De Moreno y Mordisquito a Macri

El Plan de Operaciones de Moreno no ha perdido vigencia en más de dos siglos

 

Mariano Moreno nació en 1778. Era el mayor de los 14 hermanos, nieto por rama materna de una acaudalada familia propietaria de tierras en lo que era Buenos Aires en la época de la colonia. Su padre era un próspero comerciante.

Fue a estudiar leyes a la Universidad de Chuquisaca. Además de leer a Rousseau y a Diderot, tomó abiertamente posición y defensa por los indios ante el mal trato que les dispensaban corregidores y malos curas doctrineros. Años antes, en Cusco, había sido sofocada a sangre y fuego la rebelión de los descendientes incas encabezada por Túpac Amaru (muerto el 18/05/1871) y, diez años más tarde, la de los aimara de Túpac Katari en el Alto Perú.

Cuando volvió a Buenos Aires puso un estudio de abogado. En su representación de los hacendados de la colonia que se oponían al monopolio de España, va a decir que “los únicos que se ven beneficiados por el gobierno colonial son un puñado de comerciantes españoles”[1]. Por eso formó parte de la “Asonada de Álzaga”, en la que el alcalde Martín de Álzaga pretendió reemplazar al virrey Santiago de Liniers por una junta de gobierno, en la cual Moreno hubiera sido secretario. Fueron derrotados por la enérgica reacción del Regimiento de Patricios al mando del coronel Cornelio Saavedra, fiel a España y a sus autoridades. Moreno fue el abogado defensor de Álzaga en el juicio que se le siguió, caratulado como juicio por la independencia.  Al llegar a Buenos Aires el nuevo virrey, Baltasar Hidalgo de Cisneros, los arrestados por dicho alzamiento fueron liberados y Mariano Moreno fue ascendido a relator de la Real Audiencia de Buenos Aires.

Ese hombre joven quería un gobierno propio del sector criollo al que pertenecía, en contra de la caterva de funcionarios y militares dependientes del Virrey y del grupo de los comerciantes que “compraban por 4 y vendían por 8” [2], pero era consciente de la extrema debilidad de los que representaba y propuso que fuese un nuevo Estado el que centralizase los capitales y comandase la organización de la economía para fomentar las industrias.

Lo escribe claramente en su “Plan de Operaciones” de 1810: “Monopolio, por el Estado, durante diez años, de las minas y de la minería; la expropiación o allanamiento, en beneficio de la comunidad, de los bienes pertenecientes a los mineros; la prohibición absoluta a los particulares, bajo la amenaza de infligirles severas penas, de trabajar minas de oro o plata; la prohibición también, especialmente hacia los europeos, de extraer del país, en cualquier forma, sus caudales o su fortuna; las restricciones respecto de los mismos, en punto al giro de su capital; la acuñación de moneda propia, la que debería ser mezclada y rebajada en un 15 o 20 por ciento de su ley”. Un año antes en la Representación de los Hacendados sostenía que se debía “legalizar” el contrabando y cobrarle aranceles; es más, incluso exigió que los importadores fuesen obligados a exportar por lo menos un 50 por ciento de lo importado.

Esos no eran los intereses de Inglaterra y, si bien sus barcos amarrados en el puerto de Buenos Aires celebraron con una salva de 21 cañonazos el derrocamiento del Virrey Cisneros, no estaban dispuestos a que la independencia fuera también económica. Su objetivo fue apoyar a que los comerciantes trajeran los productos de su país y que los estancieros, al apropiarse de amplias y fértiles extensiones de tierra para ver pacer las vacas, vendieran su producto a precio fijado y a cambio de importar bienes industriales de Inglaterra. Con ello destruyeron las artesanales producciones de alimentos, vestimentas, enseres personales, carros y embarcaciones que había en el país.

Salvando los años y las distancias, son los mismos objetivos que tiene el capital financiero internacional con base en los Estados Unidos con respecto a la Argentina de hoy.

Para eso siempre el capital extranjero (primero predominantemente inglés) se valió de la “oligarquía con olor a bosta”, como definía Domingo F. Sarmiento a los dueños de amplias extensiones de campo. Luego se diversificaron al cultivo de la tierra e incluso, ante la crisis de 1930, llegaron a reconvertirse parcialmente en industriales, pero siempre en beneficio de su sector social y subordinados a Londres.

