Una luz de esperanza

Ambiguo “plan de paz” de Trump y Netanyahu para Gaza

Sonrisa del jefe de Estado de Israel ante un plan para convertir a Gaza en una inmensa prisión y que no menciona la ocupación militar en Cisjordania.

 

La decisión de Hamás de liberar a los rehenes y el pedido de Donald Trump a Israel para que detenga la ofensiva militar en la Franja de Gaza es una noticia impactante que alienta la esperanza de que, al menos por el momento, se pueda poner fin al sufrimiento del pueblo palestino. Ha sido recibida con enorme beneplácito porque la inmensa mayoría de ciudadanos decentes del mundo desean que el horror acabe cuanto antes. Trump acogió positivamente el mensaje de Hamás y en un video publicado en sus redes sociales aseguró estar “cerca de lograr” que termine la guerra de Israel en la Franja de Gaza. Además, exigió a Israel que cesara al instante los bombardeos sobre el enclave palestino para poder dar lugar a la liberación de los rehenes que siguen bajo custodia de Hamás. Al momento de redactar esta nota, según el diario israelí Haaretz, el gobierno de Netanyahu habría dado instrucciones al Ejército para “realizar exclusivamente operaciones defensivas en la Franja de Gaza, deteniendo la operación para tomar el control de la ciudad de Gaza”. Numerosos jefes de gobierno y el secretario general de Naciones Unidas, Antonio Guterres, saludaron el anuncio considerando que al menos se conseguía el objetivo de un alto el fuego que permitiría detener el genocidio en Gaza. Sin embargo, la ruta hacia una paz duradera es muy escabrosa y el denominado “plan de paz” para Gaza, presentado en la Casa Blanca en forma conjunta por Donald Trump y Benjamín Netanyahu, tiene como rasgo principal la ambigüedad, dejando abiertos numerosos interrogantes.

Según la Real Academia Española, se considera ambiguo un texto que puede entenderse de varios modos o admitir distintas interpretaciones y dar, por consiguiente, motivo o dudas, incertidumbre o confusión. Si, además, Trump se asigna la facultad de interpretar el texto, el riesgo de ambigüedad se duplica dado el comportamiento impredecible y temperamental del nuevo emperador. No obstante, tal como señala el diario español El País en un editorial, si bien “el ultimátum de Trump y Netanyahu a Hamás no es un plan de paz para Gaza, supone una oportunidad para que cesen las muertes. No es una hoja de ruta hacia la paz, pero la urgencia del horror exige darle una oportunidad porque pondría fin a la guerra inmediatamente”.

 

Contenido del plan

El documento aborda cinco ejes temáticos: alto el fuego, desarme, asistencia humanitaria, administración transitoria y futuro político de la Franja.

El primer punto regula el cese de hostilidades y el canje de rehenes y prisioneros. Se establece que Israel detendría su ofensiva y retiraría tropas a unas líneas trazadas en el interior de la Franja según un mapa que acompaña el texto, mientras que Hamás liberaría rehenes a cambio de la excarcelación de varios centenares de presos palestinos. En cuanto al desarme, el plan exige a Hamás la entrega de las armas y la eliminación de toda infraestructura militar, contemplando la posibilidad de salida voluntaria de sus combatientes.

En materia de seguridad, se prevé la creación de una Fuerza Internacional de Estabilización (ISF, por su sigla en inglés) producto de una “colaboración de Estados Unidos con socios árabes e internacionales”, que actuaría como garante durante la transición, entrenando fuerzas policiales palestinas y coordinándose con Israel y Egipto. Es decir que contempla el estacionamiento de tropas norteamericanas en Gaza. La retirada israelí sería gradual y condicionada al progreso del desarme, lo que otorga al gobierno de Netanyahu un poder de veto implícito. En el mapa presentado junto con el plan se observa una franja que rodea a Gaza denominada “security buffer zone”. Según el plan, este “perímetro de seguridad”, ocupado por fuerzas israelíes, “permanecerá hasta que Gaza esté debidamente protegida de cualquier amenaza terrorista resurgente”.

