Correrse a un costado

La deuda argentina y la experiencia española de las subprime

El 23 de agosto del 2011, entre gallos y medianoche, bajo el agobiante verano ibérico, quien fuera Presidente del gobierno de España, José Luis Rodríguez Zapatero, protagonizaba una reforma constitucional. Por entonces me encontraba trabajando en el Parlamento Europeo y desde la izquierda denunciábamos el acuerdo entre la centroderecha y la socialdemocracia española (PP-PSOE) por el cual se blindaban las reglas de austeridad auspiciadas por la Unión Europea: limitar el déficit estructural al 3% y la deuda pública al 60% del tamaño de la economía, del PBI. Hoy, 11 años más tarde y desde la Argentina, amerita una reflexión un poco más profunda de ese rápido, acallado, pero sin dudas poderoso acuerdo político. En ese sentido me pregunto, ¿tenía Zapatero mejor alternativa? ¿Estuvo a la altura de las circunstancias?

Empecemos por ver cuáles eran esas circunstancias. En plena crisis del euro y con Grecia, Irlanda y Portugal ya rescatados por la famosa Troika que conformaron el Banco Central Europeo, la Comisión Europea y el Fondo Monetario Internacional, la ola de austeridad y ajuste se expandía desestabilizando gobiernos democráticos. En ese contexto, la cuarta economía más importante de la zona euro, España, empezaba a crujir, con altos niveles de déficits públicos y un sistema financiero que se había subido de lleno a la timba de las subprime y creado la burbuja inmobiliaria española. Frente a la amenaza de un posible rescate (bailout) por parte de la Troika, Zapatero avanzó en ese agosto de 2011 con un acuerdo con el líder de oposición Mariano Rajoy para modificar la Constitución Española, y mostrar así el compromiso de España en ser el mejor alumno de las reglas fiscales del euro. Con el apoyo de Unión del Pueblo Navarro y más del 90% de los votos en el Parlamento, la regla de oro de la austeridad, llamada por algunos de estabilidad macroeconómica, se grababa en la carta magna sin proceso constituyente ni referéndum vinculante. El texto, hijo de la transición española que sólo había sido modificado en el 2011 para otorgarle el derecho a voto a los ciudadanos europeos en las elecciones municipales, incorporaba una única (y excluyente) mirada económica: la ortodoxa, neoclásica, neoliberal.

Pero vayamos un poco más atrás. El estallido de la crisis financiera de Wall Street llega a la zona euro por el 2010, poniendo blanco sobre negro las debilidades de la moneda común y los desequilibrios en la región. Con una década de ventaja, Alemania había conseguido expandir su zona de control comercial y aniquilar caminos de desarrollo industrial en un sur históricamente mucho más atrasado. Siendo acusados de baja de productividad, de malgastar recursos públicos y de vivir de prestado, los europeos del sur, del mediterráneo, pagaban los costos de un sistema financiero que había especulado con tasas de intereses muy bajas y riesgos ocultos detrás del euro.

Como sabemos en la Argentina, los planes de austeridad se sellan en las condiciones impuestas a los préstamos, o rescates. En mayo del 2010, Grecia accedía a un préstamo del FMI de 110.000 millones de euros. En noviembre del mismo año, Irlanda solicita 67.500 millones de euros. En abril del 2011, se suma Portugal, solicitando 78.000 millones. España e Italia tenían todos los números para ingresaran al ya mal llamado club de los PIIGS o cerdos en inglés (Portugal, Italia, Irlanda, Grecia y España). Italia estaba en la cuerda floja por sus elevados niveles de deuda pública e inestabilidad política, tal era así que, tras la dimisión de Berlusconi en noviembre del 2011, asumiría el gobierno tecnocrático de Mario Monti para llevar adelante la agenda de “reformas estructurales”, léase ajuste y desmantelamiento del estado del bienestar, con el beneplácito de las instituciones europeas.

Volviendo a España, esta se encontraba hundida en una crisis económica desde el 2008. En casi un último suspiro antes de perder las esperanzas de poder contrarrestar la ola de austeridad, o austericidio europeo; en enero de 2009, Zapatero lanza el Plan E de promoción de la obra pública municipal y del empleo. Pero a pesar del esfuerzo, en 2009 la caída del producto llega al -3,6% con un consiguiente aumento del desempleo del 79% (pasando del 9,6 al 17,24%). Zapatero transitaba su segundo gobierno con esos números y dejando atrás una primera gestión marcadamente progresista: ley para la erradicación de todo tipo de violencia contra las mujeres, el matrimonio igualitario, aprobación del Estatuto de autonomía de Catalunya, entre otros. Así, la crisis y la aceleración de la inestabilidad de la región se trasladaba al creciente malestar cotidiano. Para mal de males, el Banco Central Europeo respondía con suba de tasas, que impactaban de lleno en la clase trabajadora altamente hipotecada. Jóvenes con maestrías y doctorados inmersos en la precariedad laboral eran el telón de fondo de un sistema financiero corrupto que veía cómo el sistema de cajas de ahorros y bancos de cercanía recibían ayuda para reestructurarse y seguir haciendo ricos a unos pocos, como el tan famoso Rodrigo Rato que años más tarde sería juzgado por fraude, alzamiento de bienes y blanqueo e imputado por apropiación indebida.