Los niveles de pobreza y de exclusión social fueron descriptos en las canciones populares que reflejaban “la rebeldía del que es fuerte y tiene que cruzar los brazos cuando el hambre viene” en Por qué canto así de Celedonio Flores; o en Disfrazado que cantaba Agustín Magaldi, con letra de su cuñado:

El eco de madrugada trae el vaivén de los coches,

De seres que alegremente van vivando el carnaval.

Mientras me ha sido imposible dormir durante la noche,

Pensando para los míos poder conseguir el pan...

Ambulante y disfrazado con mi traje de miseria,

Arrojando débilmente serpentinas de aflicción.

Atravieso por el corso de mi única tragedia

Junto al lloro de mis hijos, sin alivio al corazón.

Es el mismo desprecio que tiene Macri hacía los que no viven de renta y son ricos como él.  Es  el mismo ideario que le permite no bien llegado al gobierno por estupidez y elección de una gran parte de nuestra población, devaluar nuestra moneda de $ 9,60 a $ 13 por dólar; eliminar las retenciones a las exportaciones de granos; disminuir la alícuota de los impuestos internos del 50% al 10% para los vehículos de alta gama, aeronaves y yates; reducir la alícuota del Impuesto a los Bienes Personales (Patrimonio) del 1,25% a  0,25% para este año 2019 mientras excluye en su contabilidad a las propiedades rurales. Paralelamente libera, dolarizando el precio, las tarifas del gas, luz, combustible y reduce los subsidios del Estado.

Cambió, no bien ganó las elecciones de 2017, el índice de movilidad previsional por uno nuevo conformado en el 70% por el Índice de Precios al Consumidor del INDEC y en 30% por la Remuneración Imponible Promedio de los Trabajadores Estables (RIPTE), que implicó una pérdida de ingresos que impactó en el poder de compra de los jubilados y pensionados y en la Asignación Universal por Hijo. En 2018 las jubilaciones aumentaron tan solo un 28,5 % mientras la inflación acumulada, según el INDEC, fue del 47,6 .

Tampoco prorrogó para este año los beneficios de la Ley 27.253 que beneficiaba básicamente a jubilados y pensionados, hasta $ 300 por mes, por la devolución del 15% del IVA que pagan al comprar, cuando en la Ley de Presupuesto de la Administración Nacional 2019 estaba prevista la partida e incluso con un costo fiscal de $ 3.141 millones para todo el año.

Con el supuesto fin de apoyar a las pymes, adelantó el calendario de aumento del mínimo para realizar el aporte previsional, por lo que no pagó la contribución patronal hasta remuneraciones de $ 17.509 mensuales. Conforme lo informado por las autoridades de la ANSES, este beneficio alcanzará aproximadamente a 232.500 trabajadores de unos 23.700 establecimientos productivos en todo el país, el costo fiscal rondaría los $ 4.400 millones anuales. No dice cómo va a suplir esa suma en las desfinanciadas cuentas previsionales, pero sabemos que lo va hacer vendiendo las acciones del Fondo de Garantía de Sustentabilidad de la ANSES, mientras que la amplia mayoría de los jubilados y pensionados cobraron en febrero en torno a los $ 9.309 mensuales.

Recauda cada vez menos del Impuesto a las Ganancias y se lo cobra a los asalariados. En 2015 lo pagaron 1.189.342 trabajadores y en 2018, 1.919.289 trabajadores.

Les saca el Monotributo Social Agropecuario a los trabajadores de la tierra, que son pequeños productores que en su amplia mayoría alquilan el predio que trabajan, herramienta que les permitía el acceso a la salud, la posibilidad de facturar y de reconocimiento de años trabajados ante la ANSES.

La Secretaría de Energía congeló en $ 152 desde el 1° de febrero el subsidio por envase de la garrafa social de gas de 10 kilos, cuando aumentó 37%. La garrafa ahora vale $295 en las distribuidoras, pero puede estar 50% más en los comercios. Así, una persona que pagaba $64 ahora tendrá que pagar $143, es decir, un 125% más y hay más de 2.800.000 hogares que la requieren.

El Gobierno de Cambiemos es funcional al capital financiero, primero generándole altas tasas de rentabilidad con el ingreso de dólares y su colocación en tasas de interés local que superaban fuertemente la depreciación cambiaria (carry trade) y después, con la brutal devaluación de nuestra moneda de más del 100% en 2018 (y sin contemplar lo que nos espera en 2019), generando una deuda del doble de la que recibió en diciembre de 2015, y cambiando regresivamente su composición y los plazos de manera tal que la ratio de deuda pública sobre el PIB es aproximadamente el 90 por ciento; el 75 por ciento de la deuda está en moneda extranjera; la relación deuda externa/ exportaciones es casi 200 por ciento; la ratio de deuda y reservas se duplicó en los últimos cinco años, a pesar de la recomposición de las reservas internacionales; y la duración de la deuda es menor a diez años.

