UNA IDEOLOGÍA EN MOVIMIENTO

Entrevista al Gringo Amichetti, de la Corriente Federal de Trabajadores

 

Al filo de un nuevo 17, una entrevista con el secretario general de la Federación Gráfica Bonaerense y motor de la Corriente Federal de Trabajadores. Héctor Amichetti recorre su relación con el peronismo y concluye en el análisis de los motivos que favorecieron la persistencia. En el medio, un diagnóstico agudo sobre el presente y los desafíos del movimiento obrero argentino.

—¿Desde cuándo sos peronista y qué significa el peronismo para vos?

—Pertenezco a una generación que creció con el peronismo prohibido, borrado caprichosamente de nuestra historia por quienes no pudieron superarlo con sus políticas y, muy por el contrario, agigantaron su vigencia favoreciendo su retorno al gobierno en 1973, también en 1989 aún con su desviación neoliberal, en 2003 y nuevamente en 2019. Abrazar la causa peronista desde comienzos de la década del ’70, como es mi caso, cobraba enorme significado en la medida que el peronismo era la identidad que unía fundamentalmente a los trabajadores y trabajadoras en una larga resistencia con origen en el golpe militar de septiembre de 1955, permitiéndole mediante el ejercicio de los más variados métodos de lucha frustrar todos los intentos dictatoriales o pseudodemocráticos. Podría definir al peronismo como una ideología en movimiento, basada siempre en la búsqueda del bien común, un movimiento que expresa claramente el interés de las mayorías nacionales otorgándole así capacidad para poner límites a las aspiraciones de abuso y dominación que se ejercen en perjuicio del pueblo argentino al igual que contra los pueblos y naciones en todo el mundo.

—¿En qué experiencias históricas abreva la Corriente Federal de Trabajadores?

—La Corriente Federal de Trabajadores reafirma una concepción histórica que llamamos Sindicalismo de Liberación, que se manifiesta claramente a partir del derrocamiento del gobierno de Juan Perón y de la interrupción violenta de la revolución peronista en los Programas de la Falda en 1957, de Huerta Grande en 1962 y en el Programa del 1º de Mayo de la CGT de los Argentinos. Todos estos pronunciamientos reivindican entre otros aspectos los avances en cuanto a reafirmación soberana que se produjeron en Argentina a partir de la nacionalización de los recursos naturales y del sistema financiero, el control estatal de los servicios públicos y del comercio exterior, con el fin de garantizar una justa redistribución de la riqueza, el desmantelamiento de los monopolios, el desarrollo de la industria nacional y la necesidad de trabajar por la integración latinoamericana. Ratifican además la necesidad de protagonismo del movimiento obrero organizado para asegurar el éxito de un proyecto nacional y continental de liberación y expresan de manera contundente que no hay posibilidad de sostener en el tiempo la Justicia Social en el marco de la dependencia, cuando a una nación se le niega su derecho elemental a la autodeterminación. Tras el genocidio iniciado en marzo de 1976 y la recuperación de la democracia en 1983, la CGT conducida por Saúl Ubaldini retoma esa concepción sindical con el Programa de 26 puntos que comienza exponiendo claramente la necesidad de liberarse de un nuevo instrumento de dominación que es la deuda externa, anticipando con suma lucidez que los nuevos golpes de Estado vendrían de la mano del poder financiero.

—Entremos en la actualidad. ¿Es posible hacer un debe y un haber a un año de las elecciones que llevaron a Alberto Fernández a la presidencia? 

