Vida después de Suleimani

La reconfiguración de Medio Oriente después del conflicto estadounidense-iraní

 

Con el asesinato de Suleimani, Irán perdió a su cuadro político-militar más valioso. La pérdida fue, en parte, una falla en la inteligencia de Irán, quien no sólo recibió ataques contra el fallecido: uno de sus generales en Yémen, Abdul Reza Shahlai, también sufrió un atentado por parte de Washington pero salió ileso [1]. Queda claro que Estados Unidos intentó descabezar a la fuerza Quds tanto en Irak (eliminando a Suleimani y a Abu Mahdi al-Muhandis de las Fuerzas Populares de Movilización) como en Yémen, sólo lográndolo en el primer escenario.

La operación demuestra que el bombardeo ordenado por Estados Unidos no fue una medida defensiva para prevenir un ataque contra sus embajadas que ya se encontraba planificado, como afirmó Donald Trump, sino una maniobra ofensiva para limitar la capacidad de operación en el exterior por parte de los cuerpos especiales de la Guardia Revolucionaria iraní. 

Trump afirmó que los atentados que iba a perpetrar Suleimani contra las embajadas estadounidenses se encontraban en un estado avanzado de planificación. Si esto hubiera sido así, la ausencia física de Suleimani no habría significado la cancelación de la supuesta operación. En una entrevista, el Secretario de Defensa de Estados Unidos afirmó que no existían pruebas de que estos atentados fueran a realizarse, arrojando luz al asunto [2].

En todo caso, lo que demuestra el éxito parcial de la operación que terminó con la vida de Suleimani es que —tal y como señala Maysam Behravesh en Foreign Affairs [3]— el aparato de seguridad de la Guardia Revolucionaria y en general del país se encuentra comprometido, probablemente víctima de algún tipo de infiltración. También es cierto que Suleimani no tomó las medidas de seguridad apropiadas para una persona de su importancia al viajar de Siria a Irak, tal vez confiado por la información revelada por el Primer Ministro iraquí de que Estados Unidos estaba dispuesto a avanzar en negociaciones con el país persa a través del mismo Suleimani.

De cualquier manera, hay consenso entre los analistas de que el asesinato de Suleimani no significa una disminución en las capacidades reales de las fuerzas Quds. La Guardia Revolucionaria es una fuerza altamente institucionalizada y Suleimani ya fue reemplazado por su lugarteniente, el general Esmail Qaani. Por el contrario, la eliminación de Suleimani significó un fortalecimiento financiero de las fuerzas Quds que recibieron un adicional de $224 millones de dólares [4].

Es sabido que Suleimani era un personaje altamente carismático y popular, no sólo en su país (donde gozaba de una altísima imagen positiva y era nombrado como uno de los posibles sucesores de Rouhani) sino entre la dirigencia chií en todo Medio Oriente. Indudablemente, la personalidad de Suleimani fue un valor agregado para Irán a la hora de construir la formidable red de alianzas político-militares que el gobierno de Teherán sostiene en Medio Oriente, más no un elemento indispensable. El estrecho vínculo que sostiene el gobierno de Irán con el Hezbolá en el Líbano, con las Fuerzas Populares de Movilización en Irak, con los Hutíes en Yemen, con el gobierno de Al-Assad en Siria y con otros grupos islámicos en Asia, difícilmente se vea afectado por la ausencia de Suleimani.

Estos grupos tienen profundos intereses compartidos con Irán, que van más allá de lo religioso (en el último tiempo Irán logró atravesar la barrera de las facciones religiosas, entablando vínculos con sectores sunitas). No es ninguna novedad afirmar que buena parte de la región está fuertemente comprometida en minar los intereses de Estados Unidos en Medio Oriente, tanto debilitando su presencia como el poder de sus aliados más próximos (Israel y Arabia Saudita).

Teniendo esto presente, llama la atención la ofensiva que desplegó Donald Trump contra Irán a través del asesinato de Suleimani en Irak. Al interior de Estados Unidos, Trump presentó al asesinato del general iraní como una victoria contra el terrorismo — en medio del impeachment impulsado por los demócratas y en búsqueda de mayores consensos en el espectro republicano de cara al Senado y a las elecciones 2020. Sin embargo el bombardeo no significó una mejora clara de las condiciones estadounidenses en Medio Oriente. Por el contrario, significó una violación de la soberanía territorial de Irak que llevó a Estados Unidos a un conflicto con este país, donde tiene apostadas al menos 5300 tropas y 12 bases militares.

