AMOR CON HUMOR SE GARPA

Pedro Saborido regresa mediante un puñado de lisérgicas historias del corazón

 

El hombre tiene sesenta años. Dice que desde el ‘93 está de novio con Marlene, con quien tiene dos hijos, Dante y Sofía. En la breve biografía no afirma estar casado. Apela a la categoría “novio”, no se sabe si por mantener la civil soltería, seguir unido de hecho o por querendón. Es bastante usual aplicar ese estatuto, por cierto, tratándose de concubinato, si así fuera. Como sea, se cruzan al menos un par de registros: el personal, singular y romántico, y el formal leguleyo atinente al registro civil. Valen ambos, sin definir cuál, pues ya desde la denominación se hace presente una historia. Porque, tratándose de cuestiones del corazón (de ese que se dibuja atravesado por una flecha, no del músculo cardíaco) se lo reconoce por las historias que porta. Dado que sólo hay historias de amor. El amor en sí resulta un término abstracto. Cuanto menos, polisémico hasta la asfixia.

Pruébese definir al amor. Y se encontrará el amor pasión, el cortés, el platónico, el romántico, el carnal, el burgués, el libre, el correspondido (y el que no, una enfermedad), su ruta al infinito y más allá. O, asimismo, constreñido por su objeto: amor a la Patria, a la camiseta, a si mismo (el amor propio), a los animales, a la naturaleza, al otro sexo, al mismo sexo, a la ciencia, a los hijos, a la mamá, al papá, a la timba, a la ciencia, a los burros, al arte, su ruta, ídem. En ese berenjenal amoroso, sólo quedan las historias de amor. Unitarias, irrepetibles, significativas por si mismas, alimentan los siglos con las más bellas situaciones hasta con las mayores tragedias, todas se tornan ejemplares. En especial cuando son narradas en forma atractiva, garpan. Casi se diría que no existen otras; sólo hay historias de amor.

 

El autor, Pedro Saborido.

 

Como podrá apreciarse, sin sobrar, abundan. El experto en contarlas a quien nos referimos es nada menos que Pedro Saborido (Gerli, 1964) quien, bajo diversos títulos, ya ha expuesto historias de diversos amores: al fútbol, al Conurbano, a su socio Capusotto, al peronismo, para mentar nada más que los libros. En clave de humor, claro; tal vez la mejor manera de abordar tamaños tópicos. Ineludible fuente de felicidad y sufrimiento, ahora arremete con el amor, con veintitrés historias. Sin embargo, titula el libro Una historia del amor, dando a entender que, en la materia, es una sola abarcando todas. Si se atiene el lector obsesivo y/o meticuloso al índice, o cuenta uno a uno los relatos, habrá de comprobar que figuran veintidós. Una se perdió en el camino o remite al conjunto en tanto totalidad, haciendo las veintitrés. Humorada, clave, trampa, mensaje metafísico, vaya a saber. Gran toma de posición, arriesgada, exitosa al hacer del absurdo, realidad.

Arranca con Jill Biden, la señora esposa del Presidente de los Estados Unidos, que en una recepción consume, por error de un camarero, una Manaos de la que, con fanatismo, se enamora y pone en juego a los fabricantes matanceros de la dulce bebida como una cuestión de Estado: “El amor que yo siento al beberla es el amor que ellos sienten al fabricarla”. El flechazo crece en tal intensidad que deriva en una declaración de guerra entre los Estados Unidos y la localidad bonaerense de La Matanza. Capítulo desternillante, propone una estructura narrativa conservada a todo lo largo del libro. Título, epígrafe atribuido a personaje célebre, copetito, desarrollo de la intriga. De inmediato, “Análisis y reflexión” a cargo de profesional experto, en este caso “Janis ‘Shopping’ Avellaneda. Antropóloga, empresaria hippie y ferviente cultora de las metáforas sobre el amor”, que explica –con un ejemplo de la vida real, tirado de los pelos hasta la calvicie— desde su puesto de artesana en Villa Gesell, mediante un silogismo inspirador: “El amor genera conflicto/ El conflicto genera odio/ El amor genera odio”.

Saborido demuestra a cada paso su inagotable don por transformar lo formal y cortés en una herramienta destinada a trizar en pedacitos reconocibles la concatenación de sentidos. Si en el copete anuncia una atractiva paradoja filológica –“El lenguaje puede ser un continuo acercarse a lo que no se llega—, en el desarrollo subsiguiente de la trama se las agarra con esa fábrica de equívocos que es el wasap (sic), “ese lenguaje de emojis propio de la víspera de la inteligencia”. En otra parte, al abordar técnicas de seducción, desde una perspectiva que afirma femenina, aduce: “No se puede ser tan idiota. Hace deseable la existencia de Dios solo para que decida cuál es la mejor manera de terminar con la humanidad”. Sostiene sus alegatos basándose en sesudos estudios de recónditos departamentos de investigación inscriptos en reputadas universidades extranjeras.

 

 

Por momentos, algún par de historias parecen trasladar al lector a un episodio de Peter Capusotto y sus videos. Es como si se viera allí mismo, en el texto, al actor haciendo de las suyas, interpretando a personajes como un cantante exitoso metejoneado con “la modelo Pía de la Virgen Sacramentísima de los Dolores Escalada Banfield Lomas Temperley”, para más datos “musa de la oligarquía, de andar altamente burgués y ascendencia patricia, cabellos dorados como un trigal, ojos de océano ya alejado del Río de la Plata, ex novia y amante de jugadores de polo”. Guiño afable, señal de familiaridad, eficaz en el medido usufructo del recurso.

Bajo el pretexto temático de la herencia – “un reflejo torpe y ambicioso del amor”—, Jorge Luis Borges llega a la escena, esta vez fallecido, a través del legado de un ropero a un par de familiares lejanos de María Kodama (a quien, con judicial prudencia, no se menta). Del mueble destacan dos espejos, “puertas de acceso a otras realidades. A mundos paralelos”. Surge un Borges futbolero, un plomero, un odontólogo, hasta un Borges peronista; no podía ser de otra manera. Nominaciones para una relación, la tecnología, el enamoramiento, las expresiones orgásmicas, más seducción, los olvidos, el raye en sus múltiples variaciones, coger, las mascotas a control remoto, el divorcio (“Cómo algo tan bello se convirtió en una mierda”), la Scaloneta, Elon Musk (no podía faltar). Una entrevista al beatle Paul McCartney transforma célebres versos de las canciones del cuarteto en apotegmas de la doctrina justicialista: “Porque la banda marchará / con el Sgto. Pepper a la cabeza/ o con la cabeza del Sgto. Pepper”, con carta de Perón a fines 1969 incluída, que advierte “guarda con la japonesa”.

Nutrido contingente temático, necesariamente inacabado por la abrumadora abundancia de material existente y en constante renovación, fuerza a Pedro Saborido a amenazar con segundos y terceros tomos suplementarios de esta, Una historia del amor, que son una, son veintidós más una, volverán y serán millones. Relatos generosos, con un volumen metafórico capaz de dar cabida a dichas y sinsabores del lector dotado de amplitud imaginativa, a fin de desplegar tan lisérgicas vicisitudes.

 

 

FICHA TÉCNICA

Una historia del amor

Pedro Saborido

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Buenos Aires 2024

240 páginas.

 

 

 

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