Y al que no le guste...

La resistencia a los despidos en Clarin narrada desde adentro

 

No somos números: somos personas fue el título de una publicación de la Comisión Interna de Clarín, Olé y revistas de Arte Gráfico Editorial Argentino (AGEA) que circuló por las redes. Aludía a los 65 despedidos del miércoles 17 de abril, cuyos iniciales detalles brindó El Cohete en su edición anterior. Redactado a la manera de un oportuno y pertinente ayudamemoria, sostenía que “detrás de cada despedido hay una historia: grandes profesionales, grandes personas. Queremos que vuelvan”. Mediante pequeños perfiles de vida informaba la cantidad de años que cada unx llevaba trabajando, detalles de su familia (cónyuge, hijos, nietos), características personales y alguna que otra actividad extra periodística que les otorgara pertenencia e identidad. Van tres ejemplos:

  • Walter Raiño, 23 años en la sección Deportes del diario. Soltero empedernido; ex combatiente de Malvinas; jugador frustrado de Colegiales; ordenado, puntilloso, cabrón entrañable.
  • Alfredo Martínez, fotógrafo, 36 años en el diario; le faltan seis meses para jubilarse. "Como reportero gráfico cubrí decenas de veces situaciones de despidos y vi de cerca la angustia y el llanto de las familias. Volvía a la redacción con un nudo en la panza. Nunca pensé que me iba a pasar a mí”.
  • Fernando Otero, periodista, en Olé desde su fundación (23 años). Pluma versátil y fluida; revelaba una ternura infinita, salvo que perdiera Racing.

El resto de las presentaciones guardaba un tono similar. Allí no se regalaba nada, porque, desde los ojos y sentimientos de otros compañeros, cada uno se había ganado esas líneas. Tras el desdichado anuncio – vivido como un tsunami en esa empresa y también en el resto del gremio– hubo paros de actividades, la decisión de quitar las firmas por tiempo indeterminado, un festival artístico y solidario que reunió a una multitud y, cada tanto, la reiteración de conmovedores aplausazos que estremecieron cada piso del edificio de Tacuarí al 1800.

La del lunes 29 se presume como una jornada laboral normal, que se interrumpirá a las 16 por una asamblea para determinar ciertos rumbos a seguir y, en especial, para evaluar si el martes 30 el personal se adherirá o no al paro nacional planteado por sectores del gremialismo apartados de la CGT o si realizará un cese de tareas, necesario para poder sumarse a la movilización. La salvedad es que el del final de abril es uno de los días no laborables del año, porque al día siguiente, 1º de mayo, los diarios no circulan, aunque, signo del cambio de los tiempos, sí se editan las versiones digitales.

El Cohete a la Luna se reunió con tres de los nueve integrantes de la Comisión Interna, constituida por trabajadores de Clarín (secciones Deportes y Spot) y Olé, la página web, la sección Sistemas y la revista Elle. Mariana Berger tiene diez años en el diario, pero solo cuatro de ellos como efectiva. Antes revistó como proveedora de contenidos y colaboradora, dos figuras que esconden importantes grados de precarización. Ahora es encargada de sección y editora fotográfica para las revistas Ñ y Genios. “Bah, del papel –apunta– eso que, se dice, está en extinción”. Cuando se enteró de los despidos, la sensación que tuvo fue que los años volvían velozmente hacia el 2000, cuando el mismo diario descabezó a la Comisión Interna de entonces más los integrantes de la Junta Electoral. Así cuenta su sentimiento: "Nos rajan a todos”. Por su cercanía con esas tareas, Berger admite que desde tiempo atrás dos áreas importantes del diario estaban en capilla: Fotografía y Diagramación y Diseño. Dice Berger: “A los de Fotografía primero nos sacaron del tercer piso, que compartíamos con la redacción. Después empezaron con indirectas cada vez más directas: ‘Hacen una nota por día’; ‘Están todo el día sentados’, ‘¿Por qué necesitamos más fotógrafos que el Washington Post'?"

