UNIÓN EUROPEA EN CUIDADO INTENSIVO

Los consensos estratégicos en la Unión Europea parecen tan frágiles como lejanos

La Unión Europea (UE) encontró a la desesperada un respirador artificial y logró in extremis un acuerdo para hacer frente a la crisis resultante del Covid-19. La noche del jueves 9 de abril los 27 ministros de Finanzas aprobaron un paquete de emergencia, pegado con alfileres, que refleja las fuertes contradicciones que atraviesan la UE.

El paquete de más de 500.000 millones de euros comprende tres rubros. Una línea de créditos de hasta 240.000 millones de euros a través del Mecanismo Europeo de Estabilidad (MEDE), con el acento en gastos ligados directa o indirectamente a la pandemia. Intenta solventar las finanzas públicas con créditos de hasta el 2% del PIB de cada Estado solicitante. Por otra parte, 200.000 millones de euros para las empresas, fundamentalmente pequeñas y medianas. Y 100.000 millones de euros para medidas ligadas a la reducción de la jornada laboral, desempleo, etc. A este paquete se le añade un plan de recuperación, todavía abierto, una vez que la crisis haya terminado.

 

 

Dos Europas y una epidemia por medio

Un día antes que se lograra el acuerdo, la UE había protagonizado una de las jornadas más dramáticas de los últimos tiempos al fracasar el intento de encontrar una respuesta europea conjunta a la crisis. Tras 16 horas de teleconferencia del Eurogrupo —los ministros de Finanzas de los 2— que había comenzado a la tarde del martes 7 y se extendió hasta la mañana del miércoles 8, salía a la luz pública el verdadero rostro institucional de un continente atravesado por visiones diferentes, por momentos, opuestas. Italia y España, por una parte y Holanda y otras naciones del norte del continente, por otro.

La pandemia golpea de forma letal a la Unión Europea desde hace algunas semanas y las previsiones de los expertos vaticinan la peor crisis que haya transitado desde la Segunda Guerra Mundial. Francia y Alemania, las dos “locomotoras” de la región, se confrontan ya a una situación recesiva profunda. Una caída cercana del 6% del Producto Interno Bruto para Francia en su primer trimestre 2020 —cada quincena de confinamiento implica un retroceso del 1,5% del PIB—, la peor marca desde 1945. En tanto la economía alemana debería contraerse, según cálculos preliminares, en un 9.8% en el segundo trimestre de este año, lo que implicaría sobre el conjunto del año una recesión no menor al 4,2%, pero pudiendo superar el 5%.

En ese contexto no faltan las voces críticas hacia la nueva presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, y hacia Christine Lagarde, desde noviembre pasado al frente del Banco Central Europeo, reconvertida de la presidencia del Fondo Monetario Internacional. Ambas en la mira por no haber percibido desde un inicio la dimensión de la crisis en puerta y no haber anticipado las respuestas de urgencia imprescindibles que recién ahora se definen, 70 días después de los primeros casos en Italia.

 

 

 

A trompadas por un respirador

La contradicción planetaria entre el “Norte” y el “Sur” global se reproduce en Europa. Aunque esta tensión no es nueva, a la luz de la crisis sanitaria, adquiere expresiones regionales claras a través de dos polos confrontados: Italia vs Holanda.

Como analizaba el cotidiano francés Le Figaro en su edición en línea el miércoles 8, el problema principal de la confrontación se ubicaba en los fondos distribuidos por el MEDE. Una herramienta temida y denigrada en Italia, donde una gran parte del espectro político la considera como una amenaza para la soberanía nacional.

El gobierno y la clase política italiana no aceptan que se imponga a los Estados condición alguna, entendiendo que se trata de una situación excepcional de emergencia. Tampoco España aceptaba apoyos de este tipo, acompañados de exigencias de ajustes y reforma estructurales. Holanda, por su parte, defendía una posición extrema: limitar el uso potencial de esos fondos a cuestiones sanitarias, pero exigiendo a los Estados que se beneficien de ese paquete, pongan en orden sus finanzas públicas a largo plazo.

Otro tema esencial de la divergencia: las deudas mutualizadas. Los italianos desearían que la Unión Europea aceptara la emisión de “corona bonos” (eurobonos) como instrumento para la recuperación económica. Pero los países del norte, liderados por los Países Bajos, se oponen.

Como lo señalaba el cotidiano italiano La Reppublica el miércoles 8, Italia pide a Europa recursos a largo plazo y de bajo costo para financiar inversiones que se han vuelto indispensables a raíz de la crisis de Covid-19, como la salud, la investigación, el medio ambiente, la logística y la digitalización de la administración pública. “Dada su baja capacidad crediticia, sólo puede obtenerlas mediante deuda garantizada por otros Estados. Ya sea que se llame mutualización, corona bonos o eurobonos…”

Casi en paralelo, el Parlamento holandés había votado dos iniciativas no vinculantes insistiendo al gobierno de no aceptar en las negociaciones en curso los eurobonos y de mantener las exigencias de condicionamiento en la utilización del MEDE.