 

Quien representa al pueblo argentino

En un célebre monólogo de su Mordisquito, Discépolo dijo: “Ellos nacieron como una reacción a tus malos gobiernos. Yo no lo inventé a Perón ni a Eva Perón ni a su doctrina. Los trajo, en su defensa, un pueblo a quien vos y los tuyos habían enterrado en un largo camino de miseria. Nacieron de vos, por vos y para  vos. Esa es la verdad. Porque yo no lo inventé a Perón, ni a Eva Perón. Los trajo esta lucha salvaje de gobernar creando, los trajo la ausencia total de leyes sociales que estuvieran en consonancia con la época. Los trajo tu tremendo desprecio por las clases pobres a las que masacraste, desde Santa Cruz a lo de Vasena, porque pedían un mínimo respeto a su dignidad de hombres y un salario que les permitiera salvar a los suyos del hambre. Sí, del hambre y de la terrible promiscuidad de sus viviendas en las que tenían que hacinar lo mismo sus ansias que su asco”.

¿Donde están hoy los Celedonio Flores, los Agustín Magaldi y los Discépolo que describían la realidad sin tapujos, crudamente, como la misma crudeza del que se queda sin trabajo y tiene que volver a su casa y decírselo a su mujer y mirar los ojos de sus hijos?

Y eso pasó, solamente el año pasado y en trabajo registrado, en 191.300 casos y este año, en sólo dos meses, sabemos de las suspensiones sine die de Renault, en PSA Argentina (Peugeot – Citroën), en Honda, en General Motors, en Fiat-Chrysler (presidida por el nieto de los Agnelli, Cristiano Rattazzi) y, en Ford Motors Argentina, solamente entre las automotrices, para no hablar de los autopartistas o de la fábrica de carrocerías de colectivos Metalpar, que decidió cerrar su  planta de San Martín y echar a 600 empleados.

Sin embargo reina el silencio, para garantizar la gobernabilidad.  ¿La gobernabilidad de quién? De Macri, de Cambiemos, que endeudan e hipotecan nuestro presente y el de nuestros hijos. El que deja sin trabajo a miles de personas y cree que está bien porque la orden es que no produzcamos un alfiler.

Este es un  gobierno de “vendepatrias” y solo hay voces aisladas y espacios reducidos para decirlo, sabiendo que cada día que pase va a ser peor y peor la situación de dominación, de deuda y de exclusión social.

Se debería convocar de urgencia al Congreso de la Nación y debatir la situación y exigir propuestas que pongan fin a este desgobierno, que beneficia a una minoría parásita que ha fugado capitales (que no ha invertido en sus plantas y hasta han tenido la desfachatez de pedir “Proceso Preventivo de Crisis” para pagar el 50% de las indemnizaciones en connivencia con la burocracia sindical).

Por supuesto que hay salida, pero con un gobierno que represente al pueblo y exija la suspensión del pago de la deuda, el aumento por decreto de salarios, jubilaciones y pensiones, la desdolarización de las tarifas, una reforma tributaria que grave a los que más tienen. Comprarle a los que le vendemos y restablecer alianzas con las naciones que sean complementarias con nuestra producción y comercio.

En mayo de 2003 la situación era mucho peor que ahora, con más deuda, más pobreza, más desocupación, más capacidad instalada ociosa, y se salió como decía Néstor Kirchner, aumentando los ingresos del pueblo: “Sin consumo no hay inversión ni producción, y sin producción no hay crecimiento de exportaciones y, por lo tanto, tampoco crecimiento económico”. El contraste con su mandato es claro y tajante: crecíamos a una tasa del 9% anual promedio y apenas 10% de inflación por año.

Mariano Moreno no pudo ejecutar su “Plan de Operaciones” y murió en alta mar, en un buque inglés que solícito lo sacaba de América para teóricamente generar relaciones internacionales en Europa y que se reconozca al gobierno patrio. Tenía solo 33 años y no la suficiente experiencia y conocimiento para saber que no se puede confiar en el imperialismo.

 

 

 

[1 y 2] “La Representación de los Hacendados”, escrito publicado en 1809 como carta de Mariano Moreno al Virrey Baltasar Hidalgo de Cisneros.

 

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