La presencia militar estadounidense era un tema incómodo para la dirigencia política chií en Irak, presionada por los sectores más radicales (como Kataeb Hezbolá y las Fuerzas Populares de Movilización, aliados de Irán) para avanzar en un retiro de las tropas. El bombardeo estadounidense al aeropuerto de Bagdad fue una oportunidad fácil de aprovechar políticamente, tanto para el debilitado Primer Ministro Adil Abdul-Mahdi [5] como para los sectores chiíes más afines a Irán.

Tal es así que tras los bombardeos el Parlamento de Irak votó una resolución no vinculante que pedía el retiro de tropas estadounidenses. Luego de eso, el Primer Ministro de Irak le pidió al Departamento de Estado que elabore un plan para el retiro ordenado de las tropas estadounidenses. La respuesta de la administración Trump fue la esperable: amenazar con sanciones económicas y congelamiento de cuentas del Banco Central de Irak y un comunicado del Departamento de Estado negándose a cualquier discusión sobre el retiro de tropas.

Hasta que la negociación entre el Primer Ministro iraquí y el Departamento de Estado se resuelva, las tropas estadounidenses en el terreno estarán en una precaria situación en términos de seguridad, puesto que probablemente sigan siendo asediadas por Kataeb Hezbolá y otros grupos armados, que también son atacados por Estados Unidos e Israel en Irak y Siria [6]. A pesar de este conflicto, es probable que algunos sectores del gobierno estadounidense consideren que aceptar el pedido iraquí de retirar las tropas puede ser considerado como una muestra de debilidad de Estados Unidos en Medio Oriente y como una victoria de Irán. Por ello, y para disgusto de Trump, quien siempre se manifestó en favor de retirar las tropas norteamericanas que lideran la coalición anti ISIS en Irak, es probable que la presencia militar continúe.

Mientras tanto, el gobierno de Irak aprovechó el distanciamiento de la Casa Blanca para avanzar en las negociaciones con Rusia en la compra de un sistema de defensa antiaéreo, intención que había sido frenada producto de las amenazas de Estados Unidos de aplicar sanciones contra el gobierno con sede en Bagdad. Según reveló el Embajador de Irak en Irán, la intención iraquí sería avanzar en la compra de un sistema S-400 o un S-300. Si esto se hace efectivo, el alejamiento entre Bagdad y Washington sería aún mayor.

Independientemente de si se efectivice o no el retiro de tropas de Irak, el ataque contra Suleimani no ayudó a favorecer la imagen de Estados Unidos en Medio Oriente, al menos entre los sectores chiíes. Esto, que podía ser visto como una ganancia parcial para Irán a pesar de la muerte de Suleimani, se vio opacado por el trágico error que significó el derribo del avión de pasajeros ucraniano en Irán que significó la muerte de 176 personas. Las imágenes de apoyo multitudinario que se vieron durante el funeral del general de la Guardia Revolucionaria quedaron en el olvido con el resurgimiento de las movilizaciones opositoras al gobierno, que comenzaron a reunirse en la puerta de algunas universidades del país para denunciar el accionar negligente del gobierno de Teherán. Y si Canadá y los países europeos buscaron sostener un tono gentil con el gobierno de la revolución islámica, afirmando que probablemente se había tratado de un error humano no intencional, esas relaciones se deterioraron tras el emerger de las movilizaciones y particularmente con la detención del embajador británico en Teherán, quien fue insólitamente detenido (en otro error por parte del gobierno) por haber participado de las movilizaciones contra el gobierno. El diplomático fue detenido por las fuerzas de seguridad y retenido al menos durante una hora, aunque luego fue liberado. El gobierno de Boris Johnson manifestó sus molestias por los hechos, a la vez que la administración de Trump aprovechó la ocasión y le reclamó a Irán que pida perdón.

El altercado (posiblemente otro error humano) no favorece a la imagen de Irán frente a los países de la Unión Europea, que tras la salida de Estados Unidos del acuerdo nuclear buscaron sostener sus vínculos con el país persa invitándolo a seguir participando del acuerdo (a pesar del aumento de las sanciones económicas que le impuso el gobierno de Trump), usando como zanahoria la creación de un mecanismo financiero llamado INSTEX (Instrumento para el Fomento de Intercambios Comerciales) que le permitiría a Irán realizar operaciones comerciales o financieras sin utilizar los bancos afectados por las medidas económicas coercitivas que impuso Washington