Mientras tanto, una encuesta sobre la cual informaba el mismo cotidiano tomaba la temperatura sociológica al italiano medio. La misma expresaba el “preocupante descenso del espíritu europeísta entre los italianos, como consecuencia de la falta de solidaridad mostrada por las instituciones comunitarias en esta fase de emergencia”. Solamente, un poco más de un tercio (36%) de los italianos, declaran según ese sondeo, tener confianza en la Unión Europea, lo que supone una caída de casi 10 puntos con respecto a dos años atrás.

 

 

Nerviosismo pandémico

 

 

 

Describiendo la situación desde la perspectiva inglesa, Katya Adler, editorialista europea de la BBC de Londres, en su comentario del martes 7 de abril se enfocaba en el papel de Alemania.

Según ella, “Berlín ha rechazado una petición de Italia, España, Francia y otras naciones del continente para compartir la deuda que surgirá de la crisis del Covid-19 en forma de eurobonos. Muchos italianos se sienten abandonados, igual que durante la crisis migratoria del euro”. Y la editorialista recordaba que “la semana pasada, un grupo de alcaldes italianos y otros políticos, compraron una página en el periódico alemán Frankfurter Allgemeine para recordarle a Alemania que nunca se le obligó a pagar sus deudas después de la Segunda Guerra Mundial”.

Aunque la tensión principal pasa entre Roma y La Haya, en las últimas horas una parte de la prensa alemana se encargó de atizarla. “La mafia espera la ayuda de la Unión Europea”, escribía en un artículo provocativo el cotidiano Die Welt. Y subrayaba que “los italianos deben ser controlados desde Bruselas”. Provocando una protesta del Ministerio de Relaciones Exteriores.

“Afirmación vergonzosa e inaceptable. Espero que el Gobierno alemán se distancie. Italia llora las víctimas del coronavirus, pero ha llorado y llora las víctimas de la mafia. No es para polemizar, pero no acepto que en este momento hagamos consideraciones de este tipo”, enfatizó el canciller Luigi de Maio en una entrevista con Uno Mattina, reproducida en los principales medios italianos.

 

 

 

Unidos con curitas

A pesar del plan de emergencia definido a último momento, justo antes de la pausa pascual, los consensos estratégicos en la Unión Europea parecen tan frágiles como lejanos. Esa misma Unión Europea que desde semanas está separada nuevamente por las fronteras nacionales previas al 1995 y constata el debilitamiento evidente del Acuerdo de Schengen que regla la libre circulación en el espacio de igual nombre.

La historia reciente del continente, además, define el marco de muchas de las actitudes y posiciones actuales. Tanto la crisis financiera de 2008, como la de la migración, con su pico explosivo en 2015, dejaron al sur de Europa más golpeado, vulnerable y descreído. Son esos mismos países los que hoy reclaman una respuesta diferente, más flexible y, sobre todo, coherente con los valores de una Europa que se comprenda realmente como Unión.

Este acuerdo del 9 de abril encontrado a último momento por la UE no resuelve, sin embargo, las grandes diferencias de fondo. En tono diplomático, Bruno Le Maire, ministro de Finanzas francés, hablaba del éxito del resultado, señalando “que no hay buenos acuerdos sin buenas ambigüedades”.

A pesar de lo firmado, las posiciones divergentes siguen manteniéndose. Le Figaro del viernes 9 de abril informaba que el ministro de Finanzas holandés Wopke Hoekstra evaluaba que "lo que se ha decidido es lo suficientemente bueno para nosotros. Pero por cada euro del MEDE que se gaste en la economía, las reglas normales de la condicionalidad tendrán que aplicarse en su totalidad”.

El otro punto conflictivo, el de los corona bonos —como medio de asumir la deuda de forma compartida o mutualizada por parte de toda la UE— tampoco logró resolverse. Ahora se habla de un fondo para preparar y apoyar la recuperación. Y que incluye formulaciones como las de la inclusión de “instrumentos financieros innovadores”, que cada sector puede entenderlo como mejor le conviene.

Ante el impacto desigual de la pandemia, con estragos significativos en esta primera fase en Italia, Francia y España y repercusiones humanas por el momento menos impactantes en la Europa del norte, el muro intraeuropeo parece reforzarse. La Europa enferma, infectada, conmovida en sus propias raíces unitarias, es hoy una paciente más del coronavirus.

 

 

 

 

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