El que a hierro mata, a hierro muere

¿No es hora de un Nunca Más a los crímenes económicos?

Foto: Luis Angeletti.

 

 

Uno de los que estaban con Jesús sacó su espada e hirió al servidor del Sumo Sacerdote, cortándole la oreja. Jesús le dijo: “Guarda tu espada, porque el que a hierro mata a hierro muere”.

Evangelio según San Mateo. Cap. 26, vv. 47-52

 

Este pasaje bíblico está ambientado en el desenlace de la vida de Jesús. Ya se ha decidido en la cúpula del poder local –articulado con el poder imperial romano– que Jesús representa una amenaza. El establishment de Jerusalén (jefes de los sacerdotes, aristócratas laicos y prominentes expertos, con Caifás el sumo sacerdote como líder), estaba cada vez más preocupado de que Jesús se convirtiera en un punto focal de la excitación popular religiosa y el posible malestar civil, lo cual podría conducir a un cambio de la intervención romana. Jesús había ido regularmente a Jerusalén para las grandes fiestas a lo largo de su ministerio público. Se involucró en una serie de confrontaciones con las autoridades del Templo y atrajo multitudes con sus profecías, enseñanzas y curaciones dirigidas a ilustrar un proyecto de mundo alternativo construido como fraternidad universal.

Según los especialistas [1], este texto de Mateo impresiona por el contexto de violencia en el que se desarrolla: una gran multitud con espadas y palos viene a buscar a un Jesús desarmado. No obstante esa puesta en escena, la violencia es enmascarada con un beso. Uno de los que estaban con Jesús responde a la violencia con violencia: saca una espada y hiere al servidor del sumo sacerdote (¿qué hace un servidor de Jesús con una espada?) Evidentemente, no ha entendido que el arresto y la muerte de Jesús eran inevitables.

El siervo del sumo sacerdote era un esclavo de considerable prestigio del poder y la honra de su señor; pero como esclavo, continúa siendo un marginal. Jesús mantiene la calma, reprende al de los suyos que responde con violencia y reprocha también a los que vienen a detenerlo como si fuera un delincuente. “Vuelve la espada a su lugar (guarda tu espada)” dice Jesús rechazando la acción violenta. El verbo griego que subyace a “vuelve” lo encontramos en Mateo sólo donde Jesús enseña sobre resistencia no violenta (5,42).

En el huerto de Getsemaní, Jesús acepta que su misión de anunciar un mundo más justo de parte de Dios, que invertirá la situación de las víctimas de hoy y pondrá en el último lugar a los que detentan el poder creyéndose invulnerables, hacen inevitable su muerte a manos de la élite religiosa y política, que no tolerará oposición ni alternativa. Él tiene que morir. Jesús no es violento, ni considera que deba esconderse. Los dirigentes religiosos lo han tenido a su alcance todo el tiempo. Jesús ha sostenido durante su vida pública, una resistencia activa no violenta. Resiste poniendo sus energías en la formación de una comunidad con prácticas alternativas y un proyecto de mundo basado en la solidaridad, la fraternidad, la inclusión. También en la comunicación de una esperanza que se construye en esta vida presente, tiene carne y realidad en este mundo, pero se consumará más allá de la dimensión presente. Sabe que la violencia se vuelve contra uno mismo.

A la luz de este texto bíblico pienso en el enorme desafío que implica transitar esta situación distópica que estamos viviendo en la Argentina. Como nunca un gobierno constitucional surgido de elecciones libres, reniega de su obligación de mantener la paz y velar por el bien común y se convierte en un verdugo de aquellos a quienes debería proteger y garantizarles sus derechos. Haciendo gala de una improvisación y desconocimiento del funcionamiento democrático, el gobierno vira velozmente hacia una tiranía donde solo cuenta la opinión del Presidente, y es estigmatizada con violencia, insultos y descalificaciones violentas toda forma pacífica de disenso y confrontación democrática. Nos gobierna una horda de incapaces, que ciegamente se ha constituido en mano de obra del poder económico concentrado que sueña con un país donde ellos pongan las reglas y obligaciones pero que a la vez no estén obligados a nada. Se impone una modalidad antidemocrática de intolerancia, agresión y desprecio a los demás, ya sea porque opinan distinto, ya sea porque son víctimas y necesitan ser contenidas por el Estado. La violencia institucional –económica, simbólica, verbal o represiva– a la que nos vemos sometidos cotidianamente puede generar el impulso de responderle con la misma violencia a quienes se han convertido en verdugos de los derechos constitucionales y sociales.

