Un virus del espacio exterior

Mónica Müller, escritora y médica, sobre pandemias y medicalización de la sociedad

“Language is a virus from outer space”,
William S. Burroughs, The Ticket that Exploded.

 

 

 

Rosario. Una pareja que camina por la calle:

—¿Y ahora cómo hay que saludarse?— pregunta él.

Hay que evitar los besos, dicen que usemos el codo— asegura ella y enseguida hace una mueca chocando el brazo.

En una oficina pública de la ciudad, un joven llega de sus vacaciones en Brasil y al finalizar la jornada lo envían a su casa aunque no tiene síntomas. No viene de ningún país en riesgo por la activación de brotes pero su paso por un aeropuerto internacional enciende la alarma y automáticamente lo convierte en sospechoso de portar el coronavirus.  De todos modos se va luego de saludar con abrazos, compartir el mate, usar la computadora y haber atendido al público. Nadie se siente completamente a salvo.

Una mujer recorre sin éxito farmacias, perfumerías, locales de productos de limpieza en busca de alcohol en gel, el producto que adoptamos en 2009 con la llegada de la Gripe A y que hasta el momento no era de uso cotidiano salvo en el sistema de salud. Pero ahora no hay. Desde hace 15 días se agotó en todas sus variantes y el gobierno ordenó no sólo congelar los precios sino también redoblar la producción. Ante el desabastecimiento, un tutorial que explica cómo hacer alcohol en gel de forma casera suma 129,167 vistas en sólo un día. Y hacerlo uno mismo se suma a una serie de actividades para hacer puertas adentro del hogar en cuarentena.

El coronavirus que provoca la enfermedad Covid-19 fue notificado por primera vez en Wuhan (China) el 31 de diciembre de 2019. El 3 de marzo se conoció el primer caso en la ArgentinaHasta el sábado pasado no había casos de coronavirus en Rosario ni en Santa Fe y todo apunta a fortalecer las medidas de aislamiento.

En un sólo día también se cancela toda la programación pública masiva de la ciudad, la provincia y el país. Desde partidos de fútbol, recitales (el de Fito Páez que contaba con el trabajo de unas 300 personas en producción y esperaba la presencia de más de 5.000 como espectadores), y otros eventos para evitar aglomeraciones. Hasta el momento se evalúa si será conveniente realizar la marcha del 24 de marzo por la conmemoración de la dictadura militar de 1976.

Hay virólogos e infectólogos que sostienen que las medidas que se están tomando en el mundo son exageradas y otros que piden actuar de forma urgente.

¿Es más paranoia que pandemia? ¿Pueden los cuidados más sencillas evitar su propagación? ¿Cómo nos informamos y cuánta viralización falsa es más nociva que el propio virus?

La escritora y médica Mónica Muller (autora de los libros Pandemia y Sana Sana no le escapa al tema. Interesada por la medicalización en la sociedad y esa idea de que para todo síntoma hay una droga, escribió dos libros sobre la lábil frontera entre la salud y la enfermedad. Uno de ellos que bien podría releerse en esta cuarentena y será reeditado en pocos días: Pandemia. Los secretos de una relación peligrosa. Humanos, virus y laboratorios. En esta entrevista retoma lo sucedido en 2009 a partir del contexto actual y repite que pese a los “peligros, esta puede ser la oportunidad para modificar errores que por tan rutinarios no se discuten”.

 

 

 

 

