Pecho frío

El problema no es la inflación sino los infladores

 

No tengo memoria histórica en la cual la inflación no haya sido un tema en nuestro país. Sólo el momento de la convertibilidad en el que se vendió todo, nos endeudamos para pagar el “uno a uno” y, como era de esperar, explotó todo por los aires. Algo que, además, imagino que los actuales impulsores de la “dolarización” saben bien. Pero no les importa. La empatía con el dolor, el hambre, la desocupación y todo eso no les importa en lo más mínimo.

Y al decir que no tengo memoria me refiero a la cantidad impresionante de veces que a nuestra moneda le sacaron ceros para hacernos creer, por eso del márquetin, que todo era más barato.

No sé por qué el tema nos marca de esa manera. Pero no puedo sino pensar que nuestra mentalidad “dolarizada” no es ajena al problema. Autos, casas y terrenos se venden en dólares o a precio dólar, cosa que no pasa en ningún otro país cercano salvo en Ecuador (también por allí pasó Domingo F. Cavallo), al que Rafael Correa no logró sacar del pozo. Tengo claro que la causa no es “la emisión”, como nos quiso y quiere hacer creer la derecha, y como se repite acríticamente una y otra vez. Por lo menos sé que no es ni la única ni la principal causa.

Lo que también tengo claro es que las cosas aumentan: la comida, los remedios, la ropa… Y –en muchos casos– aumentan “por si acaso”. Además de que, como se dice, creo que razonablemente, productos en donde nada hay importado no tiene sentido que aumenten. Me hace acordar en tiempos de la clarinesca pesificación asimétrica cuando una oligopólica empresa cervecera, para subir los precios, invocó que “los papeles de las etiquetas” eran importados. La cosa es aumentar, claro.

Pero, y aquí lo central, las cosas no “aumentan” ¡Las aumentan!, que no es lo mismo (es como decir que un mártir “murió” omitiendo que “fue matado”). Un amigo me decía, entiendo que con sabiduría, que “declararle la guerra a la inflación es como declararle la guerra a los tanques y no a quienes los mandan”. La inflación no “mete la cola” (imagen demoníaca, habitualmente). Casi me atrevería a decir, siendo un poco políticamente incorrecto, que el problema no es “la inflación” sino “los infladores”. Y eso no se trata en terapia de grupo sino confrontando. No se trata de declarar una guerra (infelicísima imagen, nada apta para estos tiempos, y menos aún una guerra anunciada días antes para dar la oportunidad a nuevos aumentos; es como avisarle a una empresa que se la va a allanar para revisarle los papeles) sino de actuar con firmeza, controles, o sanciones. Qué son poderosos –incluso más que un gobierno debilitado por su inacción– no lo dudo; que hay quienes pretenden moncloescos acuerdos de Alzheimer socio-histórico, tampoco lo dudo. Se trata de política. Firmeza política.

Es interesante, en ocasiones, ver que algunas hinchadas de fútbol aplauden a su equipo, que ha perdido, porque ha dejado todo en la cancha, ha puesto garra y corazón. El “pecho caliente”, en ocasiones, es muy aplaudido, aunque se pierda. También debería alentar y servir la famosa frase en el Maracanazo de Obdulio Varela, cuando el técnico dijo que “con llegar a la final ya han cumplido, traten de no ser goleados, jueguen dignamente y compórtense como caballeros”, a lo que él contestó: “Los de afuera son de palo”, para lograr el triunfo 2 a 1. En lo personal, sé quiénes son “los de afuera” y a veces siento que el director técnico nos pide no ser goleados y ser “mesurados”.

No sé si perderemos esa contienda, pero sé que yo no me perdonaría no haber confrontado con el pecho caliente. Los “pecho frío” no pasan a la historia. Claro que, como la historia la escriben los que ganan, también pasan a la historia los números de la inflación y nunca los infladores. Aunque a muchos los conozcamos, y muchos sigan. Total, el Poder Judicial les pertenece, la construcción de sentidos también, y tal vez ser director técnico sea un “cargo menor”.

 

 

 

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