—El salvajismo de las políticas neoliberales ejecutadas por el macrismo colocó a nuestro país en una situación de crisis económica y social extrema que ya sabíamos que condicionaría al gobierno del Frente para Todos en su objetivo de poner a la Argentina de pie. La pandemia agravó la situación, el gobierno comenzó su gestión tomando medidas urgentes para paliar la angustia de los sectores más empobrecidos, las jubilaciones y pensiones más bajas, la compensación en parte de la pérdida sufrida por los salarios frente a la inflación, las moratorias para evitar el quiebre de infinidad de pequeñas y medianas empresas endeudadas por los tarifazos y la recesión. La inesperada cuarentena extendida en el tiempo obligó a volcar recursos extraordinarios para garantizar lo mínimo e indispensable a millones de familias y preservar fuentes de trabajo. Todo esto, más los resultados de la compleja renegociación de la deuda externa privada deben ser puesto en el haber del gobierno de Alberto y Cristina. El poner marcha atrás en el anuncio de intervención expropiación del estafador Grupo Vicentin frustró la posibilidad de ejercer una participación estratégica del Estado en el comercio exterior de cereales, sector sumamente concentrado y extranjerizado sin ningún control ni compromiso con un proyecto nacional de redistribución necesario para reactivar la economía fortaleciendo al mismo tiempo la industria nacional. Desde el punto de vista de la necesidad de modificar la correlación de fuerzas con las corporaciones, que agigantaron su poder durante el reinado del neoliberalismo, creo en la necesidad de que el gobierno privilegie sus alianzas con los sectores que naturalmente deben constituir un gran Frente Nacional: clase trabajadora organizada, pymes del comercio y la industria, organizaciones de la economía popular, cooperativismo, pequeños y medianos productores agropecuarios, estudiantes, intelectuales comprometidos con el pensamiento nacional. Esta alianza es lo único que puede convertir a la democracia liberal que limita la participación en las decisiones a los partidos políticos dentro del marco de los Poderes Ejecutivo y Legislativo, en una democracia social con protagonismo activo de las organizaciones libres del pueblo.

—¿Es necesaria y además posible una reorganización de la Confederación General del Trabajo?

—Es sumamente necesaria la reorganización, incluyendo a todos los sectores en los que actualmente se divide el pueblo trabajador organizado e integrando sin lugar a dudas a los trabajadores de la economía popular. La unidad sólo será efectiva en torno a un planteo programático que supere la debilidad de los acuerdos superestructurales entre dirigentes. La CGT reorganizada debe garantizar un funcionamiento democrático mediante periódicas convocatorias a plenarios de Secretarios Generales y de Delegaciones Regionales y al Comité Central Confederal como instancia imprescindible para la toma de las decisiones más importantes. La CGT unificada y con programa debe convertirse en eje articulador del gran Frente Nacional, con capacidad de movilizar a las fuerzas del trabajo y la producción de manera conjunta con los sectores de la investigación tecnológica y científica, con el supremo objetivo de construir la grandeza nacional y garantizar definitivamente la felicidad del pueblo argentino.

—Un nuevo 17 de octubre. Aunque todos los pueblos tienen su historia, ninguno ha sostenido tantas décadas una identidad colectiva. ¿Dónde está la clave?

—El peronismo surge en aquella histórica jornada del año 1945 de un movimiento de masas que supera las limitaciones que el sistema capitalista impone a los partidos políticos. Es más, nace con todos los partidos en contra y, tras liberar a su líder, los trabajadores y trabajadoras deben crear un partido político para participar y ganar una elección. Con la victoria del Partido Laborista y Juan Perón en la presidencia, los argentinos y argentinas alcanzaron la más alta expresión de una democracia representativa, republicana, federal y social, lo que permitió una transformación profunda de la estructura económica, el equilibrio justo entre la acción del Estado y el sector privado y la consolidación de la Justicia Social, con el agregado de que todo ello fue plasmado en una nueva Constitución Nacional, la de 1949. Este proceso revolucionario y popular forjó una conciencia indestructible en la clase trabajadora que se ha venido trasladando de generación en generación, convirtiendo al peronismo en un “fenómeno maldito” para el establishment, un verdadero y constante estorbo para el orden establecido, como acertadamente lo definiera en su tiempo el gran compañero John William Cooke. Las sucesivas y periódicas resistencias, con forzados exilios, persecuciones, encarcelamientos, fusilamientos y genocidio incluido, pueden haber debilitado pero no doblegado esa conciencia que se sigue expresando en organización y capacidad de movilización. La filosofía peronista encarna valores humanos inalterables con el paso del tiempo, planteando un modelo de comunidad organizada y liberada que tanto puede ser mostrada como lo mejor del pasado como una esperanza para el futuro, un modelo que quizás puede vislumbrarse como único sistema posible para rescatar a un mundo dominado por un materialismo criminal que está poniendo en riesgo a la propia humanidad.

 

 

 

* Publicado en La Señal Medios.

 

 

 

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