Dilemas del Frente de Todos

El gobierno debe reinstalar el debate ideológico sobre los modelos de sociedad en pugna

 

El problema del desbalance ideológico

El Frente de Todos nació como una coalición diversa con el claro objetivo de derrotar en 2019 al macrismo como expresión del neoliberalismo, pero también para procurar que no volviera al gobierno. Una parte de los votantes por Alberto Fernández lo hicieron más por rechazar los efectos de las políticas macristas que por tener una claridad ideológica contraria al neoliberalismo. Esto remite a uno de los problemas medulares del Frente de Todos: la necesidad de instalar (o reinstalar) un debate ideológico sobre los modelos de sociedad, con una crítica al neoliberalismo, cuando buena parte de la dirigencia y sobre todo de su base electoral no sentía este requerimiento.

El problema es que el neoliberalismo no muere solo, como quedó demostrado con su renacimiento recargado luego de lo que parecía su crisis terminal a nivel global en 2008 (ver Colin Crouch, La extraña no muerte del neoliberalismo). Por eso era indispensable trabajar sobre ese plano ideológico. Por ejemplo, explicando con detalle e insistencia que el endeudamiento macrista tuvo un enorme impacto en la vida cotidiana de cada argentina y cada argentino, y exponiendo todo lo que se podría haber hecho de contar en 2020 y 2021 con esos miles de millones de dólares. Y, al mismo tiempo, delinear cómo es el proyecto propio. Sólo el despliegue de un debate ideológico fuerte, como el que impulsó el kirchnerismo, puede revitalizar ideas que han quedado reducidas a los sectores más politizados del nacionalismo-popular, el centro-izquierda o la izquierda. Han pasado ya más de seis años desde cuando se logró masivizar ese debate. La nueva generación no lo ha escuchado y el resto de la ciudadanía hace tiempo que no lo oye, ni lo quiere oír.

Promover este debate ciudadano sobre modelos de sociedad requiere además de una política comunicacional, que al menos modere los resultados de una concentración mediática que lleva a que casi todos los comunicadores adhieran a posiciones neoliberales (cuando no también abiertamente autoritarias), muy lejos de las preferencias que electoralmente consiguen las fuerzas que sostienen este proyecto.

De modo similar, un Poder Judicial ampliamente controlado por la derecha no sólo bloquea las medidas del Ejecutivo, o incluso del Legislativo, sino que también opera para continuar con el encarcelamiento y la persecución de los dirigentes populares.

Hubieran sido necesarias medidas decididas en los primeros días de gobierno para avanzar en estos dos frentes de modo de ir consolidando un gobierno anti-neoliberal (a ejemplo inverso de lo que hizo el macrismo ni bien llegó al poder). Pero, por las propias características de la coalición, esto no sucedió.

El gobierno del Frente de Todos también podría haberse distinguido por su presencia territorial, por un diálogo con referentes barriales y sociales e, incluso, con vecinos y vecinas, que permitiera diferenciarse claramente del gobierno de los CEOs y empresarios que lo había antecedido. Lamentablemente, tampoco aquí pudo avanzar como se requería. La pandemia, pero también el estilo de varios de las y los ministros y funcionarios, impidieron que esta presencia generase un cambio en las percepciones ciudadanas.

Luego, existen otras cuestiones más “estructurales” en las que las propias divergencias internas del FdT hacía objetivamente más difícil avanzar, por lo que era bastante previsible que no aconteciera.

 

Y de pronto llegó la pandemia

La estrategia para hacerle frente tuvo una serie de puntos positivos pero también problemas, que ya hemos comentado en notas previas. En términos políticos, no se logró consolidar en la opinión pública la existencia de una mayoría que apoyaba las medidas de cuidado y que incluso consideraba que debían ser más estrictas (en contra de lo instalado mediáticamente), tanto en marzo como en agosto. Tampoco se logró capitalizar políticamente la crítica mayoritaria que había hacia al papel de la oposición durante 2020, incluso por parte de un tercio de los votantes de Macri. Faltó realizar un balance colectivo de lo realizado por cada sector en 2020, que además hubiera permitido afrontar mucho mejor la llegada de la previsible segunda ola.

Este año, la dirigencia de Juntos por el Cambio supo correrse del lugar que había ocupado en 2020 y de este modo no recibió las críticas por lo ocurrido durante la segunda ola. Al mismo tiempo, desde el oficialismo no se supo replicar cierto sentido común de alivio porque estaba Alberto Fernández, y no Macri, para hacer frente a la pandemia (como se pudo escuchar en varios vacunatorios: “menos mal que no estaba ‘el otro’, si no estaríamos todos muertos”).

La exitosa campaña de vacunación recién ahora está frenando los contagios y la cantidad de fallecimientos, pero para agosto no lograba aún generar un balance positivo de la gestión oficial de la pandemia (había un 47% de evaluaciones positivas y un 53% de negativas, con un núcleo muy crítico del 28%). Estas evaluaciones negativas, más las peores condiciones económicas, contribuyen a explicar las preferencias pre-electorales en un grado equivalente al peso de las identidades partidarias (que tradicionalmente tenían una incidencia más intensa).