En el tema de la administración transitoria, se contempla un comité palestino “tecnocrático y apolítico”, responsable de la gestión diaria de los servicios públicos y los municipios para la población de Gaza, compuesto por “palestinos cualificados y expertos internacionales”, bajo la supervisión y el control de un nuevo organismo internacional de transición denominado “Junta de Paz”, dirigido y presidido por Trump junto con los miembros y jefes de Estado que Trump elija. Este organismo establecería el marco y se encargaría de la financiación de la reconstrucción de Gaza “hasta que la Autoridad Palestina haya completado su programa de reformas, y pueda recuperar de forma segura y eficaz el control de Gaza”. Se contempla también un “plan de desarrollo económico de Trump” para reconstruir y dinamizar Gaza, convocando a los expertos “que han contribuido al nacimiento de algunas de las prósperas ciudades milagrosas modernas de Oriente Medio”, redacción que revela el estilo hiperbólico y egocéntrico característico de Trump.

 

El futuro político

En cuanto al futuro político de la Franja, se anuncia expresamente que “Gaza será una zona desradicalizada y libre de terrorismo que no supondrá una amenaza para sus vecinos”. Se añade que “Israel no ocupará ni anexionará Gaza”, al mismo tiempo que “Hamás y otras facciones no desempeñarán ningún papel en el gobierno de Gaza, ni directa ni indirectamente”. Otra mención importante es la de que “nadie será obligado a abandonar Gaza, y quienes deseen marcharse serán libres de hacerlo y de regresar”, lo que de algún modo parece frustrar los planes de traslado forzoso alentado por la ultraderecha religiosa judía. Se establece que en la medida “que se lleve a cabo fielmente el programa de reformas de la Autoridad Palestina”, podrían darse finalmente las condiciones “para una vía creíble hacia la autodeterminación y la creación de un Estado palestino, lo que reconocemos como la aspiración del pueblo palestino”.

 

Los puntos críticos

Lo primero que debería señalarse es que el “plan de paz” no contempla ninguna intervención de las Naciones Unidas, que sería la institución imparcial más adecuada para implementar un plan de paz y desplegar tropas sobre el terreno en un conflicto internacional. Esta elusión no es casual y marca el estilo Trump, de ignorar a la organización internacional más relevante en cuestiones de paz, para asumir un rol de emperador investido de amplios poderes de juez inapelable. Es justamente lo que ha permitido, según se ha sabido después, que Trump modificara en favor de Israel el plan original que había negociado con los países árabes. Esos cambios de última hora habrían provocado enorme malestar en Qatar, Arabia Saudí, Egipto, Jordania y Turquía, sorprendidos al comprobar que el documento final difería en cuestiones sustanciales con el que habían consensuado con Washington. Algunos analistas piensan que Trump, en busca de su ansiado Premio Nobel, desea realmente impulsar un proceso de paz, pero cada vez que se encuentra con Netanyahu, el experto y astuto líder israelí se fuma en pipa a una persona torpe que manifiesta una ignorancia supina sobre el modo de conducir los asuntos internacionales.

En cuanto a otras cuestiones que dejan puntos oscuros, la propia Hamás se ha encargado de reclamar precisiones. La organización palestina dijo el viernes que aceptaría algunos aspectos del plan de Trump para poner fin a la guerra de Gaza, incluida la liberación de rehenes y la entrega de la administración del enclave, pero que buscaría negociaciones sobre muchos de sus otros términos. Hamás añadió que “en este contexto, el movimiento afirma su disposición a entablar negociaciones de inmediato, a través de los mediadores, para discutir los detalles”. Según responsables del grupo islamista, citados por medios de Arabia Saudí, Hamás reclama que se concreten los contornos imprecisos de algunos de los 20 puntos del plan de Trump. Entre ellos, demanda el establecimiento de un calendario con fechas precisas del repliegue del ejército israelí de la Franja o las garantías de que la ofensiva de Israel acabará realmente y no dará paso a una reanudación de los ataques como sucedió en marzo, cuando el gobierno de Netanyahu rompió unilateralmente la tregua acordada en enero. Hamás, que ha aceptado voluntariamente no formar parte de un futuro gobierno del enclave, rechaza el establecimiento de un gobierno de transición supervisado por un organismo internacional liderado por Trump y defiende que sean los palestinos, incluso si su perfil es tecnocrático y no político, quienes gobiernen la Franja. El grupo islamista aspira también a conservar parte de su armamento y reclama una enmienda al plan de Trump que distinga entre armas ofensivas, que entregaría, y defensivas, que pretende conservar.