–En 2009 escribiste Pandemia, un libro que tomó como disparador la irrupción del virus A (N1H1). ¿Se puede pensar en una relación entre lo vivido con la Gripe A y lo que está sucediendo ahora con el coronavirus?–Por supuesto que sí, hay relación estrecha entre la pandemia de gripe A (H1N1) de 2009 y la actual provocada por el Covid-19. Sumaría también la llamada Gripe Española de 1918, que provocó entre 30 y 100 millones de muertos en sólo ocho meses (la mayor causa de mortalidad en menos tiempo en la historia del género humano sobre la Tierra). Las tres han sido provocadas por virus respiratorios, las tres cayeron por sorpresa sobre una Humanidad desprevenida y las tres han sido y están siendo manejadas con los recursos disponibles en cada momento, con mayor o menor éxito.–En tu libro decías que los virus “son esos enemigos invisibles”. ¿Qué te interesa a vos como escritora y médica de su estudio? ¿Te pusiste a estudiar a este?–Tanto en mi rol como médica como en mi actividad literaria, los virus me han despertado siempre un interés extraordinario, porque representan una forma de existencia que poco tiene que ver con lo que conocemos como vida. Por su mecanismo de acción, por su forma de multiplicación y de subsistencia, por su comportamiento y hasta por su morfología, son tan disímiles con lo que conocemos como seres vivos, que se ha llegado a sugerir que su origen no es de nuestro planeta. Sigo las andanzas del Covid-19 desde el inicio y me fascina también en esta oportunidad su estrategia para infectarnos, diseminarse y burlarse de nuestra ciencia, tan orgullosa de sus logros. Los virus nos dan una dura lección de humildad todos los días. Sólo hay que saber escucharla.–Siempre está la idea de que los virus pueden mutar y hacerse más fuertes o diferentes y eso suma más alarmas. ¿Cuánto de mito y cuánto de verdad?

–Es exactamente así: los virus mutan, se ensamblan, se recombinan y crean estrategias para permanecer entre nosotros. Hay que entender que no existen fármacos capaces de aniquilarlos, a diferencia de lo que ocurre con las bacterias. En realidad los virus son inmortales. Dependen de nuestra propia vida para subsistir y sólo se extinguen cuando se extinguen los seres vivos que les dan el territorio y las condiciones para multiplicarse.

–Vivimos en sociedades donde tendemos a creer que estas epidemias están erradicadas, sin embargo no es tan así. ¿Cómo interpela al sistema médico esta situación?

–Creo que ningún médico cree que las epidemias están erradicadas. Esa idea sólo puede surgir de la ingenuidad infantiloide de creer en la ciencia como en una religión. También quienes no son médicos lo saben: todos vemos a diario resurgir brotes de enfermedades que se creían erradicadas, como el sarampión, que volvió a Latinoamérica después de 20 años de haber desaparecido.

–Entre las prevenciones que se manejan actualmente están: el lavado de manos y el aislamiento en aquellas personas que estuvieron en el exterior. Como si las soluciones más sencillas resultaran las más efectivas. ¿Es así?

–Lamentablemente es así. Las condiciones de vida saludables (agua potable, viviendas dignas, higiene, buena alimentación) y sobre todo la información para conocer los mecanismos de acción de los gérmenes, son las únicas herramientas útiles para protegernos de su ataque. Aunque no podamos evitar su presencia, saber cómo cuidarnos y cómo tener una inmunidad fuerte contribuye a que podamos defendernos mejor. Hablamos a la ligera del lavado de manos como si fuera accesible para todos por igual, pero desconocemos que la enorme mayoría de los habitantes de la Tierra ni siquiera tienen acceso a una canilla con agua limpia. Muchas veces veo madres bañando a sus hijos en bateas al aire libre en pleno invierno y me indigna la facilidad con que los privilegiados damos por hecho que todos pueden acceder al jabón y al agua que los privilegiados derrochamos. También la idea de la cuarentena sigue siendo una manera muy efectiva de cortar la diseminación de los contagios y sin embargo es tan antigua como la Humanidad. Se ha implementado durante la peste bubónica, durante las epidemias de cólera y durante la de fiebre amarilla en Buenos Aires, cuando no había nada por hacer salvo esperar el fin de la circulación del germen.

Lo primero que se pide en estos casos es una vacuna para dar por saldado el tema, y vos tanto en Pandemia como en Sana Sana mostrás tus críticas a la industria farmacéutica o a ciertas conductas y prácticas, comunes en nuestro país, como la de automedicarse. 

