Votar en tiempos de Covid

La elección de medio término tendrá una dosis extra de imprevisibilidad

 

Las elecciones de medio término son un termómetro que mide el nivel de aprobación del gobierno de turno, permite la instalación de figuras en ascenso, ordena y reordena las coaliciones electorales, despunta los armados políticos con vistas a las siguientes elecciones presidenciales. Las de este año serán, en este sentido, similares a las pasadas, pero en un contexto de ineludible excepcionalidad debido al escenario que impone la pandemia de Covid-19. A la siempre fluida política argentina, el coronavirus agrega una dosis extra de imprevisibilidad, que podemos sintetizar en cuatro puntos.

 

La incertidumbre sobre el calendario electoral

Durante los últimos meses las versiones sobre posibles modificaciones del calendario electoral están a la orden del día. Tanto desde sectores del gobierno como de un grupo importante de gobernadores, oficialistas y opositores, ven con buenos ojos suspender o postergar las PASO, para evitar hacerlas en agosto, cuando las condiciones sanitarias pueden ser difíciles si avanza una segunda ola, cada vez más probable. El diputado tucumano Pablo Yedlin presentó un proyecto de ley que hasta el momento no avanzó en el Congreso. Esta semana el presidente Alberto Fernández expresó que un posible cambio no depende de él sino del parlamento, aunque hizo un guiño a la postergación al decir que “los gobernadores tienen un argumento interesante: objetivamente las PASO ocurrirán en el peor mes del invierno y si la pandemia en ese momento subsiste nos estamos exponiendo a un riesgo muy grande”. Agregó además que “con lo que salen las PASO pago la vacuna rusa”.

as modificaciones de los calendarios electorales y la postergación de elecciones han sido, desde el inicio de la pandemia, una situación recurrente. Un informe de la Dirección Nacional Electoral de mayo del año pasado mostraba que, en un contexto de aumento creciente de los casos a nivel mundial, el 78,6% de los países que tenían programados comicios los habían suspendido o postergado. Los cambios han sido más frecuentes en elecciones legislativas o municipales que en las presidenciales, como las que signaron la derrota de Donald Trump en Estados Unidos.

En este 2021, además de Argentina, otros países de América Latina acudirán a las urnas. Ecuador ya lo hizo, en las elecciones presidenciales del 7 de febrero. En Chile están previstas las elecciones municipales para 10 y 11 de abril, que en esta ocasión serán en simultáneo a la de elección de convencionales constituyentes. El mismo 11 de abril está programada la elección presidencial en Perú y el balotaje entre Arauz y Lasso en Ecuador. El 6 de junio habrá elecciones legislativas en México. Chile volverá a las urnas el 21 de noviembre para elegir su próximo presidente. Con la nueva cepa brasileña de Covid-19 dando vueltas por el continente, y ante un avance sostenido en el número de casos, en los distintos países se alzan voces que piden la postergación o suspensión de las elecciones. En todos los debates se cuelan, por supuesto, aspectos de coyuntura política, que se mezclan o confunden con cuestiones sanitarias.

Qué pasará en nuestro país es la primera incógnita que afronta el año electoral. Esta semana la Cámara Nacional Electoral aprobó el calendario que incluye las PASO el 8 de agosto y las generales el 24 de octubre. El inicio de la campaña está previsto para el 19 de junio, dos días antes del inicio del invierno. Quedan, de todos modos, muchas dudas. La publicación del calendario electoral no es más que un mapa de ruta que eventualmente puede ser modificado si el Congreso sanciona una ley para cambiar la fecha de la elección. La decisión final tendrá una dosis de diagnóstico sanitario y otra de cálculo electoral. Pero éstos pueden no ser compatibles políticamente.

 

La prevalencia del Covid-19 sobre la agenda política

Otro aspecto que agrega incertidumbre al año electoral es el impacto de la agenda Covid en el debate mediático y las disputas políticas. Desde la declaración de la pandemia, hace un año, las discusiones científicas y médicas, que en condiciones normales quedan relegadas a un público reducido y ocupan espacios marginales en diarios, portales de noticias y canales de televisión, se volvieron de pronto parte del lenguaje cotidiano. Como ocurre en otros contextos con la jerga económica, sobre todo en medio de las crisis económicas y cambiarias recurrentes en nuestro país, en la actualidad el coronavirus ha incorporado al léxico político términos como protocolos, distanciamiento social, inmunidad de rebaño, etc.

