Yo fui gorila

De la cuna socialista y la gente bien al temor de volverse peronista después de 76 años

 

El 17 de octubre de 1945 yo tenía 10 años. Me criaba en un hogar de clase media, bajo la influencia cultural del Partido Socialista. En mi casa los referentes eran Sarmiento y Alfredo Palacios. Tíos y tías maestros de escuela.

La llegada de Perón no cayó bien en mi familia: un milico arropado por la Iglesia. Con Perón en el gobierno brotaron los pobres, empezaron a tener derechos, mejoraron sus salarios y empezaron a sentirse iguales a nosotros. Un tío, obrero textil, que vivía La Matanza, pasó su luna de miel en el centro de Buenos Aires; iban todas las noche al teatro o al cine, y cenaban en Pippo.

En mi familia no había un solo rastro de discriminación. La piba que llegó de Mendoza para colaborar con las tareas de la casa, años después le pidió a mi padre que saliera de padrino de su casamiento. Pero una cosa son los pobres de a uno y otra cosa cuando hacían retumbar el asfalto con sus marchas interminables: desfilaban los militares, los obreros, los jóvenes, las enfermeras. Toda una ornamentación insoportable. ¡Y los discursos de Perón y Evita! Agresivos, demagógicos, donde se exaltaban los sentimientos más primarios de los ignorantes. Y mi tía Ema decía “ella es peor”.

Mi padre, mecánico dental, mejoró mucho la economía de la familia. Pero el dato no importaba. Muchos domingos íbamos a pasar el día con nuestros parientes en San Isidro, muy queridos; los hombres pintores de paredes y muy peronistas. Generalmente, a la hora de la sobremesa, cuando el vino había aportado lo suyo, salía el tema político. Los parientes nos enrostraban todos los avances sociales, las leyes que favorecían a los obreros. “Son las leyes socialistas” respondía mi padre.

Mi primo Arnold me mandó una carta en la que se hacía pasar por peronista, con horrores de ortografía y sintaxis. Nos decían que los obreros cantaban “alpargatas sí, libros no” Creíamos que Perón era un chorro, un homosexual y un pedófilo.

Si algo caracterizaba a mi familia antes de la llegada del peronismo, era el rechazo a la Iglesia católica .Nuestro peor enemigo. Sin embargo estuvimos con curas cuando esa Iglesia enfrentó a Perón.

En el colegio me enseñaban a leer y escribir, pero mi verdadero educador era el cine de Hollywod, mínimo tres películas por semana. Un mundo maravilloso, un pueblo feliz donde los jóvenes tenían auto y no había gente pobre.

“En Norteamérica los negros se lavan su propio auto”, decía mi primo Lito.

Con el cine norteamericano llego el jazz y, con el jazz, el desprecio por el tango y por todo lo que sonaba a cultura popular. Los peronistas, orgullosos, sentían que vivían en un gran país, el mismo país que a nosotros nos daba vergüenza.

Celebré la caída del régimen pero tuve el primer llamado de atención cuando un vecino que volvía de la celebración en las calles comentó: “todos éramos gente bien”. Al fin y al cabo yo era socialista.

Me llevó poco tiempo entender algunas cosas y les decía a los peronistas: “yo critico a Perón no por lo que hizo sino por lo que no hizo”.

En fin… pasaron los años. En 1973 voté por Cámpora y después por Perón. El general confirmó mis desconfianzas iniciales .Hasta la llegada de Néstor y Cristina. Por primera vez me sentí que había un gobierno que me representaba. Y cuando escucho a los gorilas de este tiempo cada vez más apoyo al actual gobierno.

(Pausa)

Cheee…. ¿no me estaré haciendo peronista después de 76 años?

 

 

 

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