Una falsa opción

No es real la contradicción entre salud y economía

 

Puestos a otorgarle algún lugar para el debate inmediato a los portavoces ansiosos de la idea sobre la carencia en la Argentina —de medidas públicas gubernamentales que atiendan, a la par del cuidado sanitario, las urgencias económicas—, intentamos ver desde donde se puede tomar esa supuesta argumentación como algo real, o sea si tiene existencia válida la contradicción esgrimida entre salud y economía.

¿Puede acaso ser tomada en serio cualquier afirmación, en cualquier país del mundo, que no coloque en la cúspide de su interés la defensa de la vida de los habitantes?

Cuando el Presidente Alberto Fernández dice que “prefiere tener 10% más de desocupados que 100.000 muertos”, es poco probable que alguien le retruque con que prefiere tener 100.000 muertos antes que un 10% de desocupación. Varios lo piensan pues, por su ubicación social y riqueza no se ven incluidos jamás entre posibles contagiados. Entonces defienden otro coste, el de sus intereses económicos. Y lo sostienen en el valor estadístico que la medicina ha dado, cual pronóstico deportivo, a la letalidad del Covid-19 en su ya famoso promedio de “80% nada grave, 15% con alguna complicación y 5% muy preocupante”. En esos valores, no es extraño que quienes se sienten lejanos del contagio y más distantes aún de ese 5%, hagan cálculos donde fusionan malamente la salud, la economía y los negocios y concluyen que no es tan substancial ni grave una pequeña dimensión de muertos. Total, y repiten hasta el hartazgo “mas murieron el año pasado de gripe común” y “mas mueren en accidentes de tránsito”. Bellaquería pura, cero ciencia y sobre todo omisión de ética comunitaria.

En verdad no hallamos nada que justifique darle categoría al planteo dicotómico entre salud y economía. Entonces, nos queda la posibilidad de entenderlo como una creación interesada de quienes, en verdad, pretenden inclinar la balanza hacia una de las partes, sin contradicitio in terminis.

La pandemia obliga al mundo entero a una práctica institucional, cultural y  social desconocida. Aislamiento de millones de personas, carencia de respuestas sanitarias acordes, paralización de actividades, pánico como cotidianidad son algunas de las situaciones por las que en forma inédita deben atravesar las sociedades. Nuestro país no escapa a esta dantesca descripción.

Esta singularidad histórica alumbra novedosas y creativas formas de entender cómo se gobierna. Cómo se busca el bien común. Cómo se defienden los valores más importantes en cada sociedad.

El poder es un tiempo, sólo existe cuando se practica. El poder es un hacer, sólo se manifiesta cuando se ejerce.  En esta elucidación, como sustantivo, podemos razonar sobre el actual escenario argentino y cómo el gobierno nacional va tomando medidas y definiendo políticas públicas para enfrentar de la mejor manera esta crisis inusitada e inédita.

Y elige, en más de una ocasión aclarado por el Presidente Alberto Fernández, hacerlo en forma integral y con eje en el único sentido que puede existir hoy y ahora, que es la defensa de la salud de los argentinos y evitar que mueran personas en vastas cantidades.

Es una clara definición por el sentido moral de las decisiones públicas y una clara demostración de humanismo frente a la demanda de liderazgo que el pueblo argentino requiere de quienes administran la cosa pública.

¿Significa esto que no se tiene en cuenta la economía en lo que se hace? En absoluto puede afirmarse algo así.

Las decisiones institucionales desde lo social y lo económico tomadas a la par de las sanitarias hablan de un derrame de más de 400.000 millones de pesos en efectivo sobre la población más vulnerada y que debió dejar sus tareas laborales, perdiendo de esa forma sus ingresos. Esto no solo morigera en parte esa situación familiar sino que construye en términos de mercado un gigantesco flujo de consumo asegurando demanda que a su vez garantizará la oferta.

Se ponen en marcha alternativas laborales y de distribución de recursos a velocidad intensa y se planifica desarrollar desde el Ministerio de Obras Públicas 400 emprendimientos de pequeña escala como cloacas y cordón cuneta en municipios del interior del país con una inversión que supera los 25.000 millones de pesos, se levantarán doce hospitales modulares (nueve en el Conurbano) que no solo demandan mano de obra sino que sumarán a la dura pelea contra el coronavirus, se finalizarán las 50 obras sanitarias más urgentes. También desde el Estado nacional envían fondos a municipios, de todo el país, para pagar salarios

Como formas de aliento al movimiento financiero, crediticio y de ahorro para los sectores perdidosos de rentabilidad se prorrogó el pago de contribuciones patronales (esto es un beneficio para más del 56% de las pymes que engloban casi 4 millones de trabajadores) y suspenden embargos a empresas, hay asignación compensatoria del salario, congelamiento de tarifas de servicios y de transporte público, duplicación de AUH, asistencia especial en comidas a sectores desprotegidos para su alimentación, aumento de pensiones y jubilaciones, otorgamiento del IFE ingreso familiar de 10.000 pesos que recibirán más de 8 millones de beneficiarios.

No importa detallar taxativamente dónde y cómo se atiende, desde el Estado, esta cuarentena que es la mayor de la historia y que desconoce formas de resolución típica. Pero, a todas luces, se observa y comprueba que hay respuesta a muchos requerimientos que exceden lo sanitario.

Un dato: desde París, la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos​ (OCDE) estima que en países desarrollados cada mes de confinamiento reduce el PBI en 2 puntos. Terrible. Pero veamos que durante 2019 y según datos del Global Peace Index, los conflictos armados actuales tuvieron un costo de 13% del PBI mundial. Todo es relativo.

Y así es el presente, con una amenaza, la más importante que haya tenido una sociedad en cuanto a la posible pérdida de vidas humanas. Esta estrenada versión del Apocalipsis viene con riegos en salud pero también sociales y económicos.

Hubo que priorizar el cuidado del valor supremo, la vida de nuestros semejantes, y se hizo con una buena y pronta reacción que restringió la propagación del virus. Se organizaron los servicios de salud, se ampliaron y mejoraron infraestructuras acordes y se volcó un enorme esfuerzo económico hacia la protección y cuidado de la parte más vulnerada de la Argentina, tanto por la intimidación de la epidemia como, para evitarles crisis alimentaria y económica.

Hay una respuesta integral desde el Estado. Hay una respuesta correcta, posible y tomada en función de decisiones médicas, sociales y económicas.

En esta Argentina tan cerca de viables hecatombes y donde la cotidianidad muestra disputas, sacrificios y heroísmos ante el antagonista contagioso, también existen pocas voces (amplificadas hasta el abuso en diarios, radios y canales de TV), algunos medios y muchos intereses en desnaturalizar lo que, toda la sociedad, está realizando.

 

 

 

 

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