Violencias femeninas, también

Un estudio provocativo sobre quién pega a quién

 

La masiva irrupción de las mujeres como colectivo movilizado y homogéneo en un manojo de reivindicaciones, constituye el hecho político más relevante de lo que va del siglo. Anterior al otro acontecimiento singular —la derecha representante del establishment neoliberal en un gobierno al que accede por el voto (duele decirlo) popular—, dejan de resultar fenómenos aislados a partir del instante en que antagonizan. Sin constituir un par dialéctico donde uno es condición de posibilidad del otro, en muchos aspectos comparten extracción social tanto como oponen preceptos ideológicos.

El movimiento de mujeres se nuclea en torno a demandas tan concretas como explícitas: derecho a decidir sobre el propio cuerpo, igualdad de salario a igualdad de trabajo; cese de toda clase de discriminación por género, son aspectos cruciales, irrenunciables. Sin embargo, el aspecto convocante y que, aún más, da nombre a buena parte del Movimiento Ni Una Menos, alude como un solo grito a la violencia de género en todos sus niveles, de la ofensa callejera al asesinato. Acontecimiento socio-político que sacude las estanterías tanto de la militancia como de la academia, surge de la periferia y avanza hacia el centro de la escena, colocando en el proscenio a un colectivo compacto hacia afuera y heterogéneo hacia adentro, con el cual la corporación política no sabe cómo lidiar.

Adentrarse en los mecanismos que rigen su economía ideológica, libidinal, material, etárea, clasista, en fin, compleja, requiere de herramientas teórico-empíricas, de esas que hacen las delicias de los cientistas sociales. Uno de los más recientes recortes proviene de la sociología dura, esa que se vale de encuestas y estadísticas al modo de los estudios de opinión, diferenciándose de estos en que no suele caer en la mística creencia de que, como trabajan con números, hacen una ciencia exacta.

Mariana Palumbo es una joven investigadora argentina, desde hace más de una década preocupada por el tema, al punto de haber logrado un fuerte reconocimiento en el ámbito académico. Lo singular de su perspectiva es el modo en que se aparta de los desarrollos tradicionales que consideran a los varones como “quienes perpetran mayoritariamente este tipo de violencia y que las mujeres, aunque con resistencias, son receptoras de la violencia”. Propone, por lo tanto, “complejizar los agentes que la perpetran” sin invisibilizar a las mujeres “como agentes activos en la construcción de las interacciones violentas en los vínculos de pareja”. Para decirlo en (muy) bruto: es cierto que las mujeres reciben… pero, en menor proporción, también pegan. Esto, claro, “sin desconocer estructuras de desigualdad basadas en el género” ni negar o justificar “la violencia que ejercen varones hacia mujeres y reconociendo que existen violencias que afectan a las mujeres en su especificidad”. Hipotetiza Palumbo que “en tanto las corporalidades masculinas son consideradas socialmente como dominantes, un golpe de un varón contra una mujer es socialmente visto como violento. En cambio, esto se modifica cuando el golpe lo ejerce una mujer, a cuyo acto violento si bien se lo ve como agresivo, se lo considera menos importante o de menor relevancia dado que lo ejerció una mujer a la cual se la asocia con la debilidad física”.

En Pensar(nos) desde adentro - Representaciones sociales y experiencias de violencia de género, Palumbo no sólo desarrolla su tesis sino que, además, la pone a prueba y lo constata. No puede hacerlo con una pesquisa a nivel nacional que comprenda el conjunto de los casos y situaciones de violencia de género en la totalidad de sus rangos. A tal fin se requeriría de un emprendimiento con apoyo institucional del que el Estado no puede estar ausente y tal situación, más ahora, resulta inexistente. La socióloga lo hace con los elementos a su alcance: el apoyo de la Universidad Nacional de San Martín (UNSAM), sus estudiantes, cuerpo docente e investigadores. Entre los primeros, de 11.688 casos, selecciona 171 que considera representativos. Podrán no parecerlos, no obstante los dispositivos científicos suelen ser bastante precisos y tampoco sería arriesgado afirmar que ese pequeño conjunto no difiere demasiado de aquel medio pelo jauretcheano votante de la facción en el actual gobierno.

En este marco, al abordar los vínculos de pareja, pone especial énfasis al papel jugado por lo que denomina “amor romántico”, en el que cierto erotismo se sustenta en “motivaciones violentas” como las escenas de celos en las que posesión y fidelidad se tornarían equivalentes. Problemática que va siendo prolijamente diseccionada por grupos de edad, ámbitos de circulación, circunstancias, percepciones, grados. Descubre, por ejemplo, que en las relaciones de pareja, formales o informales, “agresiones físicas tales como empujones, pellizcos, tirones de pelo y cachetadas han sido ejercidas predominantemente por mujeres, siendo en términos porcentuales el 58%, frente a la ejercida por varones, que representa el 42% restante”. Guarismos de semejante naturaleza cunden en diversas situaciones, como la presión a realizar ciertas prácticas sexuales, el espionaje en los dispositivos electrónicos y redes sociales, etc., lo que lleva a concluir que las mujeres “también ejercen violencia, aunque en términos generales en menor medida, en situaciones de celos y control casi igual que los varones y en casos de violencia física superándolos”.

Investigación polémica llevada al libro, no sería extraño que motive a algún grupejo fundamentalista, o no, a ir por la yugular de la autora. Sin esos extremos, los aspectos observables críticamente es preferible que sean abordados con mayor rigor. Pues, como en todo trabajo de esta naturaleza, siempre aparecen puntos para el debate: el marco teórico interaccionista tomado de los estudios de Erving Goffman de fines de los ’60 elude la distinción entre enunciado y enunciación; la caracterización de amor romántico a partir de Georges Bataille señala, además, que coger y amar no siempre se acompañan aunque a menudo se confundan; homologar monogamia con posesión puede ser riesgoso; una muestra estadística de un campus universitario es pasible de cuestionamiento respecto a su representatividad; incluir en la muestra una y sólo una chica trans convoca a la asociación libre, y de ahí en más. De lo que no se puede dudar es del rigor del trabajo y de la contundencia de los números, refrendados por una labor sistemática y el coraje de la autora de desafiar una correntada que, de mayor o menor intensidad, apunta en otras direcciones.

 

FICHA TÉCNICA

Pensar(nos) desde adentro.

Representaciones sociales y experiencias de violencia de género.

Mariana Palumbo

UNSAM Edita

Universidad Nacional de San Martín

Buenos Aires 2017

78 págs.

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