¿Vender ARSAT?

Cuando la realidad contradice los supuestos ideológicos

 

“Achicar el Estado es agrandar la nación”. Los que tenemos memoria recordamos la tristemente célebre consigna con la que, de la mano de la más feroz dictadura cívico-militar que sufrió este país, se pretendía convencer a toda la sociedad argentina de los beneficios que implicaban la enajenación de las empresas públicas y ocultar el verdadero objetivo, que fue el remate de nuestro patrimonio. El ministro de Economía, José Alfredo Martínez de Hoz, ejecutaba este remate beneficiando a grupos económicos amigos y a intereses extranjeros largamente conocidos. Para los que no lo creíamos, aplicaron sin piedad el secuestro, la tortura y la muerte.

“Nada de lo que deba ser estatal, permanecerá en manos del Estado”. Frase del ministro Roberto Dromi, pretendiendo enunciar mediante un evidente y tragicómico lapsus linguae lo que fue un suicidio social y económico cuyas consecuencias aún padecemos.

Por supuesto, en cada período en que el modelo liberal de acumulación de capital se instala, se lanzan a circular supuestos apotegmas sobre la ineficiencia del Estado como administrador de empresas y la carga pública que ello implica, como si los servicios e industrias en control del Estado no tuvieran como finalidad garantizar el bien común y cubrir las necesidades y derechos de toda la población, además de cumplir una función en un desarrollo económico estratégico, armónico y justo que garantice crecimiento económico y distribución equitativa.

¿Pero qué sucede cuando una empresa que cumple con estos requisitos además resulta innovadora, eficiente y da ganancias?

Es éste el caso de ARSAT.

Se trata de una empresa que, lejos de dar déficit, cierra sus balances desde su creación con ganancias millonarias en dólares, por lo que su venta no produciría ningún alivio fiscal. Por el contrario, el Estado debería pagar a un tercero la conectividad que ARSAT hoy genera, con los consecuentes aumentos de costos que implicaría.

Si consideramos que alrededor de 20.000 escuelas están conectadas directamente o por intermedio de la Red Federal de Fibra Óptica más grande y potente del país, con 35.000 kilómetros tendidos, la importancia de esta función justificaría por sí sola la continuidad del control y posesión de la compañía por parte del Estado.

 

 

En cuanto a innovación tecnológica, ARSAT fabrica, en asociación con INVAP, otra empresa estatal rentable, satélites de telecomunicaciones construidos en forma íntegra en el país. Además del ARSAT I y II, ya en órbita y funciones, está en marcha la fabricación del tercer satélite de estas características, con el agregado de que en esta oportunidad se encuentra instalada la infraestructura necesaria para que podamos efectuar el lanzamiento desde Punta Indio en lugar de hacerlo desde Guayana, con el consiguiente ahorro de dólares en flete, costo que iguala al de otro satélite similar. Sólo hay siete países en el mundo que construyen y lanzan sus propios satélites. Centenares de localidades se comunican hoy gracias a la conectividad garantizada por los satélites de ARSAT.

Es importante aclarar que en marzo de este año ARSAT debería poner en órbita un satélite de prueba con el objetivo de ocupar nuestra órbita asignada para resguardar la misma con miras al 2025, cuando se lanzará el satélite definitivo. Si no cumplimos con este requisito perderemos el derecho a nuestro espacio orbital.

 

 

Como si estas razones fueran insuficientes para no perder el control de la compañía, hay que señalar su carácter estratégico en materia de seguridad, monitoreo de fronteras y resguardo de información sensible, tema que debería preocupar a cualquier gobierno.

En lo que a resguardo y almacenamiento de datos se trata, ARSAT posee el data center con mayor capacidad de Latinoamérica, que puede almacenar –y de hecho lo hace– información sensible perteneciente a los Estados nacionales, provinciales o municipales, así como información calificada de los gobiernos y entidades que lo requieran.

Conectividad, vanguardia tecnológica, seguridad, autonomía y desarrollo. No existe una sola razón para perder el control de la compañía, sean cuales fueren las sinrazones que se esgriman. Colocarla en manos de terceros o poner su control en manos privadas sería un error, una imprudencia y un daño irreparable al país.

Capítulo aparte constituye el principal capital de ARSAT, que son sin lugar a dudas sus trabajadores, alrededor de 700 compañeros y compañeras que cubren puestos de trabajo altamente calificados para los cuales se han formado y adquirido experiencia única en el país y escasa en el mundo. Lejos de ser reconocidos, el nuevo gobierno se ha negado a pagar su última recomposición salarial con argumentos entre burocráticos y falaces, ocasionando desánimo y angustias que conllevarán inevitablemente a la pérdida de eficiencia y a un futuro desmantelamiento de un plantel de especialistas difícil de reconstruir.

Lejos de no tener propuestas superadoras, los trabajadores organizados vemos viable y virtuoso que la compañía crezca en cuanto a su gestión y objetivos. Sus estatutos permiten incorporar representantes de las provincias en su gestión, manteniendo el control centralizado por parte del Estado pero participando en las decisiones más importantes y estratégicas, de modo que todas las gobernaciones a lo largo y ancho del país puedan plantear sus necesidades en lo referente a conectividad y servicios que brinda ARSAT.

Los trabajadores de las telecomunicaciones mantenemos desde siempre una profunda empatía con los destinatarios de los servicios que producimos. Siempre supimos trascender el mero interés corporativo en aras de garantizar el bien común, sabiendo que, lejos de ser intereses contradictorios, resultan complementarios de cara a la felicidad de nuestro pueblo. Por este motivo entendemos el bienestar individual sólo como parte del bienestar colectivo.

En oposición a esta concepción virtuosa, y al no encontrar razones para enajenar este patrimonio, sólo nos queda pensar que los móviles reales detrás de los slogans encubren la intención de responder a necesidades de posibles compradores que antepondrán el lucro al derecho humano de estar comunicados, y permitir que la brecha digital se transforme en una espada de Damocles para las generaciones futuras. Sabemos cuáles serán los resultados si ponemos al zorro a cuidar las gallinas.

 

 

 

 

* El autor es secretario general de la Federación de Obreros y Empleados Telefónicos de la República Argentina (FOETRA).

 

 

 

 

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