UNA QUE SABÍAMOS TODOS

César Isella fue uno de nuestros compositores emblemáticos, durante un tiempo ardiente de la historia

 

Como su música lo precedía, la posterior llegada del cantor era bienvenida con el ineludible pedido de que interpretara su tema más difundido. Él explicaba que no lo aburría, que amaba hacerlo, aunque si la solicitud apuntaba a que relatara la historia de su composición, tendía –cada vez más– a resumirla. Esta es una de esas síntesis suyas acerca de cómo fue compuesta Canción con todos:

“Yo era secretario cultural ad honorem de Agustín Tosco y viví muy de cerca la previa al Cordobazo”, reveló hace años por TV.

Cinco días después de aquel estallido social, el más emblemático de la segunda mitad del siglo veinte argentino, Julio César Isella debía iniciar una gira musical. El 3 de junio de 1969 salió hacia la República Dominicana. Desde allí puso rumbo a Panamá para, luego, recalar en México.

“En ese camino latinoamericano fui creando una pequeña melodía. Cuando llegué a Buenos Aires, lo llamé a Tejada Gómez para mostrársela”.

Armando Tejada Gómez era y siguió siendo quien le escribió muchas de las mejores letras que Isella popularizó con su guitarra.

A partir de aquel momento, el relato debería tomarlo Tejada, quien le contaría que, cuando caminaba por la calle Alsina rumbo a su casa, le salió la primera estrofa: “Salgo a caminar por la cintura cósmica del sur”. Apurado por la inspiración, vio un boliche abierto, entró, pidió un vaso de vino y escribió.

A primera mañana del día siguiente, Tejada fue hasta Lima 131, tocó uno de los 136 botones de departamentos y, cuando por fin oyó a Isella, aún entre dormido, lo sorprendió con una risueña presentación: “Poeta a domicilio”, se anunció. Le llevaba la letra completa.

En la versión que Isella le resumió a Gerardo Rozín, incluyó anécdotas de esos días junto al gremialista de mameluco que se convertiría en ícono de las luchas obreras contra la dictadura. En un momento llegó el tesorero del Partido Comunista a contar lo bien que le iba con la recaudación de fondos y dio una cifra enorme. Isella y otros lo miraron impávidos hasta que Tosco saldó con una humorada: “Pero, con esa plata, ¿ustedes quieren hacer la revolución o comprarla hecha?

Tal vez sea injusto marcar un antes y un después de Canción con Todos. Esas marcas son propias del mercado –ya sabidas– que no hablan de la persona.

El artista venía caminando por la cintura angosta de lo profundo desde chico. Con sólo 5 años, en un parque de diversiones, cantó por primera vez. En 1948, cuando fueron con sus compañeritos de escuela a Mar del Plata, en el marco del Estado de bienestar, cantó para Evita Mamá vieja, la zamba de Carmona que le había enseñado su abuela Esther.

A los 17 años, formaba parte del conjunto Los Sin Nombre y pronto actuó en una presentación en su Salta natal junto a Ariel Ramírez, en cuya Misa Criolla participó de la grabación original (1964), cuando tenía 26.

Ese fue el joven que contribuyó a que el folklore expandiera sus fronteras (las nuevas generaciones pueden creer que Los Fronterizos eligieron su nombre para referirse a los límites geográficos). Para quienes quieran tener una noción de lo que hacían, basta el primer tema de este disco en el que con sus voces simulan algunos instrumentos.

 

 

 

 

 

En la separación de Los Fronterizos incidió la mirada política acerca del rol de la canción en una sociedad en ebullición. Hubo entre sus muchos integrantes idas y vueltas judiciales y llegaron a tener hasta dos formaciones contemporáneas con el mismo nombre. A toda aquella innovación, no obstante, le fue otorgado el diploma al Mérito 1987 de la Fundación Konex, como uno de los cinco mejores grupos de folklore de la década.

Pero aún en 1965, luego de su partida de aquel crisol de referencia, había nuevos caminos por hacer. Isella optó por una carrera solista y adhirió al Nuevo Cancionero, un movimiento auspiciado por Tejada Gómez, con quien no en vano constituyeron ese dueto compositivo imprescindible, cuyo adobe de cohesión fue la raíz política popular. Isella definía al Nuevo Cancionero como “un folklore con contenido; distinto a lo que conocíamos como un folklore descriptivo”.

El compromiso político de Isella siguió sin variaciones. Un año antes del Cordobazo, en su primer disco solista, Estoy de vuelta, grabó Estamos prisioneros, carcelero (“yo de los barrotes; tú, de tus miedos”, popularizado por Horacio Guaraní) donde hacía suyo el sitial de preso, en épocas en que las cárceles se llenaban con luchadores populares, como le pasaría a Tosco o a Raimundo Ongaro meses después.

En esa línea musicalizó y grabó al poeta José Pedroni para hacer suya definiciones como que “si me matan por decir que hoy en la mesa falta el pan, será el cañón y no el rosal el que repita la canción” (1972).

Siempre con un oído en el pueblo, vivió con entusiasmo la apertura de 1973 con el retorno de Juan Perón. Durante esa efímera democracia se dedicó a hacer radio, en Continental, donde su programa Argentina canta así le deparó un Premio Martín Fierro en 1974.

