El Estado productor

Las decisiones estratégicas que hacen al desarrollo nacional no pueden quedar libradas a la iniciativa privada

 

“La realidad se cambia desde el Estado, como hizo Perón”.

CFK

 

La grave crisis que estamos transitando en nuestro país es considerada por la mayoría de los economistas como una crisis financiera. Sin embargo, en este artículo centralizaremos el análisis de la crisis en la estructura productiva argentina y en la necesidad de superar las limitaciones conceptuales heredadas del neoliberalismo, impulsando desde el Estado la transformación de nuestra estructura productiva, lo que requerirá un desarrollo del aparato estatal que lejos de reducirse deberá crecer y especializarse, atrayendo a los mejores científicos y profesionales para poder cumplir su rol de motor de esa transformación necesaria.

Un Estado fuerte que regule, planifique y participe del sistema productivo no es en absoluto incompatible con el modo de producción capitalista, que hoy es el realmente existente en todo el planeta, con la excepción de Cuba.

En el sistema capitalista, en un mismo país, generalmente hay sectores productivos privados y sectores productivos pertenecientes al Estado, y no hay contradicción en este esquema: es el capitalismo de empresas privadas coexistiendo con el capitalismo de Estado. Coexisten pero sus roles son diferentes.

En los países de alta industrialización el rol del Estado es fundamental [1] y, como discutiremos en lo que sigue, también lo debiera ser en nuestro país.

Ejemplos que validan esta afirmación se discuten extensamente en ¿Qué ciencia quiere el país? Los estilos tecnológicos y los proyectos nacionales [2], tomando como referencia el desarrollo tecnológico de Estados Unidos y el liderazgo su Estado en el campo de la producción. También en Public Financing Of Innovation: New Questions [3] se discute el rol estatal de los Estados Unidos en el desarrollo de los i-Phone y de los i-Pad, productos paradigmáticos de la alta tecnología.

Por su lado en Francia, un país capitalista altamente industrializado, el gobierno acaba de informar su intención de nacionalizar totalmente el gigante energético Électricité de France para afrontar la crisis producida por la guerra en Ucrania.

La industria de nuestro país es incompleta y, como resultado, un aumento de la producción necesariamente implica un aumento de nuestras importaciones con el consiguiente impacto negativo sobre el balance de divisas.

Hasta los ‘90 nuestro país importaba entre un 4% y un 8% del PIB; hoy estamos importando entre un 15% y un 18% del PIB (ver Figura 1). El gran dilema es ¿cómo crecer controlando las importaciones?

 

 Banco Mundial: importaciones de bienes y servicios (% del PIB) – Argentina.

 

La respuesta es avanzar en el desarrollo de la industria, tanto en lo cuantitativo como en lo cualitativo, disminuyendo el costo en divisas de nuestra producción. Es decir, producir más y sofisticar la producción aumentando los encadenamientos productivos nacionales.

En este proceso el rol del Estado es fundamental ya sea como regulador del mercado, como planificador del desarrollo y ciertamente como Estado productor, como lo pensaron durante sus presidencias Hipólito Yrigoyen, Juan Domingo Perón, Néstor Kirchner y Cristina Fernández de Kirchner.

Vamos a analizar algunos casos para demostrar que el rol del Estado como productor es imprescindible.

 

 

SOMISA y la chapa naval

La siderúrgica fundada como empresa del Estado durante el gobierno de Juan Domingo Perón en 1947 fue hasta su privatización en 1991, durante el gobierno de Carlos Menem, un ejemplo de desarrollo industrial nacional.

En los ‘70 la empresa puso en marcha el “Plan SOMISA 4 millones de toneladas” e incorporó, entre otras ampliaciones, equipos para producir chapa naval (de aproximadamente 3 metros de ancho). Los equipos eran un nuevo laminador, nuevos hornos de calentamiento adaptados a la chapa ancha y una nueva colada continua con moldes para colar chapones anchos que serían laminados como chapa naval. Estos equipos fueron comprados pero no llegaron a instalarse.

Cuando SOMISA se privatizó, el grupo Techint, que compró la empresa estatal, decidió vender los equipos que iban a ser utilizados para la laminación de chapa naval a una empresa de Brasil.

Hoy nuestro país importa de Brasil, con la consiguiente erogación de divisas, la chapa necesaria para fabricar los tubos soldados de 36 y 30 pulgadas de diámetro que serán usados en el gasoducto Néstor Kirchner y en gasoductos posteriores.