La imposición de nuevas sanciones económicas contra Irán, anunciadas por Donald Trump en su discurso posterior al bombardeo de las bases norteamericanas en Irak, obliga a Teherán a seguir sosteniendo sus vínculos con la Unión Europea para evitar el ahogo económico. Para ello se vale de la ayuda del Presidente ruso Vladimir Putin, quien gentilmente realizó una gira por Asia y Europa donde buscó construir consensos para reducir las tensiones en Medio Oriente y abrir nuevos canales de diálogo y negociación. Tal es así que el sábado pasado realizó una conferencia de prensa con Angela Merkel, donde ambos mandatarios llamaron a reencauzar el acuerdo nuclear con Irán a la vez que insistieron en no escalar el conflicto en Medio Oriente. Todo esto, claro, ocurrió apenas horas antes de la detención del embajador británico en Irán, lo que entorpeció los gestos de buena voluntad de Alemania, Canadá y el Reino Unido.

La decisión de Irán de abandonar el acuerdo nuclear sostenido por Rusia, China, Francia, Alemania y el Reino Unido indudablemente busca forzar a las partes a una nueva negociación que dé mayores garantías a Irán frente a la profundización de las sanciones económicas y tras los agravios militares por parte de Estados Unidos. El INSTEX no promovió como se esperaba los flujos comerciales que podían desahogar la economía de Irán, por lo que el país persa indudablemente busca lograr un nuevo marco que le otorgue mayores posibilidades económicas a cambio de poner restricciones al desarrollo de energía nuclear.

A pesar de las crecientes tensiones entre el Reino Unido e Irán por el conflicto con el embajador británico, no está prevista una mejora en las relaciones entre los países europeos y Estados Unidos. En el discurso en respuesta al ataque de Irán, Donald Trump se refirió explícitamente a sus aliados europeos de la OTAN, exigiéndoles un mayor aporte financiero a la alianza militar y más presencia militar en Medio Oriente. Sin embargo, la Unión Europea no estaría dispuesta a ceder la autonomía conseguida respecto a la política exterior estadounidense, y mucho menos con Trump al frente de la administración de la Casa Blanca.

La foto de Vladimir Putin y Angela Merkel reunidos en Moscú buscando una solución para los conflictos de Irán y Libia que aquejan al Medio Oriente y al Norte de África da cuenta de la diferencia de enfoque que prima entre Estados Unidos y buena parte de la Comunidad Europea a la hora de pensar las relaciones con China y Rusia. Alemania y la Unión Europea buscan aplicar un enfoque de mayor negociación con un socio que consideran necesario, a pesar de las diferencias.

En cambio, en Estados Unidos prima cada vez más la idea de que el mundo se encuentra en una etapa de competencia entre grandes potencias, en el que China y Rusia están buscando desplazar los intereses norteamericanos de cada vez más regiones del mundo, como Medio Oriente o el Pacífico. Este enfoque se consolidó con la llegada de Trump y la publicación de la Estrategia de Seguridad Nacional de Estados Unidos en 2017, donde se caracteriza a China y Rusia como adversarios directos de Estados Unidos en la arena mundial.

Teniendo en cuenta este panorama, resulta válido preguntarse si el asesinato de Suleimani tuvo algún tipo de impacto positivo para los intereses estadounidenses en Medio Oriente en el marco de su disputa con Irán y de su estrategia de contener a Rusia y a China; o si sólo fue una jugada posible de capitalizar en el frente doméstico, en el marco del impeachment contra Trump y las elecciones presidenciales 2020. Por el momento, las consecuencias de la decisión tomada por Trump invitan a pensar lo último.

 

 

 

 

[1] https://theintercept.com/2020/01/10/us-strike-abdul-reza-shahlai-yemen/

[2] https://www.msnbc.com/weekends-with-alex-witt/watch/esper-says-he-didn-t-see-proof-backing-trump-s-claim-that-iran-was-preparing-to-strike-4-embassies-76543557858

[3] https://www.foreignaffairs.com/articles/iran/2020-01-08/soleimani-was-more-valuable-politics-war

[4] https://www.aljazeera.com/news/2020/01/iran-parliament-designates-forces-terrorists-200107081230324.html

[5] Adil Abdul-Mahdi renunció en noviembre de 2019 presionado por grandes movilizaciones en su contra, y continúa ejerciendo su cargo hasta que el Parlamento logre acordar un sucesor.

[6] https://www.israelhayom.com/2020/01/10/israel-reportedly-attacks-syria-iraq-border-thwarts-shipment-of-iranian-ballistic-missiles/

 

 

 

  • Licenciado en Relaciones Internacionales (UNICEN). Becario doctoral del CONICET.

 

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