 

La coyuntura de las PASO

En la calle se podía palpar un clima de apatía generalizada y en muchos sectores de descontento, aunque no se percibía una sensación clara de bronca. Este descontento tenía que manifestarse de alguna manera que las encuestas no lograban captar (tal vez porque las y los electores no habían decidido aún cómo canalizarlo). Finalmente, muchxs de ellxs no fueron a votar (concurrió un 10% menos que en la anterior PASO) o votaron en blanco o nulo (6%), pero otrxs se inclinaron por Juntos por el Cambio, y algunos menos por las dos fuerzas de carácter más extremo (“Libertarios” o Frente de Izquierda y los Trabajadores). La falta de opciones críticas dentro del Frente de Todos impidió canalizar internamente ese descontento, como tampoco se brindaron alternativas externas pero cercanas (como fue la experiencia de Nuevo Encuentro en 2009). Dentro del FdT existe una tradición de excesiva uniformidad de voces, que hace perder la capacidad de interpelaciones múltiples, como sí saben cultivar las fuerzas neoliberales (tanto por dentro de la coalición principal como abriendo otras opciones). Lo que resulta claro es que no logró capturar a ningunx de estxs electorxs que no habían decidido su voto para comienzos de agosto (en nuestra encuesta de entonces había un 31% de votos ya decididos hacia el FdT, porcentaje idéntico al concretado).

Evidentemente hubo errores comunicacionales importantes en la campaña. Tal vez el principal fue haber colocado como eje la idea de que “salimos a la vida que queremos”, pues no presentaba un correlato con las sensaciones de la mayoría de la gente cuando primaba aún un clima de incertidumbre. A comienzos de agosto no existía ese optimismo: sólo un 14% pensaba que ya en septiembre iban a haber pocos casos, mientras un 43% creía que recién a fin de año se iba a dar ese escenario y el 44% restante pensaba que la pandemia iba a seguir igual o peor. Adicionalmente, la publicidad de campaña fue excesivamente centrada en el mencionado eslogan, que no establecía la menor diferenciación ideológica con el neoliberalismo.

 

El FdT reacciona: sus posibilidades

El oficialismo ha reaccionado con cambios que no son sólo de nombres. En términos electorales es importante analizar que, en primer lugar, la mayoría de quienes no fueron a votar es muy probable que tengan una posición más favorable al gobierno, pero eso hay que consolidarlo. Como se vio en las PASO de 2019, el votante al oficialismo que no tiene una adhesión fuerte tiende a no ir a votar, en cambio sí lo hacen casi todxs aquellxs que manifestan su oposición a la gestión. En segundo lugar, la ausencia de internas dentro del Frente de Todos tampoco incentivó al voto, ni el más organizado ni el más independiente. Y, en tercer lugar, también se pudo observar una menor participación de lxs adultxs mayores; según nuestros datos, es la franja etaria que más valora las medidas de cuidado desplegadas por el gobierno nacional y que más critica el desempeño de la oposición.

El Frente de Todos debería ir con confianza a buscar a esxs electorxs que no participaron de las PASO pero que posiblemente lo harán en las generales. A lxs adultxs mayores podría recordarles las medidas de cuidado, frente a la actitud contraria de la oposición. Y con lxs votantes de 2019 podría recurrirse al argumento de consolidar el gobierno y darle la oportunidad de desarrollar las políticas que la pandemia no dejó desplegar (pero evitando la idea de “plebiscitar la gestión”).

Existen dos tensiones, propias del Frente de Todos, que habrá que saber transitar con el mejor “arte de la política”. Por un lado, debe saber articularse la actitud de moderación que poseen muchos de sus votantes, que no se identifican con el kirchnerismo, con la base de simpatizantes de esta última fuerza, cuya adhesión no debe perderse y, sobre todo, debería retemplarse su actitud para lograr que busquen entusiastamente el voto de sus allegados.

La segunda tensión propia del FdT es la que provoca la compleja realidad económica, que en los gobiernos nacional-populares siempre está atravesada por la contradicción entre las demandadas políticas redistributivas y la necesidad de lograr que los empresarios reinviertan sus ganancias para generar crecimiento económico y del empleo, más allá de la obra pública y los estímulos al consumo. En los próximos dos meses debería extremarse esta alquimia para consolidar la recuperación económica y, al mismo tiempo, mejorar las condiciones vitales de una población extremadamente pauperizada por el gobierno anterior y la pandemia.

Pero la clave para mejorar los resultados electorales y sobre todo afianzar el gobierno en los próximos años es escuchar a su base militante y de simpatizantes. El kirchnerismo y sus fuerzas aliadas poseen una militancia territorial extraordinaria en comparación con otros países, y que se mantuvo muy activa en la resistencia al macrismo y sus políticas neoliberales. A esta militancia se agregan numerosos simpatizantes. Hoy están presentes en cada barrio y en cada localidad y pueden convertirse en excelentes transmisores de las demandas y necesidades de sus habitantes. Pero hace falta que los dirigentes y los funcionarios los escuchen, conozcan qué evaluación están haciendo de la campaña electoral y, sobre todo, de la gestión gubernamental. El Frente de Todos tiene, en este sentido, un déficit (que por cierto es un fenómeno mundial): muchas veces la dinámica política se reduce a actos donde sólo hablan lxs dirigentes y cada vez menos se abren canales para la expresión de las bases o al menos de los dirigentes más cercanos a ellas. Si lxs candidatxs, pero sobre todo lxs funcionarixs (incluso los de menor rango) se acercasen a hablar con ellxs sería mucho más fácil que la ciudadanía se sintiera representada y pasase de considerar al oficialismo como “el” gobierno a percibirlo como “su” gobierno, como en general las mayorías populares han sabido sentir a los gobiernos peronistas.

 

 

 

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