Ya parecen Capusotto

Enésimo capítulo de las falsas acusaciones de siempre contra el “Montonero Verbitsky”

 

De Horacio Verbitsky han dicho que integró el ERP, que puso bombas, que mató a 24 personas, que entregó compañeros luego de robarles y que todo le ha servido para recibir millones de pesos. Lo acusaron tanto de atentar contra las fuerzas armadas o de seguridad como de integrarlas. Le endilgaron prólogos y revistas golpistas. En fin, siempre hay algún distraído que pregunta si es cierto. Como debe estar cansado de contestar, alguien debe hacerlo. Va otro resumen de esas respuestas.

A los 18 años (1960), en el diario donde trabajaba su padre, empezó a hacer críticas en la columna Los Libros por Dentro. Trabajó en revistas sobre cine y con esos antecedentes llegó a ser secretario de redacción en el área Cultura de la revista Confirmado, fundada por Jacobo Timerman.

Antiperonista por su formación antifacista, Timerman se asoció con un nacionalista retirado de la Fuerza Aérea, el comodoro Juan José Güiraldes. Este sobrino del escritor Ricardo Güiraldes había conocido años antes a Bernardo Verbitsky. Entre las familias de los novelistas de Don Segundo Sombra y Villa Miseria también es América surgió, desde que Horacio era adolescente, un vínculo de afecto. “Bernardo había cobijado (a Timerman) durante los años aciagos del primer peronismo”, escribió Graciela Mochkofsky, la biógrafa del futuro gran editor. El 9 de diciembre de 1965 “Timerman dejó su lugar al comodoro Güiraldes; pasaron a ser secretarios de redacción Oscar García Rey y Verbitsky, que en la foto parecía un chico salido del secundario”.

¿Fue Verbitsky cómplice de los intereses golpistas que para 1966 perseguía el dueño de la revista? ¿Dejaría Timerman una cuestión de Estado en manos de un novato de 23 años?

“El encargado de las notas políticas era Pandolfi”, precisó el actual director de El Cohete. El archivo lo confirma. En la edición siguiente a su designación, la revista se preguntaba “¿Qué pasará en 1966?” y anunciaba que “ante el duro panorama económico, sumada a la preocupación militar (…) el redactor Rodolfo Pandolfi elaboró perspectivas y pronósticos [1]. En esa edición se detalló cómo y cuándo sería el golpe de Estado de Juan Onganía. ¿A qué se dedicaba HV? El archivo muestra “un sugestivo informe de Horacio Verbitsky sobre los modos en que el argentino enfrenta ahora el tango” [2].

En el verano de 1966 el columnista Mariano Montemayor escribió en Confirmado que el deber de las Fuerzas Armadas era concluir con el gobierno del presidente Arturo Illia. El 28 de junio lo satisficieron. La dictadura, después de usarlo, obligó a Timerman a despojarse de la revista, de donde HV debió irse al poco tiempo, luego de escribir sobre deportes, tango, libros y teatro.

Al año siguiente, recibió a un colombiano escritor al que habrá de despedir de Buenos Aires como la celebridad en que se convertía por su libro Cien años de soledad. Le organizó una fiesta en la que propició el reencuentro con su amigo Rodolfo Walsh.

En mayo de ese año, 1967, pasó a colaborar en La hipotenusa, una revista con el lema “Humor para gente en serio”. El editor era Helvio Botana y el director Luis Alberto Murray.  Escribían Arturo Jauretche, Brascó, Paco Urondo, Eduardo Gudiño Kieffer, Pedro Barraza, José María Rosa... y bajo el seudónimo “Rip Kirby”, el joven Verbitsky imitaba al [luego] legendario columnista Art Buchwald, un corrosivo humorista que publicaba en Los Angeles Times [3].

A propósito de sus humoradas, fue asociado a la dictadura de Onganía –36 años después– por un tal Carlos Manuel Acuña y, una década más tarde, por Juan “Tata” Yofre, quienes en sendos libros reprodujeron unos recibos de sueldo que habría firmado uno de los escribas –sólo uno– de aquella revista.

