UNA EN LA QUE SALIMOS TODES

Marcos Zimmermann construye fotográficamente un manifiesto político que celebra al pueblo argentino

 

Relato en imágenes. Crónica gráfica. Reservorio escópico de la argentinitud. Fresco social. Epítome visual de argentología. Testimonio etnográfico. Relevamiento político. Ensayo fotográfico, resume Marcos Zimmermann (Buenos Aires, 1950) para lo que caracteriza más ajustadamente como “retrato de un pueblo”, logrado intento de un relevamiento que lo llevó por todas las latitudes de la patria entre 2015 y 2018. Transcurso en el que logró plasmar con sus cámaras las gentes de este pueblo, habitantes de los paisajes que sin ellos —sin nosotros— sería mera tierra baldía.

 

Casabindo, Jujuy.

 

“La verdad que es capaz de exponer una cámara fotográfica puesta a registrar la realidad puede contribuir a disipar la oscuridad que avanza hoy sobre nuestros modos e iluminar las penumbras”, señala el artista en la introducción de Argentinos, el enorme libro enorme (21 x 28 cm, unas 400 páginas, como 4 kilos de papel ilustración, tapa dura) con doscientas noventa y tres fotos, que completan el centenar y medio que se exhibieron a fines de 2017 como avance en el Palais de Glace porteño. Despliegue en blanco y negro que en su conjunto conjuga un manifiesto político a construir en la retina de lector. Luego en sus neuronas, más tarde haciéndose discurso en tanto esas fotografías interpelan al individuo aislado como ciudadano, le extraen de su condición de consumidor, instalándolo —instalándonos— en un colectivo que es pura diversidad. “No es fácil discernir cuánto de cada modelo político hay en estas fotografías, en los contrastes que se plantean, por ejemplo, entre los humildes refrescándose bajo el puente y los privilegiados de Punta del Este”, anota el escritor Guillermo Saccomanno en entrañable prólogo donde postula incluir la obra dentro de “la gran novela nacional contemporánea”; como el Facundo, pero en fotos, en la distancia. No exagera.

 

Marcos Zimmermann, el autor.

 

Acontecimiento político en su despliegue estético, porta un fundamento ético que es el del pueblo que retrata. Cada imagen es respetuosa de sus protagonistas, evita el regodeo de la miseria en paralelo a la infatuación de la opulencia. De principio al fin, el trabajo subyace en los cuerpos tanto como en los objetos que constituyen su escenario. Trabajo activo, en pausa, en ausencia, doméstico, cotidiano, en descanso, en búsqueda, aún en el amoroso de la seducción o en las estrías del desengaño. Ni estrictamente geográfico ni exclusivamente arquetípico, el otro trabajo, el de Zimmermann, se ordena en una suerte de capítulos dispuestos en ese infinitivo inherente a lo perdurable: estar, migrar, andar, trabajar, estudiar, curar, creer, luchar, disfrutar, amar, soñar por supuesto. Cada uno de ellos precedido por un breve texto del autor que no sin timidez da a conocer su veta por la escritura. Pequeñas historias, ficciones o no, aportan clima y sustento que ponen en tensión las escenas que a continuación plantea, las enmarca y lanza en frases precisas cuya poética sobrevuela la profundidad histórica hasta tornarse actual. En Luchar, dice: “Quienes, como ellos, propiciaban el exterminio del indio, creían que la modernidad llevaba implícito el vacío previo. Que el concepto de futuro requería la destrucción completa del pasado. Había que silenciar la voz de los pueblos originales. Era ella el vehículo por donde iban y venían sus secretos. El ojal por donde se filtraban las conspiraciones y sueños. Se debía suprimir el pretérito. Y, lo que no pudiera aniquilarse, diluirlo en la miseria. Lo que estaba naciendo debía ser una nación completamente nueva. Sin olor a indio. Aunque en este gesto privaran a nuestra patria de los cimientos sobre los cuales erigir su mito fundacional”.

 

Ingenio azucarero, Tucumán.

 

Aún antes de Barthes, la fotografía convoca las palabras, hace hablar. Lo que resulta inusual y, aún, sorprende, es que la foto por sí misma, hable. Tal la raíz artística que Argentinos propone en su conmoción de escenas, capaces de desatar aquella interpelación tanto singular como colectiva que impide toda indiferencia o ajenidad. Hace usufructo de la marca de artista, ese rasgo singular que sobre el soporte técnico hace que ningún personaje, panorama, ambiente o secuencia se repita. Marca de autor cuya presencia se materializa en una iluminación renacentista que capta los rostros, se fija en los ojos y desde algún lugar cuestiona a la mismísima cámara. Detalles susurrados que convocan al descubrimiento propio de la observación detallada y, cuando no, dejan ese resabio pendiente de lo que resta por descubrir hasta hacer del espectador, interrogante.

 

Itatí, Corrientes.

 

Sutiles pinceladas cuyo plus de destino apunta a disolver todo efectismo, por más que la imagen conmocione en su potencia azarosa: el niño desnudo que apunta al fotógrafo con sus manitas hechas revólver, el otro bebé asido a los pies del Cristo crucificado mientras el padre lo sostiene sin saber qué hacer, las figuras fisgonas que amagan desde planos secundarios, el letargo del paisano sobre los destruidos piletones erigidos por Milagro Sala, las miradas cruzadas de los obreros de la yerba, el trabajador de la salina que farfulla la interrupción de su almuerzo, las hormonas que estallan en una secundaria privada de provincia, el burgués y su rubia. Imágenes oportunas y más, propicias en un día como el de hoy, cuando amerita honrar la belleza, festejar la fiesta de la democracia y a quienes lucharon para hacerla posible, celebrar el pueblo que somos. Argentinos.

 

 

 

FICHA TÉCNICA

Argentinos

Marcos Zimmermann

 

 

 

 

Buenos Aires 2019

388 págs.

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