En cuanto al “plan de desarrollo económico de Trump para reconstruir y dinamizar Gaza” (punto 10), parece dejar reservado el negocio inmobiliario a la familia del Presidente norteamericano. Es inevitable vincularlo con el plan de construir una “Riviera” en la costa gazatí, según lo publicado por The Washington Post este verano. Ese proyecto, denominado Great trust –acrónimo de “Gaza Reconstitution, Economic Acceleration and Transformation Trust”–, contempla que Estados Unidos recibiría en régimen de fideicomiso (trust) la franja para administrarla durante diez años, período en el que se desarrollaría el proyecto inmobiliario, industrial y tecnológico dirigido por Jared Kushner, yerno de Trump. De este modo, el nuevo emperador vería generosamente recompensados sus ingentes esfuerzos por la paz en Medio Oriente.

 

La cuestión clave

Hay dos temas de inevitable inclusión en cualquier plan serio que se propusiera reestablecer la paz en Medio Oriente: la situación de los palestinos acosados por los colonos en Cisjordania y los pasos dirigidos a la conformación del Estado palestino, reconocido ya por 155 países que integran las Naciones Unidas. El plan de Trump y Netanyahu no menciona para nada la situación de Jerusalén Este y Cisjordania, y en relación con el tema de la estatalidad utiliza una fórmula de una imprecisión cínica, señalando que “a medida que avance la reconstrucción de Gaza y se lleve a cabo fielmente el programa de reformas de la Autoridad Palestina, podrían darse finalmente las condiciones para una vía creíble hacia la autodeterminación y la creación de un Estado palestino, lo que reconocemos como la aspiración del pueblo palestino”. En un video posterior al encuentro, dirigido en hebreo al pueblo israelí, Netanyahu dijo que en ningún momento había aceptado la creación del Estado palestino y que eso “tampoco está escrito en el acuerdo". Añadió enfático que “nunca habrá Estado palestino”. Es una frase terrible, porque habiendo trascurrido ya 58 años de la ocupación militar de Cisjordania, que se produjo en 1967, la población palestina vive desde entonces sometida a un durísimo régimen de dictadura militar, donde los colonos llevan a cabo todo tipo de tropelías amparados por el ejército israelí. Cabe interpretar entonces que las palabras de Netanyahu revelan el propósito de perpetuar ese régimen de opresión otros 58 años o más sin ninguna salida política en el horizonte, algo que en la actualidad resulta inaceptable para el resto del mundo.

A modo de síntesis, podemos decir que el “plan de paz” presentado por Trump y Netanyahu es más bien un ultimátum dirigido a obtener la rendición de Hamás para poner fin al conflicto, acomodado a las exigencias de seguridad del gobierno de Israel. Netanyahu declaró su apoyo porque el plan cumple todos sus objetivos de guerra: “Devolver a todos los rehenes, desmantelar las capacidades militares de Hamás, acabar con su dominio en Gaza y asegurar que Gaza nunca más amenace a Israel”. En un mensaje en video subrayó que Israel mantendrá tropas en Gaza —incluso tras la liberación de rehenes— hasta que se cumplan todas las condiciones de seguridad, sin plazo fijo. La franja perimetral que según el plan rodearía a Gaza “sine die” la convertiría en una inmensa prisión donde el ejército judío controlaría el cerco exterior y la Fuerza Internacional de Estabilización actuaría como una suerte de carceleros internos, cuyos gastos correrían a cargo de los países que prestaran ese noble servicio. Es todavía pronto para saber el destino final que le aguarda a este plan y es notorio que muchas guerras terminan con imposiciones injustas que acallan el ruido de las armas pero dejan las brasas que encenderán nuevos conflictos en el futuro. Solo una intervención de las Naciones Unidas, promovida y dirigida por los 155 miembros que reconocen al Estado palestino, podría diseñar un verdadero plan de paz que contemplara en forma ecuánime los intereses legítimos de todos los actores, para así poner fin de verdad a las políticas de supremacía racial que desde hace 80 años atormentan al pueblo palestino.

 

 

 

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