LA VACA DESATADA

Julián Domínguez negocia contra reloj una solución al conflicto con los ganaderos exportadores

 

El año pasado, en plena pandemia, las ventas del sector ganadero al exterior totalizaron las 620.000 toneladas (peso/producto), lo que constituyó todo un récord. Para encontrar otro registro similar habría que remontarse a 1924, en pleno auge de “la Argentina granero del mundo”.

Para este año, la Sociedad Rural, que pasó a estar conducida por Nicolás Pino, quería alcanzar las 800.000 toneladas a fuerza de tracción de la demanda china. Una ecuación insostenible para un mercado local que también quiere consumir pero cuyo salario perdió la mitad de su poder adquisitivo desde 2016, al mismo tiempo en que los precios internos se dispararon.

“Quieren ganar más guita a toda costa. Como el mercado externo está pagando más, quieren vender todo afuera. A ninguno de estos actores les interesa el mediano plazo”, sostiene Matías Strasorier, director del Centro de Estudios Agrarios (CEA). Entiéndase por mediano plazo contar con una mayor producción para que haya más consumo interno. La lógica es la inversa: vender al exterior lo más rápido posible.

El nuevo ministro de Agricultura, Julián Domínguez, tiene un primer objetivo de corto plazo: destrabar un conflicto con las cuatro entidades de la Mesa de Enlace y algunos frigoríficos por la administración del comercio exterior de carne vacuna. El lunes se reunirá con las patronales y luego vendrían algunos anuncios. “Quieren que les abran la vaca”, sostiene un funcionario. Es decir, que se aumenten algunas toneladas de la vaca vieja que se exporta a China.

Para el mediano y largo plazo, Domínguez trabajará en el lanzamiento del Plan Ganadero que contó con el aporte de los técnicos que estuvieron bajo la gestión de Luis Basterra pero comandados por Desarrollo Productivo. “Pusieron la vaca dentro de un escritorio y de ahí no se movió”, describió otro funcionario, con cierta ironía, el accionar de Matías Kulfas. Ahora, el nuevo ministro retomará las funciones que habían sido delegadas por Alberto Fernández en su funcionario de confianza.

Pero nada es sencillo con el sector primario. Esas mismas entidades con las que se sentará Domínguez son las que representan a los grandes productores sojeros, que están sentados sobre los dólares guardados en silos bolsas. Según datos oficiales, de la actual cosecha de la oleaginosa el sector tiene en su poder el 45% de los granos sin vender, es decir poco más de 20 millones de toneladas.

 

 

Cambio de gestión

Tras las restricciones a la exportación de ciertos cortes de carne, para reordenar el mercado interno plagado de frigoríficos truchos que aparecieron durante el macrismo y cierta escalada de precios, Alberto Fernández había delegado en Kulfas la elaboración de un plan ganadero. No era la cartera indicada para hacerlo. “No entendían que una vaca puede ser tanto un bien de capital como de consumo”, repite a El Cohete a la Luna un productor a quien se le dificultó acceder a préstamos subsidiados por esta pequeña diferencia de interpretación.

De alguna manera, el Presidente había desempoderado a la cartera de Agricultura. “De hecho, Basterra fue recibido una sola vez en Olivos, luego actuó casi a ciegas”, interpretan sus colaboradores. Y eso que al principio de la gestión había logrado contener las quejas de la Mesa de Enlace cuando se subieron las retenciones a la soja pero con un esquema de compensación para los pequeños productores rechazado de plano por la Sociedad Rural. Ese fue un buen mojón para la Mesa de Enlace, que había quedado dividida.

Quienes guardan su producción suelen ser los grandes jugadores y no los pequeños productores, mucho de los cuales aún esperan que se les devuelva parte de las compensaciones porque el Tesoro no giró los fondos. El crédito fiscal está registrado pero aún no llegó la cuota presupuestaria. A los grandes ni les importa porque gozan tanto de sus espaldas financieras como de los silos bolsa.

Basterra era uno de los pocos ministros “federales”, oriundo de Formosa, en contraposición con un gabinete excesivamente porteño. Esta distribución (o loteo del Frente de Todos) tuvo sus consecuencias en la presentación del Plan Ganadero, rechazado casi en vivo y en directo en el momento en que era comentado por Kulfas.

Del “yo te voy a explicar” propiciado por el ministro de Desarrollo Productivo (y avalado por Fernández) ahora se volverá a un esquema donde las negociaciones con el sector quedarán en la cartera de Agricultura, que cuenta con técnicos que conocen el paño.

 

 

Negociación

Domínguez arrancó como se esperaba. Mantuvo reuniones con gobernadores, integrantes de la cadena frigorífica y técnicos de la Mesa de Enlace. El objetivo sería anunciar este lunes una batería de medidas que permitan destrabar el conflicto con los ganaderos exportadores, quienes habían amenazado con un nuevo lockout para luego de las PASO.

Las entidades más derechosas, como la Sociedad Rural o Confederaciones Rurales, quieren seguir instalando que las exportaciones de carne fueron cerradas en su totalidad, situación que no resiste mucho análisis.