Oscar Barnade empezó en Clarín hace 25 años, pasó por Olé y ahora está nuevamente en Clarín. Se suma a la observación de su compañera. Respecto a la persecución de diseñadores, cuenta que primero adiestraron a redactores y editores para que aprendieran a pre-maquetear sus notas. Naturalmente eso bajó la calidad de las presentaciones hasta que un día nos enteramos que una importante entidad de especialistas norteamericanos había premiado a La Nación como el diario mejor diseñado. En otro orden de cosas también describe: “Mucho dolor y bronca por la forma en que se comportó la empresa. Sorprendió que hayan echado a editores. Aunque, ¿de qué sorprenderse? Ahora prefieren a jóvenes, nativos digitales, gente que se la pasa mirando redes. Para ellos ese es el periodismo del futuro”. También revela que, muy pocos días antes de los despidos masivos, algunos jefes recibieron la propuesta de retiros voluntarios, pero, guiño mediante, con un índice mucho mayor, plus que, según Barnade, aceptaron. Concluye: “¿Te das cuenta? Para los jefes, aviso previo y el doble de plata. Para la tropa, maltrato y 110 por ciento”. Francisco Paco Rabini lleva 19 años en Clarín, ahora revistando en el punto com del diario. “En esta empresa –señala el delegado— sigue vigente una máxima histórica: ‘Los jefes no cumplen medidas de fuerza’. Y la estructura creada, con una cantidad exorbitante de jerárquicos, ayuda a que eso vuelva casi imposible un bloqueo de tareas y asegura que el diario salga, siempre, sea como sea. Pero lo que en este conflicto se consiguió fue muy importante. Las ediciones fueron realmente de emergencia: cables, fotos de archivo y gran parte de esas decisiones las sostuvieron los jefes. Entre otras cosas –agrega– indignó mucho el vallado que instalaron, casi de Guantánamo. Por ejemplo, al segundo piso, donde están los servidores, los llenaron de vigiladores.  Nos demonizaron, imaginando que les íbamos a romper todo. Se equivocaron”.

Berger, Barnade y Rabini son parte de la Comisión Interna cuya renovación más reciente data de 2018 con una duración de dos años. Desde el tristemente célebre ajusticiamiento del año 2000 pasaron doce años, hasta que se pudo volver a constituir una nueva representación gremial. Rabini es el único integrante de la interna del 2012. “Los demás se fueron yendo, cumplidos sus mandatos, pero también agotados por los maltratos de jefes y empresarios y por el aumento imparable de la precarización”, cuenta, y reconoce que en la etapa de reinstalación gremial los ayudó bastante la pelea que había entre el diario y el kirchnerismo, “porque la empresa sabía que, de no aceptarnos, tendría permanentemente adentro al Ministerio de Trabajo”.

 

Una digresión

En su sitio Humanidad (que maneja uno de sus nietos) el periodista Arnaldo Chirulo Paganetti (despedido del diario en 1991) citó la crónica sobre los despidos publicada en El Cohete a la Luna la semana anterior y se reconoció seguidor de la frase Hay vida después de Clarín. También consignó: “Las inmediaciones de la entrada por la calle Tacuarí permanecen valladas. Entrar al edificio evoca el ingreso a una prisión por el ruido metálico de las puertas. Alguien, desde adentro, le transmite el penoso clima de funeral: contar la cantidad de compañeros despedidos hace crecer la pesadumbre y confirma la actitud impiadosa de la empresa”.

 

La lucha continúa

En esta semana la empresa anunció la reincorporación de cuatro compañeros. La exoneración de Waldemar Iglesias (con 23 años revistando en la sección Deportes) estuvo rodeada de una fuerte ilegalidad: horas antes de enterarse de que había perdido su puesto gozaba de licencia por paternidad, ya que había nacido su hijo Tomás Patricio. También fueron readmitidos Agustín El Ronco Iuele y Bruno Stutari, dos destacados especialistas de Olé, así como Cecilia Vecchiareli, editora de video, presentada por sus pares como “la sonrisa más cautivante del diario, profesora de yoga y meditación, ashtangui empedernida, vegana loca”. Además se mostraron dispuestos a reconocer, entre los echados, aquellos tiempos trabajados como factureros, becarios o colaboradores permanentes, situación que elevaba los montos de algunas indemnizaciones, además de permitir una extensión de la obra social y la medicina prepaga mas allá de los tres meses que marca la ley. También se incluyó en las negociaciones la posibilidad de auspiciar una bolsa de trabajo. El delegado Rabini lo explica así: “El grupo es dueño de conglomerados gigantescos como Cablevisión, Telecom, Personal, de centenares, o miles de empresas en Buenos Aires y en el resto del país, muchas de ellas con departamentos de prensa o actividad periodística. Hay compañeros que manifestaron su disposición de desplazarse hacia otras ciudades. En las condiciones actuales, pensar en reinsertarse en otros medios es algo quimérico”.

