeza de la victoria de Fernández asustó a los inversores extranjeros (Alberto comparte la boleta con la ex presidente y  viuda de Néstor Kirchner, Cristina Fernández de Kirchner) y  en medio de una negociación con el FMI, la calificación de la deuda de la  Argentina fue rebajada. También produjo los primeros signos de una corrida contra el peso.

La situación política no podría haber sido peor para la estabilidad económica. Macri mantiene  la esperanza de una remontada, y supongo que su política económica  ahora se basa en ese cálculo político. Fernández es visto como el futuro presidente, pero en este momento, no tiene poder económico alguno. La situación habría sido mejor si Fernández hubiera podido asumir de inmediato, o si las PASO no hubieran  tenido lugar. La situación real es desestabilizadora.

A esto hay que sumar la economía. Con la devaluación del peso (10% durante los diez días que estuve allí), una economía dolarizada como la argentina se expone inmediatamente a un aumento de la inflación. La inflación actual es del 50% anual, pero es probable que se acelere. En un país donde todas las decisiones económicas están dolarizadas, cada aumento en el valor del dólar implica aumentos de precios. La pérdida de valor del peso hace que el dólar cada vez sea más atractivo como depósito de valor, y la expectativa de una mayor inflación y la devaluación del peso exacerban la demanda de dólares y la fuga de capitales al extranjero.

Como en toda la alta inflación, el tiempo es especialmente valioso. Un peso recibido mañana no tiene el mismo valor que un peso recibido hoy. Por ello, algunos comercios sólo aceptan pagos en efectivo o con tarjetas de débito; no  de crédito. En mi experiencia, esto sigue siendo una excepción, pero pronto podría generalizarse.

Al mismo tiempo, la economía se está contrayendo a un ritmo anual de alrededor del 2%, lo que obviamente significa menores ingresos y alto desempleo. La pobreza se estima en casi el 40% de la población. Los ingresos reales de las personas que cobran en pesos disminuirán aún más (ya que los ingresos nominales en pesos nominales no pueden equipararse con la inflación) y sus ingresos en dólares se reducirán aún más. La Iglesia Católica acaba de pedir al Presidente que declare la  emergencia alimentaria y, presumiblemente,  congele los precios de los alimentos. El racionamiento no puede entonces estar muy lejos.

De este modo se activa un círculo infernal donde todos tratan de salvarse mediante la conversión de todos los pesos en dólares, lo que constituye un incentivo adicional para que quienes aún no han cambiado todos sus pesos lo hagan lo antes posible.

En Grecia, donde también estuve, el retiro de euros era limitado. Vi allí algunos signos de pánico, pero creo que la situación argentina a corto plazo es peor. El euro continuó siendo depósito de valor y unidad de transacción; El problema era la escasez de euros, tal como la escasez de dólares en la Argentina, pero (obviamente) no había peligro de hiperinflación.

Para detener este ciclo infernal que es esencialmente impulsado por la política y la falta de confianza, se necesitan entradas masivas de divisas. A veces en Buenos Aires se expresa el temor de que incluso eso podría no servir, si la mayor parte de esas entradas se envían de inmediato al exterior. Pero claramente debería haber una entrada tan sustancial que fuera suficiente para detener la especulación y la fuga de capitales y reintroducir cierta estabilidad. Me parece que la Argentina está en una situación en la que el corto plazo domina todas las demás preocupaciones. Es como un paciente que se está desangrando, y el papel de los médicos no es preguntar si  tiene seguro médico o no, sino llevarlo rápidamente a la sala de emergencias. Creo que  las demás consideraciones sobre la reprogramación de la deuda y el resto solo podrán tener lugar cuando se reintroduzca un mínimo de estabilidad.

El papel del FMI es decisivo. Prestó enormes cantidades de dinero a Grecia y no hay razón para que América Latina deba ser tratada de manera diferente que Europa.

 

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