Ese era el artista que la dictadura secuestró en Paraná, durante el Mundial del ‘78 que lo empujó al exilio. De España regresó para un recital en el estadio Obras el 29 de octubre de 1983; emblemática la fecha, horas antes de las elecciones de recuperación democrática, y emblemático el lugar, meca del rock.

Pudo así transitar su extensión fronteriza hacia una juventud que curtía otros ritmos y temáticas pero que, en la apertura cultural post guerra de Malvinas, había madurado tanto como para cruzar con más decisión los puentes tendidos desde 1982 por el regreso de Mercedes Sosa, quien compartió escenario con Charly García o León Gieco, por citar algunos popes rockeros.

Aunque llegó un año más tarde, Isella no fue un protagonista secundario. Cuando en abril de 1984 subió otra vez a Obras, esa vez para cantar con Pablo Milanés y Silvio Rodríguez, pocos sabían que él había sido uno de los primeros en conocer al autor del Unicornio y filtrar sus composiciones en oídos argentinos atentos.

En esa primera visita, los cubanos comprobaron con sorpresa que el público cantara sus letras y, más, que las funciones se extendieran hasta llenar 14. Así lo resumió Silvio: “Nunca nos había pasado. Es verdad que hemos tenido éxito en el extranjero, pero resultado de años de visitar un país. Pero en Argentina nos estaban esperando. Nos conocían como a viejos amigos”. No es casual que para el cierre del recital se optara por la Canción con todos. Y todos eran Tarragó Ros, Gieco, Piero, Víctor Heredia, el cuarteto Zupay…

Con Heredia y Zupay vendieron más de 300.000 placas de Canto a la poesía, el recital en 1984 en el Luna Park, donde musicalizaron poemas de Pablo Neruda, José Pedroni y María Elena Walsh. Su popularidad actuó como escudo protector para poder cantar en Chile cuando Pinochet perduraba más que la prohibición contra Isella allí dictada trece años antes.

Siguió con el mismo oído atento que lo llevó a reparar en la jovencita Soledad Pastorutti, cuando en la década del ‘90 dirigió por tres años la Peña Oficial del Festival de Cosquín. Con la misma sensibilidad propuso el encuentro Los hijos y los pájaros. Con “La Sole”, tuvo que ir a juicio –que ganó– porque le rescindieron el contrato un año antes.

 

 

Sus declaraciones luego de despedirse de los escenarios.

 

 

Hacia 2012, anunció su despedida de los escenarios de Jesús María, Cosquín y el de Ferias en Villa María. El 25 de septiembre de ese año salió como Embajador de la Música Popular Latinoamericana, era un subsecretario de Cultura de la Nación.

No era novato en la función pública. Atento al acuerdo entre teoría y práctica, había ejercido como director general del Teatro General San Martín y vicepresidente de la Sociedad Argentina de Autores y Compositores (SADAIC).

 

 

Isella, con Horacio Salgán.

 

Tampoco la representación más allá de las fronteras le era ajena. La UNESCO, que es el fondo de las Naciones Unidas para la Cultura, había designado como el Himno de América latina a su Canción con todos, que grabó en 1991 a beneficio de la organización, junto a Astor Piazzolla, Yupanqui, Serrat, Jairo, Tania Libertad, Osvaldo Pugliese, Inti Illimani, Silvio y Pablo.

Durante la Cumbre Latinoamérica de Jefes de Estado celebrada en Punta Arenas hacia 1995, la cantó a la vez que invitaba a acompañarla al rey Juan Carlos y a los Presidentes, entre los que se contaba Fidel Castro. Hugo Chávez se hubiera hecho una panzada.

En ese punto, podría decirse que ya estaba ‘hecho’; él, que reivindicaba un origen comunista previo a otros recorridos que nunca abandonaron el campo popular.

Otro presidente, Rafael Correa, de Ecuador, propuso su Canción como himno de la UNASUR, la Unión de Naciones del cono sur Americano gobernada entonces por una mayoría progresista. Y sí:

“Sol de Alto Perú, rostro Bolivia, estaño y soledad, un verde Brasil, besa mi Chile cobre y mineral. Subo desde el sur hacia la entraña América y total, pura raíz de un grito destinado a crecer y estallar”.

Ya casi a los 75 años, la salud de Isella daba signos de fragilidad que devino en años de quimioterapia.

Hacia septiembre de 2018, grabó para Limbo Music su documental sonoro Autor, un legado destinado a plataformas digitales, en el que a sus canciones más conocidas le adosa un relato previo en el que recuerda el aporte de Mercedes Sosa en la universalización de ellas.

Sosa, como Joan Manuel Serrat y hasta Patricia Sosa, que llevó a La India su Canción con todos, son algunos de los intérpretes que, desde los géneros más variados, tomaron a Isella como posta donde abrevar. Es que, como dice Emilio del Guercio, “las canciones contienen las claves genéticas de nuestra cultura”.

Su partida amerita que algún poeta describa con más virtud que la de los periodistas en horas de cierre, la extraña paradoja de que uno de nuestros emblemáticos compositores se nos fuera en la semana en que se recordó el Día del Músico.

“Uno se despide insensiblemente de pequeñas cosas, lo mismo que un árbol que en tiempo de otoño se queda sin hojas. Al fin, la tristeza es la muerte lenta de las simples cosas”.

Tejada Gómez-Isella.

 

 

 

Canción de las simples cosas, en otra universal voz, la de Chavela Vargas.

 

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