Educación y colonialidad

Precariedad y desfinanciamiento en las escuelas porteñas

Foto: Luis Angeletti.

 

La educación secundaria argentina presenta rasgos neocoloniales, visibles por las consecuencias que generan un diseño estructural cerrado, desarticulado entre disciplinas que se enseñan y estudian aisladamente, complicando el desarrollo del pensamiento crítico, la comprensión de contenidos desprolijamente secuenciados y la formación en valores como la empatía y la solidaridad cooperativa, todas ellas herramientas necesarias para la consolidación de proyectos colectivos emancipatorios, capaces de dar cabida a una memoria histórica, garante de la libertad de los pueblos.

Debemos incluir en el diagnóstico, y como causa no menor de los problemas que enfrenta la educación media en la Argentina, la continuidad de una formación docente detenida en el tiempo, que contribuye con dicho aislamiento y fortalece la construcción de lazos de colonialidad, que pueden verificarse en los distintos comportamientos de la ciudadanía una vez que esta deja la escuela y se manifiesta en la vida social y/o profesional, o través de cualquier disciplina o trabajo.

La colonialidad es uno de los elementos constitutivos y específicos del patrón mundial del poder capitalista en su actual etapa neoliberal. Fundada en la imposición de una clasificación racial/étnica, cultural y política de la población del mundo y como piedra angular de dicho patrón de poder, la colonialidad suele atribuirse a una suerte de reflejo, consciente o no, que se produce en los habitantes de las regiones que estuvieron bajo regímenes coloniales, por lo menos, en los últimos 200 años de historia, y que se introduce en los campos disciplinares a partir de los cuales se accede al conocimiento.

Actitudes, lenguajes, hábitos, costumbres , gustos, modas, decisiones, políticas públicas condicionadas por la deuda externa de la nación y las jurisdicciones: en todas ellas encontramos referencias coloniales, que se desparraman también por nuestras aulas a partir de una manera particular de enseñar, entender y divulgar un conocimiento, que suele dar mayor cuenta de necesidades e intereses ajenos a las características regionales y culturales latinoamericanas en general y de la Argentina en particular.

Dicho patrón de poder impacta en todos los planos y dimensiones materiales y subjetivas de la existencia cotidiana y de la sociedad. Obviamente, los medios concentrados en formato de prensa, radio y TV, y las actuales y poco edificantes “redes sociales” contribuyen a la consolidación de estímulos coloniales afectos a la ciudadanía de las naciones que sufrieron la colonización en algún momento de su historia.

Debe aclararse que este modo de entender la vida y el mundo fue impuesto como única racionalidad válida y hegemónica en América Latina por los mismos Estados nacionales surgentes en la región a fines del siglo XIX , así como por el proceso de neocolonización iniciado formalmente hacia finales del mismo siglo, momentos en que países supuestamente independientes decidieron, aconsejados por sus elites dirigentes, que era preferible “vivir de prestado” que apostar al desarrollo económico autónomo e industrial, a fin de propiciar un cambio de matriz económica, lo que nos hubiera deparado seguramente tiempos diferentes a los actuales.

Como para complicar la cuestión, la educación argentina no ha conocido versiones diferentes de la historia argentina como no fueran las del nacionalismo oligárquico y el materialismo histórico vigentes, es decir la historia liberal conservadora escrita por las oligarquías nativas, y una versión híbrida filomarxista/positivista con pretensiones de explicar los mismos problemas desde una perspectiva distinta, pero que termina en definitiva justificando las decisiones de los grupos dominantes.

Se trata, ni más ni menos, de la historia que se enseña en la escuela a partir de selecciones de contenidos a cargo de lxs docentes y según su libre interpretación de los hechos. Como vemos, no ha quedado espacio áulico para la enseñanza de un pasado asociado con los procesos que se constituyeron a partir de las luchas de los países sometidos para emanciparse de las potencias colonizadoras durante el siglo XX.

El período iniciado con la independencia argentina comienza y termina en 1816. Parecería que luego del 9 de julio de 1816 nuestra Independencia no hubiera sido vulnerada a partir de los ataques a nuestras economías y recursos, puesta permanentemente en riesgo de default por el capital financiero y los monopolios expoliadores, que no hubo golpes cívico-militares alentados por embajadas extranjeras , que no hubiéramos perdido con Inglaterra la guerra colonial de Malvinas, que no existen procesos de liberación en desarrollo, esperando que alguna clase dirigente se haga cargo de liderarlos.

Lo cierto es que las versiones mucho más cercanas al campo nacional y popular de la historia latinoamericana y argentina no han sido tenidas en cuenta a la hora de ser introducidas en el campo del conocimiento escolar, aspecto que asimismo perjudica los espacios que la educación destina a la formación de la ciudadanía.

En dicho contexto, la ciudad de Buenos Aires ha constituido uno de los polos conservadores y coloniales más fuertes de la Argentina desde su misma consolidación como Estado Federal en 1880. Allí, el fenómeno de la colonialidad aparece en su más clara expresión, al igual que en los núcleos urbanos más importantes de la región.

La ciudad autónoma de Buenos Aires es faro para las ciudades con fuerte presencia de clases medias y altas. Es, además, reproductora y transmisora de la educación y de la cultura occidental, de la que se siente parte integrante.

