EL CASO ARGENTINO

Los detractores del populismo deberían estudiar a sus pueblos

 

¡Al gran pueblo argentino salud!
Vicente López y Planes, Himno Nacional Argentino

 

Son muchas las voces que han sido convencidas de que la Argentina y América Latina viven en crisis permanente, en mayor grado debido a su experiencia populista (yrigoyenista y peronista), por haber dado al Estado una ubicación y participación que limita a las fuerzas económicas y sociales privadas, por la incapacidad ínsita en su naturaleza descendiente de tres pueblos (blanco, cobrizo y negro), por haber asumido un cristianismo de los pobres y no el evangelismo del riquismo, por su idioma latinoamericanizado. En nuestro país, la crisis suele ser expresión de una incapacidad esencial por no haber acatado la democracia burguesa parlamentaria de los europeos ni la política exterior anglosajona. Claro que, para esta visión, que supo de años gloriosos de dependencia externa e injusticia social, encontrando más fracasos que victorias.

En este artículo se intenta mostrar causas que no son admitidas por el sistema de pensamiento foráneo. Así, debemos recordar tres verbos que no se conjugan para desempañar las causas de nuestras crisis, las reales y las inventadas, para ensayar sobre un país que para muchos dirigentes formados en el exterior siempre vive casi en ruinas aunque nunca llega la catástrofe, que parece ser deseada por esas minorías del pensamiento prestado.

Nosotros sabemos muy bien la conjugación de

  • ennegrecer,
  • desapoderar y
  • financiarizar, que muchos olvidan en sus análisis.

Los que responden al establishment no aceptan que la actividad social y económica paralela o no registrada tenga una gran importancia en nuestra sociedad, muchas veces respondiendo a una retirada de la economía legal o registrada por sus grandes costos impositivos o sociales. Para ellos, el ennegrecimiento u ocultamiento de la economía no existe, ni siquiera como respuesta o huida por lo costoso que resulta mantener en blanco a la actividad económica.

Tampoco consideran la pérdida de poder, moderno desapoderamiento que sufren las organizaciones sociales y económicas, las que lo han perdido como agua que se escapa de las manos. Solemos oír a quienes con nostalgia, que para algunos aparece como pueblerina, se lamentan por la pérdida de poder de sociedades rurales, sindicatos laborales, partidos políticos, fuerzas armadas, centros universitarios, religiones populares, etcétera.

Por último debemos considerar el fenómeno de la financiarización que ha postrado muchas intenciones de crecer y ordenar la economía al servicio de la producción y del trabajo. La ahora afamada financiarización, potenciada desde los años '80, consiste en hacer que las finanzas no sirvan al proceso productivo, que dicho proceso no obtenga financiamiento de su propia economía y que los países desfinanciados queden dominados a través de varios instrumentos, entre ellos el endeudamiento externo. El problema en este siglo es que la financiarización de los países terminó por infectar a las grandes economías, que primero la impusieron a los más débiles para debilitarlos. Hoy un capítulo de la economía global consiste en la financiarización de Estados Unidos y países europeos, que ven preocupados cómo las finanzas se sirven a sí mismas y el poder financiero global se impone a sus poderes financieros locales, provocando un nuevo gran conflicto entre el poder financiero de Estados Unidos (Trump) y el poder financiero global en Estados Unidos (sectores demócratas).

Somos distintos, siempre lo fuimos y lo seremos. Yrigoyen, Perón, Vargas, Cárdenas… y el populismo argentino y latinoamericano.

Una de las formas de mayor influencia política lo constituye el populismo latinoamericano. Tuvo en la cúspide histórica a tres grandes líderes y fundadores de corrientes políticas que trascendieron durante muchos años, y algunas con mayor vigencia que los fascismos y comunismos europeos.

Ellos fueron Lázaro Cárdenas (1930/45), Getulio Vargas (1930/45 y 1951/54) y Juan Domingo Perón (1946/55 y 1973/74), en los tres países más importantes de la región. Cárdenas y Perón fueron militares, mientras que Vargas egresó como abogado. Los tres crearon movimientos populistas, nacionalizaron el petróleo e impusieron enseñanza religiosa, como hoy lo hace Putin en Rusia. Martín Ruiz Orejera afirma que “el populismo argentino, antes de Perón, tuvo el populismo temprano de Hipólito Yrigoyen, neutralista en la Primera Guerra Mundial como lo fueron los militares que instalaron a Perón en la Segunda Guerra”. “Mucho más que el anterior, profundizó en la apertura de las instituciones y la movilización de las masas urbanas bajo la promesa de una reforma social a favor de los trabajadores, democracia electoral y nacionalismo continental” (1).

Buscar solucionar el problema del debilitamiento real que sufre la Nación Argentina con soluciones extrañas que sirven o pueden servir a otras realidades no es acertado. Quienes se preguntan tanto por el crecimiento de los populismos podrían indagar más en las características de los pueblos que los adoptan y entonces comprenderlos, ya que confiesan que no los entienden, sobre todo al peronismo.

A problemas diferentes debe haber remedios diferentes. Si es correcta la distinción de las cuatro teorías del poder que hace el politólogo ruso Aleksander Dugin, no son las soluciones europeístas como el neoliberalismo actual, los socialismos europeos, ni los fascismos del capitalismo en crisis los que darán la solución para nuestro país y América Latina. Los dos primeras teorías se basan en la división de los pueblos, o sea que debilitan a las naciones atrasadas en su desarrollo económico. El fascismo con su corporativismo pretende dividir la sociedad entre empresarios y trabajadores, instalando dictaduras que no responden a la voluntad y deseos populares. En este sentido, cuando se critica tan fuertemente a América Latina por asumir posiciones populistas, primero nos deberían explicar por qué las democracias de nuestra región continental surgieron bajo formas de democracia británica o suiza despreciando al factor popular, base de la democracia de cualquier nación.

 

 

 

(1) Ruiz Orejera, M., (2012), El Populismo clásico en América Latina a través de las figuras de Lázaro Cárdenas y Juan Domingo Perón. Editorial de la Universidad de Cantabria.

 

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