VANGUARDIA EN ERUPCIÓN

La historia de los sobrevivientes del centro de detención, tortura y exterminio El Vesuvio

 

“Descontando las escasas fugas exitosas, la salida de los CCD (Centros Clandestinos de Detención) fue decisión de los agentes represivos y su discrecionalidad. Los responsables de la masacre jamás dieron a conocer los motivos por los que liberaron a una parte de las y los cautivos, mientras condenaban al resto a la desaparición y a la muerte. El análisis de los casos arroja una enorme heterogeneidad que sugiere que esa decisión no correspondió a una lógica única: las liberaciones obedecieron a impulsos individuales de los captores, estrategias elaboradas por las y los secuestrados, a cambios en el contexto político local e internacional y, a menudo, a una mezcla de todo lo anterior”.

Lo cierto es que el terror experimentado durante el cautiverio sumergió a algunos liberados en el silencio, permanente o momentáneo. A otros, a denunciar las atrocidades –en el país, frente a la prensa o la justicia—, también al exilio. Resurgió entonces la figura del sobreviviente-testigo, cuyos antecedentes inmediatos son el Holocausto, el “fusilado que vive” investigado por Rodolfo Walsh en Operación Masacre y los héroes de Trelew entrevistados por Paco Urondo en La patria fusilada. La diferencia, esta vez, era que sucedía en la Argentina y por millares.

 

El autor, Rodrigo González Tizón.

 

Un fragmento representativo de las tensiones emergentes de las situaciones de sobrevivientes y testigos es desarrollado por el investigador Rodrigo González Tizón en las casi cuatrocientas páginas de No solo un testigo, texto auspiciado por las universidades nacionales de La Plata, Misiones y General Sarmiento. Centró su atención en el chupadero situado en las intersecciones de la autopista Ricchieri y Camino de Cintura, conocido como El Vesubio, bajo la órbita del Servicio Penitenciario Federal hasta 1975, cuando pasó a jurisdicción del Ejército hasta fines de 1978 y fue entonces desmantelado. Según las posteriores investigaciones judiciales, en ese transcurso allí permanecieron secuestradas 370 personas (las estimaciones elaboradas por las víctimas superan con holgura ese número), de las cuales 162 salieron con vida; es decir, menos de la mitad.

Dentro de tal universo, el autor recorta un sesgo: los militantes de Vanguardia Comunista (VC), partido maoísta que nunca adhirió a la lucha armada, con su rama estudiantil, la Tendencia Universitaria Popular, Antiimperialista, Combativa (TUPAC). Cerca de sesenta activistas del sector fueron secuestrados entre julio y agosto de 1978, incluyendo los máximos dirigentes a nivel nacional. De este contingente, una veintena continúan desaparecidos. Los restantes permanecieron entre dos y tres meses en cautiverio, hasta ser liberados mediante “un procedimiento extenso –duró en promedio unos ocho meses— que involucró a personal del CCD y a efectivos de reparticiones policiales y militares de funcionamiento legal. Como parte del ‘blanqueo’, las y los cautivos fueron sometidos a un Consejo de Guerra y comparecieron ante la justicia civil. Durante todo ese periplo, permanecieron detenidos en distintas unidades penales del país, mayoritariamente en las de Devoto y La Plata. Todas estas especificidades convirtieron a las liberaciones del CCD de autopista Ricchieri y Camino de Cintura en un caso singular dentro el entramado de espacios de cautiverio dictatoriales”. Las causas de la liberación se estima fueron consecuencia de las denuncias internacionales, en las que se ubicaba asimismo la localización geográfica de El Vesubio, demolido no casualmente a fines de ese mismo año.

 

Foto aérea de El Vesuvio.

 

Gonzalez Tizón realiza un detallado seguimiento de la actividad de los liberados y su paulatina inserción en la lucha por los Derechos Humanos, tanto en el país como en el exterior. El sobreviviente se transforma en testigo conformando una única unidad conceptual, atravesando distintas etapas. A la ya referida fase inicial de extensión del terror experimentado durante la tortura y cautiverio, el inorgánico colectivo debió sobreponerse a la falsa dicotomía entre desaparecidos héroes y mártires y liberados traidores y colaboradores, relegando a un segundo plano las cruciales categorías de víctimas de la violencia genocida estatal. Tabú impuesto, señalan los investigadores, por “la dificultad para asumir la derrota del proyecto revolucionario, de la que las y los sobrevivientes y sus relatos cuenta en forma palmaria”. Una discusión en apariencia de superficialidad semántica resulta la caracterización de los términos capaces de delinear ese “actor político específico, con sus propios intereses, urgencias, expectativas y herramientas de intervención en la arena pública”. Si bien el autor opta por “sobrevivientes”, comprende asimismo las nominaciones de “liberados” -utilizada por la CONADEP— y la más circunscripta “ex detenidos desaparecidos”, acuñada por la AEDD (Asociación de Ex Detenidos Desaparecidos).

Documentado en profundidad mediante treinta y dos registros orales de distintos protagonistas, multitud de expedientes judiciales, documentos de organismo de Derechos Humanos, prensa local y extranjera, No solo un testigo releva las disímiles prácticas de denuncia y participación en los juicios. En forma complementaria relata las vicisitudes experimentadas por las víctimas y sus familiares, a la par que describe al detalle el funcionamiento del aparato represivo y sus responsables. Cubre un panorama extenso de la historia reciente, al asimismo incorporar qué sucedía en la sociedad civil durante aquellos tiempos tortuosos. Rodrigo González Tizón despliega cuatro décadas de prácticas políticas movilizadas por coyunturas cambiantes locales e internacionales, en que muchos protagonistas modificaron sus modos de lucha y, en correlato, a sí mismos.

 

 

FICHA TÉCNICA

No solo un testigo, una historia de los sobrevivientes de El Vesubio (1978- 2016)

Rodrigo González Tizón

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Buenos Aires, 2023

378 páginas

 

 

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