Dirá Acuña: “Verbitsky, durante el gobierno del general Onganía, figuraba como columnista de La Hipotenusa, dependiente de la Secretaría General de la Presidencia de la Nación, y colaborador rentado de la Secretaría de Prensa”. Yofre eligió un único blanco de aquella revista contra quien dirigir preguntas capciosas: “Verbitsky (…), con recibos (del 23 y 30 de mayo de 1967). ¿1967? ¿El año de la fundación de las Fuerzas Armadas Peronistas? ¿Y cobraba de gastos reservados de Onganía?”. Ambos escribas reprodujeron recibos que se vendían en los kioscos y le atribuían haber cobrado el equivalente a 200 revistas. Yofre lo incluyó en las “rendiciones de Gastos Reservados, la del 18 de enero de 1968 (…) ¿1968? ¿No trabajaba ya con Walsh en el diario de la CGT de los Argentinos?”.

No, Yofre, en enero de 1968 el Semanario de la CGT no existía.

Tanto Yofre como Acuña intentaron forzar la interpretación de que un redactor de una revista que sólo se mantuvo durante meses y cuya única coincidencia con la dictadura fue temporal podría ser “colaboracionista”. No explican por qué la dictadura habría de financiar “en secreto” a una revista de humor satírico meses después de haber clausurado Tía Vicenta, en la que para peor trabajaban muchos de los que habían acompañado a Landrú: Caloi, Copi, Oski, Quino, Conrado Nalé Roxlo.

Las columnas de HV descargaban ironía sobre el cardenal Caggiano, con quien Onganía quería llevarse bien; contra Richard Nixon; el almirante Isaac Rojas; el ministro Krieguer Vasena y hasta contra los servicios de inteligencia.

La humorada no debió pasar desapercibida ni para Acuña, quien se presenta como alguien que hizo cursos de Inteligencia y admite haber sido funcionario de las dictaduras de Onganía y Videla, ni para Yofre, jefe durante el menemismo en el Servicio de Inteligencia del Estado (SIDE). Los muertos denunciaban al degollado.

 

Carlos Acuña, uno de los primeros difamadores, admite en la solapa su pertenencia a Inteligencia y sus servicios a las dictaduras de Onganía y Videla.

 

Cuando por fin la CGT combativa puso en marcha su Semanario, Walsh publicó adelantos de ¿Quién mató a Rosendo García? Durante esa investigación trabó relación con los hermanos Villaflor, que lo integrarán a las Fuerzas Armadas Peronistas. A esas FAP irá HV detrás de Walsh. Tiempo después escuchaban la frecuencia de la Policía Federal. A eso llamaban “inteligencia”. Cuando las FAP se partieron y hasta se negaban a reconocer el regreso de Juan Perón desde su exilio, HV se fue a Montoneros. Su tarea más destacada en esa organización fue haber co-conducido Noticias, el diario que será clausurado en 1974. Luego se fue del país, presenció la revolución de Juan Velasco Alvarado y escribió su libro Prensa y poder en Perú (1975). De paso dedicó unos meses a redactar Ezeiza. Regresó a finales de año.

 

Garantía de calidad. Los represores de La Perla, en Córdoba, exhiben los libros de Acuña.

 

 

En dictadura

Estaba en Argentina el día del golpe de Estado. El 2 de julio Montoneros puso una bomba en la Superintendencia de Seguridad de la Policía Federal. Por entonces Walsh colaboraba en Inteligencia aunque quien tenía mayor rango era su hija. “La idea de que con Walsh fuimos jefes de inteligencia es un invento de Galimberti y Firmenich, para complacer a Menem, que quería destruirme a raíz de la publicación de Robo para la Corona[4].

Aquel equipo habrá de abocarse, desde junio, a una experiencia inédita de comunicación: la Agencia de Noticias Clandestinas, que denunciaba la represión ilegal. Walsh, que era el jefe orgánico y había armado ANCLA, “la dejó en nuestras manos”, aclaró la secretaria de redacción Lila Pastoriza, quien con Lucila Pagliai, Carlos Aznárez y Eduardo Suárez repartían su tiempo en un grupo central móvil y muy dinámico, contó Natalia Vinelli en su libro sobre ANCLA. No es cierto que HV sea el único sobreviviente.