Durante 18 años el partido de los Macri, el PRO, no había resultado perdedor en ninguna elección. En las del 18 de mayo último se vio sacudido por las fuerzas del mismo gobierno nacional que ayudaron a entronizar en 2023, en el afán de vencer a su único y principal enemigo histórico: el peronismo, aquel que fuera al decir de John William Cooke “el hecho maldito del país burgués”, y que hoy ha mutado de movimiento político a ser justamente un partido burgués.

Lo curioso de esta elección de legisladores porteños, y ya que nadie se ocupó de hablar de la educación durante la campaña electoral, es que el gobierno perdedor viene aplicando en 33 de sus escuelas secundarias una reforma llamada “Buenos Aires Aprende”.

Dicha reforma confronta con aspectos que nos han referido un alto porcentaje de directorxs de las 104 escuelas secundarias públicas, que constituyen el nivel medio del sistema educativo de la ciudad y con quienes hemos podemos dialogar a lo largo de los últimos meses sobre temas íntimamente ligados a políticas educativas aplicadas en sus escuelas.

Dichos docentes se expresaron alrededor de varios tópicos tales como la precariedad nutritiva y la cantidad y variedad de alimentos que se reparten a los estudiantes, ya sea en los comedores o en la viandas que llegan hasta ellxs; la exigüidad de la becas que reciben los alumnxs del secundario, muy lejos del volumen esperado para que no se vean obligados a abandonar la escuela por falta de alimentos.

Asimismo, se nos comentó acerca de la gravedad que implica la existencia de adolescentes que concurren a las escuelas públicas porteñas con tendencias suicidas, de autoagresión u otro tipo de violencias, que desbordan las posibilidades de los docentes. O el alto porcentaje de jóvenes que concurren con medicación recetada pero sin familias que se hagan cargo de la aplicación o administración de la misma, generando confusión y angustia entre los docentes por no tener a quién recurrir, ya que es manifiesta la desarticulación institucional entre los ministerios de Educación y de Salud del Gobierno de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.

El ausentismo de los alumnxs; los cierres de cursos (150 desde que se iniciaron las clases); altas tasas de sobre-edad, que se acrecientan con el paso del tiempo, haciendo que cada vez más jóvenes que pasaron los 16 años se encuentren cursando los primeros años del secundario o abandonándolo definitivamente; la proliferación de la burocracia escolar que impide al mejor intencionado de lxs docentes cumplir con una función pedagógica.

Dichas situaciones son consecuencia directa de la aplicación de políticas de clase, destinadas a subordinar política, social y económicamente a grandes sectores de población, que sufren pobreza e indigencia en una ciudad cuyo presupuesto para 2025 orilla los 13,9 billones de pesos, según datos aportados recientemente por el CEPA (Centro de Economía Política Argentina, Observatorio Económico de la Ciudad) en una publicación digital llamada “Buenos Aires en Números”, que se presentó en la Legislatura porteña el mes pasado.

La narrativa, sin embargo, habla profusamente de una reforma con inclusión y respeto por los derechos igualitarios de ciudadanía, cuando según dicha publicación el Ministerio de Educación de la ciudad exhibió entre 2016 y 2024 descensos presupuestarios tales como el recorte del 10,5% (101.000 millones de pesos) en los recursos destinados a la educación pública en el área perteneciente a la Dirección General de Educación, que gestiona los niveles inicial, primario, secundario, medio y técnico. En el área de infraestructura, el recorte llegó para el mismo período al 40%; en la educación media al 14,7% y en becas estudiantiles al 59%.

De esta manera, las elites republicanas gobernantes de la Capital Federal minimizan que el 60% de lxs alumnxs de las escuelas públicas se concentren en el sur de la ciudad, desde La Boca a Lugano, áreas donde el financiamiento ha descendido por ejemplo en la inversión en becas estudiantiles, lo que no guarda ninguna lógica con la realidad dada la contínua profundización de una pobreza y desigualdad que hacen a la población del sur cada vez más más diferente del resto de la jurisdicción. Frente a dicha realidad, parece a esta altura un chiste hablar de “Buenos Aires Aprende”.

La ciudad autónoma no consulta previamente a la comunidad educativa sobre la implementación de reformas en el secundario. Impone vínculos de dominación a sus habitantes y no relaciones democráticas de ciudadanía. Coloniza y subordina a lxs ciudadanos, a quienes hace desaparecer sus derechos, les acerca la difusión del pensamiento único y el individualismo. Dicha metodología guarda absoluta relación con la colonialidad del poder y del saber y con la negación de una educación soberana y emancipadora.

Las cuestiones referidas debieron formar parte del debate político preelectoral. No sólo no ha sido así, sino que debido al resultado electoral cabría esperarse que la situación de desfinanciamiento y colonialidad se profundice, resulte en el corto plazo agravada, a juzgar por el ya conocido “no hay plata” y el alineamiento incondicional y colonial del Presidente Milei con el Fondo Monetario Internacional.

 

* Raúl Moroni integra el Grupo Rescate EMEM de Apoyo Técnico Pedagógico a la Secretaría de Educación Secundaria de UTE-CTERA.

 

 

--------------------------------

Para suscribirte con $ 8.000/mes al Cohete hace click aquí

Para suscribirte con $ 10.000/mes al Cohete hace click aquí

Para suscribirte con $ 15.000/mes al Cohete hace click aquí