Muy atrás quedaron los tiempos en que la prosperidad del diario en papel daba para todo. Aquél era un medio que se daba el lujo de rechazar avisos o inventaba suplementos de relativo interés con el único propósito de seguir facturando. La sección de Avisos Clasificados –uno de los principales impulsores que lo convirtió en el diario de mayor circulación– generaba ganancias siderales. “El dinero salía de ahí. Hoy, los verdaderamente exitosos son Cablevisión o Telecom. Nosotros somos, apenas, los guardianes”, ironiza Rabini.

Barnade y Berger sostienen que poco antes de los despidos, en jornadas organizadas por la Asociación de Empresas Periodísticas de la Argentina (ADEPA) y en diversas notas aparecidas en Clarín y en otros medios hegemónicos, se volvieron a escuchar gritos airados a favor de la flexibilización laboral. "Por eso –agregan y a eso se suma Rabini— para nosotros las reincorporaciones son como una compuerta que se abrió".

—¿Una victoria?

Un empate. Es todavía el diario más grande, el más vendido, el más amigo del actual gobierno, con una influencia indudable en el resto del empresariado periodístico. Y peligrosa, también por ser socia de la fábrica de papel monopólica. Por eso consideramos que la respuesta de resistencia que estamos dando es muy importante.

La turbulencia continúa porque hay una extensa nómina de inequidades que falta encarar y/o resolver. Recortes en contratos, colaboraciones y proveedores de contenidos; importantes áreas del diario atendidas por personal tercerizado (Seguridad, Limpieza, Sistemas); retrasos graves en la actualización de equipos de computación y fotografía y planes de ajuste que afectaron, incluso a los empleados del bufet.

Para Rabini, Clarín tuvo siempre una impronta de empresa familiar, paternalista. “Nunca fue una directiva afecta al diálogo y los ofendía mucho cualquier intento de organización interna. El mensaje que te bajaban, todavía vigente, era: ¿Dónde vas a estar mejor que acá? Hoy les toca negociar con una nueva línea gerencial. La de Recursos Humanos, llamada Valeria Genovese, proviene de la industria automotriz, y la de Finanzas a cargo de Fernando Frunza pasó últimamente por Farmacity. Según precisa Rabini, este sector profesional es “más frío, probablemente más descarnado, aún así entiende más el diálogo”.

 

Hablando en números

La empresa Arte Gráfico Editorial Argentino (AGEA) tiene cerca de 1200 empleados y de ellos 200 son gráficos. Todavía permanece el doloroso estigma de la desarticulación, con un saldo de más de cien despedidos, de Artes Gráficas Rioplatenses, la ex planta impresora. Ahora en la sede de la calle Zepita se imprimen libros y revistas, house organs empresariales, folletería diversa y otras piezas por encargo de terceros y también, por supuesto, los diarios y revistas como Genios y Elle. El plantel periodístico llega a 400 personas. El resto tiene relación con la muy profusa diversificación del Grupo: empleados de sectores administrativos y comerciales, de sitios como Agenprop, DeAutos y Empleos Clarín, la editora de manuales escolares Tinta Fresca o la tarjeta 365.

El diario vende unos 120.000 ejemplares de lunes a sábado y unos 400.000 los domingos, edición que incluye a la revista Viva. Fuentes cercanas al plantel periodístico aseguran que la publicación de venta más sostenida es el suplemento de Arquitectura. La estructura de remuneraciones del diario muestra una pirámide puntiaguda y una base muy crecida. El sueldo promedio se calcula en 26.000 pesos y dependiendo de cada sección y de la importancia de la nota (si es de tapa o exclusiva) el precio de la colaboración está entre 1000 y 1500 pesos, un pago que actualmente tarda entre 45 y 60 días en efectivizarse. Algunos expertos en hacer números calcularon que tras los hasta ahora 61 despedidos, entre sueldos y cargas sociales la empresa podría dejar de desembolsar unos 80 millones de pesos por año.

Pero hoy los números que importan son los que afectaron a muchas personas. Los 18 nombres y apellidos de la sección Fotografía, los 11 del diario Olé, los 8 del área deportiva de Clarín y así hasta cada uno de los atravesados por el dolor de ya no estar más en el bufet, en el trabajo diario, en los pasillos o levantando sus manos en las asambleas.

 

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