Por entonces, HV hizo circular la Historia de la Guerra Sucia, con noticias del campo de concentración de la Marina y de cómo eran arrojadas personas al río. “Fue la primera historia sobre la ESMA, distribuida a fines de 1976. Ahí por primera vez apareció el nombre del capitán de fragata Adolfo Arduino, jefe de personal, quien le ordenó a Scilingo el primer vuelo, (y) el teniente de navío Antonio Pernías”.

HV dice que textos suyos fueron incluidos en los informes de Walsh a la Conducción y así parece demostrarlo el uso de la primera persona del plural:

a. Observaciones sobre el documento del Consejo del 11/11/76

Nos parece indicar insuficiente comprensión / Nos parece tiempo perdido / Vemos un problema grueso / Nos parece espléndido que se comprenda la importancia de la censura de prensa / Nos parece errónea / Ya dijimos / Nos parece perfecto / Nos parece uno de los aciertos / no estamos de acuerdo en crear el Movimiento Montonero / La personalización nos parece peligrosa.

En cambio, al segundo ítem, el repetido “nos parece” troca por el singular “a mi juicio”:

b. Aporte a la discusión del informe del Consejo, del 13 de diciembre de 1976.

Me parece un error / Creo que el Partido debió replegarse / A mi juicio, una falta de formación histórica / A mi juicio debe brotar la singularidad de nuestro proceso revolucionario / Yo formularía (…) retirar del territorio nacional a la Conducción y a las figuras “históricas” / A mi juicio, una fuerte influencia del pensamiento maoísta en el aspecto político y de la doctrina de Clausewitz en el aspecto militar / Hay dos fallas del pensamiento de izquierda en las que recae, a mi juicio, el pensamiento montonero.

Una de las coincidencias más importantes es el punto “3. Los métodos de acción”, de opinión contraria a los atentados:

“La resistencia se sintetiza en los siguientes principios: Ninguna acción militar que no esté ligada con un interés inmediato de las masas. Ninguna acción militar indiscriminada que impida hacer política en el seno del enemigo o nos quite la bandera fundamental de los Derechos Humanos. (…) abandono del terror individual que ‘desorganiza más a las propias fuerzas que a las del enemigo’ (Lenin). El atentado antipersonal debe ser un recurso excepcional resuelto en juicio, cuya comprensión popular exige un despliegue de propaganda muy superior al del atentado.”

Este documento, elaborado a pocos meses de la bomba contra la Federal, viene a negar la versión que se la endilga a Walsh, una forma indirecta de extender la acusación a HV.

El concepto de Walsh “yo formularía retirar del territorio a figuras ‘históricas’” era rescatado por el director formal del diario que hacían entre todos, Miguel Bonasso, quien escribirá: “Me parece estratégico preservar a un cuadro como Walsh… a quien imagino hecho mierda tras la muerte de Vicky. (…) Debo ayudarlo a enganchar”. Ambos fueron a una cita pero se desencontraron [5].

“El 12 de marzo de 1977, secuestraron en Avellaneda a José María Salgado. Cinco detenidos en la ESMA declararon haberlo visto allí hasta el último día de mayo. La noche del 2 de junio apareció junto con otros dos en una calle de Caballito: tenía diez impactos”  [6].

Dos semanas después de ese secuestro, cuando Walsh fue muerto y llevado a la ESMA, su cadáver y sus papeles fueron vistos por otro secuestrado: Martín Gras. La Agencia Clandestina que fundara fue continuada por HV. También a Gras le endilgaron una carta en la que habría delatado a HV como “entregador” de compañeros, pero la misiva es falsa, como el propio Gras denunció en una carta. Dos años después compartió con Verbitsky un acto en la ex ESMA por los 40 años del asesinato de Walsh.

 

Con Martín Gras en la ex ESMA en 2017.

 

Durante el menemismo, el ex dictador Massera dijo por televisión que uno de los subordinados de Walsh era José Salgado. Esa fue la principal fuente que usaron quienes dicen indignarse por las caídas de militantes. Desde entonces, el atentado a la SS le será achacado al “oficial primero” Walsh, y al “segundo” Verbitsky como parte de otro intento difamatorio a partir de la denuncia de un policía sobreviviente, en una causa impulsada por el abogado Norberto Angel Giletta, ex juez de la dictadura. La operación fue rechazada por el fiscal Jorge Álvarez Berlanda, la jueza María Servini y la Cámara Federal. Luego la Cámara de Casación determinó que el caso estaba prescripto y que no podía considerarse de “lesa humanidad”, tal la pretensión de querellantes como José María Sacheri, de la Asociación de Víctimas del Terrorismo. Toda esa avanzada fue en respuesta a la intervención de HV en la “causa Simón”, por la que el juez Gabriel Cavallo, la Cámara Federal y la Corte Suprema declararon la nulidad de las leyes de Punto Final y de Obediencia Debida.

