Una brasa candente

El significante y el significado en el encuentro de los organismos con el Presidente

 

El lunes 13 de enero se abrieron las puertas de la Casa Rosada para recibir a las y los representantes de las trece entidades nucleadas en lo que se conoce como la Mesa de Organismos de Derechos Humanos.

El Presidente Alberto Fernández había acordado con Taty Alemeida ese esperado encuentro. En esa mañana tórrida, de uno en uno, nos fuimos amuchando para producir un hecho político de enorme contenido material y simbólico.

La sala Eva Perón fue la elegida para la ocasión y no fue casual. Se respiraba en ella un aire renovado. El desprecio de Macri por el Movimiento de Derechos Humanos había sido una constante en sus interminables cuatro años de gobierno. Aquel día, reinaba en el ambiente un sentimiento compartido, que se advertía en las caras sonrientes y los gestos animosos de todos y todas. Era eso de que finalmente los Derechos Humanos volvían a la Rosada.

Secundado por la Ministra de Justicia y Derechos Humanos de la Nación, Marcela  Losardo y el secretario de derechos humanos, Horacio Pietragalla Corti, el Presidente escuchó las primeras expresiones de Taty, Estela de Carlotto, Vera Jarach, Lita Boitano y Haydee Gastelú. Luego dejó en claro que él era quien estaba agradecido por nuestra presencia. Y fueron reiteradas sus expresiones de reconocimiento a la lucha histórica de los organismos, además de enfatizar que ese lugar estaba abierto para recibirnos siempre.

Cuando todo parecía indicar que allí concluiría nuestra visita, se generó una ronda de intervenciones de varixs compañerxs, que sin repetirse, pudieron expresar algunas de las preocupaciones previamente apuntadas en una agenda inacabada y centrada básicamente en algunos temas que nos desvelan: la preocupación por el retroceso en las políticas de Memoria, Verdad y Justicia que se evidenciaron durante el gobierno de Macri,  específicamente la ralentización de los juicios a los responsables del terrorismo de Estado; la mora en la conformación de los Tribunales Orales; los beneficios automáticos que se les viene otorgando a condenados por crímenes de lesa humanidad; la necesidad de acceder a los archivos de los servicios de inteligencia y de otras agencias estatales; el pedido de colaboración del Estado Nacional en la búsqueda y restitución de la identidad de las nietas y los nietos  que aún nos faltan; la necesidad de una profunda reforma en la administración de justicia; y un expreso pedido para que los efectos devastadores de una deuda externa contraída para condicionar el presente y el futuro de nuestro pueblo, no recaiga sobre los sectores más vulnerados por las políticas de ajuste del macrismo.

Todos por cierto trascendentes, aunque uno por sobre los demás, produjo un rico intercambio entre los asistentes y el anfitrión, del que intentaré dar cuenta, sin ninguna pretensión de originalidad y con las limitaciones propias de quien fuese parte interesada: la libertad de las presas y presos políticos del macrismo.

No me extenderé en lo que ya mucho se ha hablado y escrito sobre las voluntades y los procesos que los mantienen encarcelados en las penitencierias del sistema o bajo el regimen --menos cruel pero igualmente ominoso-- de la prisión domiciliara, a fuerza de violentar todo el ordenamiento jurídico vigente.

El peso específico del tema en cuestión determinó que fuera, a mi entender, el punto en la agenda, honrando así una prédica de nuestro espacio, sostenida en todos estos años.

Es que, como es sabido, desde la Mesa de Organismos se denunció ya a comienzos de 2016, la persecución que comenzó con el arbitrario encarclamiento de Milagro Sala y el de otros muchos compañeros y compañeras de la Organización Barrial Tupac Amaru, destinatarios del odio de los dueños de todas las cosas. Como lo hizo la propia Mesa luego, cuando esa persecución se dirigió contra la ex Presidenta Cristina Fernández de Kirchner y muchos de los ex funcionarios de los gobiernos kirchneristas.

 

De presos políticos y detenciones arbitrarias

Pero volvamos al punto en cuestión, las presas y los presos políticos. El  presidente escuchó con mucha atención nuestro planteo  y dio su opinión, que por cierto no nos era desconocida. No era que había cambiado de parecer. Ni nosotros lo hicimos. El Presidente reconoció, una vez más, que efectivamente existían detenciones arbitrarias y en todo caso admitió que podía haber una diferenciación semántica entre los dos conceptos que barajábamos.