Según el Instituto de Promoción de la Carne Vacuna (IPCVA), manejado por la propia Mesa de Enlace, en julio se exportaron 194 millones de dólares en carne bovina, un 11% más que en 2018 y un 135% más que en 2016, aunque sí se anotaron bajas en relación al período 2019-2020.

En agosto de este año las ventas al exterior promediaron las 45.000 toneladas, más que los despachos registrados en julio. Sin embargo, comparados con un año atrás se estaría en el orden del 80% de las toneladas enviadas en 2020. Y esto se explica porque el año pasado hubo un récord absoluto de ventas. Ergo: no existe una parálisis de las exportaciones.

El ritmo de ventas al exterior que se había detectado incluso durante el primer trimestre del año no iba a ser soportado por la actual composición del stock ganadero. Por eso se tomó la decisión de administrar el comercio exterior.

En 2015, la faena de hembras había sido del 43,5%, mientras que para 2019 se ubicó en el 49,3%, con un pico durante el primer trimestre del 51,7%. A partir de esa excesiva descapitalización es que se perdieron 900.000 cabezas de ganado el año pasado. Pero hay un dato más: en 2019 también se perdieron 547.000 cabezas en comparación con un año antes. Nunca mejor recibida la letra de la Bersuit: “Nos comimos una vaca cruda y nos pareció poco”.

En las primeras conversaciones de Domínguez con los representantes de la Mesa de Enlace quedó claro que podrían liberarse más toneladas de la vaca vieja que viaja a China y seguir con la protección de los cortes populares ya definidos por el gobierno nacional.

En esos primeros encuentros, los técnicos de las entidades y Agricultura consensuaron números. Casi todos estuvieron de acuerdo con el diagnóstico, menos la Sociedad Rural, que sigue con su libreto de apertura total de exportaciones.

Por ende, el meollo pasa por darle un poco más de toneladas a los frigoríficos que habían comenzado a tener una relación comercial con China. Quizás estén en juego 5.000 toneladas más de exportaciones, además de algunos incentivos para mejorarles el precio del ganado en pie a los criadores. “Esa concesión no sería tan grande y tal vez no afecte los precios internos”, indicaron a este cronista.

Ese “tal vez” tiene un sentido: los precios de la carne subirían un poco en los próximos meses por un simple hecho estacional y biológico. Después de la invernada, cae la cantidad de kilos por animal, por ende aumentarían los precios. El desafío del gobierno será que no quede asociada una mayor apertura de las exportaciones con ese vaivén de precios.

 

 

Atacar la concentración

El control de precios es el tema clave. Strasorier considera que el precio del kilo de carne podría bajar de 500 a 300 pesos si se negociara fuerte con las cadenas de comercialización. Por su parte, los frigoríficos recuperados reclaman que les permitan vender al público porque, afirman, el kilo de carne podría bajar hasta 200 pesos.

Si otros frigoríficos son posibles, también lo es otra lógica de producción que esté por fuera de la Pampa Húmeda. Esto quiere decir que podría fomentarse la producción ganadera en Mendoza, Salta o Santiago del Estero y que la carne resultante sea consumida en esos territorios. Quizás los costos de producir en Cuyo sean más elevados que en la Pampa Húmeda. En contraposición, habría un impacto social de índole distributiva. “El problema es que los grupos concentrados de la Pampa Húmeda querrán ceder cuota de mercado”, sostiene el director del CEA.

Si se redistribuyera territorialmente la producción, se podrían liberar saldos exportables de la zona pampeana. “Por eso decimos que no hay contradicción entre consumo local y exportaciones. El tema es que hay que sentarse con los grandes grupos económicos y negociar”, agrega Strasorier.

El tema de los precios tiene que ver con la altísima concentración que hay en diferentes rubros alimenticios. Con citar dos ejemplos, yerba y lácteos, queda claro que la inflación tiene un alto componente de especulación privada.

En el caso de la yerba, Las Marías –de la familia Navajas Artaza– controla el 20% del mercado a través de sus marcas Taraguí, La Merced, Unión y Mañanita. La empresa Hreñuk SA, que fabrica la yerba Rosamonte, concentra el 9% del mercado, Molinos otro porcentaje similar y los dueños de Playadito otro 12%.

Solo cuatro sociedades se quedan con el 50% del mercado y manejan los precios. Entre diciembre de 2019 y agosto de este año, la yerba aumentó un 216% según un trabajo del CEA.

Con los lácteos ocurre algo similar. Tres empresas –Arcor con La Serenísima, Danone y SanCor- manejan el 75% del mercado. Entre diciembre de 2015 y agosto de este año, el precio del litro de leche se multiplicó por cuatro.

La cuestión de los monopolios y su poder de mercado no se resuelve solamente con Precios Cuidados o programas parciales. “La desconexión internacional tiene que ser un hecho. Tenemos que desconectar los precios internos de los internacionales, tanto en alimentos como en la energía. Y hay que hacerlo por más que eso implique pelearse con los grandes jugadores de la economía”, reclama José Sbatella, ex titular de la UIF, quien viene trabajando sobre la Teoría de la Desconexión de Samir Amín.

 

 

 

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