Y los teléfonos fueron argentinos

Hace 75 años Juan Domingo Perón estatizaba el servicio telefónico

 

Ayer se cumplieron 75 años de la estatización del servicio telefónico: fue en 1948 cuando se firmó el decreto 8.104 que dio por terminada la experiencia de la Empresa Mixta Telefónica Argentina y el servicio fue traspasado a Teléfonos del Estado. Es una buena oportunidad para hacer un rápido repaso histórico.

Clément Cabanettes es un personaje casi novelesco que desembarcó en Buenos Aires en 1878, con la idea de fundar una academia militar. Había estado un lustro en el ejército francés, donde alcanzó el grado de subteniente. Su proyecto original no prosperó, es probable que su aspiración haya sido desmesurada. Pero era un hombre emprendedor y rápidamente exploró nuevas posibilidades. Un invento novedoso empezaba a circular por el mundo: apenas habían pasado dos años desde el patentamiento del teléfono y varias compañías comenzaban su fabricación. Cabanettes se puso en contacto con la Société du Pantéléphone L. de Locht y se convirtió en representante, publicista e importador de los aparatos fabricados por la empresa belga. A fines de 1880 fundó la Sociedad Nacional del Panteléfono.

 

Clément Cabanettes.

 

La historia más o menos oficial sobre el comienzo del servicio telefónico dice que en la mañana del martes 4 de enero de 1881 un técnico de la Sociedad Nacional del Panteléfono instaló los primeros aparatos en los domicilios del doctor Bernardo de Irigoyen, ministro de Relaciones Exteriores, del general Julio A. Roca, Presidente de la Nación, de Marcelo Torcuato de Alvear, presidente de la Municipalidad de Buenos Aires; y de instituciones como la Sociedad Rural, el Club del Progreso y el Jockey Club.

 

Primera lista de abonados de la Sociedad Nacional del Panteléfono, publicada en El Nacional el 16 de julio de 1881. Archivo General de la Nación.

 

El teléfono de la época, casi un juguete de lujo, era una enorme caja de madera. En lo interno, el gran avance estaba en el micrófono transmisor, y la cápsula receptora era heredera de la que usaban los antiguos telégrafos. Pero el conjunto fue un salto enorme, revolucionario. Antes de que comenzara la producción industrial fueron artesanos quienes construyeron prototipos y realizaron pruebas en distintos lugares. Cuando llegaron los aparatos producidos en serie fue una avalancha incontenible. Casi al mismo tiempo que Cabanettes introducía el teléfono en Buenos Aires, otros innovadores instalaron líneas telefónicas en las ciudades de Tucumán y Rosario y hasta en un ingenio de Santiago del Estero.

 

 

Uno de los aparatos de la Sociedad Nacional del Panteléfono.

 

El negocio de las comunicaciones comenzaba a desarrollarse, varias empresas pugnaban por obtener autorización y las licencias eran otorgadas sin exigir compatibilidad entre los distintos sistemas. Cuando las instalaciones eran punto a punto eso no representaba un problema, pero cuando las conexiones se hacían a través de centrales sólo podían comunicarse entre sí los abonados a una misma compañía. En un primer momento en la ciudad de Buenos Aires funcionaron tres empresas distintas, luego se fusionarían dando nacimiento a la que se conoció como Compañía Unión Telefónica del Río de la Plata.

 

Sala de conmutadores de la Unión Telefónica.

 

 

 

 

La conquista de América

El dominio de las comunicaciones no sólo tiene valor económico sino también valor estratégico. La pugna por el mercado mundial fue feroz desde el comienzo mismo. Las compañías más pequeñas o las de tipo cooperativo fueron gradualmente liquidadas o relegadas a los márgenes, mientras las grandes ciudades y las rutas principales de comunicación serían copadas por las compañías más poderosas. A principios del siglo XX las tres grandes multinacionales (Ericsson, Siemens e ITT) se lanzaron a la conquista del mercado sudamericano. Detrás de cada una de ellas se encontraban los gobiernos de sus países de origen y las empresas proveedoras de material telefónico.

Ericsson se hizo fuerte en la Argentina con la Compañía Entrerriana de Teléfonos y con la Compañía Argentina de Teléfonos; Siemens se estableció en las provincias de Corrientes y Misiones con la Compañía Internacional de Teléfonos, que también prestaba servicios en Paraguay; por su parte, la ITT se lanzó a conquistar la Unión Telefónica que hasta ese momento era explotada por capitales británicos. Para ello compró compañías telefónicas en Río Grande do Sul, en Uruguay y en Chile, tendió un cable internacional entre Chile y la Argentina y anunció la compra de pequeñas empresas telefónicas en la provincia de Buenos aires. Ante ese despliegue de fuerzas los británicos decidieron vender y los norteamericanos se hicieron dueños a partir de 1927 de la parte más rentable del servicio telefónico en la Argentina.