 

En el nombre del padre

El 15 de marzo de 1979 murió Bernardo, papá de Horacio, quien no pudo asistir al sepelio porque sabía que los militares podrían tenderle una celada. Con su primera novela, Bernardo Verbitsky había relegado al segundo puesto a Juan Carlos Onetti ante un jurado integrado por Jorge Luis Borges, que le entregó el premio “Ricardo Güiraldes” por Es difícil empezar a vivir. Con el sobrino del escritor Güiraldes, ambos Verbitsky escribieron en la revista Confirmado. Una década después, Bernardo incluyó al autor de Don Segundo Sombra en un capítulo ponderativo para su libro Literatura y Conciencia Nacional. Esos fueron los jalones de la amistad que los reencontraría durante la dictadura.

Retirado de la Fuerza Aérea desde hacía un cuarto de siglo y lejos de la represión –como reconocerá su hijo Pedro, en las antípodas ideológicas  de HV–, la familia del comodoro Güiraldes fue víctima de la dictadura: alguien de su entorno de relaciones, Diego Muñiz Barreto, terminó desaparecido; su cuñada, Elena Holmberg, fue asesinada hacia 1978 en uno de los casos más resonantes que motivó el único episodio de censura que sufriera Mariano Grondona en TV durante la dictadura. Para conocer al comodoro es ilustrativo el perfil que traza Graciela Mochkofsky.

En otro buen libro, Roberto Caballero y Marcelo Larraquy relatan el pase de Galimberti desde Montoneros a los servicios de inteligencia. En esa voltereta se inscribió el primer favor que le hizo a Carlos Menem, que fue empezar con los rumores difamatorios contra HV en respuesta a sus notas con denuncias de corrupción.

Uno de los tentados a acusar a HV de poner bombas fue Juan Gasparini, según me detalló el periodista radicado en Suiza, donde hospedó a Galimberti unos días después de que se enfermó. A cambio le ofrecía el indulto.

La versión fue levantada por Ámbito Financiero el 23 de julio en 1998, en una línea perdida de un comentario sobre otro tema: “Verbitsky escribió en una revista de la Aeronáutica militar”. Esas palabras dieron pie a la página “Acotaciones sobre la izquierda y militares”, firmada por Rodolfo Nadra: no se trataba de una revista sino de un libro publicado por el Círculo de la Fuerza Aérea. Citaba a “ex compañeros de vertiente derechista” que lo habrían acusado de “pertenecer a algún servicio de inteligencia”. Añadió que la organización Quebracho habría asegurado que le robó a Walsh “los originales del libro sobre la masacre de Ezeiza”.

Al mes siguiente, el diario menemista publicó una carta de Lilia Ferreyra, compañera de Walsh: “Entre los trabajos que Rodolfo planeaba no figuraba ninguna investigación sobre la masacre de Ezeiza, tema en el que sí trabajaba Verbitsky”.

También el comodoro (R) Güiraldes refutó: “Me sorprende que se vincule mi libro El poder aéreo de los argentinos y, por carácter transitivo a Verbitsky, con el gobierno militar. Cualquiera que haya tenido ese volumen (cuyo único autor soy yo) sabe que es sólo un estudio sobre el transporte aerocomercial, donde vuelco mi experiencia como piloto de Líneas Aéreas del Estado y ex presidente de Aerolíneas Argentinas” [7].  HV creyó conveniente compartirla con los lectores.

Once años después será objeto de otra embestida con los mismos falsos argumentos, esta vez por parte del hijo de Güiraldes, Pedro, quien escribió una carta a Noticias, cuyo director, Franco Lindner le solicitó respuesta a Verbitsky. Como la revista publicó una versión que omitía observaciones políticas, HV la publicó completa porque “evidencian su intención”. El titular de la editorial Perfil, Jorge Fontevecchia, saldó a favor del periodista: “Acusar a Verbitsky de colaboracionista es una perversión. No se trata de una maldad sino de una técnica que emplean los servicios de inteligencia del mundo. Trabajan sobre el pensamiento primitivo: resulta más verosímil que aquel que luce tan honesto no lo sea tanto”.

