Una puñalada en el corazón

Europa debe independizarse de Estados Unidos para evitar una guerra que acabe con la civilización

 

El atentado terrorista cometido el viernes 22 de marzo por ISIS en el Crocus City Hall en las afueras de Moscú, que dejó 144 muertos y más de 100 heridos, agudiza el enfrentamiento entre Rusia y la OTAN en territorio ucraniano. A la vez que el gobierno ruso intensifica los ataques a la infraestructura y arsenales bélicos de su vecino, apunta su investigación a los servicios de inteligencia de Estados Unidos, el Reino Unido y Ucrania como autores intelectuales. Europa se rearma.

Las últimas informaciones oficiales difundidas en un comunicado por el Ministerio de Relaciones Exteriores de Rusia el jueves indican que se obtuvieron pruebas de la conexión del atentado con los nacionalistas ucranianos “como resultado del trabajo con los terroristas detenidos, el estudio de los dispositivos técnicos que les confiscaron y el análisis de información sobre transacciones financieras”. Tanto Ucrania como Estados Unidos han tachado de absurdas las acusaciones de que están implicados. El portavoz del Consejo de Seguridad Nacional de Estados Unidos, John Kirby, respondió que “los funcionarios rusos parecen ser muy buenos vendedores de estiércol”, denunciando lo que llamó “propaganda sin sentido” de Rusia. “Mi tío solía decir que los mejores vendedores de estiércol suelen llevar sus muestras en la boca”, dijo. El ministro ruso de Asuntos Exteriores, Serguéi Lavrov, manifestó a su vez que los intentos de Occidente de persuadir a Rusia de que Ucrania no tiene ninguna vinculación con el atentado terrorista son “sospechosamente obsesivos”.

El gobierno ruso ha rechazado el apoyo ofrecido por la Interpol, así como de investigadores de Occidente, al aducir que seis décadas después aún se desconoce la autoría del asesinato del Presidente Kennedy, que no hay claridad sobre los atentados del 11 de septiembre de 2001 a las Torres Gemelas y que se desconoce la autoría de la explosión del gasoducto Nordstream 2 que transportaría gas natural de Rusia a Alemania, y desde allí hacia Europa.

 

Los inicios de la escalada

Las relaciones entre Rusia y Ucrania se han tensionado desde 2014, cuando la CIA y funcionarios del gobierno estadounidense, en particular Victoria Nuland, participaron del golpe de Estado que derrocó al ex Presidente de Ucrania, el pro-ruso Víktor Yanukóvich, que ocasionó la muerte de más de 120 personas entre protestantes y miembros de la policía ucraniana. Investigaciones recientes sostienen que los disparos a los protestantes y a la policía en la plaza de Maidán fueron realizados por francotiradores de ultraderecha que se oponían al depuesto gobierno, apoyados por la CIA y el gobierno estadounidense.

Estos hechos no fueron ajenos a la actual Estrategia Nacional de Seguridad (NSS) de Estados Unidos, que considera que Rusia representa una amenaza inmediata y continua para el orden de seguridad regional en Europa y es una fuente de interrupción e inestabilidad a nivel mundial, pero carece de las capacidades de China. El país asiático es considerado como el desafío geopolítico más importante de Estados Unidos, toda vez que es el único competidor que tiene la intención de remodelar el orden internacional y, cada vez más, el poder económico, diplomático, militar y tecnológico para avanzar en ese objetivo. La NSS considera que Europa debe “limitar a Rusia” y Estados Unidos “superar a China”.

Para el gobierno estadounidense el mundo se encuentra en un punto de inflexión y esta década será decisiva para gestionar la grave amenaza que representa. Si no actuamos con urgencia y creatividad, señalan, nuestra ventana de oportunidad para dar forma al futuro del orden internacional y abordar los desafíos compartidos se cerrará. Así, con alma guerrera, se anuncia el fortalecimiento de alianzas militares: con la OTAN en Europa, para aislar a Rusia, y con AUKUS (Reino Unido, Australia y Estados Unidos) y QUAD (Australia, Japón, India y Estados Unidos) para cercar a China.

 

Doctrina Wolfowitz, el antecedente de la NSS

Los principios de la NSS tienen sus cimientos en la Guía de Planificación de la Defensa de Estados Unidos de 1991, diseñada por Paul Wolfowitz, entonces subsecretario del Departamento de Defensa de Estados Unidos y décimo presidente del Banco Mundial, obligado a dimitir de esta institución en junio de 2007, tras un escándalo de nepotismo (aumento de sueldo a su novia, la misma razón por la que tuvo que dimitir recientemente Mauricio Claver-Carone del BID).

Ese documento fue divulgado por el New York Times en marzo de 1992. Sectores académicos e intelectuales lo tildaron entonces de “imperialista y belicista”. Este trazaba una política exterior unipolar y de acción militar preventiva para evitar que dictaduras ascendieran a la categoría de súper-potencias, ya fuese en el territorio de la antigua Unión Soviética o en cualquier otro lugar.