El tema es sencillo: en los ‘90 un laminador de chapa naval no tenía justificación económica inmediata y hoy sería invaluable.

La conclusión es obvia: decisiones estratégicas que hacen al desarrollo nacional no pueden ser libradas a la iniciativa privada porque las empresas privadas deben garantizarles a sus accionistas ganancias en el corto y mediano plazo, y las decisiones estratégicas que marcan las direcciones del crecimiento –por ejemplo la decisión de tener una industria “completa” que garantice la existencia dentro del país de encadenamientos productivos– deben ser tomadas por el Estado.

 

 

Vaca Muerta

Fue la YPF nacionalizada la que invirtió y desarrolló Vaca Muerta (gas y petróleo no convencionales), revirtiendo la política de Repsol que era ganar dinero en la Argentina e invertir en exploración y explotación en países con mayor tasa de ganancias. Hoy Vaca Muerta produce el 34,9% del petróleo y el 50,2% del gas que se producen en el país. A su vez, YPF es la mayor productora en Vaca Muerta: lidera el ranking de empresas con más actividad con 306 etapas de fractura, seguida por Vista Oil con 162 y por Tecpetrol con 123.

YPF, empresa controlada por el Estado, ha producido el gran crecimiento de Vaca Muerta, que hoy sabemos que fue y será imprescindible. El crecimiento continuará ya que la producción de YPF en Vaca Muerta se multiplicará por cinco en los próximos años.

La producción gasífera de Vaca Muerta destrabará, cuando se termine el gasoducto Néstor Kirchner, la enorme cantidad de divisas hoy afectadas a la importación de GNL. Es el Estado el que encara la construcción del gasoducto.

Vaca Muerta, motorizada por una empresa controlada por el Estado, abre enormes oportunidades para la producción de empresas privadas, algunas grandes como TENARIS y otras pymes, muchas de ellas neuquinas. Queda claro que sin un Estado productor estas empresas no tendrían esa oportunidad para producir y crear trabajo.

 

 

Energías renovables

La transición energética es una oportunidad para desarrollar con tecnologías propias los equipos para generar energías renovables y los sistemas de almacenamiento de energía. Estas tecnologías están internacionalmente en su fase de despegue y por lo tanto estamos a tiempo de realizar desarrollos propios, localizando en el país las cadenas de valor que las constituyen y por lo tanto generando puestos de trabajo de calidad.

Como siempre, compiten lo urgente con lo necesario: por un lado la necesidad de generar divisas y, por otro, la de impulsar un desarrollo tecnológico autónomo que nos permita no reproducir con el viento patagónico el esquema agroexportador. Lo realmente superador será combinar ambas visiones para potenciar el desarrollo tecnológico y productivo que genere divisas [4].

Y-TEC S.A. es una empresa de tecnología en la que el 51% de las acciones pertenece a YPF y el 49% a CONICET. En el campo de las energías renovables, está trabajando en el desarrollo industrial de celdas y baterías de litio, y en el diseño y producción de electrolizadores alcalinos para producir hidrógeno, en base a encadenamientos productivos que recorremos en la Tabla 1.

 

Encadenamientos productivos desarrollados por Y-TEC para la producción de celdas de litio.

 

De lo expuesto debemos concluir que un país como el nuestro, desarrollado a partir de un capitalismo tardío y por lo tanto con un sistema industrial incompleto, requiere –igual que los países de alta industrialización– que el Estado empuje la producción no solamente como regulador y planificador sino también como productor. Esto no compite con las empresas productivas privadas sino que les abre oportunidades de negocios.

Cambiar la estructura productiva que generó el modelo agroexportador es el camino para salir de las crisis recurrentes que castigan a nuestro pueblo.

 

 

 

 

[1] M. Mazzucato, The entepreneurial state, Demos (www.demos.co.uk), 2011.
[2] E. Dvorkin, ¿Qué ciencia quiere el país? Los estilos tecnológicos y los proyectos nacionales, Buenos Aires, Colihue, 2017.
[3] M. Mazzucato y G. Semieniuk, Public financing of innovation: new questions, Oxford Review of Economic Policy, vol. 33, nº 1, 2017.
[4] E. Dvorkin, Energía: industrialización o enclaves extractivos, Coyuntura y Desarrollo, FIDE nro. 404, pp. 30-38, 2022.

 

 

 

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