Después de la caída

Un análisis de la economía rusa

 

El 11 de mayo contamos en El Cohete la estabilización de Rusia después de la disolución de la Unión Soviética. En ese artículo mencionábamos el libro de David Teurtrie, Russie: Le Retour de la Puissance, y la conferencia de Emmanuel Todd en Budapest del 29 de abril.

El argumento se enriquece con el estudio de Mylène Gaulard, profesora de Economía en la universidad Pierre Mendes France Grenoble 2. La intelectualidad de Francia se caracteriza por una mirada atenta al mundo que se extiende más allá de las propias fronteras, y al caso particular de la recuperación rusa, que puede considerarse admirable, dadas las condiciones dejadas por la “apertura al mundo” de la ex URSS en la última década del siglo pasado.

 

 

Réditos intermedios

Uno de los primeros indicadores que salta a la vista es la cuestión de los réditos intermedios, popularizados por los economistas del Banco Mundial en 2007. Se abrió un debate donde se hablaba de la trampa de estos; la “trampa” se refiere a la dificultad de los países cuyos réditos nacionales brutos per cápita se colocan entre 1136 y 13845 dólares. Esta situación llevaría a la casi incapacidad de acceder a réditos más altos, un estatus de estancamiento.

En 2023, Rusia llegó a un rédito nacional bruto de 14250 dólares, por lo tanto, es el primer país del BRICS que superó esta trampa, pasando también al de China de 13390 dólares; esta evolución es notable porque además se desarrolla en un clima políticamente desfavorable con un marco de sanciones internacionales.

 

 

Vivir de rentas

Hasta hace poco tiempo, Rusia era considerada el vagón de cola de los BRICS, un país que vivía de las rentas derivadas de gas y petróleo. Se popularizó una falsa ecuación: economía rusa=economía de rentas (acusaciones similares se esgrimieron contra las administraciones Kirchner utilizando la fórmula “viento de cola”). Estos dos rubros equivalen al 15% del PBI, con recaídas por las sanciones, con una disminución del 24% en las entradas en 2023 y otro 10% en 2024. Empero, no se registraron colapsos ni en la economía ni en la producción de petróleo.

La disminución de entradas tiene dos razones: el techo de 60 dólares por barril impuesto al petróleo ruso y el embargo europeo a la importación de hidrocarburos. Uno de los recursos que utilizó Rusia para escapar al bloqueo fue la creación de una flota de naves fantasmas para abastecer a sus compradores: China e India. Esta medida tiene un alto costo logístico, pero después de la ruptura con la Unión Europea y Estados Unidos, este tráfico no solamente conservó activo el flujo de hidrocarburos, también sostuvo el nuevo rumbo de la estrategia económica que involucraba a Asia y transformaba a China en el primer socio de Rusia, consolidando además una alianza política.

 

 

El retorno del Estado

Las sanciones incluyeron la expulsión de Rusia del sistema SWIFT. El problema pudo resolverse parcialmente a través del incremento del modelo SPFS (sistema de transferencia de mensajes financieros) para hacer circular activos, transferencias y pagos en la nueva red comercial que paulatinamente se estaba incrementando.

Pero estas medidas abundantemente citadas no explican todo; hay que observar la estrategia económica desde el comienzo del 2000, basada en diversificación y crecimiento elevado, para comprender este renacimiento.

No hubo ningún secreto ni fue magia; simplemente se verificó el retorno del Estado.

Los años noventa del siglo pasado para la ciudadanía rusa equivalen a un desastre epocal: fue privatizado el 70% del parque público a precios de saldo para inversores locales y extranjeros; entre 1991 y 1998 se redujo el PBI en un 42%, los salarios se redujeron a la mitad, la pobreza se extendió, lo que, unido a una inflación galopante, privó a la población del acceso a bienes de primera necesidad.

En este escenario, Vladímir Putin fue nombrado Presidente del gobierno en 1999 y elegido sucesivamente presidente de la Federación Rusa en 2000.

Apenas llegado al poder, Putin puso en práctica la teoría económica que había desarrollado en su tesis de doctorado presentada en la Escuela de Minería de San Petersburgo. En ese trabajo académico, Putin ya muestra desconfianza de la gestión privada, la considera incapaz de garantizar estabilidad en tiempo de crisis [1].

