CRÍMENES PATAFÍSICOS SIN ESCAPE

Parodia de un policial negro iniciada por Boris Vian y concluida por un club de artistas y matemáticos

 

Adormilado por el traqueteo del tren, el coronel Frank Bolton regresa de la guerra de Corea a su hogar, en una de las tantas ciudades de los Estados Unidos llamadas Black River. Aparenta más de los 35 años que porta junto con una mano ortopédica, souvenir de recientes escaramuzas, junto a un fuerte tufo a carne humana achicharrada, pegada dentro de su nariz. Un periódico visto al pasar le informa del dantesco asesinato de quien fuera su primera novia: “Pensé en sus ojos de oro, en sus dientes (tenía el doble de dientes que cualquiera, probablemente porque eran muy pequeños) y eso me llevó a recordar los helechos rojos, la maleza que olía a hongos, el sol que empezaba a salir y la cabaña construida por un cazador muy precavido: había, dentro de esa cabaña, una cama de helechos secos”.

Poco dura la evocación erótica, pues el bueno de Frank se entera de que una serie de sus amantes van siendo masacradas con similar modus operandi. Al arribar a su hogar familiar recibe la solidaridad de su juvenil madre, un padre un tanto colifa; la cuñada pizpireta, viuda de su hermano menor, muerto por la artillería japonesa en los cielos pre-bomba de Nagasaki; un chofer, un valet, tres autos, un perro viejo. Sospechoso de cajón, el coronel Bolton recurre a un detective “de buena familia”, exhibicionista, algo afeminado, con una esposa cruza de irlandesa y mexicana, despampanante. Hasta aquí el sólido trampolín sobre el que pica No hay manera de escapar, la novela cuyos primeros cuatro capítulos completó el músico, ingeniero, novelista, patafísico, poeta, traductor, cantante, progresista y fiestero Boris Vian (Ville de Avray, 1920- Paris, 1959).

 

 

El (co)autor, Boris Vian.

 

 

Legó asimismo una tan breve como detallada sinopsis del resto de la novela bosquejada en 1950, que sesenta y seis años después los herederos del autor encomiendan al grupo Oulipo a fin de que construyan una versión colectiva del texto. Fundado un año después de la muerte de Vian, el Ouvrier de Littérature Pottentielle (Taller de Literatura Potencial — o relativa) reúne desde entonces escritores, matemáticos y diletantes académicos surtidos, dedicados a la experimentación cruzada de literatura y matemáticas asociada a la patafísica y a la exploración de modelos sin pretensión de vanguardia. Entre su selecta treintena de miembros actuales, con mayoría francesa, aparece un único argentino, Eduardo Berti (Buenos Aires, 1968), quien colabora en esta muy prolija y documentada edición, de la que también es traductor.

Respetuosos del espíritu, técnica y estilo, los oulipianos logran un resultado que conserva ese tono paródico del policial negro norteamericano de posguerra cultivado por Vian, no sólo en novelas anteriores, sino también en muchas de sus canciones de relevancia pop o jazzística. Los clichés del género resultan resignificados en distinta medida, salpicados de guiños y hasta muecas que oscilan entre el homenaje y la burla: “Aún tenía esa voz ronca de fumadora, típica de las morenas”. Recurso típico del género moldeado “al machismo old school”, como se aclara en un anexo dedicado a proceso de armado mediante el juego “con distintos niveles de lenguaje, alternando lirismo, expresiones populares y metáforas”. Entre estas últimas, los oulipianos se aplicaron al rescatar las utilizadas en las traducciones de Chandler y Cheyney con las que Vian sumaba algún dinerillo. Entre la burla y la admiración, en sus propios policiales negros el autor clonaba giros propios del policial norteamericano, en la onda “sólido como un congelador, pero sin frío”, o: “Tenemos nuestros métodos. La policía comienza con las víctimas y de allí intenta rastrear la fuente. Los sabuesos trabajan como los salmones”.

 

 

El oulipiano argentino, Eduardo Berti.

 

 

Sin deslices extemporáneos, los doce capítulos restantes que prosiguen a los cuatro realizados por Boris Vian, constituyen una proeza literaria en forma y fondo, dotada de una continuidad en cuyas entrañas fluyen recursos en los que la eficacia narrativa prima por sobre toda ostentación de virtuosismo. Una profunda investigación de los detalles deportivos, políticos, militares, de consumo, musicales, mediáticos y toponímicos sitúan época y clase social, en forma paralela a juegos literarios con la misma escritura anterior de Vian. Si hay algún factor en que coincidieron Boris Vian y los oulipianos es que, en la faena, se divirtieron a lo loco. Realizado con tanta mesura como maestría, hay todo un capítulo compuesto mediante la técnica del “centón”, que consiste en, sin apartarse de la trama ni un gramo, utilizar frases provenientes de otras narrativas y canciones del propio Vian, en la que ninguna puede provenir del mismo texto que la precedente.

En la parafernalia acrobática surge también una prosa poética en un símil acróstico denominado beau présent; es decir un texto lírico que narra, aplicando sólo las letras que componen nombre y apellido de la persona aludida. Técnicas oulipianas que mixturan la elegante sensibilidad de la literatura con los sistemas lógicos que confluyen en las matemáticas. Tal vez la figura que otorgue una cierta visualización del procedimiento oulipiano sea la Botella de Klein, etapa superior de la más popular Banda de Moebius.

Producto impecable en los anales de la novela policial dura, experimento colectivo de escritura al interior de otra escritura, cima culminante dentro de la multifacética obra de Boris Vian, No hoy manera de escapar vibra, sacude y palpita de principio a fin. Fenómeno integral de experimentación estética, abarca hasta la tapa de la flamante edición argentina a cargo de Consuelo Parga, en la que la pequeña y atenta editorial local se preocupó de remedar la versión francesa en la que la artista oulipiana Clémentine Mélois, a su vez rinde tributo a las tapas con que, a partir de 1946, la editorial parisina Du Scorpion popularizó la narrativa de Vian. Obra original, vianesca hasta el tuétano, realizada con materia prima tanto propia como apropiada, singular y colectiva a la vez, propia sin propiedad, entrelazada sobre sin misma sin enredarse, de un alegre dramatismo capaz de quitarle cualquier anticipo a la sorpresa, No hay manera de escapar es una novela que se rebasa a si misma y, como ninguna, hace honor a su título.

 

 

 

FICHA TÉCNICA

No hay manera de escapar

Boris Vian y Oulipo

 

 

 

 

Buenos Aires, 2020

144 páginas

 

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