UNA ÉTICA DE LA UNIDAD

Para la Grandeza de la Nación y la Felicidad del Pueblo

 

En diciembre de 1981, los titulares de las cinco principales fuerzas políticas del país, el Partido Justicialista, la Unión Cívica Radical, el Movimiento de Integración y Desarrollo, el Partido Intransigente y el Partido Demócrata Cristiano, integrantes de la denominada Multipartidaria Nacional, hacían un llamamiento a la Nación titulado Antes de que sea tarde. Señalaban allí que, sin renunciar a sus identidades, deponían antiguas rivalidades para buscar denominadores comunes para enfrentar la más profunda crisis que atravesaba el país en toda su historia. “Se han acentuado dramáticamente —señalaban— los sufrimientos del pueblo que ve crecer su angustia, su incertidumbre, su miseria y se siente oprimido y ultrajado… La crisis es profunda, estructural y global. Cala muy hondo en lo económico, en lo social, en lo político y en lo moral. Afecta los valores esenciales para la convivencia”. Era la herencia de un neoliberalismo protegido por escudos militares.

La movilización política fue advertida por un régimen cívico-militar en descomposición que quiso salir del atolladero recurriendo a una guerra disparatada y allí selló definitivamente su suerte abriendo el camino a la restauración democrática. Desafortunadamente el gesto unitario que había ensayado la Multipartidaria se reveló fugaz y en esa fugacidad probablemente se encuentren claves para comprender las vicisitudes de la democracia en las más de dos décadas siguientes. Lógica de la oposición, diferencias al interior de los partidos y aspiraciones hegemónicas desestimaron la oportunidad de obrar mancomunadamente y, en un contexto mundial hostil para los empeños nacionales de contenido social, le abrieron el camino a políticas neoliberales ahora arropadas con vestimentas civiles.

El diagnóstico de 1981 pudo ser el del inicio del nuevo siglo y puede ser, recargado, el que corresponderá al 2019. La herencia que se recibirá del actual gobierno da la medida de lo que será el esfuerzo de reparación y reconstrucción. La combinación de tsunami y bomba neutrónica dejará muy pocas cosas en pie. Como a fines de los '80 y de los '90 no se trata  solo de la economía, de la desarticulación del sistema productivo y del peso de la deuda. El Presidente ha confesado que su propósito va más allá del cambio económico, procura una profunda transformación cultural. Confesión estremecedora a poco que se medite sobre su significado y alcances. Se trata –nada menos— que de las creencias y del sistema de valores sobre los que se edifica la convivencia en una sociedad.

La magnitud del daño necesitará de un fenomenal esfuerzo de reconstrucción que, a su vez, solo podrá encarar con éxito un gobierno que exprese a una amplia coalición política y social capaz de obtener una holgada mayoría electoral. Gobierno constituido con espíritu emancipatorio y capaz de responder a las urgencias construyendo futuro a mediano y largo plazo. Porque habrá que poner en pie el sistema productivo, recomponer el tejido social perforando pisos de pobreza e indigencia que no pudieron ser alcanzados en gestiones con mayor sensibilidad social, restablecer la plena vigencia del estado de derecho, rehabilitar la ética pública y el servicio de justicia, retomar orientaciones autónomas en materia de política exterior, recuperar una cultura solidaria, refundar a una política contaminada por corrupciones, falacias, falsedades y odios. En suma, construir una nueva esperanza antes de que sea tarde.

Tal empresa debería comenzar por poner en el centro del empeño político a una ética de la unidad. Mucho más profunda y menos fugaz que aquel acento unitario que se insinuó en la Multipartidaria. No solo las ideas y el programa antes que los hombres y los nombres, sino la disposición de muchos a renunciar a legítimas aspiraciones y dejar de lado el criterio “del que más mide” en favor de quien o quienes estén en mejores condiciones —y tengan las mayores capacidades—  para conducir a la Nación hacia una verdadera transformación.

 

 

 

INTEGRAN EL GRUPO  CONVERGENCIA  XXI

Agustín Colombo Sierra, Enrique Del Percio, Juan Carlos Herrera, Ernesto López, Juan López Chorne, Pablo Martínez, Germán Montenegro, José Paradiso, Raúl Sánchez Antelo, Luis Tibiletti, José María Vásquez Ocampo.

 

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