Durante los años siguientes se multiplicaron los reclamos contra los abusos de la Unión Telefónica y para que el Estado se hiciera cargo del servicio. Los proyectos de expropiación no tuvieron éxito pero evidenciaron una creciente conciencia nacionalizadora. Después del triunfo peronista en 1946 el proceso se puso en marcha. A fines de agosto se hizo el anuncio y el 3 de septiembre se realizó la compra de la Unión Telefónica por parte del Estado. En la ceremonia oficial estuvieron presentes el Presidente de la Nación, Juan Domingo Perón, el presidente de la ITT, coronel Sosthenes Behn, el embajador norteamericano y numerosos funcionarios.

El Presidente de la Nación dijo en ese acto: “No es posible promover la expansión industrial y comercial de la Argentina en el grado máximo a que aspira mi gobierno sin disponer de un adecuado sistema de comunicaciones. Ocupa un lugar de excepción en el sistema de comunicaciones el servicio telefónico, lo mismo para garantizar la estabilidad y progreso de la economía nacional que para defender los intereses fundamentales del país”.

Toda operación económica puede dar lugar a críticas y suspicacias; en este caso los críticos consideraron excesivo el pago de casi 95 millones de dólares por la Unión Telefónica. Otra crítica opositora fue que el gobierno argentino se hizo cargo de todas las deudas, pagó regalías a la empresa vendedora desde antes de tomar posesión y además firmó un contrato para que la Standard Electric (subsidiaria de la ITT) siguiera proveyendo equipamiento durante diez años. Pero tal vez sea necesario decir algunas obviedades. Hubo un Estado comprando y una empresa vendiendo, no cualquier empresa sino una muy poderosa con el respaldo del gobierno del país más poderoso del mundo; para que esto fuera posible la parte vendedora tenía que estar haciendo un buen negocio. Pero el Estado comprador (si obraba de buena fe) debía considerar que esa operación era conveniente en términos de soberanía política. Sobre esto se ha escrito mucho en el pasado, se escribe en el presente y se seguirá escribiendo en el futuro.

 

 

De empresa mixta a estatal

Lo que ahora interesa señalar es que la empresa recién adquirida no se transformó en empresa estatal, sino que se apostó a la constitución de una empresa mixta –Empresa Mixta Telefónica Argentina– en la que el Estado conservaría el 51% de la propiedad y los capitalistas privados podrían participar con el 49% restante.

Según el presidente del Banco Central, Miguel Miranda, el objetivo de la empresa mixta era la argentinización (y no la nacionalización) de las grandes compañías de servicios públicos de capitales foráneos. “Con la formación de sociedades mixtas deseamos alcanzar: a) la participación del ahorro nacional en empresas industriales; b) la cooperación y la participación de los obreros y empleados de las empresas en la dirección y beneficios de las mismas”.

Un año y medio después de haberse constituido la empresa mixta, el ministro del Interior, Ángel Borlenghi, explicó que “el capital privado no demostró tener interés suficiente para intervenir en la financiación y sostenimiento de la EMTA”; su único interés era dirigirla para maximizar sus propios beneficios. Era una constatación amarga que echaba por tierra con el proyecto inicial y obligaba a un drástico cambio de dirección: “En adelante, no se admitirá ninguna intervención económica, y mucho menos en la administración de los servicios”.

El 18 de marzo de 1948 se firmó el decreto 8.104 que en su primer artículo decía: “Retírase la personería jurídica reconocida a la Empresa Mixta Telefónica Argentina”. Y en el segundo: “Declárase incorporada al Estado nacional la ex Empresa Mixta Telefónica Argentina”.

Firmaron el decreto el Presidente Perón y todos los ministros que lo acompañaban aquel día: Ángel G. Borlenghi, Ramón A. Cereijo, Carlos A. Emery, Belisario Gache Pirán, Fidel L. Anadón, Juan A. Bramuglia, Juan Pistarini, Humberto Sosa Molina, José C. Barro, Bartolomé de la Colina, Orlando Maroglio, Ramón Carrillo, Miguel Miranda y José M. Freire.

 

 

 

Luego se constituyó Teléfonos del Estado (que posteriormente cambiaría su nombre por Empresa Nacional de Telecomunicaciones) y la empresa estatal se puso en marcha. Durante más de 40 años el Estado prestó el servicio telefónico en la mayor parte del país; sólo las compañías pertenecientes al grupo Ericsson quedaron sin estatizar. La coexistencia de esos dos modos de administración sirvió para demostrar que el prestador privado no era más eficiente que el estatal.

 

 

 

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