Hay una leyenda negra que considera la gestión de Putin como un régimen de oligarcas, pero hay que matizar esta calificación, porque en 2003 arrestaron a Michail Chodorkovskij, un poderoso empresario, y nacionalizaron su petrolera Jukos.

Rosneft (equivalente a nuestra YPF) compró Jukos, que se transformó en la punta de lanza del nuevo proceso en curso. La cosa no se detiene allí: en 2005 Gazprom (con el 50,2% estatal) compró la petrolera Sibneft y completó el perímetro estatal en el ámbito energético.

Estas disposiciones ponen fin al período de destrucción del patrimonio industrial ruso.

En agosto de 2004, un decreto estableció una lista de bienes y empresas no privatizables. El Estado tomó el control de la infraestructura logística vital, como puertos, aeropuertos, lo mejor de la industria agroalimentaria y hasta símbolos culturales del país. También pasaron al control estatal la aviación, la energía, las finanzas y la electricidad.

En diez años se consiguieron resultados asombrosos. El Estado en 1999 erogaba el 10% del PBI, actualmente ha pasado el 50%, superando la media mundial del 30%.

El proceso no se detiene en meras nacionalizaciones, sino que reestructura completamente el aparato productivo utilizando el potencial de los conglomerados estatales.

En 2001 se había creado Rosoboronexport, que controla el monopolio de exportación de armas; en 2005 se le otorgó la gestión de AvtoVAZ, el constructor de automóviles LADA.

Esta tendencia llegó a su culminación en 2006 y 2007 con la creación de la Corporación de Estado que engloba OAK, aeronáutica civil y militar; OSK, que gestiona el ámbito naval; Rosatom, que agrupa la actividad nuclear; Rostecnologies y Rusnano, que son las empresas activas en las nuevas tecnologías.

El modelo implica no solo la gestión estatal; también elabora la estrategia industrial.

Los procesos de nacionalización se aceleraron en 2022, dentro del contexto de sanciones económicas; al Estado pasó el control de los activos de las empresas que han abandonado Rusia a raíz de la guerra, como Danone y Renault, además de las participaciones de ExxonMobil y Shell en proyectos como Sakhaline 1 y 2, o sea, empresas de exploración y explotación de hidrocarburos.

 

 

Ley Kaldor-Verdoorn

También llamada KV, es un principio económico que describe una relación de causa-efecto entre el crecimiento del producto industrial (output) y el crecimiento de la productividad, en particular en el sector manufacturero.

Uno de los puntos claves de Rusia fue reindustrializarse para no depender de los hidrocarburos, pero se parte de allí utilizando las ganancias derivadas del petróleo y el gas; los economistas rusos consideran que no es posible la modernización económica sin el desarrollo de un sólido tejido industrial; la prueba opuesta viene de los últimos 50 años de retroceso de Occidente, el atraso que conlleva la desindustrialización con los activos volcados a la actividad financiera.

En Rusia se ha confirmado uno de los enunciados de la Ley Kaldor-Verdoorn [2]: solo la industria puede estimular la productividad y garantizar el crecimiento del PBI en medio y largo plazo.

Rusia arrastraba problemas desde la era soviética: dependencia de la industria pesada y extractivismo salvaje; la economía había dejado aparte los bienes de consumo. Entre 1990 y 1998 el producto industrial bajó del 56% y más aún en ramos como bienes instrumentales (-64%) e industria liviana (-89%).

En 2005 se introdujeron incentivos para relanzar la industria del automóvil como la reducción de aranceles aduaneros para autopartes y ventajas fiscales. También se reglamentó un régimen para empresas extranjeras, que debían asociarse a productores locales para operaciones de montaje y fabricación de repuestos.

Desde 2011 rige un régimen que prohíbe la importación de máquinas-herramientas en caso de existencia de un producto nacional equivalente.

Y en 2014 se creó el ISI, el ente que dirige la industrialización para sustitución de importaciones, centrado sobre todo en bienes instrumentales, rubro que equivale a un tercio de las importaciones rusas.

Luego de la anexión de Crimea en 2014 se produjo la devaluación del rublo con una equivalencia de 0.50 centavos de dólar. Rusia promulgó una serie de medidas para sostener los sectores más golpeados por las sanciones, especialmente los sectores de energía y militar, sin descuidar farmacia e informática.