Esas eran las calles en ese verano del 2011, que luego darían paso al movimiento de los indignados y a la plataforma afectados por la hipoteca (PAH), plasmándose en las urnas en el 2014 con Podemos, una nueva fuerza política que intentaría romper el tan preciado bipartidismo español. Pero la preocupación de Europa, o mejor dicho la Alemania de Merkel, no estaba en la crisis social, sino en la inestabilidad financiera y macroeconómica que podía llegar a causar el déficit fiscal. Así, en junio del 2011, surge el Pacto del Euro para controlar aún más las economías del sur, sellando en piedra las reglas fiscales y creando nuevos mecanismos de rescate como el Fondo de Estabilidad Económico Europeo, el cual le daba dientes a la Troika para consolidar los programas de reformas estructurales detrás de los rescates. Y con el Pacto del Euro sobre la mesa, Zapatero los plasma en la Constitución. ¿Cómo siguió la historia después de la reforma constitucional? En noviembre del 2011, Mariano Rajoy del PP gana las elecciones generales con mayoría absoluta e implementa la tan ansiada reforma laboral, aceitando mecanismos de precarización laboral y recortando derechos. Pero la situación financiera era insostenible y en junio 2012, a menos de un año de la reforma, España le pide al Eurogrupo un préstamo por 100.000 millones de euros. Este rescate, encubierto, no fue otorgado al gobierno español directamente, sino que se creó un Fondo de Reestructuración Ordenada Bancaria para inyectar dinero en los bancos que estaban quebrados. Sí, un préstamo internacional para rescatar el negocio de unos pocos. Un rescate sin ser llamado rescate, sin Troika pero con las reformas de la Troika.

Volviendo a Zapatero, podríamos decir que evitó, o como mínimo pospuso, la llegada de la Troika a España. O por lo menos, respetando el llamado electoral, le dio la posibilidad al pueblo español de elegir quién gobernaría su destino. Evitó quizás un gobierno tecnócrata como el italiano, o 100% intrusado por los hombres de negro, como el griego. Pero la pregunta sería, ¿tenía Zapatero la oportunidad de revelarse contra el Pacto del Euro y el pedido de reforma constitucional frente a la amenaza de una mayor contracción financiera e inevitable pedido de rescate? En mi humilde entender, el pecado original ya había sido realizado por el propio socialismo español al final el Tratado de Maastrich en 1992, con Felipe González en la Presidencia. Las bases para el euro ya incorporaban una mirada sobre las cuentas nacionales neoclásica, sin una pizca de keynesianismo ni de política anticíclica ni pensar en el desarrollo del sur. Quizás todo lo contrario, el proyecto de mercado único europeo buscaba proteger a los más grandes, garantizándoles más market share. Cabe resaltar que, en las Cortes Generales, el diputado de Izquierda Unida, Julio Anguita levantaba sólo la mano en contra el Tratado.

Dicho esto, la pregunta siempre surge en cómo cambiar el status quo y si Zapatero entregó su capital político y su gobierno por algo que igualmente era inevitable, el giro a la derecha en España, o si efectivamente consiguió evitar que España entrara en la lista negra de países rescatados, evitando así un peor escenario macroeconómico en plena recesión económica y aumentando las bolsas de desempleo. Supongo que se pueden ver los dos lados de la moneda. Repasar esta serie de eventos desencadena para mi una pregunta tan presente en la mente de nuestros dirigentes hoy: ¿tiene la Argentina una alternativa mejor que un acuerdo (bueno o malo) con el FMI? Está claro que el pecado original en este caso lo produjo Macri y la complicidad obtenida por el propio Fondo, ahora bien, ¿cuenta la Argentina con los engranajes políticos y el resorte económico para torcer al establishment? Quizás simplemente se puede hacer como lo hizo Zapatero, lo mejor para evitar profundizar la crisis en términos de desempleo y recesión, a veces puede ser perder políticamente, y correrse a un costado para que el partido resurja. Hoy Pedro Sánchez gobierna en coalición con Unidas Podemos. Entre otras cosas, dieron vuelta la reforma laboral de Rajoy.

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