Así, Estados Unidos aparecía como la única potencia que poseía el estandarte de los valores morales que debían prevalecer en el orbe. Por eso su segundo objetivo consistía en “reforzar y ampliar el sistema de acuerdos de seguridad entre las naciones libres y democráticas y unirlas en la defensa común contra la agresión y crear hábitos de cooperación”. Es decir, se buscaba una respuesta colectiva en caso de amenazas.

Estados Unidos tenía entonces la oportunidad histórica única para moldear el mundo a su imagen y semejanza. Para prevenir cualquier desafío a su hegemonía, debería reunir y desplegar todos los activos e instrumentos para asegurar, como Henry Kissinger lo denominaba, un espectro completo, lo que explica las 800 bases militares que existen en más de cien países del mundo. Esto lo señala el politólogo estadounidense Michael Brenner, quien acaba de publicar un artículo titulado ¿El ajuste de cuentas de Occidente?, donde señala que los líderes occidentales están viviendo dos acontecimientos sorprendentes: la derrota en Ucrania y el genocidio en Palestina. Dice que lo primero es humillante, lo otro vergonzoso. Sin embargo, agrega, no sienten humillación ni vergüenza porque sus acciones muestran vívidamente que esos sentimientos les son ajenos al ser incapaces de traspasar las barreras del dogma, la arrogancia y las inseguridades profundamente arraigadas.

La doctrina Wolfowitz ya presagiaba la posible amenaza de una Rusia recuperada al señalar que ésta seguiría siendo la potencia militar más fuerte de Eurasia y la única potencia del mundo con capacidad para destruir militarmente a Estados Unidos. Eso explica el incumplimiento del compromiso de parte de Estados Unidos y las potencias occidentales de que la OTAN no se extendería hacia el este de Europa, en territorios que pertenecieron al extinto Pacto de Varsovia, luego de la unificación de Alemania en 1990.

La política exterior y hegemónica de Estados Unidos ha estado marcada por esos lineamientos. Su ilegal invasión a Irak, de la cual Wolfowitz fue uno de sus principales artífices mientras fue el número dos del Pentágono, así como la intervención en Afganistán, la más disimulada intervención en Siria –en la que la CIA se alió con Al Qaeda–, las primaveras árabes y otras intervenciones más sutiles y pintadas de colores como la naranja en el Maidán, en Ucrania en 2014, se insertan en esta lógica.

 

No es por amor

Este es el marco en el que debe analizarse la guerra en Ucrania, en donde por el momento rusos y ucranianos ponen la sangre y Europa occidental y Estados Unidos, las armas. En una actitud de subyugamiento absoluto, Europa se ha comprado la narrativa de la guerra y ha renunciado al gas natural barato que le vendía Rusia. En su lugar, ha optado por comprar gas natural licuado de Estados Unidos extraído con técnicas contaminantes como el fracking, más costoso, y ha renunciado a investigar la voladura de tres de los cuatro ductos del gasoducto Nordtream 2. Dinamarca y Suecia han dado por concluidas las investigaciones y mientras duraron no se autorizó la participación de Rusia en ellas.

La semana pasada, durante la Cumbre del Consejo Europeo en Bruselas, se acordó el apoyo militar urgente para Ucrania y aumento de la preparación defensiva de la Unión Europea. Además, se presentó la primera Estrategia Industrial Europea de Defensa general del bloque. Estas acciones van en detrimento del Estado de Bienestar, cada vez más debilitado en esa región. El complejo militar, industrial y tecnológico se frota las manos y no es casualidad que Francia, que también posee armas nucleares, sea el promotor del envío de tropas.

El alto representante de la Unión Europea para Asuntos Exteriores y Políticas de Seguridad, Josep Borrell, dijo el martes a la CNN que “no podemos permitirnos que Rusia gane la guerra, de lo contrario los intereses estadounidenses y europeos se verían perjudicados”, y agregó: “No es una cuestión de generosidad, de apoyar a Ucrania porque amamos al pueblo ucraniano. Es una cuestión de nuestro propio interés”.

No parecen haber escuchado las declaraciones de Putin en la entrevista que le hizo Tucker Carlson, ni su discurso en la Asamblea Federal, donde señaló claramente que su gobierno no tiene interés en avanzar hacia Europa, que Rusia es el país más grande de la tierra y posee innumerables riquezas. Pero si el continente se enfrentara conjuntamente a su país, y no pudieran hacerles frente con armas convencionales, entonces se vería forzado al uso de armas nucleares, lo que, señaló, acabaría con la civilización. “No queremos hacerlo”, ha manifestado repetidamente.

Putin busca un acuerdo que establezca que Ucrania no será parte de la OTAN para evitar la instalación de bases militares o misiles en su amplia frontera. Un reportaje publicado recientemente por el New York Times señala que la CIA creó una red de 12 bases secretas de espionaje en la frontera de Ucrania y Rusia durante la última década para tratar de vulnerar a este último.

La única posibilidad de destensar esta guerra es que Europa reaccione, busque un acuerdo de paz con Rusia lo más pronto posible, se independice de la Estrategia de Seguridad Nacional de Estados Unidos y se apure en definir una propia.

 

 

 

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