–En primer lugar, creo que la automedicación no existe. La gente no se automedica: la medican los medios, que abruman día y noche con mensajes publicitarios ofreciendo tratamientos y fármacos de venta libre. Basta con prender el televisor para creer saber qué droga comprar para tratar distintos cuadros. Quienes no son médicos no tienen por qué conocer los efectos adversos ni las contraindicaciones de esas drogas que son presentadas como panaceas por los laboratorios. Por otra parte los médicos, quemados por exceso de trabajo, adiestrados por los laboratorios y explotados por las empresas, no tienen la posibilidad de tomarse el tiempo necesario para saber quién es la persona que tienen sentada frente al escritorio: muchísimas veces recetan al voleo en cinco minutos lo que los visitadores médicos —empleados de los laboratorios— acaban de presentarles. Y no me refiero sólo a la práctica en los centros de salud públicos. Esto ocurre también en los mejores centros privados. Con esa receta en la mano y en ausencia de una explicación correcta por parte del médico, el paciente cree tener la solución a su problema y repite la receta cuando le parece adecuado, y distribuye la indicación entre sus conocidos. A eso se le llama automedicación, pero no es responsabilidad de los pacientes, sino el reflejo de la decadencia de la profesión médica y de los sistemas de salud.

 

 

 

Mónica Muller, con Chipi.

 

 

–Haz hecho cuestionamientos en varias oportunidades a la industria farmacéutica y los laboratorios, o bien a la mercantilización de la salud. 

–Con respecto a mi crítica a los laboratorios, no la generalizaría. Sería una irresponsable si criticara los extraordinarios avances que han producido en el tratamiento de enfermedades graves. Si no fuera por ellos nos moriríamos por una muela infectada o por una herida en la piel, como antes del descubrimiento de los antibióticos. O seguiríamos muriendo por cánceres que actualmente se curan en un enorme porcentaje de los casos. Lo que critico es que inviertan diez veces más en publicidad que en investigación, y que esa publicidad presione directa o subliminalmente a las personas a tomar determinados medicamentos. Critico que hayan hecho de los medicamentos productos de consumo, persuadiendo a la gente a tomar remedios que no necesitan. Critico que la enorme mayoría de las nuevas drogas que se aprueban todos los años no representan un avance terapéutico significativo sino que son la misma cosa con otro color y otra marca. Y finalmente critico que las drogas realmente efectivas diseñadas para curar enfermedades muy graves se vendan a precios tan exorbitantes que agotan los recursos de los sistemas de salud públicos y privados.

–Por último, una reflexión acerca del tratamiento de los medios de comunicación y de este temor basado en la desinformación que se fomenta, crece y hace que muchos se replanteen si dar la mano o un beso para saludar ante el aumento de casos de coronavirus.

–No estoy de acuerdo en que el temor se base en la desinformación. En este caso se basa en la información y está muy bien que la gente se plantee si dar o no un beso, si dar o no la mano, si ir o no al cine. El virus existe, el contagio existe y va a ser particularmente intenso durante los primeros meses. Las noticias que llegan de todo el mundo reflejan nada más que la realidad que se vive en cada país. Y las medidas que está tomando el gobierno, aunque puedan parecer demasiado estrictas, son las correctas para atajar la evolución de la epidemia en las primeras etapas, que es cuando debe hacerse. Los medios de comunicación sólo reflejan la realidad en la que viven. Si reciben información sesgada, intencionada, confusa y contradictoria la procesan como pueden, claro que muchas veces forzándola a favor de sus propios intereses económicos y políticos. Un problema adicional es que no hay en los medios de Argentina ningún periodista formado en ciencia. Los encargados de difundir información científica son meros reproductores de house organs de los laboratorios, y (quizás a veces con buena intención) alertan, aconsejan y desaconsejan medidas que no siempre son las más saludables para la población. El acceso libre por Internet a información médica de fuentes no confiables o interesadas termina de conformar un cuadro peligroso para el público que confía en ellos. Afortunadamente disponemos de tal cantidad de fuentes de información que podemos elegir a quién creerle, y qué consejos tomar en serio. El problema lo tienen las personas que no tienen acceso fácil a la lectura y sólo se informan por la televisión, o más aún por un solo canal que les da información sesgada, interesada o de pobrísima calidad.

 

 

 

* Publicado en el portal feminista rosarino Revistarea.com

 

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