De manera insólita y torpe, la justicia social ha sido sometida a escarnio (con argumentos insostenibles, por ejemplo que es fruto de la envidia o es una aberración). En un artículo reciente señalé que este gobierno es un disparo al corazón del contrato social construido en la Argentina del siglo XX, que había dejado atrás un país sin derechos laborales y sociales, con desigualdad, y que, con la irrupción del peronismo, puso en el centro la economía de la producción y el trabajo, la distribución equitativa de la riqueza, los derechos del trabajador y la justicia social. Ese disparo pretende cerrar el círculo abierto con el último golpe militar de 1976, que quiso romper con la matriz económica productiva y de industrialización vigente en la Argentina, y erigirse como ejecutor de una nueva matriz económica y social basada en la valorización financiera, el libre mercado y el individualismo meritocrático.

No debemos ceder a la tentación de la violencia, ni sucumbir ante la presión violenta del poder que nos des-gobierna. Tampoco podemos permanecer callados, o encerrados entregándonos al escarnio público. La enorme y masiva marcha universitaria, la resistencia de los profesionales del Garrahan, los jubilados, discapacitados, desocupados y despreciados que salen a las calles, el voto popular castigando esta injusticia, nos abren una esperanza. El gobierno del poder económico –conducido por sus empleados– se debilita porque la violencia ejercida sobre el pueblo se le va volviendo en contra. Tenemos que defender los valores que nos permiten creer en una construcción social colectiva con justicia y paz. Debemos acompañar las luchas y sufrimientos del pueblo.

En esta semana que termina, el gobierno da sobradas muestras de agotamiento político, crisis económica y soledad con sus ideas locas. Una crisis terminal se avecina, pero hay una pregunta que socialmente debemos hacernos: ¿quiénes van a pagar semejante perjuicio provocado a la estructura socioeconómica y al pueblo trabajador de la Argentina? ¿No es hora ya de un Nunca Más con un juicio de los crímenes económicos relacionados con la deuda externa contraída por la Argentina y con la fuga de capitales, además de acelerar los juicios por la responsabilidad civil de empresarios con la dictadura militar del '76? Es hora de impuestos progresivos a la riqueza obtenida con prácticas especulativas o impuestos a las fortunas heredadas. El poder económico en justicia debe reparar los daños resultantes de haberse enriquecido a costa de respaldar gobiernos violentos y sus planes de transferencia de riqueza. También deberíamos disputar en el sentido común la falsedad de que la presión tributaria sobre los más ricos afecta el crecimiento económico.

El dramatismo de la escena evangélica de la detención de Jesús deja claro que él, en el último instante de su vida, sigue creyendo en que ese otro mundo posible, justo y humano no vendría de la imposición violenta, porque “el que a hierro mata, a hierro muere”. La victoria de la violencia (represiva, verbal, económica, simbólica o de otro tipo) es transitoria. Es como la serpiente que se muerde la cola. El que usa la violencia como método, terminará –a la corta o a la larga– vencido, descalificado y –ojalá– juzgado democráticamente, para reparar los daños económicos y humanos causados en el cuerpo social.

 

Ciaramella integra el Grupo de Curas Católicos en Opción por los Pobres

 

 

 

[1] Sicre, José Luis. El Evangelio de Mateo, un drama con final feliz. Editorial Verbo Divino (2019). Carter, Warren. Mateo y los márgenes: una lectura sociopolítica y religiosa. Editorial Verbo Divino, (2007). Meier, John Paul. El Jesús Histórico. Comentario Bíblico San Jerónimo para el siglo XXI (2022).

 

 

 

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