La socióloga Claudia Daniel analizó diversos “números públicos” que, como el riesgo país o el índice de inflación, trasvasan los ámbitos de aplicación para los que originalmente fueron creados y se convierten en categorías de percepción de la realidad social. Se trata de números que captan la atención mediática y son presentados bajo la pretensión de objetividad, pero que al pasar de la esfera técnico-científica a la del debate público son apropiados y resignificados por actores eruditos y legos. Se convierten así en un eje central de las disputas políticas y electorales. El coronavirus nos legó sus “números públicos”. El parte diario de infectados y muertos aparece en la pantalla cada noche, junto a la hora y la temperatura. Pero otros números forman parte también de las controversias sobre el coronavirus: cantidad de infectados totales, recuperados, en proceso, cantidad de vacunas compradas, primeras dosis, segundas dosis, rankings de enfermos, muertos o vacunados por países, etc.

Que el coronavirus se exprese en números públicos es parte de un fenómeno que hace de un tema científico-médico uno político. En un trabajo sobre la cobertura mediática del dengue y la gripe A, Silvio Waisbord mostró que en contextos de epidemias se despliega un ciclo “mediático-epidémico”: ausencia o presencia limitada del problema médico, duración prolongada y priorización en el ciclo noticioso, y vuelta a la cobertura mínima. El problema es que, dado el carácter excepcional e inédito de esta pandemia, no sabemos aun cuándo dejará de ser parte de las noticias que marcan la agenda mediática y política.

Mientras se mantenga la fase de priorización, las noticias dejan de ser médicas para ser políticas. Las coberturas, dice Waisbord, expresan cálculos estratégicos, costos, conflictos en el gabinete, acusaciones de malversación de fondos, etc. En los últimos meses vimos como el Covid ha sido el gran vector de posicionamiento y denuncias políticas, desde la carta que denunciaba una “infectadura”, las marchas “anticuarentena”, la denuncia de “envenenamiento” por la “vacuna rusa” y el escándalo de las “vacunas VIP” que le costó el puesto al ministro Ginés González García.

La monopolización de la agenda Covid deja en un segundo plano otros temas que, de otro modo, serían priorizados, fundamentalmente aquellos asociados a las cuestiones económicas y sociales. Arrancamos un año con elevados niveles de pobreza, el mantenimiento de un alto índice inflacionario y la escasa recomposición del salario real, en un contexto en el que no está previstos programas como el IFE y el ATP, que sirvieron de sostén social durante el año pasado. El gobierno apuesta a llegar al día de las elecciones en medio de un repunte económico y con la población de riesgo vacunada. Pero es difícil saber qué pasará para octubre. Habrá que ver cómo, con el transcurrir del año, el devenir de las cuestiones económicas y sociales se articulan en el debate político y mediático con las sanitarias. Y en qué medida los temas asociados con la pandemia marcan o no el pulso de la agenda electoral.

 

Los efectos del Covid-19 en la selección e instalación de candidatos

Al impactar de lleno en la agenda mediática y política, los sucesos asociados con la gestión de la pandemia tienen un efecto directo en el destino de muchos dirigentes. En algunos casos, los escándalos que se suceden en torno a temas sensibles como la vacunación terminan con ministros, como fue el caso de González García. Pero también sucede por otras razones asociadas a la gestión de la pandemia en otras latitudes, como en Brasil, donde el presidente Bolsonaro acaba de nombrar al cuarto ministro de salud en un año de pésima gestión de la pandemia, o en Chile, donde el ministro Jaime Mañalich renunció el año pasado luego de reconocer, cuando el país trasandino era uno de los más afectados por la pandemia, que entregaba informes sobre muertes por Covid-19 diferenciados a la Organización Mundial de la Salud (OMS) y a la ciudadanía.

En el extremo opuesto, puede ser un escenario proclive para el posicionamiento de ciertos políticos o funcionarios públicos. Este suceso no es privativo del Covid-19 sino que se asocia a la relación que existe entre la gestión de una situación de riesgo o de crisis y la emergencia de figuras que, por diversas razones, sacan rédito de ese contexto. En la mayoría de los casos se trata de técnicos o expertos, tanto funcionarios como asesores o divulgadores científicos, que ganan espacio en las pantallas y acrecientan su reputación pública. Hace unos años, como analizó la socióloga Tamara Beltramino, en la ciudad de Santa Fe, el contexto pos-desastre ocasionado por las inundaciones de 2003 y 2007 impactó de lleno en el campo político. Por un lado, con un descrédito y un rechazo creciente al gobernador Carlos Reutemann y al intendente Martín Balbarrey. Por el otro, con la emergencia de la figura de Mario Barletta, rector de la UNL e ingeniero experto en recursos hídricos, que se posicionó desde su rol técnico, ganó su candidatura por el FPCyS, derrotó al peronismo y accedió a la intendencia municipal.

