Entre lingotes y sombras

Plata sucia, el libro de Andrés Alsina sobre el lavado de activos en Uruguay

 

Cuando uno lee Plata sucia lo hace con la sensación de zambullirse en un río subterráneo, lleno de corrientes ocultas y sedimentos oscuros. Andrés Alsina invita al lector a internarse en los pliegues del lavado de activos en Uruguay: un terreno que –como él mismo advierte– muchos creen lejano, marginal o incluso anecdótico, cuando en realidad corre bajo el pavimento de la vida cotidiana.

 

Investigación

El libro surge tras más de dos años de trabajo y rastreo documental. Alsina no opta por la mera denuncia: combina entrevistas, documentos públicos, cronologías y relatos concretos. Esa mixtura le da una textura híbrida: es periodismo narrado, es libro de investigación y también –de a ratos– crónica política.

Esa decisión de estilo funciona bien. No se queda en la abstracción o en el gráfico complejo sin rostro: hay protagonistas, hay episodios, hay tensión. Uno de ellos es el que abre el capítulo “Oro viajero”: relata cómo, en 1984, un vuelo partió de Montevideo con destino a Río de Janeiro, fue forzado a aterrizar y se encontraron 18 maletas con lingotes de oro y fajos dentro de huecos de carga. Es un pasaje casi ficcional si no fuera porque Alsina lo documenta con precisión, cruzando fuentes militares, diplomáticas y fiscales.

Otro tramo poderoso describe regatas oceánicas supuestamente deportivas que habrían servido de cubierta para movilizaciones de metal precioso. Y aparecen los mecanismos más “modernos” del lavado: empresas “cáscara”, operaciones de comercio exterior y financiamiento ilegal en actividades rurales e inmobiliarias.

Alsina también inserta voces del sistema financiero, del sindicalismo bancario, de periodistas e incluso documentos estatales que a veces parecen piezas de un rompecabezas opaco. Esa diversidad de ángulos evita que el libro resulte plano.

 

Lo que revela

Uno de los aportes más resonantes de Plata sucia es su insistencia en que el lavado no es un fenómeno colateral o menor: está entrelazado con la economía formal, con la política, con el tejido institucional. Esa conexión estructural rompe con la idea de que el lavado es cosa de “mafias oscuras que operan afuera”.

Alsina sostiene que algunas bases de este fenómeno se remontan incluso antes de la dictadura, pero que los gobiernos militares lo consolidaron como parte de su plataforma de internacionalización financiera. Y que gobiernos democráticos han continuado operando, consciente o inconscientemente, dejando fisuras por donde las redes criminales avanzan.

Entre los casos que más llaman la atención figura el uso de empresas “cáscara” por parte de grandes grupos agroindustriales argentinos que facturan en Uruguay sin que la mercadería pase realmente por el país. También están las redes del prestamista usurario “gota a gota”, que opera en los márgenes del sistema formal, pero con vínculos indirectos con flujos mayores de dinero.

Algunas de esas historias eran quizá conocidas en círculos especializados; otras, menos. Para muchos ciudadanos uruguayos, esas tramas resultarán reveladoras, incómodas. Y ahí está el mayor mérito del libro: convertir lo invisible en relato legible, material.

 

El autor, Andrés Alsina.

 

 

Tensiones y limitaciones

No todo es impecable. En algunos pasajes la densidad documental puede abrumar: el lector poco familiarizado con el mundo jurídico, financiero o con la trama política regional puede sentirse perdido entre siglas, leyes, decretos. En ese sentido, el público ideal del libro es alguien con interés por la economía política o solo por la política.

Otra tensión es la que vive todo libro de investigación: el riesgo de exposición parcial o incompleta. ¿Qué casos no logró abrir? ¿Qué nombres quedaron fuera por falta de acceso? Alsina reconoce estas fronteras implícitas: en entrevistas señala que “si no hay negociación, lo que va a haber serán muchos tiros” – una frase que sugiere que algunas fronteras del silencio están custodiadas con poder–.

Finalmente, el estilo en ciertos momentos quiere impresionar con lo dramático o lo impactante, al borde del sobresalto –no siempre con la contención que la evidencia exige–. Pero esas decisiones también pueden tener un propósito: sacudir, provocar conciencia.

 

Valor social

Plata sucia viene en un momento histórico relevante. En Uruguay –y en la región– el debate sobre la transparencia, el sistema financiero, la corrupción y la impunidad no puede soslayar cómo ese dinero sucio circula por debajo de las estructuras formalmente legítimas. En ese sentido, la publicación tiene potencial de romper el silencio cómodo de quienes prefieren no mirar hacia esas simas.

Leer Plata sucia es recorrer pasillos de un poder sombrío que ha operado durante décadas. No es un simple libro de denuncias sensacionalistas: es un desafío a la consciencia institucional y ciudadana. En su mejor momento, Alsina consigue que el lector sienta esa zona gris del sistema como algo propio, que deje de ser remoto.

Quizás no todas las puertas se abran. Quizás algunos silencios queden inalterados. Pero el libro cumple su función más esencial: arrojar luz donde antes había penumbra. Y, en un país de un continente en que la vieja costumbre es mirar para otro lado, provocar luz –aunque solo sea un rayo tenue– es ya un acto político. Ojalá imitaran a Alsina mis compatriotas de Bolivia.

 

 

 

El oriental

Andrés Alsina, periodista uruguayo, vivió en Estocolmo en calidad de refugiado y trabajó en un semanario. Estuvo a cargo de la sección latinoamericana, escribía noticias y crónicas sobre la actualidad continental de aquel entonces.

Coincidimos en un seminario global sobre la “prensa alternativa” que Suecia auspició luego de la revolución islamita de Irán.

Entrevistamos al comandante Bayardo Arce del viejo sandinismo a su paso por Estocolmo.

Luego coincidimos en Radio Suecia, en el programa en español, donde ejerció de reportero. Hasta que un día de mediados de los ‘80 me dijo en uno de los pasillos del gigantesco edificio de Radio Suecia que se iba a Montevideo. Se abrió la puerta de la democracia y Andrés aprovechó para retornar con Amanda y Pablito a Montevideo, donde nos pudimos dar un abrazo en los ‘90 en ocasión de un viaje de trabajo.

Tenemos contacto más o menos permanente porque suelo colaborar en La onda digital, una revista online en la que Andrés escribe.

En las varias comunicaciones que tenemos me avisó que su libro está listo para el lanzamiento. Lo leí de un solo tirón, tiene un lenguaje periodístico fluido.

Los uruguayos en Suecia pueden pedir el libro a [email protected]

 

 

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