Cuatro años después, en oportunidad de la elección de un papa argentino, debió repetir: “Desde hace más de veinte años, cada vez que escribo algo que molesta a alguien muy poderoso, se recicla la historia imaginaria acerca de mi presunta colaboración con la Fuerza Aérea. Esta semana fue el turno de Clarín, cuyo columnista Jorge Lanata repitió el viejo cuento: falso, de cabo a rabo”.

Sumado a esta insidiosa difamación, el corresponsal estadounidense Martin Andersen –que se presenta como ex amigo de HV– profundizó el sugestivo planteo: “Hay quienes quieren pintar a Horacio como ‘servicio’, presunción que se basa en argumentos macartistas. Rechazo esas versiones”.

El producto más acabado de esta campaña fue el libro de Levinas, Serrichio y Dragonetti (LSD) que insiste en tratarlo de Doble Agente (2015) y lo máximo que aporta es el testimonio de Pedro (h), quien ya había mentado su propia relación con “un amigo que integra los servicios de inteligencia de la Fuerza Aérea”, lo que da un indicio sobre estos ataques. El resto del libro repite lo difundido por los espías Acuña y Yofre. A diferencia del más escrupuloso Hernán López Echagüe, estos profirieron haber hallado los cuadernos donde estaba el papelito que circuló por internet en lo que va del siglo: una hoja sin membrete, ni remitente, ni destinatario, ni asunto de referencia, ni folio, ni fecha, ni lugar, ni firma, ni aclaración, ni nombres propios salvo… el de Horacio Verbitsky. Con semejante endeblez de fuente difamaron algunos comunicadores.

Así se manejan aun quienes levantan la voz para repetir éstas y otras mentiras, de las que dicen tener papeles probatorios que nunca muestran. Uno de ellos ocupa un rol cada vez más preponderante en la emisora C5N, donde el presidente de la Cámara de Diputados, Sergio Massa, presionó para condicionar el discurso de sus periodistas, como develó Verbitsky en la radio de donde acaban de rescindirle el contrato luego de “la caída de 400 suscriptores” (Roberto Navarro, dixit).

Crece así la cantidad de gente con micrófono que abusa de la despenalización del delito de calumnias e injurias para periodistas en casos de interés público, un logro de la sociedad que algunos usan en contra de su principal impulsor: Horacio Verbitsky.

Es más serio oír en la radio a Peter Capusotto.

 

 

 

 

[1] Confirmado, número 34, del 23 de diciembre de 1965, p. 3.
[2] Confirmado, número 38, del 10 de marzo de 1966, p. 3.
[3] Roberto Bardini, en Bambú Press, 1° de octubre de 2007.
[4] Entrevista de Jorge Fontevecchia. Perfil, 4 de noviembre de 2007.
[5] Bonasso, Miguel: Diario de un clandestino. Planeta, 2000, p. 259.
[6] HV, “Un oscuro día sin justicia”, Página/12 del 5 de marzo de 1998.
[7] Misiva del 12 de agosto de 1998, reproducida por Página/12.
Bibliografía
Acuña, Carlos Manuel: Verbitsky (de La Habana a la Fundación Ford). El Autor, 2003.
Bonasso, Miguel: Diario de un clandestino. Planeta, 2000.
Esquivada, Gabriela: El diario Noticias y los Montoneros en la prensa argentina. EDULP, La Plata, 2004.
Levinas, Gabriel; Serrichio y Dragonetti: Doble Agente. Sudamericana, 2015.
López Echagüe, Hernán: El Perro. Vergara, 2014.
Mochkofsky, Graciela: Timerman. El periodista que quiso ser parte del poder (1923-1999). Sudamericana, 2003.
Vinelli, Natalia: ANCLA. Una experiencia de comunicación clandestina orientada por Rodolfo Walsh. La Rosa Blindada, 2002.
Yofre, Juan: La trama de Madrid. Sudamericana, 2013.

 

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