En varios países, diversas figuras ganaron una candidatura a partir de su gestión de la pandemia. En España, por ejemplo, el Ministro de Sanidad, Salvador Illa, renunció a principios de este año para ser candidato a la Generalitat de Catalunya en las elecciones que se celebraron el 14 de febrero. Fue su labor ministerial lo que lo convirtió en una figura valorada, al punto que desplazó como candidato al líder histórico del PSC, Miquel Iceta. Logró un triunfo estrecho, que los socialistas no obtenían desde 2003.

Una incógnita que emerge en este año electoral argentino es si, en el nivel provincial o municipal, el contexto pandémico tendrá impacto en la selección de candidatos. Por estos días, el caso más resonante es el del Ministro de Salud de la Ciudad de Buenos Aires, el doctor Fernán González Bernaldo de Quirós. Si bien es un técnico del espacio macrista desde hace más de una década, mantenía un bajo perfil y era un perfecto desconocido más allá de las fronteras del campo médico. Los números de varias encuestas recientes lo ubican con una alta imagen positiva, lo que seduce Horacio Rodríguez Larreta a instarlo a dar el paso y “jugar” como candidato. En este sentido, podría ser la pieza que mueva el Jefe de Gobierno para tratar de evitar que el ala dura del PRO, con Patricia Bullrich a la cabeza, se quede con el rol protagónico en las listas porteñas. Es prematuro, en un contexto en el que la pandemia aun no está controlada y aparecen recurrentemente diversos problemas, como la reciente vacunación de los adultos mayores en el Luna Park, aventurar si finalmente Quirós será o no candidato. Pero su caso es una muestra de cómo ciertos contextos valorizan atributos que se convierten en traducibles en capital político.

 

La adecuación de la campaña a las restricciones sanitarias

En los países en los que se llevaron a cabo elecciones, las campañas electorales y los actos eleccionarios sufrieron modificaciones para acomodarse a las restricciones sanitarias. Los grandes encuentros multitudinarios fueron prohibidos, y sólo se permitieron actos “estáticos”, con aforos limitados y en espacios abiertos y ventilados. Los días de la votación se plantearon diversas medidas, desde los controles de temperatura, el uso de barbijos y máscaras, hasta la masificación del voto por correo, el desdoblamiento del día de la elección en dos jornadas o la determinación de franjas horarias para los grupos de riesgo. En las elecciones municipales de Río Cuarto, en nuestro país, en noviembre del año pasado, el protocolo de bioseguridad municipal sugería que los votantes lleven su propio bolígrafo para firmar el padrón electoral, y que la comida que reciben las autoridades de mesa y los fiscales esté envuelta en papel film y rociada con alcohol al 70/30.

Es difícil pensar que esta situación no tenga impacto en la campaña electoral, aunque es difícil saber de qué manera puede influir en el resultado. Las elecciones de medio término, a diferencias de las presidenciales, tienden a ser más “locales”. En ausencia de una referencia nacional que encabeza la boleta, cada provincia y cada municipio hace su propio juego. En algunas provincias se eligen senadores nacionales, pero no están entre ellas ni la Ciudad de Buenos Aires ni la Provincia de Buenos Aires. Lo que está en disputa en la mayoría de los casos son diputados nacionales, legisladores provinciales y concejales municipales. La municipalización o provincialización de los temas es, en este sentido, un aspecto que signa muchas elecciones legislativas de medio término. Esta tendencia parece más factible en un contexto de cierta normalidad, pero más difícil si se está atravesando un pico de contagios, hospitalizaciones y muertes por una pandemia. En este sentido, dependerá en buena medida del timing de las elecciones.

Las elecciones locales son proclives, además, a las campañas de proximidad, donde los candidatos buscan mostrarse como un “hombre común” que puede acercarse a dialogar con los “vecinos” o recorrer los barrios con un “timbreo”. Nada de esto parece posible este año, si la campaña electoral hacia las PASO coincide con los meses más fríos del año. Las redes sociales jugarán un rol crucial, que potenciará el efecto que ya mostraron en las últimas elecciones. Máxime en un contexto en el que, al no ser presidenciales, el interés de la ciudadanía baja.

En suma, el año arranca con más dudas que certezas. Lo único seguro es que las elecciones de 2021 estarán signadas por una pandemia que aun no termina, y que de acá a octubre marcará buena parte del ritmo político-electoral.

 

 

 

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