Entre las herramientas utilizadas se destaca el VEB, o sea el Vnesheconombank, antes responsable de las finanzas internacionales de la URSS; desde 2007 opera como banco de desarrollo. Ofrece a las empresas créditos a bajo interés; al mismo tiempo emana reglas severas para las órdenes de compra estatales: los productos extranjeros deben ser al menos 15 veces más baratos que los equivalentes locales para ser admitidos. En 2014 existían muchas empresas extranjeras que operaban en Rusia; las nuevas normas exigen que, para conseguir exenciones fiscales, deben colaborar con empresas rusas.

 

 

El financiamiento de la industrialización

La industrialización se financia a través de un fondo soberano y una tasación cuidadosa a la exportación de materia prima.

El fondo fue creado en 2004 y absorbía el 15% de los ingresos de petróleo y gas. En 2008 se dividió en dos ramas: el Fondo de Riqueza Nacional (dedicado a las jubilaciones y proyectos internos) y el Fondo de Reserva (inversiones en el exterior); este último se canceló en 2018.

En tanto, el Fondo de Riqueza Nacional aumentó progresivamente sus activos hasta 140.000 millones de dólares al 1 de abril de 2025, equivalente al 6% del PIB; la tercera parte se compone de activos rápidamente utilizables.

Este fondo tuvo un rol crucial en la estabilidad sistémica en 2022, después de la invasión a Ucrania; actualmente financia infraestructuras, agricultura, sustitución de importaciones y el proyecto de construcción de 600 aviones de transporte.

Es interesante el enfoque de la materia prima. A partir del 2000, girasol, cereales, petróleo y gas se tasaban cuando el precio superaba un cierto nivel. Estos recursos fiscales, unidos al Fondo de Riqueza Nacional subvencionan la industria nacional, desalentando la exportación de productos no elaborados. En 2020 y 2021 fue el turno de las exportaciones metalúrgicas, en octubre de 2023 los fertilizantes.

Estas medidas ayudan a contener el déficit público, que fue el más bajo del BRICS, en torno al 17% en 2024 (mientras que el de Francia fue del 114%).

Obviamente, el proceso es fuertemente criticado por los economistas neoliberales, incluyendo los rusos del Instituto Gaidar de Moscú. Quienes sostienen que Rusia falsifica las cifras van en contra de los análisis del Banco Mundial y UNIDO (Organización de las Naciones Unidas para el Desarrollo Industrial) que señalan que el valor agregado del sector ruso de manufacturas se ha duplicado desde el 2009.

La otra crítica apunta a que Rusia se apoya en la “economía del kalašnikov”, basada en la creación de armamento sin preocuparse por la eficiencia y por la productividad.

Si bien el “keynesismo militar” ha contribuido al desarrollo, no se puede negar la diversificación del aparato industrial ruso; John Maynard Keynes, ya en 1940, pensaba que solo en tiempos de guerra una democracia podía realizar las ingentes inversiones necesarias para probar la veracidad de sus propuestas. En este momento es la Alemania de Merz la que se ha propuesto seguir este camino con su grandioso proyecto de desarrollo bélico (en tanto están creando el cuadro ideológico adecuado para presentarlo en modo convincente a la ciudadanía).

Por lo que corresponde a la sustitución de importaciones, Rusia se concentra en los sectores más neurálgicos como el farmacéutico y los transportes.

La exportación manufacturera rusa equivalía al 0.8% del comercio mundial en 2000; en 2023 ha alcanzado un 1.5%. Es una cuota modesta, pero refleja una mejora en la competitividad industrial del país.

 

 

China

China representa el 53% de las importaciones; Rusia trabaja para contener esta dependencia con una estrategia que combina proteccionismo y relocalización de la producción.

Ya desde 2010 tasaba la electrónica; los aranceles sobre los autos chinos son del 25% desde 2023, mientras que las marcas chinas Chery, Haval o Geely tuvieron que abrir establecimientos en Rusia.

Los productos rusos como AvtoVAZ, KamAZ o GAZ poseen relevantes cuotas de mercado, en torno al 40% de automóviles y el 75% de camiones y vehículos comerciales.

 

 

Las personas

A partir del comienzo de la guerra se multiplicaron los diagnósticos catastróficos sobre la economía rusa y sus consecuencias sociales; los datos revelan una realidad muy diferente.

En 2023, el consumo familiar creció dos veces más rápido que el PBI. Esta dinámica inesperada desmiente la idea de un degrado generalizado.