Eso sirvió para que algunos, desconozco por qué o con qué intenciones, salieran a cuestionarlo y, peor aún, pusieran en duda el compromiso de la Mesa de Organismos en esta causa.

Pero ese mismo día, horas más tarde, en una entrevista con el periodista Gustavo Silvestre el Presidente dejó en claro que “las detenciones arbitrarias tenían el mismo efecto que un preso político”. Para muchxs de nosotrxs quedaba saldado el asunto.

Sin embargo, y para despejar posibles dudas, me voy a permitir intentar alguna explicación sobre el sentido de nuestra prédica, sin que esto signifique arrogarme representaciones que no tengo ni asumirme como interprete del espacio.

Cuando desde la Mesa de Organismos sostenemos la existencia de presas y presos políticos, lo hacemos porque reconocemos que las causas de la criminalización y encarcelamiento de quienes consideramos dentro de esa categoría, se basan en razones políticas. Por lo cual la arbitrariedad de sus detenciones aplica a esas motivaciones. Jujuy fue el laboratorio en el que primero se desplegaron esas prácticas. Después fueron los casos de Amado Boudou y Luis D’elia, entre otros, los que participan de esa misma caracterización.

 

Milagro Sala es Jujuy

Un caso emblemático, aunque reconocemos otros, es el de Milagro Sala. La detención ilegal y arbitraria de Milagro que ya lleva cuatro años, fue producto de una decisión del poder político provincial, es decir del gobernador Gerardo Morales y de un poder judicial sumiso y sometido a su voluntad.

Baste sólo recordar algunas manifestaciones públicas como la de Ernesto Sanz, reconocido referente de la UCR, que a su tiempo explicó ante la prensa, sin siquiera sonrojarse, que si Morales no detenía a Milagro "no iba a poder durar un día en el gobierno”. Recomiendo muy especialmente, para despejar cualquier duda al respecto, la lectura del libro La libertad no es un Milagro, sobre la situación de la líder de la Tupac Amaru, de Horacio Verbitsky, en colaboración con Alejandra Dandan y  Elizabeth Gómez Alcorta.

Más aún, cuando El Grupo de Trabajo sobre la Detención Arbitraria (GTDA) de Naciones Unidas reconoció, tras una denuncia del Centro de Estudios Legales y Sociales, que la detención de Milagro Sala era arbitraria, fue el mismísimo gobernador de Jujuy, Gerardo Morales, quien en respuesta a esa resolución, arremetió con una frase brutal y desafiante: “No voy a liberar a esa mujer”.

A confesión de parte relevo de prueba, un  principio que en derecho significa que quien confiesa algo libera a la parte contraria de tener que probarlo. Los dichos de esos señores, nos eximirían de tener que recurrir a cualquier otra constatación, para reconocer que la detención sin plazos de Milagro Sala, al igual que la del resto de sus compañeros y compañeras, tuvo motivaciones políticas, confesa la causa del carcelero y su esbirro.

Así, la arbitrariedad de esas detenciones, cobra inequívocamente el efecto de prisión política, en sintonía con lo que señaló el presidente de la Nación, Alberto Fernández, cuando respondiendo a una requisitoria periodística, asimiló la una a la otra.

 

De última hora

Nos sacudió por esta horas la noticia de que la Sala II Penal del Superior Tribunal de Justicia de Jujuy dispuso rechazar los recursos planteados por las defensas de Milagro y sus compañerxs, en una muestra más de que el imperio de la ley y la justicia en esa provincia no es más que una quimera. El reclamo por la  libertad de todos esos compañeros y compañeras deberá ahora transitar los resquicios de una Corte Suprema que, sin plazos para resolver, podría convertirlo en trofeo de ciertas apetencias corporativas.

En este juego de roles y responsabilidades y tras el pase de verónica, Morales termina ganando al sacarse de encima una brasa candente. Conociendo el paño y los actores, cabría preguntarse sobre los posibles costos que acarrearía resolver tamaña infamia.

La razón sabemos, es toda nuestra, queda esperar que el tiempo esté también de nuestro lado.

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