UNA CONFERENCIA TRASCENDENTAL

Solo la Argentina y Chile hicieron una reserva respecto a la noción de “disuasión integrada”

 

Probablemente, el predominio de la política doméstica (institucional, social, económica, entre otras) en medio de una multiplicación de tensiones internas en la Argentina explique la ausencia de debates preliminares y evaluaciones posteriores de la XV Conferencia de Ministros de Defensa de las Américas reunida en Brasil. Valga la pena señalar que algo semejante ocurrió en el resto de América Latina, donde el evento apenas si fue referenciado en algunos medios y escasamente comentado por especialistas. Esto no deja de ser inquietante pues se trató, a mi entender, de uno de los cónclaves en la materia de más significación coyuntural y potencial mayor impacto futuro.

Los recientes encuentros abordaron conceptos recurrentes y temas puntuales de un modo genérico. La XII Conferencia realizada en Trinidad y Tobago en 2016 destacó que los desafíos militares del continente incluían “las amenazas tradicionales y las nuevas amenazas”; noción esta última que por años la Argentina estuvo cuestionando. Subrayó la necesidad de “nuevos mecanismos de cooperación”; en particular ante los desastres naturales. Alentó a que los países aplicasen las recomendaciones de la OEA en cuanto a la “seguridad cibernética”. Mencionó los avances en el entonces proceso de paz en Colombia y colocó el acento en la asistencia humanitaria. La XIII Conferencia efectuada en México en 2018 enfatizó, por ejemplo, el valor de las misiones de paz en el ámbito de la ONU, la importancia de la preservación del medio ambiente y enumeró las recomendaciones de cinco grupos de trabajo ad hoc. La XIV Conferencia desarrollada en Chile en 2020 abordó temas más espinosos y hubo diferentes reservas de algunas naciones en la declaración final. Entre otros temas cabe aludir la situación en Venezuela y el papel de las instituciones de defensa ante el crimen organizado transnacional.

La cita de este año en Brasil se dio en un contexto internacional de alta pugnacidad y creciente incertidumbre. El Secretario de Defensa de Estados Unidos, Lloyd Austin, llegó a la cita con el obvio propósito de promover las prioridades de Washington: frenar y revertir lo que se considera la proyección regional de “actores malignos”. Su discurso remarcó la paulatina y evidente influencia de China. Ello concuerda con los argumentos expresados antes del encuentro en Brasil por parte de la Comandante del SOUTHCOM, Laura Richardson.

En este sentido, la declaración final de la conferencia es muy relevante en lo conceptual y lo temático. Respecto a lo primero, introduce la noción de “disuasión integrada”, reconociéndola—y ello es altamente significativo--como “un marco para mantener la paz y la estabilidad” en el continente. La disuasión integrada se introdujo en la Estrategia de Defensa Nacional estadounidense de 2022 y se ha tornado un concepto que Washington busca consensuar y consolidar en todos los ámbitos militares colectivos (por ejemplo, la OTAN), regionales y bilaterales. Implica “el empleo de una combinación adecuada de tecnología, conceptos operativos y capacidades, todo ello entretejido en una red tan creíble, flexible y formidable que hará dudar a cualquier adversario” y que se extiende al conjunto de alianzas que tiene Estados Unidos. El “adversario” más concreto, no único, es China y refleja, en el fondo una adecuación ampliada e institucionalizada de lo que en su momento, durante la administración del Presidente George W. Bush, se conocía como la “coalición de voluntarios” (coalition of the willing); lo cual suponía que Washington establecía la misión y llamaba a socios para acompañarlos. Al incorporar el concepto de disuasión integrada en todos los foros militares, Estados Unidos está logrando socializar al resto de sus aliados, socios y cercanos su estrategia de defensa. En algún momento, se supondría, todos serían llamados a secundar a Washington. Cabe destacar que solo la Argentina y Chile hicieron una reserva respecto a esta noción de “disuasión integrada” con la idea de contar con un “estudio del tema en mayor profundidad por la Junta Interamericana de Defensa”.

Respecto a la agenda temática de la declaración hay aspectos muy relevantes. Al inicio se mencionan “los conflictos presentes en todo el mundo, como la invasión a Ucrania y los actos de violencia ejercidos por grupos armados que aterrorizan la población de Haití”. Comparar uno y otro caso es sorprenderte por la dimensión y naturaleza diferentes de ambos y, en especial, por el rol poco constructivo de Estados Unidos en el manejo del tema haitiano. Pero lo importante fue que la Argentina y Brasil conjuntamente y México, adicionalmente, introdujeron reservas a la mención de la cuestión de Ucrania, en tanto asunto que compete a Naciones Unidas y no corresponde al ámbito de las conferencias interamericanas de defensa. A su vez, en otra reserva, Estados Unidos, Canadá, Colombia, Ecuador, Guatemala, Haití, Paraguay, Uruguay y República Dominicana condenaron “con firmeza la invasión ilegal” rusa de Ucrania.

Asimismo, se introdujo el tema del crimen organizado transnacional y “la cooperación y coordinación entre los Estados y las instituciones de Defensa y Seguridad”; lo cual hizo que la Argentina y Chile hicieran una reserva en el sentido de una “estricta conformidad con la legislación nacional vigente”. Esto implica, de acuerdo a la normatividad de cada nación en cuanto a la separación entre defensa y seguridad. Lo mismo sucedió—esto es, una reserva de Buenos Aires y Santiago— en materia del tema de la pesca ilegal. Por otro lado, el documento final muestra un frontal esfuerzo por “securitizar” cuestiones como la migración que se utiliza doce veces. En este caso, la Argentina, Chile y Perú incluyeron una reserva en relación al “papel de las fuerzas armadas frente a los flujos migratorios”. En breve, una suerte de expansión de las “nuevas amenazas” que usualmente incluían el narcotráfico y el terrorismo como ejes centrales. Una inflación de asechanzas que, al parecer, puede ir abarcando cuestiones adicionales en un futuro no muy distante.

El país sede de la siguiente conferencia ministerial será la Argentina en 2024; un año después de las elecciones presidenciales. Sin duda, y en virtud de los acelerados cambios mundiales y del incremento de la conflictividad, esa cita podría ser clave en materia de relaciones interamericanas en el área de la defensa. La competencia entre Estados Unidos y China se eleva y complejiza, al tiempo que América Latina atraviesa un período de inestabilidad y polarización. Se dibuja una suerte de nueva “marea rosada” en el área, aunque más modesta y con retos notables. Habrá que ver entonces si la región ante la XVI Conferencia de Ministros de Defensa de las Américas preserva aún cierto margen de autonomía para manejar la agenda militar con Estados Unidos o si la aquiescencia a Washington en ese frente prospera.

 

 

 

 

* Vicerrector de la Universidad Torcuato Di Tella.

 

 

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