El salario real medio aumentó en un 150% del 2005 hasta hoy. Uno de los motivos fue la contracción de la mano de obra, que disminuyó en cuatro millones de trabajadores entre 2017 y 2023. Este decline demográfico se basa en tres razones: envejecimiento acelerado, maciza emigración de trabajadores especializados y mortalidad por COVID y guerra.

La tasa de desocupación gira alrededor del 3% de la población activa, una de las más bajas del mundo, lo que acrecienta los beneficios del crecimiento.

Rusia, a fines de la década de los ‘90, era uno de los países más desiguales del mundo con el índice Gini en 0,42, que se prolongó hasta 2007 (nivel comparable a Estados Unidos). Hoy se encuentra a niveles de Italia y Portugal con un 0,35 en 2023.

Han mejorado también los sistemas sanitarios; la expectativa de vida ha pasado de 65 años a 73. La mortalidad infantil ha pasado de 15,3 cada 1000 nacimientos en 2000 a 4,5 en 2022, tasa inferior a Estados Unidos (5,6) y cercana a Francia (4,1).

Las pensiones han mejorado y siguen los índices inflacionarios; se mantienen desigualdades regionales, donde hay sectores de población que viven con jubilaciones bajo el límite de pobreza.

Uno de los problemas que deberá enfrentar Rusia es el envejecimiento de la población, con la consiguiente consecuencia de que aumentará la presión sobre las finanzas públicas; la reforma del 2018 llevó la edad jubilatoria de los hombres a 65 años y 60 para las mujeres.

Se calcula que hasta el 2050 los trabajadores activos bajarán en 15 millones de personas y los jubilados representarán el 40% de la población.

 

 

Guerra e inflación

No obstante el progreso registrado en Rusia, persisten algunos problemas como la inflación, que en 2024 se acercó al 10%.

Como es habitual, las causas de la inflación son múltiples; el recalentamiento de la economía podría crecer a raíz del aumento de salarios mencionado; los costos de los bienes aumentan por el proceso de sustitución de importaciones y la devaluación del rublo. También influyen los costos derivados de las sanciones, como en el caso de importación de productos prohibidos a través de otros países.

Un índice inflacionario del 10% podría considerarse un mal menor si se compara con Venezuela (230%) o Irán (32%), que comparten el aislamiento internacional.

Rusia mantiene una política bancaria restrictiva; en marzo de 2025, la tasa era del 21%, medida anti recalentamiento de la economía. Obviamente, se compensa con las ayudas públicas a las empresas nacionales, pero a la larga podría ser un obstáculo para atraer inversiones en el mediano plazo. Esta, se sabe, es una disyuntiva de hierro en todas las economías.

No obstante el aumento de la cuota manufacturera, el 55 % de las exportaciones procede del petróleo y el gas; esto mantiene la economía rusa en situación de vulnerabilidad respecto a la evolución de las materias primas.

Se estima que una baja del barril de petróleo a menos de 50 dólares (en El Cohete, ya mencionamos la teoría del general Kellog, que sostenía que con el barril a 45 dólares se podría doblegar a Rusia haciendo descender las entradas derivadas del petróleo), evento posible debido a una desaceleración de la economía mundial que podría agravar el déficit público con el fantasma de una recesión en el largo plazo.

La continuación de la guerra en Ucrania es un riesgo para la economía rusa; no obstante el “keynesismo militar”, la economía de guerra puede traer distorsiones en la estructura productiva y espirales inflacionistas. Probablemente, sean estas las razones que impulsan a los voluntariosos a prolongar la guerra mientras claman por la paz.

Sería oportuno que Rusia negociara un final de la guerra con Ucrania, como dice Mylène Gaulard “no solo por razones morales y geopolíticas, también, y en un modo siempre más vital, por razones económicas”.

 

*

 

[1] El trabajo académico de Putin: “Mineral Natural Resources in the Strategy for Development of the Russian Economy”, Problems of Post-Communism, vol. 53, n.º 1 (traducción de un artículo de 1999, St Petersburg Mining Institute) está accesible en Internet.
[2] Para el lector que quiera profundizar el argumento Ley Kaldor-Verdoorn, hay en red un interesante documento: “La productividad manufacturera en Argentina, Brasil y México: una estimación de la Ley de Kaldor-Verdoorn, 1950-2010”. De Luciano Borgoglio y Juan Odisio. Ministerio de Economía de la Pcia. de Buenos Aires, CEIL, CONICET, Facultad de Ciencias Económicas de la UBA. 2015.

 

 

 

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